No fue una pelea más para Oleksandr Usyk la que se llevó a cabo en el King Abdullah Sports City de Arabia Saudita. La victoria en un fallo dividido en las tarjetas ante Anthony Joshua marcó que continúa como campeón mundial de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), la Organización Mundial de Boxeo (OMB) y la Organización Internacional de Boxeo (IBO), pero principalmente representó un triunfo para su gente.
El boxeador ucraniano de 35 años llegó a esta revancha contra el británico semanas después de haber peleado en la guerra que se desató en su nación ante la invasión rusa. En un combate marcado por la tensión, dos jueces lo vieron ganador con tarjetas de 115-113 y 116-112, contra uno de los árbitros que puntualizó en el triunfo de su rival por 115-113. Números suficientes para seguir siendo el propietario de los cinturones mundiales de los pesos pesados.
El evento, que tuvo como previa un nocaut espectacular de Callum Smith, tuvo una cierta paridad arriba del cuadrilátero con buenos pasajes de ambos boxeadores. Sin embargo, un detalle que marcó a Joshua para perder la tercera pelea de su vida: llegó como el retador y no hizo los méritos suficientes para convencer a los jueces. Siquiera tuvo pasajes de dominio absoluto que hayan puesto en jaque a Usyk. Y al campeón hay que ganarle con firmeza como lo había hecho precisamente el ucraniano ante él en septiembre del 2021 ante unas 60 mil personas en el Tottenham Hotspur Stadium.
Como si lo ocurrido arriba del ring no hubiese sido suficiente, el peleador de 32 años tomó las fajas mundiales y las tiró fuera del cuadrilátero como síntoma de indignación. Minutos más tarde, pareció tranquilizarse y pidió que su contrincante sea aplaudido por el triunfo que acababa de cerrar. Este es un punto de inflexión difícil para Joshua, que hasta la pelea con Andy Ruiz Jr. del 2019 era uno de los pugilistas imbatibles y más importantes de la divisional.
Sin embargo, a partir de allí nunca más pudo retomar esa condición más allá que recuperó los títulos meses más tarde ante el mexicano y también venció al búlgaro Kubrat Pulev. El combate ante Usyk era una especie de antesala en su vida deportiva para intentar alcanzar el gran combate ante Tyson Fury o, en su defecto, frente a Deontay Wilder. Su historial dice ahora que suma 24 triunfos y 3 derrotas.
Del otro lado, la nueva esperanza del pugilismo de los pesados. Usyk está invicto a sus 35 años después de ganar la 20ª pelea profesional de su vida al hilo. El sueño del ucraniano es sacar del ¿retiro? a Fury, quien en las últimas semanas volvió a insistir con que no volverá a combatir aunque son muchos los que apuestan por su reaparición. “Estoy seguro de que Tyson Fury aún no se ha retirado. Estoy convencido de que quiere pelear conmigo. Quiero pelear con él y si no estoy peleando con Tyson Fury, no pelearé en absoluto”, dijo Usyk.
El vigente campeón había contado en la previa que finalmente decidió abandonar el terreno de batalla de su país a pedido de sus propios compatriotas, quienes pudieron ver el evento de manera gratuita por las pantallas ucranianas gracias a una gestión que el propio Usyk encabezó. “Ha estado en contacto con militares de alto rango, ha visitado hospitales y ha visitado a soldados heridos. En cada ocasión, le pidieron que disputara esta revancha. La gente quiere que pelee”, había advertido en la previa su promotor, Alexander Krassyuk.
“Parece un cyborg. Ha vivido un infierno en el campo de entrenamiento estos últimos tres meses”, añadió entonces Krassyuk. El zurdo ucraniano se había preparado en Polonia pedaleando 100 kilómetros a 4 grados centígrados, nadando durante cinco horas consecutivas y manteniendo la respiración bajo el agua durante 4 minutos y 45 segundos, según manifestó su manager, Egis Klimas.
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