El futuro deportivo de Kylian Mbappé fue uno de los temas centrales en el mundo deportivo durante los últimos meses. Su decisión de continuar en el PSG cuando parecía que estaba encaminada su marcha al Real Madrid le dio un cierre dramático a la historia. Sin embargo, ese anuncio de continuidad hasta 2025 no fue el verdadero final de la trama: el “penaltygate II” con Neymar expuso un escenario mucho más complejo de lo que se veía en la superficie en torno a su nuevo contrato en Francia.
El escándalo por la jerarquización de estrellas explotó dentro de la cancha en el primer partido de Kiki en la temporada y amenazó con arrasar con el vestuario. Pero hubo algunos rápidos movimientos para aplacar los ánimos en público, pero especialmente en privado. Debían cortarse los cables precisos para evitar que la bomba estalle y Lionel Messi tuvo un rol clave en esa ejecución.
El diario L’Equipe aseguró que el capitán de la selección argentina aplicó su mesurado liderazgo para interceder en la guerra de egos. Leo tuvo un “papel papel de regulador” en el Camp des Loges el día después de la goleada 5-2 ante Montpellier que quedó empañada por los gestos fastidiosos de Mbappé y el cortocircuito con Neymar por un penal que decantaron en una furiosa reacción del brasileños en redes sociales.
“A su estilo, es decir discretamente y sin querer dar lecciones. Cercano a Neymar desde sus años en el Barcelona, sobre todo trató de calmar los ánimos y acercar posiciones”, describió el periodista Jose Barroso en ese periódico. Durante su extensa estadía en el Blaugrana, Leo vio pasar las personalidades más diversas de estrellas con las que debió aprender a convivir para alcanzar el éxito grupal. Esos años de experiencia le sirvieron para entender que “los tres tienen mucho que ganar, y mucho que perder, en esta especie de embrollo”, aclaró el medio.
Sin ir más lejos, Messi decidió quedar en “un segundo plano” durante ese debate por la ejecución del penal a pesar de tener una magistral carrera que le avalaría “tener voz en el asunto”. La Pulga aceptó las jerarquías que la conducción deportiva informó durante el inicio de la temporada: Mbappé sería el primer pateador y Neymar estaría en segundo lugar. “No discutió” esta elección, afirma, al comprender que era un fragmento del “nuevo acuerdo heredado” tras la prórroga que Mbappé firmó con el París Saint Germain.
Ese rol mediador no hizo más que afirmar su ejercicio del liderazgo en el vestuario. Messi se encarga de hablar en la cancha, pero puertas adentro no se corre de su “actitud reservada”, la misma que lo acompañó desde que desembarcó en Francia. “Rara vez escuchamos su voz en el vestuario, no trata de imponer sus puntos de vista y da su opinión solo cuando se le pregunta”, aseguraron. Independientemente de esto, Leo tiene “fluidas relaciones” con el DT Christophe Galtier y su equipo técnico. No dejó pasar por alto las salidas de Ángel Di María y Leandro Paredes, dos de sus laderos en la intimidad parisina. Pero eso no resquebrajó los vínculos con la entidad y sus componentes.
A punto tal que el PSG ya no esconde su deseo de extenderle el contrato. Están felices con el desempeño del futbolista argentino de 35 años en la cancha, pero también puertas adentro. El ego que podría acompañarlo avalado –entre otras cosas– por sus siete Balones de oro no es parte de su método de trabajo. No pretende alimentar las fracturas posibles, sino bregar por la unión. El club ya filtró a la prensa que buscará vincularse por otras dos temporadas con Leo, pero también se supo que el rosarino fue claro: primero está el Mundial y luego el deseo de alzar otra Champions League. Para hablar del futuro habrá tiempo...
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