Este sábado se confirmó el deceso de Luis Echeverría Álvarez, sucesor de Gustavo Díaz Ordaz en la presidencia de México, quien se caracterizó por estar al mando del país durante la gran devaluación del peso y cuando se perpetró el asesinato en contra de 17 miembros del movimiento estudiantil, mejor conocido como el “halconazo”.
En medio de su mandato, la Selección Mexicana de fútbol también atravesaba horas bajas, pues luego de albergar el colorido Mundial de 1970, el Tricolor dirigido por Javier de la Torre fracasaba estrepitosamente en la clasificación para el Mundial de Alemania 1974.
Durante el premundial disputado en Puerto Príncipe, Haití, una selección prometedora sufrió uno de los mayores descalabros en su historia y probablemente el fracaso más grande que haya marcado a la dirigencia de la Federación Mexicana de Fútbol (FMF), pues fueron goleados 4-0 por Trinidad y Tobago y se quedaron sin Mundial.
Esta rotunda falla del equipo nacional que comandaba Enrique Borja, Manuel Lapuente y Rafa Puente, la cual excusaron en supuesta brujería y magia, provocó una hecatombe en la Federación que involucró hasta al presidente Luis Echeverría, pues de acuerdo con el histórico reportero de ESPN Rafael Ramos, intervino para seleccionar al nuevo presidente.
Tras la eliminación la cabeza de la FMF tuvo hasta cuatro nombres distintos en menos de un año: José Luis Pérez Noriega, el primer cesado que desencadenaría una ola de cambios. Le siguió de manera breve Alfonso Estrada y posteriormente el exfutbolista Carlos Laviada; sin embargo, los directivos de los clubes optaron mejor por alguien del gremio, Juan de Dios de la Torre, presidente del Atlas.
En medio de este caos resumido en menos de 12 meses, Echeverría “hizo gala de su oportunismo populachero”, describió Ramos, para intervenir en los asuntos del fútbol mexicano e imponer a un funcionario de la Secretaría de Hacienda egresado del ITAM y de la Universidad de Yale, Gustavo Petricioli.
Quien llegara a ser titular de la Secretaría de Hacienda en 1986 y embajador de México en Estados Unidos en 1989 tuvo un breve paso por la Federación Mexicana de Fútbol, impuesto por el entonces presidente Echeverría para “salvar al balompié azteca” y evitar un nuevo fracaso como el vivido en el premundial de Haití.
De esta manera lo sacó de su puesto como subsecretario de ingresos y lo colocó como el “comisionado” del fútbol mexicano, con total libertad para tomar decisiones, algo que evidentemente no fue del todo aceptado por los “dueños del balón”, encabezados en ese entonces por Emilio Azcárraga Milmo.
“Te devaluaré el peso, pero te revaluaré a tu selección”, describió Rafa Ramos.
De acuerdo con el relato, José López Portillo, entonces secretario de Hacienda, se lo recomendó al mandatario mexicano e incluso le informó que era aficionado de las Águilas: “No te puede fallar, es muy listo, muy calificado y hasta es americanista”.
“Esta es una decisión del presidente de México. Eso nos obliga a compartir responsabilidades y obligaciones. Estoy aquí para ayudarles”, señaló Petricioli en su presentación, a dos años de que culminara el mandato de Luis Echeverría y mientras se buscaba la manera de manipularlo desde los despachos en Chapultepec.
Paulatinamente y bajo la orquesta de Azcárraga Milmo y el entonces vicepresidente de la FIFA, Guillermo Cañedo, Petricioli se quedó con poca voz y casi sin voto en las decisiones de la FMF, por lo que su paso fue efímero en el fútbol mexicano y fungió como “chivo expiatorio” para mostrar la mano firme del presidente en los temas deportivos de interés nacional.
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