Aunque su país de origen era Cuba, José Ángel Nápoles llegó a México y se convirtió en uno de los principales estandartes del boxeo nacional. Sus reconocidas habilidades le permitieron dominar casi a la perfección el peso welter y quiso probar suerte por el título de los medianos ante el argentino Carlos Monzón. Aunque su rendimiento no le permitió aguantar más allá del sexto episodio, la gran competitividad inspiró a Julio Cortázar a escribir “La noche de Mantequilla”, donde inmortalizó el memorable episodio.
La expectativa era clara. Carlos Monzón y Mantequilla Nápoles se dieron cita el 9 de febrero de 1974 para dar vida a uno de los episodios más esperados del año. El espectáculo sería tal que fue necesario llevarlos fuera de su zona de influencia hasta un recinto capaz de hacerle justicia a la pelea y cruzaron el Océano Atlántico para acaparar los reflectores de la ciudad de París, Francia.
La noche esperada llegó y más de 12 mil almas se dieron cita en los alrededores del cuadrilátero para ver el enfrentamiento de dos de las más prominentes figuras de la época. El argentino expuso por novena ocasión los títulos de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) y el Consejo Mundial de Boxeo (CMB) que le arrebató a Nino Benvenuti el 11 de julio de 1970.
Por su parte, el mexicano realizó su incursión en las 160 libras con la confianza de repetir el avasallador papel que lo coronó en peso wélter. Aunque el esfuerzo de Nápoles fue evidente en el cuadrilátero, no fue suficiente para darle la vuelta al campeón defensor que permaneció íntegro de principio a fin.
Alain Delon les dio la bienvenida en el escenario. Fiel a su nación por adopción, Nápoles se abrió paso entre música de mariachi, mientras que Monzón recordó sus orígenes argentinos con el tango Silencio interpretado por el icónico Carlos Gardel. Después de dar fin a los trámites necesarios comenzó el intercambio de golpes.
Mantequilla intentó dominar con el estilo mexicano, acortando distancias y soltando combinaciones. Por el contrario, Monzón apostó por la danza en el ring, contragolpeando y soltando jabs de poder para mermar a su rival. El ímpetu agotó al mexicano en los primeros episodios y su figura atlética cansada contrastó con la entereza del campeón defensor. Las buenas actuaciones del retador no figuraron en los últimos rounds.
La pelea fue pactada a 15 episodios, pero apenas pudieron completarse los primeros seis. En el quinto y sexto, Monzón se encargó de dominar el centro y avasallar a su rival con golpes fuertes y espaciados que se volvieron más frecuentes conforme se agotó el cronómetro.
Al consumirse el tiempo, Mantequilla Nápoles acudió a su esquina y se quejó de una herida cercana al ojo. Su entrenador Angelo Dundee realizó todo tipo de esfuerzos para ponerlo a tono y hacerlo continuar, pero el castigo le orilló a notificar al referee el abandono. Al notar la decisión, Monzón brincó en el cuadrilátero y se mostró feliz por haber retenido el título y finiquitar una pelea cuya rivalidad llevó al ámbito personal.
La noche de Mantequilla
Julio Cortázar, con su singular estilo, buscó inmortalizar la novena defensa exitosa de su compatriota en un cuento ambientado en el recinto ubicado a las afueras de París. Si bien la escena acontecida al interior del ring no acaparó la intención central del texto incluido en la obra Alguien que anda por ahí (1977), el nivel de detalle brindado por el autor convierte a “La noche de Mantequilla” en una de las crónicas más recordadas sobre el episodio.
SEGUIR LEYENDO: