“El desengaño de la eterna promesa”. Así tituló el análisis de la noticia el diario Sport. Riqui Puig, aquel mediocampista que irrumpió a puro talento en el plantel de élite del Barcelona, el que dialogó con los botines con Lionel Messi y amagó con ser un socio de la estatura de Xavi Hernández o Andrés Iniesta, se va por la puerta de atrás del elenco culé. A los 22 años (cumple 23 el 13 de agosto), y después de no haber logrado asentarse nunca en el equipo, el entrenador (el citado Xavi al que buscó parecerse) le comunicó que no va a ser tenido en cuenta. Y está a un paso de intentar relanzar su carrera en Los Ángeles Galaxy, de la Major League Soccer de los Estados Unidos.
Tuvo su presentación en Primera en 2018 y desde entonces insinuó con su manejo, dinámica y panorama. Hasta Messi, antes de emigrar al PSG, lo “adoptó” dentro del campo de juego, haciéndolo partícipe de sus combinaciones, para que tomara confianza, en épocas en las que Barcelona caía en una crisis más profunda. Pero todos los entrenadores, desde Ernesto Valverde hasta el propio Xavi, entendieron que no merecía la continuidad. El físico siempre fue uno de los elementos por el que lo señalaron: su contextura esmirriada y los 169 centímetros le jugaron en contra.
En cuatro años acumuló 56 partidos, dos goles y tres asistencias. Mucho menos de lo que se aguardaba de sus cualidades. En los últimos mercados de pases se mencionó sobre posibles salidas para que ganara continuidad, pero en cada caso prefirió permanecer. Hoy partiría en libertad de acción, más allá de que los blaugranas retendrían un porcentaje de la ficha y una posibilidad de recompra, por si explota en la MLS.
A su irregularidad, o poca incidencia en los momentos en los que tuvo chances, se le sumó un rótulo complicado: el de compañero de excursiones nocturnas de Gerard Piqué, recientemente separado en medio de un escándalo de la artista Shakira, tras 12 años de relación. Así lo aseguró el programa Socialité, que además lo marcó como cómplice en los trucos para que los paparazzis no captaran la presencia del zaguero.
En el show televisivo aseguraron que el reducto preferido por los futbolistas es un bar llamado La Traviesa. Allí, según la información allí vertida, trabajaría la amante del defensor. Pero como podía ser advertida su presencia en el punto de encuentro, apelaba a algunos ardides para distraer a los ojos indiscretos. Por ejemplo, arribaba en taxi, nunca en alguno de sus automóviles. Ingresaba por una puerta lateral, ubicada en una calle poco transitada. Y la dama en cuestión lo hacía por el acceso principal.
Pero además, en el interior, Piqué (y Puig cuando lo acompañaba) disponía de un salón “reservado”, rodeado de cortinas rojas, al que sólo él definía quién entraba y quién no. Se trataría de una modalidad que Gerard empleaba con antelación. La influencer Luciana Guschmer planteó que el zaguero solía participar en fiestas con modelos junto a otros futbolistas, también con acceso restringido. Y en las mismas había una regla irrompible: no podía haber teléfonos móviles.
Quedar pegado a tamaño conflicto (mediático además) no favoreció a Puig, máxime en una era, la de Xavi, en la que el DT pide compromiso pleno y extremar los cuidados personales. Pedri y otros canteranos como Gavi y Nico lo fueron relegando. Y hoy deberá reimpulsar su carrera lejos de España, para despojarse de una vez por todas de los carteles de “desengaño” y de “eterna promesa”.
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