El niño mimado del Kremlin regresa al tablero: la trama política detrás del fin de la sanción

La polémica vuelta del maestro ruso Sergey Karjakin -seis meses de suspensión por su apoyo a la invasión rusa a Ucrania- disparó el tratamiento de otros casos en el historial del juego. El factor Putin

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Sergey Karjakin continuó realizando posteos desafiantes tras la sanción (REUTERS/Anton Vaganov/File Photo)
Sergey Karjakin continuó realizando posteos desafiantes tras la sanción (REUTERS/Anton Vaganov/File Photo)

Las persecuciones en el mundo del deporte no son una novedad; el ajedrez también sabe de ello. A lo largo de la historia varios de sus jugadores fueron sancionados por su accionar y decisiones tomadas fuera del tablero. Pero, curiosamente, el rigor de las penas acostumbran a girar de acuerdo al compromiso político de la dirigencia; hay varas para hijos y otras para entenados.

Hace algunas horas finalizó en Moscú el torneo Star Chess organizado por la federación rusa con el aval de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE); una competencia hecha a medida para que el gran maestro ruso, de origen ucranio, Sergey Karjakin, se reintegrara a la actividad y pusiera fin a una suspensión de seis meses con los que fue sancionado tras sus ofensivas y lacerantes declaraciones a favor de la guerra y de la invasión rusa a Ucrania. Lo sucedido disparó un nuevo escándalo en el mundo de los escaques y los trebejos, dado que la mayoría de sus aficionados y maestros creen que detrás del espaldarazo al ajedrecista ruso está la sombra del Kremlin.

Es que el subcampeón mundial Karjakin (de 32 años, que en 2009 cambió de nacionalidad y con estrecha amistad con Vladimir Putin) hace sólo un par de semanas fue condecorado por el primer mandatario con la medalla de la Orden al Mérito de la Patria “por sus aportes al desarrollo y difusión del deporte ruso”. Acaso, sin culpa ni remordimiento, no desaprovechó la ocasión para un nuevo posteo en su cuenta en Instagram: “Se acabó la descalificación”. La imagen lo muestra sonriente y con una remera con la leyenda “Putin Team”.

Aunque la sanción haya finalizado, difícilmente el ajedrecista ruso pueda volver a competir fuera de su país; su postura a favor de la guerra, su idolatría a Putin y la propaganda a favor del Kremlin -la que no detuvo ni siquiera durante los meses de la sanción-, ha provocado un rechazo unánime del mundo del ajedrez, tanto de aficionados, expertos, colegas, árbitros, dirigentes y organizadores, excepto de la FIDE. Incluso, Karjakin ahora amenaza con no respetar las disposiciones del Comité Olímpico Internacional (COI) y asegura que jugará en las próximas invitaciones bajo los colores de la bandera rusa; una medida prohibitiva del órgano rector del deporte olímpico dispuesta sobre los atletas rusos y bielorrusos tras los hechos sucedidos el 24 de febrero último.

“Esto simplemente muestra que Rusia tiene a la FIDE en su bolsillo” dijo uno de los referentes del ajedrez noruego, Atle Gronn. Incluso el campeón mundial Magnus Carlsen expresó: “Creo que con esta actitud, Karjakin intenta convertirse en mártir de la “tiranía de las sanciones” de Occidente”.

Ajedrez y política

Karjakin acusó a la FIDE de mezclar política y deporte, y sobre su comportamiento aseguró que era patriota antes que ajedrecista. “La decisión que me impusieron es vergonzosa”, dijo Karjakin tras adjudicarse la competencia rápida del torneo Star Chess Moscú 2002, y finalizar 5° entre diez participantes en la prueba Blitz.

En sus más de quince siglos de historia documentada el ajedrez ha sido utilizado como propaganda por la dirigencia política en general; sacó provecho de su accionar tanto gobiernos de derecha, como de centro o izquierda; regímenes totalitarios y dictaduras.

Se sabe que el ajedrez es utilizado como un complemento más de la acción diplomática de Rusia en el exterior; de allí su importancia cuando en agosto último, el economista ruso Arkady Dvorkovich, de 50 años (fue viceprimer ministro del presidente Vladimir Putin entre 2012 y 2018, y tuvo a su cargo el Comité Organizador de la Copa del Mundo de fútbol, Rusia 2018) logró su reelección a su cargo de presidente de la FIDE.

“Rusia no está aislada internacionalmente” fue la lectura de los dirigentes del Kremlin que celebraron el triunfo de Dvorkovich (sumó 157 votos a favor, 16 en contra, 5 abstenciones y uno nulo). Austria, Alemania, Lituania, Polonia, Eslovenia, Noruega, Reino Unido, Holanda, EE.UU., Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Ucrania formaron el bloque de las naciones que le dieron la espalda al dirigente ruso.

“El Kremlin está usando la elección de un ruso como jefe de la FIDE para decir que refleja el verdadero apoyo global a Rusia. Es repugnante que países que muestran su oposición a la invasión, lo voten como el caso de Estonia y Letonia. La FIDE ha estado directa o indirectamente bajo control de la KGB desde 1982, y la inteligencia rusa obviamente todavía lo considera útil tener un papel casi diplomático para un hombre leal del Kremlin, que pueda viajar ampliamente y tener reuniones con funcionarios y trasladar información” aseguró el ex campeón mundial Garry Kasparov y acérrimo opositor de Vladimir Putin.

Sobre la intromisión del poder político en el manejo de las decisiones de la FIDE, Kasparov, agregó: “Para cualquiera que diga que deberíamos ‘separar deportes y política’, es exactamente al revés. Los deportes son usados frecuentemente para la política, explotados por dictaduras y oligarcas para limpiar su dinero y su reputación en el mundo libre. Los deportes pueden ser una distracción bienvenida de las presiones y tragedias del mundo, pero siguen siendo parte del mundo. No me digas que ‘me apegue al ajedrez’ hasta que puedas convencer primero a los dictadores y a sus compinches de no meterse en el ajedrez”

Kasparov, de 59 años, ha sido uno de los maestros que también sufrió persecuciones y sanciones a lo largo de su carrera como ajedrecista, primero, y más tarde como político. En su libro autobiográfico “El hijo del cambio”, Garry cuenta cómo, excepcionalmente con la ayuda de Mijail Gorbachov, consiguió eludir las sanciones que le impedían viajar al exterior para convertirse en un nuevo desafiador al título mundial, por entonces en manos del soviético Anatoly Karpov. “La Unión Soviética ya tiene un campeón mundial; no necesitamos otro”, fue la respuesta que recibió de Nikolai Krogius, director del Comité Deportes.

Más tarde, tras su retiro profesional del ajedrez en marzo de 2005, quiso dedicarse a la política y con su movimiento Frente Cívico Unido se unió a “La Otra Rusia” (una coalición electoral opositora a Putin). Fue dos veces detenido y una nueva sanción podría incluso llevarlo a la cárcel. Para viajar por el mundo adoptó la ciudadanía croata; su lugar de residencia es la ciudad de Nueva York. Las amenazas por la suerte de su vida le impidieron visitar a su madre -Klara Kasparova-; ella falleció en diciembre de 2020 a causa del COVID-19.

Otro caso singular de prohibición y persecución fue la del campeón mundial, el francés de origen soviético Alexander Alekhine. Durante la Segunda Guerra Mundial fue detenido en Marsella junto a su esposa norteamericana Grace Wishaar, por las tropas de la Wehrmacht. En la negociación con sus captores aceptó jugar algunos torneos bajo la bandera del III Reich a cambio de la restitución del castillo de Saint-Aubin-le Cauf (propiedad de su señora) y la entrega de un visado para que ella regresara a EE.UU. Entre 1941 y 1943, Alekhine jugó los torneos de Múnich, Salzburgo, Varsovia y Praga. Incluso, de su puño y letra, se conocieron una serie de artículos para el Die Deutsche Zeitung in den Niederlanden bajo el título “Judíos y arios en el ajedrez”. Dio su visión sobre la diferencia del juego judío (débil), actuando de manera defensiva y cobarde, contra el juego ario (fuerte) agresivo y valiente. Las crónicas llegaron a París a través del periódico Pariser Zeitung.

Cuando la guerra finalizó la FIDE no tomó ninguna acción contra la conducta del campeón mundial, pero fueron sus colegas quienes boicotearon su invitación a los grandes torneos. “Es él o nosotros” respondía el holandés Max Euwe al organizador de turno, como responsable del grupo de ajedrecistas que marginaron a Alekhine por su afinidad con los nazis.

En 1945, en el diario El Alcaraz de Madrid, el ajedrecista reconoció la escritura de los artículos pero aseguró que fueron modificados por la Gestapo para demostrar su adhesión al régimen. En la madrugada del 24 de marzo de 1946, en la soledad de un hotel sin huéspedes en Estoril (Portugal) Alexander Alekhine encontró su muerte, en el interior de la habitación N°43, envuelto en un abrigo de invierno en plena primavera portuguesa, mientras comía un trozo de carne que se le atragantó en la laringe. “Muerte por asfixia”, confirmó el certificado oficial de defunción firmado por un médico veterinario… Alekhine había sido acusado de traidor por la URSS, de colaboracionista por Francia y de espía por Reino Unido. Con su muerte la FIDE recuperó el título mundial (por entonces el campeón elegía a los aspirantes) y llamó a un torneo (La Haya y Moscú) entre cinco ajedrecistas de los cuales tres eran soviéticos. Ganó Botvinnik, y la casa volvía a estar en orden.

También son conocidas las historias de otros ajedrecistas soviéticos, castigados y sancionados como consecuencias del “huracán ajedrecístico, Bobby Fischer”; el soviético Mark Taimanov famoso por las consecuencias de perder 6 a 0 ante el norteamericano en cuartos de final del Candidatura 1971 fue castigado con la imposibilidad de viajar al exterior, escribir artículos, dar entrevistas, conferencias o conciertos (era pianista); le quitaron el sueldo y las condecoraciones. Con el paso del tiempo, y dado que Fischer venció 6 a 0 al danés Larsen en semifinal, 6,5 a 2,5 al soviético Petrosian en la final, y le arrebató el título mundial a Spassky en 1972, a Taimanov le fueron morigerando la pena. Se animó a escribir un libro “Yo fui víctima de Bobby Fischer” en el que relató la odisea de sus días de encierro en Siberia.

Tras la pérdida del título mundial frente a Fischer en Islandia, Boris Spassky, en su regreso a la URSS, fue señalado como el abanderado de la derrota. Fue castigado con la prohibición de viajar al extranjero durante 9 meses y la baja del 40% del salario. La crisis se llevó su segundo matrimonio. La pequeña vivienda que conservó fue saqueada más tarde y desaparecieron varios objetos personales del ex campeón, entre ellos una cámara de fotografía que le había regalado Fischer.

En 1976, Víktor Korchnoi se convirtió en el primer gran maestro exiliado del antiguo régimen. A modo de represalia su nombre fue anulado de toda bibliografía e historia del ajedrez soviético. Los ajedrecistas del antiguo régimen tenían prohibido participar en competencias a las que fuera invitado Korchnoi. Ni siquiera la prensa podía escribir su nombre durante las partidas por el match por el título mundial ante Karpov en Filipinas en 1978. La represalia incluyó que su hijo (Igor) fuera enviado a Siberia a cumplir el servicio militar, y su esposa (Bela) no pudiera viajar al extranjero.

En 1984, el ex campeón argentino, el gran maestro Miguel Quinteros, fue sancionado con un año de suspensión por haber participado en un torneo magistral en Sudáfrica (también lo jugaron entre otros, Korchnoi y el sueco Ulf Andersson) en tiempos del Apartheid. La FIDE no se comprometió con la causa (sistema desigual y discriminación de la población negra) y el castigo quedó en suspenso. Quinteros pudo continuar con su participación en otras competencias.

Bobby Fischer fue perseguido por el FBI por escupir una orden del Estado norteamericano que le impedía participar en una nación (Yugoslavia) sobre la que pesaba una orden embargo comercial durante el match oficioso por el título mundial ante Spassky en 1992. La FIDE se mantuvo al margen dado que el accionar de Fischer había sido por fuera de las competencias oficiales. Fischer fue detenido en Japón en 2004 y cumplió un año de cárcel antes de ser extraditado a Islandia, donde falleció en 2008.

Uno de los grandes defensores del maestro Karjakin ha sido el ex campeón mundial Anatoly Karpov, diputado de la Duma desde hace 14 años (renovó su escaño en 2021); representante de Rusia Unida (partido que sustenta a Putin). Karpov, que no firmó la carta abierta en la que un grupo de ajedrecistas soviéticos le solicitaban al presidente ruso el fin de la guerra, y exige a la FIDE una invitación a Karjakin para el próximo ciclo candidatura, fue despojado de su cargo de embajador vitalicio de la FIDE por su apoyo a la invasión en Ucrania. Las sanciones diplomáticas aprobadas por Unión Europea -entre otras la de prohibición de dirigentes rusos de ingresar al territorio comunitario- alcanzan al ex campeón mundial; Suiza no le permitió el ingreso a Karpov a la sede de la ONU en Ginebra para presenciar la proyección de la película “World Champion” cuya trama gira sobre su match con Korchnoi en Baguío en 1978.

Así el mundo del ajedrez vuelva a atravesar nuevos movimientos convulsionados; tras una primavera durante los tiempos de pandemia donde el juego hizo una explosión de popularidad en las redes y el suceso televisivo marcado por la serie Gambito de Dama -acercó a más mujeres a una actividad dominada por los hombres-, el segundo semestre de 2022 parece decidido a disparar una serie de jaque escandalosos que amenazan con socavar su imagen. Un juego, cuya práctica no acostumbra a discriminar por edad, sexo, creencias o ideologías. O al menos eso debería.

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