Ha pasado una década desde aquel 14 de octubre de 2012, día en el que el deportista austríaco Félix Baumgartner logró una de las grandes gestas de la historia: se arrojó desde 39.000 metros de altura y se transformó en el primer humano en romper la barrera del sonido sin ayuda mecánica. Su impactante salto le permitió además batir tres récords mundiales. Un evento sin comparación que le trae muchos recuerdos a su protagonista.
En una entrevista con el diario español MARCA, que ha estrenado un documental sobre este suceso histórico en su canal de YouTube, Baumgartner ha revelado algunos detalles inéditos sobre cómo fue su preparación para completar la prueba y que sintió al arrojarse en caída libre a 1.357,6 kilómetros por hora desde la estratosfera.
“Hay tantas cosas que podrían haber salido mal ese día. Sólo para lanzar el globo se necesitaban las condiciones perfectas. Si el viento es demasiado fuerte, ni siquiera se puede despegar. Había mucha presión con los globos, porque antes del intento oficial habíamos agotado varios en las pruebas y sólo nos quedaba uno, así que teníamos que hacerlo bien. Además, se tardan seis meses en construir cada uno y costaban una cantidad enorme de dinero. Una vez en el aire, había otros riesgos: ¿el globo alcanzaría los 35.000 metros? ¿Sería capaz de abrir la puerta de la cápsula? ¿Funcionaría el traje? ¿Sería capaz de controlar la caída...?”, comentó el paracaidista.
Al ser consultado sobre cuál fue el aspecto más difícil que le tocó atravesar para cumplir con esta proeza que le llevó “cinco años de preparación” y requirió “cientos de reuniones con científicos”, Félix Baumgartner explica que tuvo que lidiar con muchos obstáculos a nivel mental.
“No tenía claustrofobia, pero el traje se convirtió en un verdadero problema para mí. Una vez que se cierra el visor, estás completamente separado del mundo exterior y solo con tus pensamientos. Apenas puedes ver nada y lo único que oyes es tu propia respiración. Todo el mundo está fuera hablando y pasándolo bien y tú estás atrapado en el traje. Me costaba mucho respirar; era como intentar respirar a través de una almohada y me ponía ansioso y, además, a veces me pasaba hasta 7 horas allí dentro. Al final tuve que llamar a un psicólogo para que solucionara el problema. Él cambió mi perspectiva: me enseñó a tratar el traje como mi amigo y no como mi enemigo porque era el traje el que me mantenía vivo. Eso me ayudó mucho”, explicó.
En su diálogo con MARCA, Baumgartner también relató cuáles fueron sus sensaciones al mirar la tierra antes de hacer el salto: “Fue extraño, porque quería disfrutar del momento, vivirlo y respirarlo de verdad, porque habíamos trabajado mucho para llegar hasta allí. Empecé a hacer paracaidismo a los 17 años, y 35 años después, estaba de pie en una plataforma a 135.000 pies de altura, mirando la tierra en todo su esplendor. Miraba el paisaje, podía ver algunas pequeñas montañas y trataba de averiguar dónde estaba exactamente. El problema es que en ese momento había desconectado mi oxígeno y sólo tenía 10 minutos antes de que se agotara, así que tenía prisa por saltar. Me hubiera gustado quedarme allí más tiempo.”
La caída había sido estudiada al detalle y su experiencia como paracaidista era importante para hacerlo bien, pero durante al hacerlo se encontró con algunas dificultades. “Antes del salto había un 50% de los científicos que decían que sería capaz de controlar el giro mientras caía y otro 50% que decía que giraría violentamente sin control. No sabía a quién creer. Sabía que hasta cierto punto podía controlar el giro con mis habilidades de paracaidista, pero el problema era que antes de entrar en la atmósfera el aire es básicamente un vacío, por lo que es extremadamente difícil utilizar el cuerpo para controlar el giro porque no hay resistencia. No tienes tiempo para pensar porque estás viajando más rápido que una bala. Una vez que empecé a hacer un trompo, tuve que preocuparme de cómo podía detenerlo, de parar ese trompo realizando maniobras especiales tratando de averiguar qué hacer. Una vez que logré controlar la situación, empecé a disfrutar más”, apuntó Baumgartner.
Su experiencia ha sido impactante para muchos pero Félix Baumgartner se considera una persona común y corriente que logró realizar sus metas. “Bueno, yo tenía dos sueños en la vida. Uno era ser paracaidista, y lo he conseguido. El otro era pilotar helicópteros. Ahora mismo, estoy pilotando helicópteros acrobáticos para Red Bull, lo cual es genial. Soy un ser humano normal, muchas cosas me dan miedo. El fracaso me asusta y hoy hace 10 años, me daba especial miedo no hacerlo bien, sobre todo con todo el mundo mirando. Si fallaba, me habría convertido en el chiste del siglo.”
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