Las confesiones de un ex compañero de Messi que hoy trabaja en Barcelona: “Leo estaba enfermo, obsesionado por ganarlo a todo”

La historia de Bruno Milanesio, ex futbolista que jugó en las Infantiles de la Lepra y compartió años de vestuario con el “primer” Leo Messi

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Entrevista a Bruno Milanesio ex compañero de Lionel Messi

“Hacía mucho que no hablaba de Leo. Tengo mis momentos, en una época me llamaban a cada rato y estaba hinchadísimo los huevos, contaba siempre las mismas historias. Ahora me agarraste en un buen momento”. Bruno Milanesio anticipa lo que será una extensa conversación de hora y media vía Zoom en la que trazó una línea de tiempo sobre su vida profesional, con el foco puesto en sus inicios siendo compañero de Lionel Messi. No se considera amigo ni quiere serlo. Confiesa que le agradaría alguna vez compartir unos mates con él para recordar viejas épocas, pero no se cuelga carteles y relata las vivencias que atravesó junto al capitán de la selección argentina en las infantiles de Newell’s. Desde Girona, España, donde es coordinador de las inferiores de un club catalán y tiene injerencia en la formación de chicos del Barcelona, cuenta su historia a Infobae.

Este zurdo categoría 87 que estudió en el Colegio Sagrado Corazón de Rosario (donde cursó Marcelo Bielsa) fue captado por uno de los primeros entrenadores que tuvo Messi en la Lepra: Ernesto Vecchio. El Puma Milanesio era delantero y goleador de Gimnasia y Esgrima de Rosario (GER), un club social que tiene como principales actividades el rugby y el hockey. Luego de un amistoso contra Newell’s, el DT le preguntó si quería sumarse a las filas rojinegras. El gran responsable de que aceptara la propuesta, pese a ser simpatizante de Rosario Central, fue Messi, al que ya había enfrentado en un campeonato juvenil en el predio leproso de Malvinas.

“Todos esperaban que dijera que no, pero dije que sí. A esa edad, en nuestro entorno Leo ya era conocido y me tentaba ir a jugar con él. Yo quería ir a jugar con Messi a la pelota. Sabía que ellos tenían el mejor equipo de la ciudad y al mejor jugador, para mí era una oportunidad. Mi hermano era fanático de Central y me dijo que estaba loco, pero yo me planté y le dije que quería jugar en Newell’s con Messi y que quería ser profesional del fútbol”, relata mimetizado, seguramente con el mismo tono que empleó frente a su hermano mayor aquel día.

Milanesio aparece al lado de Messi en muchas fotos de la formación de la 87 de Newell's
Milanesio aparece al lado de Messi en muchas fotos de la formación de la 87 de Newell's

Este zurdo que de atacante pasó a jugar como carrilero izquierdo y anhelaba llegar al fútbol italiano se entrenó durante todo el segundo semestre de 1997 en Newell’s y fue fichado en el 98. “Era ganar, ganar y ganar. Me preguntan si Leo era bueno y era muy bueno, sí. Dicen ‘pero no jugaban contra nadie’ y, en realidad sí, en una ciudad de un millón y medio de habitantes jugabas contra los mejores. Los que estábamos alrededor de Leo éramos los mejores de la ciudad. Destacarte en el patio de tu colegio era fácil porque había un montón que por ahí no sabían ni patear. Ahora, ser el mejor dentro de los mejores de la ciudad era otra cosa. Pero este pibe vino y fue mucho mejor que los mejores de los mejores. Nosotros sin Leo hubiéramos ganado muchos partidos y torneos, pero con él directamente ganamos todo lo que jugamos y con diferencia. Estuvimos dos o tres años sin perder un partido, ganábamos los clásicos por tres o cuatro goles. Nosotros éramos los mejores, pasa que él era mucho mejor que todos los demás y se destacaba igual que se destaca hoy contra los mejores del mundo”.

Ese equipo que también fue dirigido por Quique Domínguez (padre de Sebastián, el ex futbolista y hoy ayudante de campo de Hernán Crespo) era paseado por cuanto campeonato infantil se presentara en Rosario o alrededores. “Parecíamos un circo”, dice con sorna Bruno, quien todavía atesora el trofeo de un tercer puesto que ese Newell’s ganó en 1999 en un Mundialito que se disputó en Mar del Plata. Se enfrentaron a Boca, Gimnasia La Plata y un Vélez que ya tenía a Mauro Zárate. En la Lepra probaron a Facundo Roncaglia, que sería fichado más tarde por el Xeneize. Messi, por una fractura en su muñeca, acompañó a sus compañeros pero no pudo jugar.

Leo nos eclipsó mucho, nos resolvió tantos problemas que nos quitó la posibilidad de resolverlos por nosotros mismos. No lo vamos a juzgar, al contrario. Pero ahora que lo veo como entrenador, y creo que en cualquier ámbito, cuando tenés una persona que resuelve todo tan bien, de una forma tan eficaz, eso hace que los de alrededor no tengan tantas necesidades de desarrollar recursos”, es la interesante reflexión que comparte en retrospectiva. Grafica: “Yo a Leo se la tiraba como fuera y él siempre me la devolvía bien. Entonces a lo mejor yo no tenía que ajustar tanto el pase, porque total él lo resolvía igual. Si yo hubiese tenido al lado a uno más flojo, a lo mejor tenía que dar un mejor pase para ayudarlo también. Él nos ayudó tanto a nosotros que nos perjudicó (hace un ademán de comillas con sus dedos)”. Y se permite bromear: “Después de jugar conmigo en Malvinas, por eso se le hizo tan fácil jugar al lado de Jordi Alba”.

Messi con la pelota y Bruno (cuarto de izquierda a derecha), a su lado
Messi con la pelota y Bruno (cuarto de izquierda a derecha), a su lado

La voracidad por ganarlo todo es algo que Messi arrastra desde pequeño: “No sé de dónde lo heredó, eso no lo aprendió. No se acostumbró a ganar, ya lo tenía consigo mismo. El jugaba al 25 y ganaba. Si había un juego al que él no podía ganar, o no se jugaba o él no jugaba y solamente contemplaba. Creo que el día que sienta que no puede ganar, está afuera. Puede que le haya pasado eso cuando renunció a la selección argentina. Está enfermo, está obsesionado con ganar. Y la vida le dio la posibilidad de ganar mucho más de lo que perdió”.

Inesperadamente Messi empezó a faltar a los entrenamientos a mediados del año 2000. Su madre adjudicó sus ausencias a una neumonía, pero lo cierto es que era un secreto a voces que no estaba en el país. Fue la época en la que Newell’s le informó a su padre que no cubriría el tratamiento de crecimiento y por eso Jorge lo llevó a probarse a River y el Barcelona. Bruno Milanesio tiene todavía fresco en la mente ese episodio: “Nadie sabía nada. Pero los que veníamos de jugar hacía mucho tiempo con él algo nos habíamos enterado. Yo no sabía ni dónde quedaba Barcelona, pero sabía que estaba ahí. A las dos semanas volvió a entrenar bronceado y volaba. ¡No había estado enfermo seguro! Uno cuando se enferma vuelve hecho mierda y este estaba mejor que antes”.

En plena pubertad y frente a los estirones repentinos de muchos compañeros y rivales, a Messi le costó sacar las diferencias de otrora. Ese segundo semestre del 2000 lo transitó con aroma a despedida: ya sabía que lo del Barcelona podía surgir de un momento para otro. Argentina se preparaba para afrontar una de las crisis más importantes de su historia y Newell’s, presidido por el polémico Eduardo López, no era la institución más organizada del país ni mucho menos. Sorpresivamente el pequeño Lionel acudió al primer día de pretemporada de 2001 y fue presentado por el nuevo técnico Adrián Coria (a la postre, ayudante de campo del Tata Martino). Su presencia duró apenas una semana, ya que armó las valijas y se fue definitivamente a España.

Milanesio (centro) posa junto a Messi tras disputar un torneo en Mar del Plata que Leo se perdió por lesión
Milanesio (centro) posa junto a Messi tras disputar un torneo en Mar del Plata que Leo se perdió por lesión

“Había un quilombo de papeles, un ambiente raro, nadie nos comunicó nada cuando Leo se fue. Yo siempre tuve muy buena relación, pero nunca fui ese amigo amigo como lo eran Lucas Scaglia y Leandro Benítez. Considero que ellos eran los dos grandes amigos de Leo, después muchos se cuelgan carteles. Comunicarse era difícil en ese momento y no hablé nunca más de forma directa con él”, describe con algo de pesar. En casa de los Milanesio, sabían que se marchaba un proyecto de futbolista que podía trascender de verdad. No por nada el padre de Bruno hasta hoy recuerda que le decía a Lionel: “¿Me vas a seguir saludando cuando seas el mejor del mundo?”.

El Puma se traslada a su infancia y rememora cómo funcionaba la cabeza de un chico de su edad: “Para nosotros el Real Madrid y Barcelona de hoy eran Boca y River. Los buenos pasaban por Boca y River, esa era la Meca. Irte a Europa era como irte a Marte. Yo miraba a Aimar y Riquelme, miraba a Guillermo Barros Schelotto, que si lo comparás con un Ribery, no tiene ni para arrancar. Miraba al Vasco Arruabarrena. Ellos eran nuestros ídolos. Barcelona y toda Europa quedaba re lejos”. En las infantiles de Newell’s había otras enormes promesas como el Billy Rodas (Categoría 86), el Gato Formica, Sergio Maradona y Leandro Depetris (1988). El trampolín de sus carreras lo marcó el círculo íntimo de cada uno de ellos, según Milanesio: “Eran tan buenos como Leo. Bah, no, definitivamente no. Pero la diferencia estuvo a nivel familiar. Viendo desde afuera, con Jorge Messi hay que sacarse el sombrero. Lo bien que gestionó todas las situaciones es para que le hagan una serie como al padre de las hermanas Williams. Lo que hizo fue una maravilla, tuvo todo claro siempre y fue para adelante como los caballos. Cerró el entorno y siempre perfil bajo, como en Malvinas, cuando se quedaba afuera de la cancha para ver a Leo. Le funcionó”. Y lógicamente el plus extra aportado por el Barcelona: “Su gran suerte fue caer ahí, donde lo cuidaron y acompañaron. Si se hubiera quedado en Newell’s habría tenido una carrera más parecida a la del Billy o el Gato, que fueron exitosas, pero distintas a la suya”.

El Puma Milanesio, siempre pegado a Messi
El Puma Milanesio, siempre pegado a Messi

EL PUMA MILANESIO, DE NEWELL’S A CENTRAL Y A SER DT EN BARCELONA

De andar todo el día en GER con la camiseta de Rosario Central, a usar más tiempo la de Newell’s por jugar allí. Bruno dejó un poco de lado su fanatismo canalla en el afán de cumplir su sueño de futbolista profesional y más todavía cuando dio el salto a Novena División, donde se percató de que a algunos compañeros confesos simpatizantes del equipo de Arroyito los habían echado. En su hogar había una mezcla rara: su hermano era enfermo de Central, pero su papá era un moderado hincha de Independiente que solamente gritó fuerte aquel gol de Pusineri a Boca en 2002. A su mamá le daba igual con tal de que todo el mundo estuviera conforme. El Puma perseguía el deseo de jugar en la Primera de Newell’s e incluso se encariñó tanto que empezó a ir a la cancha a ver al equipo de Ponzio, Maxi Rodríguez y Sebastián Domínguez, que era hijo de su DT en el club.

Pero todo cambió a partir de la Novena, cuando quedó de lado en AFA y pasó a jugar en Liga Rosarina. En Octava lo marginaron aún más y tuvo un retroceso importante: “Se supone que fue por rendimiento, pero había muchos entrenadores sin trabajo, la situación del país era complicada y muchos representantes que daban vueltas financiaban los equipos y ayudaban a los técnicos; historias extradeportivas. A pesar de que mi crecimiento físico fue más lento que el del resto, yo tenía que estar en ese plantel”. De aquella Categoría 87 solamente pisaron la Primera de Newell’s Lucas Scaglia y el Negro Leandro Benítez.

Perseverante, se marchó de Newell’s y recaló en Rosarina B de Central. Con edad de Cuarta División fue fichado en AFA y disputó no menos de 60 partidos durante esos dos años y medio en los que lamenta no haber tenido oportunidades ni en Reserva. Con edad de profesional, quedó libre en el Canalla y permaneció un semestre sin club fastidiado por falsas promesas de varios representantes. Comenzó un periplo por las “ligas del campo” que incluyó a Villa Eloísa de la Liga Cañadense y Juventud Unida Rosquín de la Liga Departamental de San Martín. Con pasaporte comunitario, le abrieron una puerta en el Girona B, donde militó en la segunda catalana y no llegó a firmar por el primer equipo. Retornó a Rosario y se incorporó a Central Córdoba, que estaba en la B Metropolitana, pero las cosas no fueron bien en lo deportivo (“era un equipo que jugaba mejor afuera de la cancha que adentro”). Siguió en Coronel Aguirre (club identificado con el Pocho Lavezzi) en el Federal B. Pasó por Americano de Carlos Pellegrini (Liga de San Martín), Tiro Federal de Rosario (Federal A) y Argentino de Marcos Juárez (Córdoba), hasta recalar otra vez en Central Córdoba antes de colgar los botines para ser entrenador.

El Puma durante uno de sos dos ciclos como futbolista de Central Córdoba de Rosario
El Puma durante uno de sos dos ciclos como futbolista de Central Córdoba de Rosario

Si Milanesio prolongó su carrera de jugador fue porque entendía que eso le daba mayor rédito económico que trabajar, por ejemplo, en un local de ropa como lo hacían algunos amigos. Así y todo le fue engorroso soportar viajes en colectivo hasta Comodoro Rivadavia o Corrientes para dormir en alojamientos que jura que se parecían a la vecindad del Chavo del 8. Estudió Turismo, pero se inclinó por el curso de DT y armó la valija decidido a triunfar en España, donde su hermano ya estaba instalado. Hace cinco años recaló en el Bescanó, equipo que compite en la liga catalana y está afincado en un pueblo a 10 kilómetros de Girona. Fue fichado como futbolista y se incorporó como técnico en las inferiores, donde escaló hasta ser coordinador general. En medio de la pandemia, ascenso del primer equipo mediante, se retiró definitivamente y tomó las riendas del plantel. Tras la sucesión de algunos malos resultados se apartó de la conducción técnica, pero permanece en la coordinación del fútbol juvenil y toma de decisiones. Y además complementa sus labores en la Barcelona Academy.

“¿Si Messi me ayudó a entrar ahí? No la hubiera remado tanto, ja. No me hubieran dicho que no en el primer año que apliqué. Esto fue sangre, sudor y lágrimas, yo no tuve más contactos con Leo, aclara. El Barça cuenta con el fútbol base formativo (por donde pasó Messi), los campus con entrenadores del club que llegaron a pasar por Buenos Aires, Rosario y Córdoba, y las Barça Academy, que están esparcidas a lo largo y ancho del planeta (son casi 40). Luego de aprobar un examen teórico y práctico, Milanesio se incorporó como entrenador de jóvenes de entre 5 y 14 años en una de las sedes de Cataluña. Los chicos juegan en sus respectivos clubes, pero una vez por semana cuentan con el perfeccionamiento en esta academia. Y justamente la sede a la que concurre se lleva a cabo en Bescanó, por lo que hay jornadas en las que llega con el equipo deportivo de un club y se cambia por el otro. “Moviliza ponerse la ropa del Barcelona viniendo de tan lejos y pensando que hace cinco años estaba en Rosario”, asegura el Puma, que en poco tiempo viajará a Puerto Rico para presenciar un campus pendiente que se había postergado por la pandemia.

Hoy no piensa retornar a Argentina: “Esta ciudad es maravillosa y me siento más en casa acá que en Rosario. Si vuelvo, es porque aparece un proyecto deportivo y económico que es bueno, para mejorar la calidad de vida. Pero me cuesta imaginar que alguno de esos factores se dé, lo veo poco probable”. Bruno Milanesio se hizo un nombre en el fútbol catalán y hoy lidia con una dicotomía: “Me siento identificado con lo que hacemos en Bescanó, pero no es mi proyecto. Me adoptaron y yo a ellos, realmente nos entendemos muy bien y sentimos el fútbol de la misma manera, pero el mundo es grande. Aunque si me alejo 100 kilómetros, yo no soy nadie. Acá a la Primera catalana se la respeta, es importante. Si voy a Bélgica nadie sabe quién soy. Por el momento pienso en cerrar la temporada y después se verá si surge algo distinto. No creo que me quede eternamente en Bescanó. Yo ya me fui hace rato de casa”.

EL REENCUENTRO PENDIENTE CON MESSI Y EL SUEÑO DE VERLO CAMPEÓN DEL MUNDO

A pesar de estar enfocado en su trayectoria como entrenador, el reencuentro con Messi continúa pendiente: “Creo que sabe que estoy cerca, pero no tengo relación directa. Quizá cuando se apaguen las luces de las cámaras será más fácil tomarse unos mates con él”.

Milanesio es coordinador del Bescanó catalán y además forma parte de la estructura de juveniles del Barcelona
Milanesio es coordinador del Bescanó catalán y además forma parte de la estructura de juveniles del Barcelona

“Cuando fui al Camp Nou por primera vez, metió un gol y volvió caminando a mitad de cancha con la naturalidad que tenía para pasear frente a la puerta de mi casa. Había 99 mil personas gritándole ‘Leo, Leo, Leo’ y a mí se me cayeron las lágrimas. Era imposible no tener la piel de gallina. Por la proximidad que tuvo, uno sabe que detrás de ese futbolista hay una persona que pasó un montón de situaciones que la mayoría no pasó”, confiesa su experiencia en vivo viéndolo ya consagrado.

Dentro de unos meses, el 10 de la Albiceleste disputará su quinta Copa del Mundo y en esto también se fijó su ex compañero de infantiles: “Sabemos que el Mundial que viene por delante es en el que más va a poder aportar. Ojalá juegue más, pero después va a poder aportar menos que en este. La ilusión siempre está, es un mes y medio que tiene que ser todo perfecto y se tienen que alinear todos los planetas”.

Hoy se considera más fanático de Messi que de Argentina: “Tengo una cuestión personal que va más allá de que la Selección sea campeONA. Yo tengo más ganas de que Argentina salga campeón por Leo que por Argentina. Si me dicen que Argentina gana este Mundial y después no gana ninguno de los próximos diez, me chupa un... ¡Que gane Leo! después vemos cómo solucionamos los otros 40 años”.

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