Se cumplen 20 años de uno de los máximos fracasos de la selección argentina. Dos décadas que sirvieron para dejar en el pasado la dolorosa frustración que causó la prematura eliminación en la Copa del Mundo que organizaron en conjunto Corea del Sur y Japón, y a la que la Albiceleste llegó como candidata.
Aquella madrugada del 12 de junio del 2002 millones de fanáticos se mantuvieron en vilo frente a las pantallas de TV con el deseo de gritar el gol salvador ante Suecia que debía interrumpir el final menos pensado. Sin dudas, la conquista de Hernán Crespo después del penal que desperdició el Burrito Ortega no fue suficiente, ya que el tanto de Valdanito recién llegó a 2 minutos del cierre. Y el ocaso se instaló en los corazones criollos.
El equipo liderado por Marcelo Bielsa había hecho una Eliminatoria casi perfecta, con 13 victorias en sus 18 compromisos, 4 empates y una sola derrota con Brasil en condición de visitante. Sus producciones posicionaban a la Albiceleste en la cima del Ranking FIFA y la frustrante incursión por Paraguay en la Copa América de 1999 parecía haber sido parte de un proceso de aprendizaje para llegar como máximo candidato al Mundial de Asia.
Los elevados índices de desempleo en el país, la devaluación del peso y la crisis económica y social fomentaban el malestar colectivo; y un resultado deportivo podría haber significado un manto de satisfacción en medio de la tristeza generalizada. Consciente de la realidad que golpeaba a la sociedad argentina, Juan Pablo Sorín reveló en diálogo con Infobae cómo atravesó el doloroso proceso luego del 1 a 1 frente al combinado escandinavo que decretó la inesperada despedida: “Pasé un bajón tremendo, quería dejar el fútbol… pero después te das cuenta de que tenés que seguir intentando. Al tiempo tuvimos un amistoso con el que empezó un nuevo proceso y me convencí de querer estar en otra Copa del Mundo”.
Juampi es consciente de las expectativas que había generado ese grupo. Incluso el triunfo frente a Nigeria en el debut había alimentado la ilusión de los hinchas, pero la derrota frente a Inglaterra y la igualdad contra Suecia marcaron el estrepitoso desenlace de un combinado que amenazaba con quedarse con la corona. “Fue durísimo. Fue el vestuario más triste que me tocó vivir. Me dejó una cicatriz para toda la vida”, continuó el ex capitán sin ocultar el daño que le provocó aquella incursión por Corea y Japón: “En esa época pasé una depresión muy grande. Era un momento muy duro de la Argentina y le queríamos dar una alegría a la gente”.
A la distancia, el ex lateral izquierdo también se animó a buscar los argumentos de la temprana eliminación. “Fue tremendo. Nos sentíamos un equipo poderoso, con jugadores que la rompían en las mejores ligas del mundo. Superamos a nuestros rivales, pero no lo pudimos plasmar en los resultados. Creamos un montón de situaciones, pero cuando no hacés los goles te quedás afuera”, concluyó.
Claudio López fue otro de los protagonistas de la pesadilla. El Piojo conformaba la delantera junto al Burrito Ortega y Gabriel Batistuta (tal vez uno de lo reclamos más recurrentes al entrenador era que no incluía a Hernán Crespo junto a Bati), y en más de una ocasión reconoció los errores que cometió el Loco antes de sus presentaciones por el estadio Kashima de Ibaraki, el Sapporo Dome y el Miyagi Stadium. “Bielsa tuvo sus errores, como los han tenido todos. Yo no soy de quedarme con un solo entrenador, sino que trato de sacar lo mejor de cada uno y aprender sobre eso”, dijo el ex jugador de Racing cuando fue entrevistado en plena pandemia por el programa televisivo F90.
En la recordada entrevista por Zoom que le hizo la mesa de Fox Sports, el cordobés advirtió que el DT falló en un momento clave antes del inicio del torneo. “Tuvo un sistema de juego muy efectivo y convenció a un montón de jugadores que estaban en un nivel altísimo en Europa”, reconoció sin olvidar cómo fue la preparación por el Viejo Continente: “Llegamos muy tocados. Cuando estábamos en Roma, tuvimos un entrenamiento muy intenso. Fueron cosas que se pudieron evitar y hacerlas de otra manera. Estábamos cargados y muchos jugadores estábamos débiles físicamente. La lesión del Pelado (Almeyda), Caniggia y el Ratón (Ayala) fueron algunos ejemplos. Lo hablábamos con el profe Bonini, porque teníamos un nexo extraordinario con él. Marcelo (Bielsa), en cambio, en el uno a uno era más distante”, recordó.
En contrapartida, para Gabriel Batistuta “la conclusión es que, a pesar de hacer todos los preparativos como se deben y con mucha intensidad, a veces no se logra lo que se espera”. En una conversación que mantuvo con este medio, el ex goleador remarcó con su experiencia lo sucedido en Oriente: “Yo aprendí en el fútbol que hay que dar lo máximo. Yo encaré la vida profesional así, porque es muy feo ir el lunes y decir: Si hubiese picado esa pelota por ahí cambiaba el partido, o si hubiese corrido un poco más el resultado hubiese sido diferente. Esa sensación es horrible. Por eso aprendí a dar todo, sin importar si se ganaba o se perdía. Nunca me reproché mi preparación y en el Mundial del 2002 me pasó eso. Fue una derrota terrible, creo que de las peores de Argentina, pero no sé dónde estuvo el error porque hubo una preparación constante, correcta y obsesiva. Hoy no me acuerdo de nada, porque estaba con una depresión total. No tengo una imagen de ese vestuario, porque creo que todos lloramos. Fue una tristeza muy grande, porque nos habíamos preparados sin dejar nada librado al azar y no se dio. Yo fui uno de los muchos que sentía que era mi último Mundial. Se me apagó la luz durante muchos días. Fue todo oscuro y no encontraba ninguna explicación. Con los días se me fue pasando, pero fue una experiencia muy fea”.
El cambio de Crespo por Batistuta antes del tiro libre de Svensson que dejó sin posibilidades a Pablo Cavallero; y las ausencias de Juan Román Riquelme (de enorme producción en Boca que le abrió las puertas del Barcelona), Sebastián Saja o Gustavo Campagnuolo (ambos habían demostrado grandes actuaciones en San Lorenzo y Racing, respectivamente) en la lista mundialista fueron otros aspectos que pudieron haber cambiado la ecuación.
La herida dejó una cicatriz abierta que después de 20 años no logró sanar. Hoy, con La Scaloneta el escenario es distinto y los fanáticos se entusiasman con pelear por el título en Qatar. El sueño de ver a Lionel Messi levantando el trofeo más codiciado del planeta es perceptible gracias a las conquistas que se obtuvieron en la Copa América de Brasil y la Finalissima en Wembley. Las 33 presentaciones sin caídas es otro de los argumentos que ilusionan a los más optimistas. Como lo resumió Juampi Sorín, para lograr el objetivo “hay que tener un mes perfecto y que la suerte acompañe”. “Todos tienen que estar en su mejor versión y debe instalarse una hermandad en el grupo. Si no se dan esos factores es muy difícil ser campeón del mundo”, cerró. Ojalá se dé.
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