Será difícil olvidar aquella absurda escena que vimos el 5 de septiembre del año pasado cuando Brasil y Argentina llevaban 5′ de juego. Cuatro personas de civil ingresaron al campo del Arena Corinthians y se mezclaron con los jugadores haciendo visibles ademanes para que el encuentro por las Eliminatorias se detuviera antes de ejecutarse un saque lateral. Eran funcionarios de la ANVISA (Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria de Brasil). Enorme fue la sorpresa de los actores y especialmente la del árbitro venezolano Jesús Valenzuela, al ver que tales personas portaban armas y mencionaban con énfasis “orden del gobierno de Brasil”. Por cierto que algunos jugadores que fueron a reclamarles para que se retiraran del campo de juego también advirtieron los revólveres sujetados por sus cinturones y cubiertos por unas chalecos identificatorias sin mangas.
Ellos tenían orden de hacer suspender el partido pues en la dinámica cambiante de las disposiciones sanitarias en pandemia, Brasil había agregado una que afectaba a cuatro jugadores argentinos. Era la que obligaba a aquellas personas procedentes del Reino Unido, India y Sudáfrica a permanecer aislados durante los 14 días siguientes al arribo a Brasil. En nuestra Selección, Emiliano Buendía, Giovani Lo Celso, Emiliano Martínez y Cristian Romero –todos jugadores de la Premier League de Inglaterra por entonces– ingresaron a San Pablo junto a toda la delegación el viernes 3 de septiembre procedentes de Caracas, ciudad en la cual Argentina había enfrentado y ganado a Venezuela por 3-1. En las fichas de ingreso que recibe Migraciones, en el casillero que pregunta “lugar de embarque”, los empleados administrativos de la AFA –de indiscutible eficiencia- pusieron Caracas-Venezuela.
Desde ese mismo día, se produjo una verdadera “cacería” de los empleados de ANVISA sobre una delegación que, como pocas en el mundo, respetó con disciplina y rigor lo que entonces se conocía como “burbuja”. Lo de la AFA tanto en Ezeiza cuanto en todo su derrotero fue ejemplar. No obstante, desde dos días antes, se había generado un clima de persecución que demandaron consultas con algún alto funcionario –por entonces– de la propia Conmebol. Este estado de averiguar en todos los estamentos sobre qué pasaba y por qué había tantas caras extrañas en el hotel siempre arrojó tranquilidad. Y ello se vio reflejado en la formación de la planilla oficial, pues los jugadores que actuaban en Inglaterra estaban incluidos. De no ser así, frente a cualquier duda, se hubiese prescindido de ellos para ese encuentro ya que era adoptar la hipótesis de menor riesgo.
El final de la historia es conocido:
El partido fue suspendido a los 5 minutos.
Los jugadores fueron suspendidos por dos fechas que ya cumplieron.
La AFA fue multada originariamente en 250.000 Francos Suizos y la CBF por 550.000, cifras luego reducidas.
Sólidamente fundamentada la AFA pidió que se le diera por ganado el encuentro, solicitud que la FIFA desestimó.
Tras 17 partidos, Brasil terminó las Eliminatorias con 45 puntos y Argentina con 39 puntos; Uruguay -3°- con 28 y Ecuador con 26 salió 4°, ambos con 18 encuentros. Perú fue al Repechaje con 24 puntos y quedó fuera del Mundial tras perder por penales ante Australia.
A pesar de lo inmodificable y ejemplar que hubiese resultado darle por perdido el partido a Brasil en su calidad de organizador, la FIFA ha resuelto que el encuentro se vuelva a disputar. O sea que ha abierto el peligroso antecedente a sus 211 países afiliados que frente a un resultado adverso u otra contingencia podrán facultar a personas a ingresar a un campo de juego en nombre de una acción del Estado y hacer suspender un partido que, como en este caso, podría jugarse un año después.
No resulta nuestro propósito tomar posiciones “argentas” pero la AFA procedió correctamente ante el Comité de Disciplina y también frente al de Apelaciones. El de Disciplina se expidió en febrero –5 meses después del hecho– y el de Apelaciones en junio, 9 meses más tarde. Y los fundamentos del Comité de Apelaciones le llegaron a la AFA recién el último viernes, 24 de junio alrededor de las 16 horas. Esto significa que desde entonces correrán los 21 días que tiene para presentarle su caso al TAS. Lo que implica de parte del Comité de Disciplina de la FIFA un trato diferente al que tuvo Chile cuando denunció la indebida inclusión de Byron Castillo en el plantel de Ecuador por supuesta doble nacionalidad. En ese caso la denuncia de Chile ingresó el 12 de mayo y la resolución se conoció el 10 de junio, solo 28 días después. O sea que en el caso de Argentina ha quedado demostrado un claro caso de “retardo de justicia”.
Nuestra interpretación sobre estos hechos contraculturales en la trayectoria de la FIFA donde lo accesorio –Inmigraciones o Sanidad de un país- están por encima de lo principal –la responsabilidad del organizado – nos conducen a un solo camino: las obligaciones políticas admitidas por la FIFA. Y aquí se entrecruzan varios factores:
1°) El Gobierno de Brasil siente la obligación de hacer respetar a sus organismos, pues estos (ANVISA y Migraciones) actuaron consecuentemente.
2°) Es por ello que a pesar de no tener ningún significante deportivo que modifique el destino propio o de terceros, la CBF quiere jugar el partido.
3°) La División de Competencias de la FIFA le había dado a conocer a la AFA, antes del fallo, que el encuentro se disputaría en Brasilia el próximo 22 de septiembre. Luego de dos días modificó y ante el cuestionamiento de la AFA puso: “lugar y hora a confirmar…”
4°) Finalmente, la CBF que lo había solicitado, prefirió jugar en el mismo estadio de San Pablo que ahora se llama Neo Quimica Arena, donde es local el Corinthians,
5°) Y en las próximas horas entrará un nuevo pedido de Brasil para que el encuentro se lleve a cabo el 23 de septiembre pues el 22 –fecha prevista aún sin fallo firme– habrá un evento de enorme trascendencia política a una semana de las elecciones presidenciales (¿acto de Bolsonaro?). Parecería que la AFA no tiene quien la defienda en la FIFA. O peor aún –hablando de política- sería como que algún dirigente que representa a la Argentina –cercano a Infantino- no quisiera que nos vaya bien en Qatar
6°) La AFA recurrirá al TAS contra el fallo de la FIFA -una aberración jurídica- y sin el apoyo de la CBF que pareciera estar conminada por el poder político del país a jugar ese encuentro que no significa nada; siquiera tiene incidencia para el ránking pues Brasil está 1° y Argentina 3°, razón por la cual fueron cabeza de serie en el sorteo del Mundial.
El partido entre Brasil-Argentina no tiene definición: no es amistoso, ni es por una de las antiguas copas Roca, ni tiene implicancias para las Eliminatorias o para el destino de un tercero. Es un partido abstracto: se jugará para que Bolsonaro haga valer su poder al tiempo que la FIFA, como nunca, se perderá la gran oportunidad de hacer escarmentar con pérdida de puntos a quienes admitan la injerencia política en sus federaciones, como lo está haciendo Brasil.
Habría que ir a jugarles con los juveniles que dirige Mascherano, la sub 20. Evitaríamos riesgos de todo tipo ya sea lesiones o sanciones. Al momento de jugarse –si se jugara– el plantel regular de la Selección Nacional tiene 8 jugadores con una amarilla. Ellos son: Martínez Quarta, Lautaro Martínez, Exequiel Palacios, Lucas Ocampos, Nicolás Domínguez, Paulo Dybala y Alexis Mac Allister. Y están “al límite” por cantidad y a pesar de haber cumplido, otros tres: Nicolás Otamendi (5), Cristian Romero (3) y Nicolás Tagliafico (3). ¿Valdrá la pena llevar a la Selección que irá a Qatar? ¿Tiene sentido arriesgarse a una expulsión o a una lesión? ¿Quién no le protesta a un árbitro? Y mirá si en el informe te pone “insulto” en lugar de “exceso verbal; chau, no jugás los 3 primeros partidos. ¿Cuánto les costaría a los jugadores o particulares brasileños generar un tumulto contra quienes pudieren ser sus potenciales rivales de semifinales y dejarlos debilitados para la clasificación de la primera ronda?
Qué pena tan grande escribir las cosas que jamás imaginé que habrían de ocurrir. Un Brasil-Argentina, el match soñado, el enfrentamiento que todo el mundo quiere ver, el de los Pelé, Maradona, Messi y Neymar… convertido en un hecho político, una cuestión de poder, un partido abstracto, fútbol de escritorio, un insulto a la historia…
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