El final de la Trilogía desobedeció a la historia, pues Canelo Álvarez intentó ser el mismo, pero Golovkin fue otro. En las dos peleas anteriores Canelo y Golovkin salieron a ponerle al objetivo del triunfo todo cuanto tenían. En cambio en ésta, el mexicano salió a jugarse de entrada, imprimiendo ritmo y partidas de poder mientras que el kazajo prefirió un plan estratégico de expectativa, distancia y menor riesgo. De tal manera podría decirse que durante los primeros siete asaltos se mantuvo cauteloso respondiendo a las propuestas de Canelo y fue recién a partir del séptimo round en que comenzó a despertar para empezar a mostrar su mejor versión a partir del octavo asalto. Ya era demasiado tarde para revertir las ventajas que round tras round iba logrando el mexicano.
Es cierto que la lesión en la mano izquierda denunciada por Canelo pudo haber sido un factor deteriorante a su acción de ataque por cuanto la actividad de descarga tuvo mayor soporte en las derechas. Y hubo una, voleada en el quinto asalto, que provocó un manifiesto deterioro en la prudencia con que habría de manejarse GGG.
Este combate no estuvo a la altura de los anteriores porque el tiempo quita velocidad, resistencia y poder. Y los seis años de diferencia jugaron en favor del mexicano, ya que a los cuarenta la actitud del deportista individual que depende solo de sí disminuye considerablemente su rigor y su motivación. Pero este no fue todo por cuanto estar en la categoría de las 168 libras le sentaron mucho mejor a Canelo con seis centímetros menos de altura que a Golovkin con tres kilos de sobrepeso.
El boxeo de nuestros días ha adquirido un marketing tan formidable que lo previo, las presentaciones y, especialmente, el ascenso al cuadrilátero predisponen a un estado emocional que a veces coincide con el espectáculo que se fue a ver, y otras veces supera a tan promocionado show. Todo lo que rodeó a la Trilogía entre Golovkin y Canelo fue superior a lo que ambos boxeadores ofrecieron sobre el ring a lo largo de los doce asaltos. Un viejo aserto del boxeo nos inculcó desde hace muchos años que cuando uno no quiere, dos no pelean. Y esta tercera versión demostró que solo uno -Canelo- quiso pelear y el otro subió a durar.
Pero antes del desarrollo surgían dudas y certezas. Es así que mirando hacia atrás podría afirmarse que nunca hubieron terceras versiones de una pelea que superaran lo visto en las dos anteriores. Solo se podría mencionar la de Muhammad Alí contra Joe Frazier en Manila. Al igual que en este caso se conocían mucho, ya eran veteranos y aunque aquellos no eran súper millonarios como lo son Canelo y GGG, fue también la condición sicológica de Muhammad el factor determinante.
Por cierto que el combate estuvo rodeado por los duendes del pasado. Tan pronto Canelo y Golovkin ascendieron al ring, fue absolutamente imposible no recordar las dos versiones anteriores. Y entonces el dilema era intuir si habría un duelo con estrategias diferentes o si la fórmula del anticipo en la ofensiva marcaría el derrotero del combate.
Johnaton Banks, el nuevo director técnico de GGG tenía muy claro que hace seis años durante la primera versión - cuando él aún ni soñaba con dirigirlo- lo mejor de Golovkin era su ataque. Y si bien había ventajas para Canelo por lo realizado en los tres primeros asaltos, todo había cambiado cuando el uzbeko pasó de defensa a la ofensiva desde el 4° hasta el 7°. Fue durante ese periodo del combate en el cual Canelo se vio sorprendido y superado. Y recién en el segmento final que abarcó con desde el 9° hasta el 12°, logró equilibrar esas vueltas sobre la base de su determinación para proponer la iniciativa al costo de tomar todos los riesgos posibles.
Fue por esa reiteración en los cambios de golpes que la primera pelea entre ambos resultó vibrante. Y aunque habíamos visto ganar a Golovkin, los jueces arribaron a un salomónico y sospechoso empate dando cada cual diferentes veredictos. Lo que nunca resultó claro para nadie fue la tarjeta de la jueza Adalaide Byrd quien firmó 118-110 para Canelo. Tal fallo –inadmisible por donde se lo vea- le valió una suspensión por parte de la Comisión Atlética de Nevada, pero le sirvió a Canelo para alcanzar aquel injusto empate. Es que los otros dos jurados la vieron muy cerrada, pero con diferentes visiones pues Dave Moretti tenía 115-113 para Golovkin y Don Trella se “lavó las manos” con un 114-114.
En estos últimos seis años pasaron muchas cosas en las vidas de los protagonistas. Y acaso la más importante resulte el significante de la revancha realizada en el 2018. Esta vez los jueces fueron más allá pues le dieron el match a Canelo luego de 12 asaltos de alto tono emocional que hubiesen admitido un misericordioso empate pero jamás el triunfo del mexicano. Aquellas tarjetas se animaron a dos scorers favorables a Canelo por 115-113 (Glenn Feldman y Dave Moretti) y una -la de Steve Weisfeld- que marcó un también generoso 114-114.
Tal como pudo advertirse el clima previo a este combate fue diferente al de los anteriores. Hubo que esperar la acción sobre el ring para recuperar las expectativas pues aquella euforia que siempre precedió a las peleas de Canelo pareció quedar reducida a la tensión de una esperanza en suspenso. Probablemente la derrota contra Dmitry Bivol, tan inesperada como amplia, contribuyó a aplacar ese ambiente siempre bullicioso del T-Mobile de Las Vegas, cuando en coincidencia con el Grito de la Independencia de México – 16 de Septiembre- un ídolo nacional como Canelo representa a su bandera y a la estirpe incomparable de su boxeo.
Esta vez se inició de manera diferente hasta que el crescendo del combate lo demandó. No obstante y antes de que ello fuera transcurriendo con el resultado ahora conocido, la gente del boxeo tenía claro que la pelea se había hecho para que la ganara Canelo. La intención la sustentaban esas maravillosas – e inciertas- hipótesis que transforman el “puede” (ganar) en “debe” (ganar). Y aflora la enumeración de los supuestos:
a) Golovkin debió subir tres kilos para llegar a las 167.8 libras que significaron los 75.832 kilos que lo mostraron más fuerte pero más lento; todo lo contrario de Canelo que armonizó mejor la relación de velocidad y potencia con sus 76.013 kg o sea 167.4 libras; claramente más dinámico que cuando perdió ante Bivol,
b) Golovkin venía de ganarle a Murata en Japón, pero Murata era una referencia de relativo valor porque no pega y es desordenado,
c) En la segunda pelea entre ambos hace 4 años, Golovkin conectó 234 golpes de los 879 que tiró y de ellos solo 6 fueron a las zonas blandas,
d) Para Canelo tener enfrente a un rival que solo descarga sus golpes arriba es (o lo era en la presunción) tomar un riesgo controlable,
e) Steve Weisfeld y Dave Moretti -dos de los tres jurados que fallaron en las dos peleas anteriores- volvieron a ser jueces como si fueran miembros del staff de Canelo, toda vez que ambos lo habían visto ganar en las versiones de 2017 y 2018 por el mismo score: 115-113 para Canelo. También es cierto que frente a Bivol estos dos jurados, a quienes siempre los designan para combates del mexicano, fallaron a favor del ruso por la misma suma, un exiguo 115-113, y
f) Golovkin, por sobre todos los factores, subiría al cuadrilátero habiendo superado los 40 años, con una bolsa fija de 8 millones y la posibilidad de alcanzar otros 35 millones de dólares – serían 43 millones de dolares en total- según las ventas del sistema PPV. Lo que se dice: un cuarentón de mil dignas batallas dispuesto a retirarse con la gloria del triunfo o la tranquilidad del millonario.
Fue la suma de estas circunstancias las que impulsaron a Canelo a desdecirse de todo cuanto había manifestado la misma noche en la que perdió frente a Bivol; que quería una revancha inmediata con éste y que Golovkin no estaba en sus planes. Pues bien, el tiempo modificó sus deseos y la empresa Matchroom Boxing lo persuadió sobre que la pelea de “menor riesgo” sería ésta por la unificación de los Super Mediano ( AMB, CMB, FIB y OMB) por cual el mexicano cobró un fijo de 10 millones de dólares y un tentativo optimizado que podría llegar a darle ganancias de hasta 55 millones de dólares.
Ahora, todas aquellas especulaciones quedaron sepultadas por la realidad. Y esa realidad nos dejó claro que Gennadiy Golovkin está en tiempo de retirarse con dignidad y Canelo de tomarse mucho tiempo para replantear su futuro.
Siempre resulta oportuno y digno no destruir la gloria.