El 10 de septiembre del 2022 no será una fecha más para el deporte argentino. Será el final de una etapa. Al menos uno de los tantos finales. Emanuel Ginóbili recibirá una de las distinciones más trascendentales para un basquetbolista: ingresará al Salón de la Fama de la NBA gracias a lo hecho a lo largo de su carrera principalmente con la indumentaria de San Antonio Spurs y la selección argentina. Pero para entender el final siempre es interesante conocer un poco del inicio. El camino que lo empujó a lo que –por entonces– era imposible: llegar a la liga más importante.
Cuando “NBA” era casi un término prohibido en los sueños de los jugadores argentinos, hubo un deportista que tuvo el ojo afinado para detectar todo el potencial de Manu: Grant Gondrezick, el gigante norteamericano Gondo. “Grant había sido un ex NBA, un alero de 1,96 metros, muy fuerte, muy guapo, muy aguerrido para jugar. Este muchacho, que no tenía nada de tonto y contaba con gran experiencia en el basquetbol internacional y en la NBA, empezó a darse cuenta también que los pibes que tenía ese equipo eran cosa seria, importante. Especialmente Manu. Él empezó un poco a insistir en que Manu se fuera a un College americano. Decía que si Manu tenía la posibilidad de entrar ahí, le iba a abrir las puertas para algo muy importante. Y empezó a insistir mucho con eso; ¡y encima Grant era pesado!”, relató ante Infobae hace algunos años el Zeta Rodríguez, entrenador de Estudiantes de Bahía Blanca en la época que convivieron Ginóbili y Gondrezick.
No olvidó nunca ese mensaje. “Gondo por ser un gran mentor y el primero en verme futuro NBA”, lo destacó el propio Ginóbili en su cuenta de Instagram hace algunas horas atrás en una serie de posteos donde agradeció a todos aquellos que le permitieron escalar hasta la cima antes de recibir la distinción del Hall of Fame.
Gondo llegó al país para afrontar sus últimos pasos deportivos después de haber sido elegido por Phoenix Suns en el draft de 1986 y afrontar una estadía en Los Angeles Clippers para luego ver diluir su trayectoria entre equipos de menor valía en Estados Unidos, algunas ligas europeas y unos escándalos. Acumuló 16 presentaciones en Estudiantes con los Ginóbili –también estaba Sepo en ese plantel–, pero fueron suficientes para marcar a fuego a Manu. Se convirtió en el primer impulso rumbo a Estados Unidos.
“Había vestigios o cosas que indicaban que me podía llegar a transformar en un muy buen jugador de Liga Nacional, pero nada más. Al año siguiente vuelvo a Bahía Blanca. Hay un momento clave en ese año, que es una charla con un extranjero que jugaba conmigo y había estado dos o tres años en la NBA. Me sentó y me dijo: ‘Te tenés que ir a los Estados Unidos, a estudiar en una Universidad en Estados Unidos, que si vos vas y estás cuatro años ahí terminás en la NBA’. Yo lo miré como diciendo ‘imposible’, este quiere ser mi amigo o algo, y me lo dice para motivarme o hacerme poner bien”, reconoció el mismo Manu en una exposición TED sobre aquella charla con Gondrezick que lo marcó a fuego.
Activó una fibra interna en la cabeza del argentino. Era la primera línea en el libro dorado del básquet nacional. Los eventos se entrelazaron. Durante esa misma época, sin que el mismo Ginóbili estuviese al tanto, la NBA anotaba su nombre por primera vez. En agosto de 1997, Julio Lamas lo citó para disputar el Mundial Sub 22 en Australia, aunque su figura estaba bajo la sombra de otros apellidos con mayor potencial como los de Lucas Victoriano, Fabricio Oberto, Juan Ignacio Sánchez y Leandro Palladino. Pero RC Buford tuvo el olfato para detectar el potencial de ese chiquito que jugaba para Estudiantes de Bahía Blanca en la Liga Nacional argentina.
“Me vino a hablar en Melbourne a la puerta del vestuario y quedamos para juntarnos a hablar en el hotel. Pensé que era uno más que venía a preguntar por Victoriano, Oberto, Pepe Sánchez y Palladino… ¿Por quién me querés preguntar?”, lo interpeló Lamas, que era el conductor de ese equipo que finalizó cuarto tras caer ante Yugoslavia. El importante directivo de los Spurs lo miró fijo, mostró su dedo meñique y sólo dijo: “Por el flaquito”. Era Manu.
“Fue el primero que a mí me preguntó por Manu. Me pidió si lo podía seguir. Yo dirigía a la selección y seguía para ellos a Victoriano, Ginóbili y Oberto. Esto fue entre 1997 y 1999, hasta que lo eligieron en el draft. Entiendo que cuando Manu pasó a Kinder Bologna el seguimiento lo hizo directamente Buford a través de Ettore Messina (técnico del equipo italiano)”, resaltó Lamas años atrás a Infobae.
El seguimiento de la franquicia texana era amplio: “En la primera etapa ellos se enfocaban en sus habilidades físicas y técnicas. Cuando supieron que estas tenían un estándar alto, empezaron a preguntar por detalles: su mentalidad. Se interesaban en su inteligencia, preguntaban por su IQ (coeficiente intelectual), por su inglés, por su educación. Todos puntos altísimos de Manu Ginóbili, que ya era un jugador que tenía mucho conocimiento de la NBA. Él la miraba permanentemente. Él estaba interesado pero también enamorado del juego, entonces buscaba siempre aprender a jugarlo cada vez mejor”, recordó Lamas sobre la lupa que colocaron sobre la cabeza de ese muchacho por entonces desconocido pero que había descollado en las semifinales del Mundial ante Australia con 20 puntos en 29 minutos en cancha.
La historia que siguió fue conocida. Spurs se debatía entre croata Gordan Giricek o Manu Ginóbili hasta que finalmente lo eligieron en el puesto 57 del draft de 1999. “Pienso que ellos tenían un sistema de trabajo en el cual consultaban a distintas personas en el mundo. En ese draft era un jugador que se llamaba Gordan Giricek o Manu Ginóbili. Ya después de ese momento no preguntaron más entre él y otro. Después del draft consultaban sobre cuál era el momento para que Manu dé el salto. Y me parece que lo que Manu hizo en Kinder Bologna los decidió claramente”, analizó tiempo atrás Lamas. Giricek terminó siendo captado por Dallas Mavericks en el pick 40 y los Spurs, en aquella lotería de jugadores, firmaron en primera instancia a Leon Smith en el 29° lugar y al argentino en el 57. El chiquito que era fanático de los Golden Warriors State en su infancia terminó transformándose en una leyenda de los Spurs y parte del Salón de la Fama. Pero así empezó todo...
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