A pesar de ser un país con amplia tradición en el boxeo, pocos han sido los peleadores mexicanos que han erigido trayectorias e historias míticas en torno suyo. La de Salvador Sánchez es, quizás, una de las más nostálgicas en el deporte pues toda una generación que se emocionó con sus grandes funciones de campeonato se resignó a no verlo en el ring de forma súbita el 12 de agosto de 1982, cuando un accidente de tránsito le quitó la vida a los 23 años.
La luz del inminente éxito de su carrera se apagó una madrugada hace 40 años, cuando los medios de comunicación dieron a conocer un trágico suceso en la autopista que conecta la ciudad de Querétaro con el estado de San Luis Potosí. De acuerdo con notas de la época, su muerte fue casi instantánea, pues su sólida figura exhibida en el ring no pudo soportar el impacto con dos vehículos en la vialidad.
Algunos cronistas y periodistas documentaron que Sal conducía su Porsche 928 a una velocidad de casi 200 kilómetros por hora. Su destino final era el campamento que mantenía en el estado de Guanajuato, pero al intentar rebasar un automóvil que circulaba en la misma dirección, se impactó de frente con un tractocamión al invadir el carril del sentido contrario.
Los primeros informes se dispersaron con gran velocidad, aunque la gran mayoría de la afición se negó a creerlo. Apenas tres semanas antes se había mostrado formidable ante Azumah Nelson, en la novena defensa exitosa de su cinturón avalado por el Consejo Mundial de Boxeo (CMB) en peso pluma.
De hecho, en días posteriores a la función, el abogado de Sánchez, José Torres Landa, comunicó que el originario del Estado de México comenzaría un periodo de preparación para rendir cuentas en su décima exposición del cinturón contra el boricua Juan Laporte, a quien ya había vencido en una ocasión. De igual forma, tuvo planes para encarar en el cuadrilátero a Alexis Argüello y Wilfredo Gómez.
Con el paso de las horas y el material que circuló, la resignación ganó terreno entre la afición que acudió a su funeral, evento que adoptó tintes de multitudinario en su municipio natal, es decir Santiago Tianguistenco. Incluso, ante la prominencia de su figura en el ámbito deportivo, su último adiós fue llevado a millones de hogares en México gracias a las cámaras de televisión.
Los homenajes para quien hasta entonces había sido considerado como el mejor prospecto del boxeo mexicano no demoraron. Incluso, en el año 1991 fue investido en el Salón Internacional de la Fama del Boxeo en Canastota, Nueva York, como parte de la segunda generación y al lado del carismático Rubén Púas Olivares.
Su recuerdo latente en Santiago Tianguistenco
Después de su ceremonia luctuosa, el recuerdo de Sal Sánchez quedó más latente que nunca en la mente de quienes lo vieron crecer en el Estado de México. Desde entonces, su familia, encabezada por su hermano Sulio Sánchez, se reúne año con año para honrar el recuerdo del eterno campeón con una misa en la Catedral, así como una caminata hasta el lugar que funge como su última morada, acompañada de una función de boxeo y una comida.
En otras esferas se sigue discutiendo su relevancia en el boxeo nacional. Incluso, existen personajes que lo han situado a la par o por encima de Julio César Chávez. Aunque no tuvo la oportunidad de argumentar por cuenta propia con más peleas en su haber, sus fieles seguidores le han otorgado el pedestal del “mejor boxeador mexicano” gracias a lo que demostró en su fugaz e impresionante trayectoria y a la imaginación del personaje que pudo llegar a ser.
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