Más que un campeón de la NBA: cómo los Warriors revolucionaron el básquet

Golden State ganó más que cuatro títulos en ocho años y 453 de 791partidos. Impuso un estilo tan atractivo como arriesgado, con jugadores más bajos pero versátiles, apostando mucho el tiro externo pero sin descuidar la defensa. El nuevo eslabón de la cadena evolutiva del juego. Guste o no. Conocé el proceso, cómo lo ha hecho y con qué figuras

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Hay muchos equipos que ganan seguido, otros menos que salen campeones, algunos que quedan en la historia y unos poquitos que revolucionan el deporte. Lograr estar en las cuatro categorías es sólo para elegidos. Y este es el caso del nuevo rey de la NBA. Con la victoria en el Juego 6 sobre los Celtics en su casa, que decretó el 4-2 en la finalísima, Golden State Warriors cimentó su dinastía y selló a fuego su nombre en los libros del deporte. Siempre ganar algo más provoca un nuevo paso en el reconocimiento popular e invita a analizar la conquista, en este caso el cuarto título en ocho años para una franquicia que cambió su rumbo en 2014, cuando comenzó un proceso, liderado por Steve Kerr, que en esta nota reconstruiremos para entender cómo Golden State es el nuevo eslabón en la cadena de evolución del básquet. Guste o no.

La génesis hay que buscarla en 2009, con la elección en el draft de Stephen Curry, el responsable de haber cambiado la forma en que se juega en la última década. El base había sido una estrella en Davidson, goleador de la NCAA, pero como era una universidad menor y los scouts lo veían con un físico un tanto frágil, con historial de lesiones, recién fue elegido en el séptimo lugar, con dos armadores por delante y dos jugadores que hace rato no están en la NBA. El hijo de Dell Curry, famoso francotirador de los 80/90, se convirtió en el mejor tirador de la historia y, por ende, en el mayor triplero de siempre, batiendo todo tipo de récords, incluso los propios a media que pasaban los años. Si hablamos de finales, solamente, es líder histórico en triples, por caso, además de figuran octavo en partidos con 30 o más puntos, noveno en robos, décimo en promedio de puntos por juego y asistencias. En esta final, si algo le faltaba, era ser MVP, un premio que podía haber conquistado en algunos de los tres títulos anteriores, algo que nunca le interesó porque, más allá de su brillantez individual, el equipo estuvo siempre primero. Porque, además de ser el jugador más espectacular de la competencia, ha sido el corazón de la franquicia, en las buenas y en las malas. En esta definición cerró con promedios que impactan: 31.2 puntos, 44% en triples y 6.2 rebotes.

Curry es el gran responsable del éxito del equipo y, sobre todo, del estilo que el coach impuso desde que llegó, sabiendo los elementos que tenía a disposición, como por ejemplo a otro de los grandes tiradores de la historia, Klay Thompson. Kerr supo que GSW debía jugar rápido, de forma vertical y usando mucho el tiro de puntos, justamente una tendencia que había tenido momentos una evolución desde los años 60. El Run & Gun, famoso correr y tirar como se conoce por acá, lo desplegaron muchos equipos, a partir de los Celtics que ganaron 11 títulos entre 1957 y 1969, promediando cerca de 115 puntos. Los Lakers de Magic Johnson lo siguieron con el legendario Showtime y después los Nuggets de Doug Mou, con un sistema freelance que les daba libertad a los jugadores para que atacaran rápido y así no dejar que las defensas se establecieran. En los 90 aparecieron los Warriors de Don Nelson con el famoso Run TMC, llamado así por un grupo famoso de rap que coincidía con las primeras letras de Tim (Hardawa), Mitch (Richmond) y Chris (Mullin). Hasta Manute Bol, de 2m30, tiraba de tres puntos. Aquella semilla sembrada en los 80 y 90 la tomó, una década después, Mike D’Antoni, quizás el técnico más disruptivo de la historia. Entre 2002 y 2008, pergeñó un estilo de juego que cautivó a propios y extraños, similar al Run TMC. En este caso fueron los Suns del SSOL (Seven seconds or less) los que revolucionaron la NBA tirando antes de los siete segundos. Un juego salvaje, desenfadado de un equipo que volaba en la cancha, ejecutaba rápido y anotaba mucho. Eso sí, defendía poco. Casi todos estos equipos tuvieron esa particularidad: metían muchos puntos, les iba bien en fase regular, pero no llegaban lejos en playoffs. No llegaban a ganar en grande porque les faltaba defensa.

Stephen Curry cambió la forma de jugar en la NBA (Credit: Kyle Terada-USA TODAY Sports)
Stephen Curry cambió la forma de jugar en la NBA (Credit: Kyle Terada-USA TODAY Sports)

Esto cambió con los actuales Warriors, el nuevo eslabón en la cadena de evolución de este estilo tan arriesgado como cautivante. Porque Kerr, otro técnico novedoso, agresivo y revolucionario, pero que en su caso le dio una vuelta de tuerca, convenciendo a los jugadores que, además de atacar, había que defender. Y, para eso, buscó y fichó jugadores versátiles, polifuncionales, que pudieran hacer de todo. Porque hoy en día ya no se juegan con torres, como antes. El 2m15 o 2m20 que antes se buscaba como oro, para sacar diferencia bajo el aro, ahora está en desuso. Salvo que tire muy bien de afuera. Porque justamente la nueva revolución que generó Kerr consistió en poner en cancha jugadores más bajos que hicieran más cosas. El prototipo de hoy es tener varios jugadores atléticos cercanos a los dos metros que hagan de todo: armen juego, generen para el resto, puedan anotar de afuera con consistencia, ayuden en los rebotes y a la vez defiendan distintos tipos de jugadores. El small ball, o jugar con alineaciones no tan altas, lo reflotó Kerr y fundó una nueva era en la NBA.

Kerr construyó un Run & Gun moderno. A diferencia de las versiones del pasado, Steve usó jugadores aún más bajos y puso un mucho mayor énfasis en lo defensivo. De hecho, el sello del equipo estaba ahí. En el éxito de los primeros años, en los que dominó abrumadoramente por momentos, dispuso un quinteto pequeño que pasó a la historia como la Alineación de la Muerte que, llena de intensidad, velocidad y puntería, apabulló rivales en un costado y los mató en el otro. La Death Lineup estaba formada por Curry, Thompson, Andre Iguodala, Harrison Barnes (luego Kevin Durant) y Draymond Green. Lo novedoso, más allá de la devastadora puntería de los Splash Brothers (Steph y Klay), era la presencia de Green, la llave del esquema, un ala pivote de 1m99 capaz de defender desde un base hasta un pivote, con un deseo, carácter, intensidad y capacidad de pase que le daban otra dimensión al equipo.

Steve Kerr inculcó la importancia de la defensa y Draymond Green fue una de las claves para el éxcito (Credit: Kyle Terada-USA TODAY Sports)
Steve Kerr inculcó la importancia de la defensa y Draymond Green fue una de las claves para el éxcito (Credit: Kyle Terada-USA TODAY Sports)

Kerr asumió en 2014, tomando a unos Warriors que venían subiendo –Mark Jackson había hecho un buen trabajo- pero nadie podía presagiar lo que vendría después: en cuatro el dominio fue absoluto e incluyó la friolera del 78.5 % de triunfos (322-88), tres títulos (2015, 2017 y 2018) y dos finales más (una que podría haber ganado de no haber sido por las lesiones de Klay y Durant). Todo en cinco temporadas. Nunca bajó de una final ni de 57 triunfos (en 82 partidos), incluyendo la campaña de las 73 victorias, superando el récord de los míticos Bulls de Jordan.

Luego hubo que apechugar. A la partida de Durant, la superestrella que llegó para formar un Big 4, se sumó primero la grave lesión de Thompson, quien volvió esta temporada luego de dos años y medio sin jugar, y otra de Curry, que hizo que apenas jugara cinco partidos en la 19/20. Eso se tradujo en apenas 15 triunfos en 65 juegos, pero sirvió para pensar en cómo refundar el equipo, cómo volver a armarlo para cuando volvieran Klay y Steph. Primero, en el draft 2019, eligieron a Jordan Poole, quien en esta temporada ha tenido una explosión (18.5 puntos, 4 asistencias y 3.4 rebotes), convirtiéndose en un mini Curry durante los playoffs, cuando mantuvo los promedios de la fase regular en la que debió ser elegido el Jugador de Mayor Progreso. Un microondas que se tuvo una perfecta adaptación al sistema Kerr. En el draft siguiente se quedó con el pick 2 y seleccionó a James Wiseman (pivote versátil de 2m16), una figura universitaria muy prometedora que en esta temporada tuvieron muy poco por una lesión. En el del 2021, en el puesto N° 7, se quedó con Jonathan Kuminga, un alero congoleño, polifuncional, que rápidamente ha dado una mano. Para terminar de moldear este campeón metieron algunos fichajes quirúrgicos, como el de Gary Payton II (hijo del mítico Guante) en 2020 y como el de Otto Porter en 2021. También volvió Andre Iguodala, aquella rueda de auxilio que fue MVP de las finales 2015 y que ahora, a los 38 años, aporta más en el vestuario que en la cancha.

Movimientos destacados para rodear a Curry, Thompson, Green, el pivote Kevon Looney y el alero Andrew Wiggins. El caso del canadiense es singular y resume lo que pasa en este GSW. Bob Myers, el general manager, y especialmente Steve Kerr, como DT, son grandes gestionadores de talentos y han logrado crear un ambiente muy favorable. Son jugadoristas pero, a la vez, exigentes. Algo parecido a lo que pasó con Marcelo Gallardo en River Plate, club mítico de fútbol en Argentina. Llegaron en el mismo momento (2014), tuvieron grandes resultados, pero no se quedaron en eso: no se quedaron en las estrellas, a las que siguieron exigiendo. Trabajaron en el desarrollo de otros jugadores y en la construcción de un ambiente, de un contexto favorable para el rendimiento de alta competencia. Wiggins fue N° 1 del draft pero nunca dio lo esperado en Minnesota. Tal vez sí en números pero no términos de toma de decisiones, de liderazgo… estaba claro que Wiggins no iba a llevar a ganar a los Wolves. Lo mismo que le pasó cuando compitió con la selección de su país. Era una congeladora… Por eso se fue a GSW a cambio de D’Angelo Russell. Y en San Francisco encontró el equipo ideal. Ya no tenía que cargar con el equipo… Lo esperaron, le dieron el rol ideal y esta temporada explotó -llegó al Al Star-, especialmente en playoffs, con producciones estelares, sobre todo en momentos de presión.

El resto, que no es poco, lo hacen las estrellas. Klay sorprendió volviendo en un muy buen nivel luego de 941 días sin jugar. Nadie esperaba tanto. Tal vez perdió un paso, sobre todo en defensa, pero su tiro sigue siendo mortal y se nota que usa mejor su experiencia, a los 32 años. Green es un guerrero. Hace todo lo que el equipo necesita para ganar. Es el corazón del equipo. El temple, la garra, el carácter. El gruñón, el que desafía e intimida rivales, el que se tira al piso, el que hace cada pequeña cosa, porque además es inteligente. Por momentos en playoffs tuvo importantes bajones, sobre todo en ataque en estas finales, pero igual siguió jugando, sin perder la cabeza. Su importancia es gigante, ni en los peores momentos los líderes le dicen algo…

Klay Thompson regresó intacto tras una larga inactividad (Credit: Kyle Terada-USA TODAY Sports)
Klay Thompson regresó intacto tras una larga inactividad (Credit: Kyle Terada-USA TODAY Sports)

Y para lo último queda Curry. ¿Por qué decimos que cambió el juego? Hace poco se veía imágenes de cómo se defendía en las finales de 2010 y en las actuales. Hace una década los equipos esperaban al borde de la línea de tres puntos pero con un extraterrestre como Steph, capaz de meter bombazos desde 10 metros (está en un 43% desde esa distancia o más) como otros anotan libres, eso se terminó… Lo tienen que ir a buscar casi a mitad de campo. Desde ahí deben defenderlo. Entonces, cuando eso pasa, se liberan espacios para los otros. Y hoy el spacing, como se lo llama, es la vedette del básquet moderno. Con metros libres, los atletas NBA te matan, porque casi todos corren la cancha, tiran, penetran y te hacen pagar esos beneficios. Por Curry, durante este tiempo, GSW se ha transformado en un equipo tan difícil de defender… Y a los 34 años sigue siendo indetenible. Con una confianza muy especial que le viene de su talento, claro, pero también desde lo que se entrena, lo que invierte, el sacrificio que hace, ya siendo uno de los cinco mejores jugadores.

“Es difícil decirle al mejor tirador de todos los tiempos que en algo no es lo suficientemente bueno… Debes encontrar maneras de desafiarlo que estén al borde de la locura, pero que a la vez tengan un sentido para él en cuanto a por qué lo estamos haciendo. Todo tiene que tener un propósito de juego, por lo que él puede aplicar lo que estamos haciendo en situaciones de juego”, explicó Brandon Payne, su coach personal, quien determinó que no se puede ir de un entrenamiento si no mete 30 lanzamientos seguidos desde cinco sectores del campo. “Lo hace en 3 o 4 minutos. Y tuve que aumentar de 20 a 30 porque antes era muy fácil”, agregó con una sonrisa. No sorprende: hace dos años se viralizó un video en el que anota 105 triples seguidos, en cinco minutos.

Steph lanza 500 tiros en cada entrenamiento de pretemporada, 300 en una práctica de temporada y cerca de 100 antes de cada juego. Tiene rutinas específicas que practica hasta el hartazgo, sin aburrirse. Usa la mejor tecnología para mejorar reacciones, manejo de pelota y capacidad de decisión. Hace yoga, duerme al menos 8 horas, tiene una alimentación cuidada, un trabajo de gym especial (ambas le permitieron ganar 1.3 kilo de músculo para mantenerse sano y estar más fuerte) e invierte en los últimos aparatos en recuperación, lo mismo que en un entrenador personal. Por caso, Curry adquirió una tecnología de seguimiento de tiros que determinó que no todos sus intentos eran iguales. Cada vez que lanzaba, el software rastreaba la pelota, su arco y la profundidad con la que entraba en el aro. Si no ingresaba por el centro, Curry y Payne contaban ese intento como fallado. Lo mismo al lanzar en movimiento. “Si hago 10 tiros y están fuera de esa ventana y luego tengo que hacer 10 más se convierte en uno de acondicionamiento. Así que tenés que mantenerte concentrado. Se crea una situación similar a la del juego, con presión. No querés estar todo el día cansado porque no podés superar el desafío”. Eso lo hicieron cinco días a la semana en sesiones de tres horas durante la pretemporada. No hay dudas que, detrás del tirador más revolucionario de todos los tiempos y el basquetbolista más dominante de la actualidad, hay un trabajo incansable. Kerr sabe cuál es el secreto. Lo dijo el otro día cuando detalló lo que charló hace días con Roger Federer en encuentro privado. “Pienso mucho en Steph cuando recuerdo esa historia. Es muy, muy similar, una especie de entusiasmo por la vida y alegría por el proceso”, explicó.

Con líderes así todo es posible… En esta temporada, los Warriors no eran los favoritos al título. Phoenix Suns y Milwaukee Bucks tenían la mayor cantidad de boletos para repetir la final del 2021, pero Golden State fue de menos a más. Terminó tercero en la fase regular, con marca de 53-29, lejos del 64-18 de Phoenix. Pero la postemporada es otra cosa. GSW pasó bien a los Nuggets del MVP Jokic (4-1) y luego le tocó Memphis, el equipo sensación liderado por Ja Morant, la nueva superestrella, el pibe que se viene con todo. Justo un base para el duelo con Curry. Hubo paridad, hasta que los Warriors aplicaron su experiencia y oficio para escaparse 3-1 y luego cerrarlo 4-2. Luego llegó otra de las sensaciones, el gran Luka Doncic, que venía de arruinar a los Suns, dando el batacazo, pero entre Curry y una gran defensa sobre el crack esloveno lograron que la final del Oeste no fue tan pareja como se esperaba (4-1). Así llegaron hasta esta final, en la que el equipo resultó dominado en gran parte de los primeros cuatro juegos. Pero entre el oficio de los veteranos y la descomunal capacidad de Curry pudo empatarla en dos. Una mejor tarea colectiva en casa, en el quinto, y un nuevo vendaval de puntos en el primer tiempo del Juego 6 le dieron el nuevo título. No es casualidad. Es la apuesta. La identidad de este equipo que se moldeó para hacer historia. Ganando y jugando.

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