En una época donde Martina Navratilova y Chris Evert-Lloyd dominaban el circuito de tenis femenino apareció una niña prodigio que pareció que sorprendió a todos a principios de la década de 1980. La estadonidense Andrea Jaeger ganó su primer torneo con tan sólo 15 años y llegó a dos finales de Grand Slam, pero fue víctima de repetidos abusos sexuales cometidos por una oficial del personal de la WTA.
Jaeger, que nació en Chicago y es hija de padres suizo-alemanes, hoy tiene 55 años y es monja, se animó a contar el drama que sufrió cuando recién comenzaba a participar del mejor tenis del mundo. “Me cambiaba en baños portátiles o un baño para evitar los comentarios, el interés o las acciones de otras personas. Tuve al menos 30 incidentes con una miembro específico del personal, intentos físicos, todos en el vestuario muy, muy temprano en mi carrera”, expresó la ex jugadora al medio británico The Independent.
“Esa empleada en particular del personal tuvo un gran problema para mantener sus manos quietas. También evitaba quedarme sola en las salas de entrenamiento porque allí también se me acercaba”, afirmó la ex tenista que ganó su primer certamen en enero de 1980 en Las Vegas.
La raqueta de los Estados Unidos fue la tenista más joven en ser cabeza de serie en un Grand Slam durante una década (en Wimbledon 80), hasta que luego fue superada por su compatriota Jennifer Capriati en 1990. Muchos en la época la asemejan en sus formas al histórico John McEnroe, porque era de gruñona en la cancha. Otro signo distintivo en su juego era que ingresaba al court con una bincha y dos largas colas en el pelo.
Jaeger ganó 10 títulos en su carrera (nueve de ellos en EEUU) antes de retirarse a los 23 años debido a una lesión en el hombro que la llevó a someterse a siete operaciones. En las dos definiciones de torneos de Grand Slam que disputó, Navratilova fue su némesis: con ella perdió en la final del Roland Garros 1982 y también en la de Wimbledon en 1983. En los otros dos Majors, alcanzó las semifinales: en el US Open (1980 y 1982) y el Abierto de Australia de 1982. En el Campeonato de la WTA de ese mismo año, la ex tenista sufrió otro hecho que le dieron bebidas alcohólicas y se sintió muy mal.
“Cuando llegamos, ella me acompañó hasta la puerta y probó algo conmigo. Estaba tratando de besarme. Estaba tan mal que subí las escaleras de casa tratando de no vomitar para que mi papá no me viera”, recordó.
Una vez que se retiró en el 87, Jaeger comenzó a realizar labores filantrópicas, obras de caridad y de ayuda a los niños pobres. En 1990 creó la fundación Silver Lining para niños con cáncer. Y 16 años después, en 2006, tomó los hábitos como miembro de la orden dominicana adscrita a la Iglesia anglicana.
En la entrevista con el medio inglés, la ex tenista dio indicios que nunca permitieron que comente ninguna de las situaciones que le tocó sufrir en el mundo de su deporte. “Me dijeron: ‘si dices una palabra más sobre esto, nos aseguraremos de que la beca de tu hermana en Stanford sea retirada’. Cada vez que intentaba defenderme, me amenazaban con hacerle daño a otra persona”, confesó.
Para cerrar, expresó porque tomó la decisión de contar su historia después de tantos años de haber padecido los abusos cuando era una niña en el circuito. “Puedo ver cómo en cualquier deporte, incluso ahora, 40 años después, si un niño se enfrenta a situaciones similares, también puede quedarse callado cuando se siente amenazado. No quiero permitir que sufra más daño”.
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