La carrera de Julio César Chávez protagonizó diferentes momentos que marcaron la historia del boxeo mexicano, sus campeonatos y peleas llenas de nocauts alegraron a sus fans; sin embargo, en su vida personal vivió diferentes altibajos que lo llevaron a tener problemas con su familia y uno de los momentos más críticos que vivió el Señor nocaut fue cuando tuvo que internarse en un centro de rehabilitación para tratar temas de adicciones.
El propio Julio César ha hablado en repetidas ocasiones sobre el tema y cómo es que salió adelante pues fue en 1992 cuando probó por primera vez la sustancia a la que se hizo adicto y marcó el declive de una figura icónica del deporte. Pero dentro de su testimonio de vida sobresalió que en un principio se negaba a ser auxiliado, pero un día cambió de opinión y afrontó su drogadicción.
Durante una entrevista para el podcast Dementes, el gran campeón mexicano se sinceró sobre cómo fue aquel evento que cambió su estilo de vida y salió del problema de salud. El ex púgil recordó que su negación era tanta al grado que colocó guardaespaldas en la entrada de su hogar para que no lo intentaran llevar a la fuerza a una clínica de rehabilitación o que alguien lo molestara.
“Me llevan supuestamente a una clínica a Guadalajara y yo (fui) para que no estuvieran ching***o, porque yo ya estaba vomitando sangre. Nunca quise la ayuda, los mandaba a chi***r a su madre, tenía en mi casa guardaespaldas armados”, explicó Julio.
Sus hijos Julio y Omar jugaron un papel importante para que Chávez aceptara la ayuda y después entrara en un proceso de recuperación que duró poco más de cuatro meses. La familia del César del boxeo le habló de un lugar que conocieron y que tendría todas las comodidades para el ex boxeador y según en palabras de Chávez González, solo lo hizo para que “dejaran de chingar”.
Parte de las condiciones que aceptó es que solo se iría solo un mes y que tendría un trato preferencial, por lo que contaría con todos los servicios y privilegios que otros no tendrían.
“Dije yo, para que no estén ching***o ya, para que me dejen en paz me voy a ir a Guadalajara un mes, pero yo voy a tener mi cuarto, mi televisión, me pusieron una cancha de fútbol bien chingona, dije yo ‘aquí me la voy a pasar a toda madre’. Me llevó Julio y Omar”.
Pero la sorpresa fue otra ya que llegó a base de engaños. A pesar de que sí vio todos los lujos y comodidades que tendría, el personal de la clínica le tendió una trampa para ingresarlo al verdadero centro de rehabilitación. Le hicieron creer al César del boxeo que lo estaban esperando un grupo de fanáticos para saludarlo, así que aceptó convivir con ellos unos minutos. Lo dirigieron a una segunda zona y fue ahí en donde entendió que no tendría un trato preferencial.
“Llego, me meten a un alerón y me cierran una puerta de fierro. Y veo a 120 cabrones todos cochinos y mugrosos y me dicen: ‘Échale humildad, cabrón, por hoy te vas a quedar aquí’, y le dije ‘pero ¿por qué pen****jo?, ¿qué no sabes quién soy yo?’, ‘sí, ya sé quién eres tú, eres un p***e adicto más que todos aquí’”, me dijo.
La tolerancia de Julio se acabó y empezó a molestarse y llegó a agredir al personal. “Me agarro a chin***os, se vienen cinco cab***nes y a los cinco los noqueo, me pegaron unas patadas y todo, pero me ch***go a los cinco, pero con 20 cabr***s me pegaron una santa p****za entre todos y me amarran”. Fue así como inició su proceso de desintoxicación.
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