El Rally Dakar es la carrera más dura del mundo y a lo largo de sus 43 años se llenó de historias que lo convirtieron en un evento único. En especial en sus primeras ediciones en África con anécdotas que parecen fábulas, cuyos detrás de escena podrían darle forma a una serie televisiva. Una de ellas fue en 1988, cuando le robaron el auto al que iba ganando la carrera, Ari Vatanen. El coche fue secuestrado ya que Peugeot denunció el cobro para su devolución. Aunque luego se afirmó que fue autoboicot, lo que le dio un marco cinematográfico a la historia.
Sin celulares, redes sociales, drones, ni la cobertura mediática de ahora, muchas de las cosas que pasaron en África se convirtieron en leyendas. La imposibilidad de poder comprobar varios hechos que marcaron la carrera le dio una mística única. La aventura y el peligro se sumaron al marco de imprevisibilidad, dado que todo podía pasar. Cabe recordar que el Rally Dakar nació como una idea del recordado Thierry Sabine, quien se perdió con su moto en una carrera en África en 1977. Quedó fascinado con esa aventura y quiso promover la idea de combinar la destreza en la conducción con el espíritu de supervivencia.
Vatanen, nacido el 27 de abril de 1952, era una estrella del Campeonato Mundial de Rally (WRC por su sigla en inglés). El finlandés tuvo esa sensibilidad que caracterizó a los pilotos escandinavos acostumbrados a correr en la nieve y fue campeón mundial en 1981 a bordo de un Ford Escort RS 1800. Luego se sumó a Peugeot Sport bajo las órdenes de Jean Todt, quien fue navegante y entre sus éxitos figura su triunfo en el Rally de la República Argentina en 1981 junto a Guy Fréquelin con un Talbot. La conducción del ex team manager francés llevó a la gloria a la marca del León en el WRC, que obtuvo los bicampeonatos en Pilotos y Constructores en 1986 y 1987. Todt es el mismo que luego condujo a Ferrari a sus mejores años en la Fórmula 1 y con Michael Schumacher como principal figura.
Tras ese éxito y ante el cambio de reglamento en el WRC (N. de la R: se terminó el Grupo B que tuvo autos muy potentes, pero peligrosos), la casa gala decidió incursionar en el Rally Dakar con el desafío de demostrar que sus 205 todavía seguían siendo competitivos y confiables, con la pertinente adaptación para la carrera de rally raid, la más dura del mundo. En su primer intento, Vatanen se quedó con el triunfo en 1987.
Para 1988 el nórdico fue la punta de lanza con el flamante modelo 405 T16 Grand Raid y en su décima edición el por entonces llamado París-Dakar ya recibió duras críticas extra deportivas por las vidas que se cobró. El Diario Oficial del Vaticano condenó al evento como una “vulgar demostración de poder y riqueza en lugares donde los hombres continúan muriendo de hambre y sed”, según consignó el sitio Motor Sport Retro.
No obstante, la competencia se llevó a cabo y el 1 de enero se largó en La Plaza de Armas de Versalles, en los suburbios de París. La caravana estuvo conformada por 603 participantes (311 en autos, 183 en motos y 109 en camiones), la máxima cantidad en la historia. El recorrido se compuso de 18 etapas con 12.974 kilómetros totales de los cuales 6.605 fueron cronometrados, es decir, de velocidad a través de Francia, Argelia, Níger, Mali, Mauritania y Senegal. El día de descanso fue en Agadez (Níger), el 11 de enero; y el final en el mítico Lago Rosa, el 22.
Peugeot volvió a ser favorito en Autos, la categoría que todos los años gana la clasificación general de la carrera. Para aquella edición junto a Vatanen estuvieron su compatriota y rival en el WRC, por entonces bicampeón de la especialidad, Juha Kankkunen; y los franceses Henri Pescarolo y Alain Ambrosino. Bajo las órdenes y estrategias de Todt el triunfo estuvo cantado.
La marca de León ratificó su chapa de candidato y con el flamante 405, Vatanen lideró por delante de Kankkunen y sacó una ventaja de dos horas que lo encaminó a un nuevo triunfo a falta de cinco jornadas, en una competencia que varias etapas fueron canceladas debido a que las asistencias (vehículos de los equipos que llevan mecánicos, repuestos y herramientas) no pudieron llegar a los puntos dispuestos, por inconvenientes diplomáticos entre los países o por las tormentas de arena. Aunque la historia tuvo un giro cuando la caravana llegó a Bamako (Mali), donde comenzó el día 14 de carrera.
En la madrugada del 18 de enero, unas horas antes de comenzar la etapa que terminó en Kayes (Mali) que tuvo una extensión 531 kilómetros, una persona ingresó en el parque cerrado (los boxes de las carreras de rally) que se ubicó en un estadio de fútbol, se subió al auto de Vatanen y se lo llevó. Ante una escasa o nula seguridad, nadie sospechó porque además los mecánicos suelen poner en marcha los vehículos y conducirlos antes de la largada para chequear que todo esté en orden. Incluso René Metge (dos veces ganador del Dakar y director deportivo) afirmó que vio al Peugeot atravesando un puente sobre el río Níger. Otro testigo fue uno de los miembros del equipo Honda (Motos). Horas más tarde, comenzó a circular la versión de que el auto de Vatanen fue robado y Todt recibió un llamado en el que le dijeron que el coche fue secuestrado y le reclamaron 25 millones de francos CFA (moneda africana), el equivalente en ese momento a 100 mil dólares para devolverlo. “A las 7.15 AM la recepción del hotel me pasó una llamada. Habló una persona y luego otra, posiblemente europea que me dijo, ‘tenemos el coche de Vatanen. Venga en 15 minutos con 25 millones de francos CFA. Por ahora vamos a intentar encontrar el coche”, contó enojado el team-manager francés. El pago del dinero se analizó ya que Peugeot quiso evitar que el auto llegara a manos de otros equipos y les copien sus secretos.
En la jerga dakariana se suele afirmar que la “Odisea”, como se conoce a la carrera, “no tiene contemplaciones por nadie”. La etapa se largó a pesar de la ausencia del vehículo que hasta ese momento venía ganando. El reglamento estipuló que, a partir de los 30 minutos de retraso, cada minuto posterior se computaría como penalización. Tampoco el camión de asistencia de Vatanen fue de la partida ya que optaron por seguir buscando el coche que apareció en un descampado a dos kilómetros del estadio con el tanque de nafta vacío. Peugeot explicó que la persona que se llevó el auto, al no conocer sus detalles, no activó las dos bombas de inyección necesarias para que el combustible llegara al motor. Un vecino de la zona vio el coche y llamó a la policía.
Mientras tanto Vatanen se paseó por el hotel y pareció no preocuparse mucho por lo sucedido: “Esta historia es realmente increíble, parece una película. Pero hay que tomárselo con filosofía. Es el folclore del Dakar y estas cosas pasan solo en África. Es mejor esto que un accidente”, afirmó el finlandés en ese momento.
Años más tarde, en una entrevista publicada por Amaury Sport Organisation (ASO), la empresa que organiza el Rally Dakar, recordó “todos los coches estaban en un parque cerrado. Era un estadio de fútbol donde la gente entraba y salía. No había ningún control. Todo el mundo vio mi coche salir a las 4 de la mañana. Pero pensaron que uno de los mecánicos lo estaba probando lo cual era absolutamente normal, salvo que en este caso el coche no volvió nunca”.
“Un periodista italiano hizo una declaración ridícula y dijo que nosotros habíamos robado el coche porque tenía un problema de motor. Eso era totalmente falso, el coche no tenía ningún problema. Además, en la víspera tenía una ventaja de dos horas y al final fui descalificado”, esgrimió sobre una versión de un auto boicot de Peugeot que con el correr del tiempo tuvo su sustento.
En sintonía con esa idea los periodistas presentes comenzaron a hacerse preguntas como “¿cómo se puede robar un auto de carrera, con el ruido que hace y que nadie se entere? ¿Cómo una persona ajena a Peugeot supo el procedimiento de encendido del coche?” Vatanen aclaró que “era muy fácil robarlo porque solo hay que apretar dos botones para ponerlo en marcha”.
Pero la teoría de un robo hecho a propósito tomó fuerza años más tarde y fue de la mano de Jean Claude Morellet, que tuvo el mote de “El loco del desierto”. Participó en motos, fue escritor y organizó el Rally de los Faraones, una carrera de rally raid similar al Dakar. En uno de sus libros reveló que Ullrich Brehmer, quien era el jefe de Mitsubishi, le dijo que en Peugeot habrían detectado una falla en el motor y como el reglamento le impidió repararlo, el equipo montó una logística digna de una película de acción, suspenso o espionaje. Un avión proveniente desde Francia aterrizó en Bamako a las tres de la madrugada con un motor nuevo. Como les fue imposible conectarlo a la caja de cambios del 405 y -lo más importante- eludir la mirada de curiosos, se llevaron el auto para efectuar las reparaciones, pero no pudieron completarlas a tiempo. Devolver el auto al parque cerrado cuando todos acudieron a la largada hubiese sido un papelón y ameritado una sanción histórica.
Pero, según esa conjetura, Todt y compañía habrían elaborado ese plan de emergencia mucho tiempo antes. No fueron improvisados ya que los autos tuvieron en su planta impulsora unos precintos para evitar esos arreglos provistos por Thierry Sabine Organisation (TSO), la firma que en ese momento estuvo a cargo del evento y la manejó el padre de Thierry. Meses antes una persona se habría metido en la sede de TSO y habría robado los precintos para reponerlos en caso de tener que cambiar el motor.
Aunque hubo otra hipótesis que apuntó a una estrategia comercial de Peugeot que en 1987 puso en venta el modelo 405. Lo más importante para una fábrica es poder vender un producto nuevo y quizá pensaron que el impacto iba a ser más fuerte por el robo del auto que por el mismo triunfo en el debut del modelo en el Rally Dakar. De hecho, aquella edición quedó marcada por ese episodio y hoy sigue siendo el principal motivo por el que se la recuerda.
A Vatanen no le quedó otra que acompañar a sus compañeros el día de la celebración final y morder bronca por el triunfo que no pudo conseguir, ya que todavía sigue sosteniendo la teoría del robo.
Aunque seis meses más tarde tuvo una revancha al ganar con el 405 en Pikes Peak International Hill Climb (“Subida de Montaña Internacional de Pikes Peak”), la carrera de trepada más importante del mundo. Conocida como “La carrera hacia las nubes”, se realiza desde 1916 en los Estados Unidos. Se disputa en un trayecto de 19.983 metros de extensión y 156 curvas. La partida es a 2.866 metros sobre el nivel del mar y la meta a 4.301 metros con el riesgo de caer al vacío. El finlandés, que llegó a perder 200 caballos de potencia en el motor al final por la altitud, igual venció y batió el récord de su ex rival en el WRC, Walter Röhrl, con su Audi Sport Quattro S1. La hazaña de Vatanen fue reproducida en el cortometraje del director francés Jean Louis Mourey, llamado “Climb Dance” (baile de la subida o escala), con imágenes espectaculares, cámaras a bordo en el habitáculo, en la trompa y tomas hechas desde un helicóptero.
Mientras que en el Rally Dakar en 1989 tuvo revancha y protagonizó otra historia increíble. Llegó a la definición de la carrera casi empatado con su compañero de equipo, Jackie Ickx (subcampeón de F1, un triunfo en el Rally Dakar y seis en las 24 Horas de Le Mans). Para evitar una lucha sin tregua en la última etapa y un posible abandono de ambos, Todt decidió al azar al ganador y lanzó al aire una moneda de 10 francos CFP para determinar cuál de los dos pilotos sería el vencedor. El ganador a cara o cruz. La cara fue para Vatanen, la cruz para Ickx. El nórdico se llevó el triunfo con otro 405. Con el mismo modelo repitió en 1990 y en 1991 venció, pero con un Citroën ZX.
Luego de su retiro Vatanen quiso ser presidente de la FIA y perdió la elección de 2009 contra su ex jefe, Todt. Volvió a asistir a las carreras y todos le preguntan sobre aquel hecho en el Rally Dakar de 1988. Haya sido un robo de verdad o una artimaña de Peugeot, él siempre lo resume como “una excelente historia para contarle a mi nieto”.
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