Si no se hubiese equivocado mucho, jamás se hubiera humanizado tanto.
Tal vez la bioserie “Mike, más allá de Tyson” que ofrecerá Star+ logre que los espectadores alcancen a entender en ocho capítulos el significante Mike Tyson en el boxeo mundial. Alguien que cuando apareció a comienzos de los ‘80 parecía indestructible y sin embargo, bajo el acero de su ancho tórax blindado, le afloraron las debilidades de un reprimido corazón.
Cuando comenzó a aprender a boxear a los 13 años con el gran maestro que fue Cus D’Amato, el adolescente Michael Gerard Tyson, nacido en Nueva York el 30 de Junio de 1966 ya medía 1.78, pesaba 100 kilos y debía elegir entre seguir perteneciendo a una pandilla de jóvenes delincuentes o tomar el boxeo como la otra alternativa que le proponía la vida. Para entonces ya había ingresado 38 veces a comisarías y correccionales y fueron muchos los celadores que al ver su aguante y su fuerza en los interrogatorios le recomendaban, amablemente: “Dedícate a boxear nigro”.
Fue D’Amato quien le enseñó lo principal: avanzar frontal y girar con ambas piernas y el cuerpo hacia uno y otro costado dando un pequeño saltito para cambiar los ángulos de ataque. Eso que luego se conoció como el “Tyson step” y que se sumó a la inusitada potencia de sus golpes curvos hasta convertirlo en un imbatible. Eso era lo que parecía ante los ojos de cualquier cronista especializado a medida que iba realizando sus combates.
En sus primeros 5 años como profesional ganó 33 peleas por K.O. – incluyendo el título mundial el 22-11-86 ante el jamaiquino Trevor Berbick por KOT en el 2°- y sólo 4 por decisión unánime. Impresionante. Fue el campeón mundial de peso Pesado más joven de la historia: tenía 20 años, 4 meses y 22 días. Pero tras la muerte de su maestro Cus D’Amato (1985), la rueda de la vida que ya había alcanzado el punto más alto, iba a comenzar su cruel giro de inexorable descenso. En 6 años D’Amato lo había modelado potenciando todas las virtudes con las cuales Mike había llegado al boxeo. Era un maestro experto y severo. A Tyson, por ejemplo, le indicaba 24 horas sin ingesta de alimento alguno para enfrentar la adversidad extrema sin dejar de entrenar con hambre y sed. Ya había construido dos grandes campeones mundiales: Floyd Patterson (pesado) y José Luis “Chegui” Torres (medio pesado). Pero Tyson era diferente; era –según Cus D’Amato- un campeón que podría retirarse invicto superando el récord de 12 defensas en 6 años que tenía Rocky Marciano. De hecho no hubo nadie hasta aquí con su potencia, su velocidad y su fiereza.
A lo largo de su carrera, Tyson ha logrado nocauts frente a todo tipo de rivales: altos, bajos, gigantes, zurdos, diestros, ofensivos, aguantadores, noqueadores, ortodoxos, jóvenes, expertos…Lo ha hecho de manera sorprendente descargando 10, 12 o 17 golpes sobre la misma humanidad del rival, cual fiera tras cazar a su presa. Y lo había logrado castigando con los ganchos a las zonas blandas, a las costillas, al mentón, a los intercostales o a las sienes. Difícilmente un adversario podría sobreponerse luego que Mike comenzará a descargar sus partidas, pues éstas no daban tiempo a salir de tan difícil situación ya que él terminaba corriéndolos sobre el ring y buscando que se aproximaran al encordado para noquearlos con la infalible e insoportable combinación de un gancho al hígado y un cruzado al mentón. A diferencia de otros temibles pegadores que pude ver personalmente como Sonny Liston, Joe Frazier o George Foreman, este Mike sembraba, a diferencia de aquellos, una sensación de tanque descontrolado pasando por encima de todos; aún de quienes transmitíamos sus peleas a la vera del ring. Parecía que cualquiera de esos terribles golpes nos podía alcanzar y he visto a más de un colega con el terror en su rostro.
Aquel primer maestro –Cus D’Amato- tenía la costumbre de hacerles ver a sus pupilos a quienes podrían ser probables rivales. En esa época contaba con algunas películas, muchos videos y unos pocos editados de varios combates. Cada uno de sus pupilos, luego, debía elegir un modelo, alguien que le gustara y fuera su espejo. Fue así que Tyson eligió Benny Leonard cuyo verdadero nombre era Benjamin Leiner, hijo de una familia judía del Ghetto Wizard de Nueva York; (campeón mundial de los Livianos entre 1917 y 1923. fallecido en 1947) a quien la revista The Ring lo clasificó 8º en su propio ranking de los 80 mejores boxeadores de los últimos 80 años. Por cierto que también fue incluido en el Salón de la Fama. El tal Leiner (apellido) o Leonard (seudónimo) boxeaba así: velocidad, ataque implacable, tormenta de punches y descargas de múltiples golpes en los cuerpo a cuerpo…Y Mike eligió ese modelo. Pero también tomó de Leiner el look, la manera de encaminarse a los saltitos y subir al ring con la mirada clavada en un punto fijo y le copió la indumentaria de los años 20′. Fue así que en su pelea numero 14 frente a Sammy Scaff y después de haber utilizado batas y pantaloncitos ajustados de color blanco con vivos rojos u otros de tono violáceo, Tyson se acordó de Leiner – el paradigma elegido- quien hace 100 años subía al ring con un pantaloncito negro, una toalla blanca al cuello y las botitas negras sin medias. En realidad con medias muy cortas para cubrir solo los pies sin llegar hasta los tobillos.
Apasionante y difícil debió haberle resultado al realizador y guionista Steven Rogers seleccionar antes que nada aquello que podría obviar respecto de aquello otro que necesariamente no podía faltar. Y esto es porque Tyson y los pocos Tyson’s –Maradona’s, Kareem Abdul Jabbar, Tiger Wood, Cristiano Ronaldo o Novak Djokovic’s que a cada momento de su vida una noticia, se convierten sin quererlo en sujetos universalizados de la información. Esta puede ser deportiva, policial, privada o pública; sublime o tenebrosa; conmovedora o indignante….
En el caso de Tyson –protagonizado en la bioserie por Trevante Rhodes– se recorre todo el espectro de lo trascendente. Y en tales circunstancias no podían faltar sus tiempos de delincuente juvenil desde los 10 años, la esperanza que significó el boxeo, su débil respuesta a la fama, la separación con su manager inicial Bill Cayton , su noviazgo con la super modelo inglesa Naomi Campbell, el divorcio con su primera esposa, la actriz Rovin Givens quien lo calificó públicamente de ser un hombre violento con brotes depresivos.. Todos esos episodios traumáticos que siempre terminaron en los tribunales y ponían a este hombre enfrentado cotidianamente con alguien en quien había confiado como su empresario Don King –protagonizado por Russell Hornsby – a quien luego demandó.
Qué difícil habrá sido elegir lo que podría obviarse, Aunque hay episodios de inevitable inclusión. Por ejemplo la historia de su primera derrota –la abdicación de su invicto – en Tokio ante James Buster Douglas el 11-2-90-. Este hecho que conmovió al mundo por haber sido el batacazo más sorprendente de la historia del boxeo tiene en la versión deportiva su parte más comprensible pues Mike antes de pelear llevó a cabo una vida desenfrenada; lo opuesto a cualquier obligación deportiva pre competitiva. Más aún, había tomado en el hotel una suite para satisfacer su irrefrenable apetito sexual que reiteraba dos o tres veces al día con diferentes mujeres. Y aunque llegó en condiciones físicas lamentables logró derribar a Douglas en el 8° round. Luego, Tyson y su segundo principal Kevin Rooney –a quien despidió– insistieron en que aquella pelea en la que perdió el campeonato del Mundo había sido un robo. Para ello acusaron al árbitro mexicano Octavio Meyran de haber favorecido a Douglas llevando a cabo una cuenta muy retardada cuando este estaba en el piso. Ese Tyson no podía más, estaba exhausto y a los 30 segundos del 10° asalto se quedó en la lona. Se trató de un resultado insospechado toda vez que Don King -.el promotor- le había elegido al más fácil de todos sus rivales. Más aún, dijo que le había dado la chance a Douglas pues había perdido a su madre y estaba a punto de divorciarse de su esposa. Esa noche las apuestas estaban 42-1 a favor de Tyson y el Consejo Mundial de Boxeo expulsó de por vida al árbitro Meyran.
Tras la derrota, quienes vean la miniserie, advertirán el “nacimiento” de otro Tyson. Tal vez el más salvaje y abyecto. No se tratará del seseoso boxeador a quien sus compañeros del equipo seleccionado de los Estados Unidos para competir en los Juegos Olimpicos de Los Angeles 84′, no paraban de hacerle bullyng. El único que le hablaba y lo ayudaba era un medio pesado llamado Evander Holyfield que tanto habrá de vincularse en la carrera, en la vida y en la miniserie con Mike. Si, fue a quien Tyson le seccionó de un mordisco 8 centímetros de su oreja derecha. Eso fue en la revancha cuando vanamente intentó recuperar el cinturón que el propio Evander le había quitado un año antes, en el 96′. Las dos veces que se enfrentaron Evander le ganó sicológicamente, pues sobre el ring, además de aplicarle todas las mañas de un boxeador avezado, no dejaba de hablarle y recordarle su pasado. Eso abarcaba desde la condición de trabajadora sexual de su madre hasta la internación en un neuropsiquiátrico de su padre por el abusivo consumo de drogas. Y por cierto que la obra artística, no dejó pasar los tres años de prisión que precedieron a esas peleas y que Mike debió cumplir por violación. Este hecho –relevante en la historia- ocurrió el 19 de julio de 1991, en la suite 606 del hotel Canterbury de Indianápolis. Según consta en las actas del juicio, Mike tuvo una cita con la estudiante Desirée Washington. Ella tenía 18 años y residía en Roche Island. Cuando la conoció la chica participaba en un concurso para elegir a “Miss América Negra”. Tras el encuentro a solas, ella realizó una denuncia y Mike Tyson fue acusado de violación. El 26 de marzo de 1992 la jueza Patricia Gifford dictó como sentencia la condena para Tyson de seis años de prisión y 30 000 dólares de indemnización a la víctima, aunque a los tres años y ocho meses salió por buen comportamiento en el Indiana Youth Center, una prisión de seguridad en la cual estuvo convicto.
Tyson no tiene ayer pues sigue siendo un protagonista de noticias. Sea por sus entrenamientos hasta hace poco, por su pelea de exhibición frente a Roy Jones hace dos años, por sus desafíos al ex youtuber Jake Paul, por las plantas de cannabis en su hotel boutique en California, por una activa presencia en las redes sociales o por su Ciatalgia –dolor en el nervio ciático- que lo obliga a utilizar una silla de ruedas. Existe hoy, es noticia hoy y su biografía no oficial es furor también hoy. Antes de “Mike, más allá de Tyson”, el célebre excampeón mundial había sumado entre películas sobre él o actuadas por él, miniseries, documentales, programas de entrevistas prolongadas y publicidades más de 380 horas de material filmado. Y la vida, por suerte, continúa…
Ese señor canoso de calva pronunciada y prolija barba, ese hombre mayor de 57 años con músculos de mármol que se apoya en un bastón y mira mansamente, es el mismo salvaje pegador que obligaba a cubrirnos el rostro cada vez que a la vera de un ring lo veía en acción. La última vez fue en Manchester a fines de enero del 2000. En esa oportunidad habría de relatar para Canal 9 - bajo la insuperable producción de Gustavo Gonzalez- su combate contra Julius Francis. Era tal la superioridad de Tyson que a Francis le compraron por 1 millón de Libras las suelas de sus botitas y las dos partes del cinturón de su pantaloncito para que pueda verse bien ya sea por TV o en las fotos que publicarían los medios de papel la marca del auspiciante: el diario The Mirror.
Nunca viví nada igual. Cada golpe que Mike Tyson le arrojaba a Julius Francis traspasaba mis auriculares de narrador de tevé cual ráfaga ventosa, cruenta, huracanada, indetenible. Tenía sonido. Era un zzzzuuuumm, zzzuuummm, zzzuuummm. Y se venían con aquellos gruesos brazos de brilloso ébano y su cara esculpida de severidad inmutable. Aquellos golpes de Tyson parecían proyectiles de fuego. Lo tiró 5 veces en los 4 minutos y 3 segundos que duró la pelea. Y cuando el referí decretó el KO en el 2° round, suspiré aliviado pues la bestia había parado de tirar golpes…
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