26 de abril de 1983. Oscar Sánchez se casa con Marisa, su novia. Huevo, como le dicen, tiene apenas 24 años pero ya es un DT consagrado en Bahía Blanca. Villa Mitre lo acaba de contratar en medio de la temporada, pero él ya avisó que tiene algo impostergable. Pero, claro, no puede evitar seguir trabajando... “Al salir de la iglesia, mientras me limpiaba el arroz de la cabeza, saqué de mi traje cremita los papeles con todos los scouting y la preparación de los juegos en los que iba a estar ausente por la luna de miel y se los entregué al Oveja (NdeR: se refiere a Sergio Hernández, su asistente de ese entonces, con 19 años), que se había acercado a felicitarme por la boda. Me miró, sorprendido, yo le di un beso y seguí para la fiesta”, cuenta, entre risas. La anécdota refleja la descontrolada pasión por el básquet de este entrenador que, hoy, a los 63 años sigue vigente enseñando en sus campus –ha sido pionero en los mismos en el país- luego de una carrera brillante a nivel de clubes argentinos (casi 1300 partidos dirigidos, campeón de la Liga Nacional con Atenas en el 2003) y de tener el hito de haber sido el descubridor del mejor basquetbolista de la historia del país (Emanuel Ginóbili).
Su legado está en buenas manos. Mariano, su hijo (varón) mayor, nacido cinco años después de aquella historia (en 1988), ya no es más conocido como “el hijo del Huevo”… Desde hace tres años, cuando saltó a la consideración nacional por el gran trabajo personalizado que hizo con Luis Scola antes del gran Mundial 2019 que tuvo nuestro capitán, este coach especializado en desarrollar jugadores comenzó a encadenar trabajos de alto nivel, con consagrados basquetbolistas. Primero varios estadounidenses de la NBA (los hermanos Morris, Mario Chalmers y Joe Johnson), en febrero de este año trabajó con Luca Vildoza en su regreso a la acción –y semanas antes de volver a la NBA con los Bucks- y ahora lo llamó Facundo Campazzo para pulir su juego ofensivo en esta búsqueda de mantenerse en la mejor liga del mundo. Trabajo que está haciendo en dos partes: ocho días durante abril y ahora arrancaron nuevamente, en Córdoba. ¿Por qué cortado? En el medio, Mariano estuvo 15 días en San Antonio, viviendo en la casa de Manu, estando en la “cocina” de los Spurs, viendo cómo perfeccionan a los jugadores. Todos estos apasionantes temas se tocaron con Mariano en una entrevista, tras el regreso de Texas.
-¿Cuál es el primer recuerdo de básquet que tenés?
-(piensa) Dos te diría… Flashes jugando de muy chico en la cancha que mi viejo armó en el patio de casa (NdeR: semi profesional, pintada al estilo NBA y con el nombre Huevo Center, o en Alma, el club del barrio Caisamar de Mar del Plata donde iba siempre.
-¿Y cómo describirías a tu viejo?
-Un fanático, un apasionado, alguien muy ético y responsable. Gran parte de cómo es él me lo transmitió a mí. Como me dijo Luis (Scola), un día que estábamos sentados hablando en su campo, “gracias a esa locura, vos estás acá”. Tal vez yo no sea ese tipo de fanático, que tiene todo decorado con cosas de básquet, pero sí soy muy competitivo y responsable como él, me desvivo por informarme todo el tiempo.
-¿Cuáles son las mayores locuras que recuerdes de tu padre?
-Uf, muchas cosas que parecían normales y con el tiempo me di cuenta que eran locuras. Reacciones que tenía como técnico, esos saltos que pegaba, cuando se metía a la cancha, las discusiones con los árbitros (se ríe). Era un show porque siempre fue muy competitivo. Luego todas las cosas que compraba y traía a casa, desde un felpudo de los Spurs hasta el aro de básquet que teníamos como tacho de basura fuera de casa. Ni hablar de la pileta con el fondo pintado de los distintos equipos de la NBA o su oficina toda decorada, imitando al Madison Square Garden. A veces le he dicho “pará con el fanatismo”, pero no hace caso. Le ha pedido a un pintor que se apure con la pileta porque venía una familia a pasar el día y quería tenerla lista... Pero bueno, obvio que todo se lo ganó. Con trabajo, pasión y también con grandes resultados. Imaginate que es quien descubrió al jugador más importante de la historia de este país…
-¿Sos Huevito, su versión joven, como muchos dicen?
-(se ríe). Y sí, un poco sí. Puede ser en algunas cosas, como nos gusta el básquet, el enseñar, al siempre aprender más, la pasión por modernizarnos, además de los dos ser ambiciosos, profesionales, un poco ansiosos e impulsivos (se ríe). También en los gestos, me dice mucha gente. Pero la gran diferencia es que él es un entrenador de equipos y yo soy un desarrollador de jugadores. El enseña de una manera y yo, de otra. El busca resultados de equipos, yo la mejora individual del jugador. Y la otra diferencia es que él habla todo el tiempo de básquet (se ríe), a mí me gusta hablar de otras cosas de la vida, no ser el pesado que siempre es básquet (se ríe). Claro que igual estoy muy orgulloso de lo que ha hecho, los trabajos que hizo, los resultados que tuvo en la Liga y tengo claro que no dirigió en otros lados porque no tuvo otro representante...
-¿Qué te transmitió?
-La pasión por el básquet, claro, y la adicción por superarse. Es el día de hoy que me pongo mal cuando no veo algo más para aprender. Los dos invertimos mucho en capacitarnos. La diferencia es que él va a ver torneos, como ahora que está en la final de la NBA, que es su viaje N° 71, pocas semanas después de haber estado en el Final 4 de Belgrado. Y yo, en cambio, voy a ver entrenamientos de equipos, no a partidos o torneos. Ahora recién llegué de San Antonio. Manu me invitó con mucha generosidad y los Spurs me abrieron las puertas...
-¿Cuándo y por qué decidiste dedicarte a esta función distinta dentro de los entrenadores?
-Yo siempre quise estar ligado al básquet, jugara o no. Me di cuenta que tenía naturalidad para enseñarles a los chicos. Motivarlos. Arranqué en 2011 con papá en su campus histórico en Mardel y me di cuenta que tenía facilidades, que a los nenes les gustaba que les mostrara gestos técnicos… Entendí que, haciendo eso, podía motivarlos a que estuvieran más en la cancha. Muchos ya no iban a tirar, no se metían lo suficiente en la cancha. Y yo entendí que debía hacerlo en la cancha, con el pantalón corto, las zapatillas, poniendo manos a la obra.
-¿Hubo un click?
-Me acuerdo que fui a Serbia, todavía siendo jugador y me volví no queriendo jugar más. En el avión me di cuenta que quería empezar a enseñar. Pero no sabía cómo, tenía dudas… Tuve que pensar métodos, rever mi organización, para enfocarme en los jugadores y su desarrollo individual. Fue una pelea interna hasta que encontré mi estilo y los métodos. Por suerte estuve muy bien rodeado y aprendí de todo, de Jorge Díaz Velez y Ricardo Bojanich, los maestros del Mini y la formación en el país, del serbio Alex Glisic que venía al campus de papá, de Andrew Moran y Micah Lancaster, coaches importantes de nivel mundial en el desarrollo integral de los jugadores. De todos aprendí mucho.
-Este es un rol relativamente nuevo, ¿Qué incluye?
-No es ser un coach de técnica individual, es mucho más que eso. Desde el estudio del jugador a entrenar hasta su corrección, mentalización, el cómo alimentarse, cómo mejorar el físico y, claro, qué se puede potenciar de su juego. Pero arranca en un diagnóstico…
-El gran cambio, además, es que los entrenadores de cancha tienen que estar casi tan en forma como los jugadores.
-Por supuesto, todo cambió. Yo me cuidado hasta en las comidas. Hoy tenés que estar muy bien. Un entrenador de formación no puede estar gordo o mal físicamente. Porque será señalado y, eventualmente, sacado. Hace poco estuve con Ettore Messina, el gran Ettore, y estaba en la cancha, con zapatillas, tomando rebote o pasándole la pelota al jugador.
-¿Vos cómo arrancaste a desarrollar jugadores importantes?
-Primero, de a poco, con algunos chicos de la Liga Nacional, como Lucas Pérez y Cristian Cortes. Luego, en 2016, estuve una semana con Manu en Bahía, aunque asistiéndolo porque él ya tenía el plan de trabajo de los Spurs. En 2017 me llamó Moran para ir a Miami, primero, a trabajar con Joe Johnson (NdeR: jugador NBA entre 2002 y 2020) y Mario Chalmers (2008-2018), luego a Las Vegas con los hermanos Morris (Markieff y Marcus, ambos hoy en la NBA). Luego vino aquel trabajo con Luis (Scola) en la previa del Mundial 2019, en febrero de este año tocó Luca (Vildoza) y ahora estoy con Facu (Campazzo). Todo ha sido una progresión y más que un entrenador de habilidades, me he convertido en un coach integral, viendo dónde falla un jugador, qué le falta y luego trabajando con él.
-¿Cómo fue lo de Manu?
-Fue mi primera vez con un NBA, un impacto porque tenía 25 años y encima era con alguien especial con el que tenía una relación afectiva. Aquella oportunidad me exigió y me ayudó a ir por más. Me demostró que siempre tengo que estar listo y me obligó a conocer más sobre metodología. Manu trajo su plan personal, que le habían dado los Spurs sobre ataque a los grandes en zona. Lo tuve que asistir. Me sirvió.
-¿Y cómo llegaste a los otros NBA? ¿Cómo fue la experiencia?
-Me llevó Andrew (Moran) como su asistente. Y más que una experiencia, la tomé como una oportunidad. Yo tenía de viajes a Serbia y Barcelona, había mejorado mi inglés, mi terminología de básquet y el método. Y fui a asistir, a hacer lo que me pedía Andrew, estando activo…
-Debe ser difícil, en un punto, decir “soy un argentino, qué tengo para aportarle a un estadounidense que juega desde toda la vida, que tuvo grandes coaches y que encima ya está en la NBA”. ¿O no?
-Totalmente, es difícil. Pero yo fui a estar en la cancha con ellos, sin pensar que eran NBA. Si veía algo que podía aportar, lo hacía. Sentía que estaba preparado para estas oportunidades.
-Vos tenés 1m82 y ellos miden 2m10, pero este tipo de entrenadores están con ellos en la cancha, hay que defenderlos, estar a la altura.
-Claro, hay que entrenarse. Yo me preparé, me puse más fuerte. Recuerdo que Luis (Scola), cuando estuve con él, me pidió más resistencia física. Hay que defender como hombre grande, rebotear, pasar la pelota. Tenés que estar entrenado, allá todos los entrenadores son grandotes… No existe más el coach gordito, que está a un costado y no se mueve. Te lo hacen ver, tenés que estar presentable. En San Antonio estuve con Pop y con más de 70, estaba entrenando en la bici fija.
-Lo que te hizo saltar a la consideración nacional, igual, fue lo de Scola en el 2019, en la previa del gran Mundial que tuvo, aquellas 14 semanas famosas en su campo en Castelli, ¿no?
-Sí, claro, Luis me dio una posibilidad de mostrarme, porque yo hasta ahí era casi un desconocido, que tenía casi diez años menos que él. Pero no sólo eso… Luis me mejoró. Yo pensé que estaba a un 80/90% de mis posibilidades y, en realidad, estaba al 60%. No es que me expuso, porque yo siempre estoy preparado, pero él me pidió más… Y eso, además de una posibilidad para mí, para demostrar que podía aumentar sus recursos, fue para él porque se dio una chance más de seguir mejorando, de alargar su carrera. Me dio la posibilidad de mostrarle mi estudio sobre él. Y tal vez fue por lo que investigué sobre su juego, por la seguridad con la que hablé o por las referencias que pidió mías, hizo que aceptara mis sugerencias.
-¿Qué le dijiste, cómo lo convenciste?
-Cuando él me planteó las dudas sobre lo que quería hacer, yo le dije que tal vez podía no ser más fuerte, pero sí más ágil, que no podía ser mucho más explosivo, pero sí más rápido y audaz. Yo sentía que podía darle una inteligencia técnica y táctica para generar desequilibrios de frente al aro, jugando desde la línea de tres puntos. Luis siempre había sido un jugador de espaldas al aro y luego de tiro a pie firme, pero yo estaba seguro que, combinando el trabajo físico de Marcelo López (su PF personal) y lo mío, podía lograr avances importantes que nadie esperara en el Mundial. Le cambiamos el estilo y nadie se la vio venir. Cuando el recibía y rompía en menos de un segundo, las ayudas no estaban y podía ir hasta abajo del aro. Trabajamos todo, la lateralidad, los quiebres, el control de pies, los manejos… Tuvo un despertar técnico. Y la clave fue que él confió, a partir de mi trabajo previo. El último día Luis volcó una pelota y cuando cayó, rebotó en el suelo. Ahí me dijo “qué bien me siento, yo mejoré”. Fue toda una demostración de satisfacción, agilidad, explosividad… Hubo un gran mérito lo suyo. Meterse tres meses en su campo, horas y horas, con frío, a los 39 años, luego de haber jugado en la NBA y la Euroliga, el permitir que le cambiara la forma de ser y jugar, fue algo muy especial.
-¿Y cuándo lo viste en China, hacer lo que hizo, qué sentiste?
-Y fue muy especial, tengo un video con las mismas acciones que entrenamos durante los partidos. Calcadas. Y luego ver que de jugar en China pudo hacer ese Mundial y volver a jugar la Euroliga. Son esos momentos que te das cuenta que lo que estudiaste, sirvió…
-¿Cómo describirías a Scola?
-(piensa mucho) Ambicioso, culto, preparado, meticuloso, exigente, quisquilloso. A mí me hizo muy bien, no tengo palabras para agradecerle.
-A comienzos de este año trabajaste con Luca Vildoza, justo antes de concretarse su chance con los Bucks en la NBA. ¿Cómo fue?
-Está claro que me agarró mucho más preparado, con mayor experiencia. Vildoza estaba volviendo, necesitaba crecimiento y pudimos avanzar, sabiendo que hoy la NBA no te perdona, que es necesario hacer mucho trabajo extra fuera de temporada. Hoy no hay lugar fácil para nadie, por más talento que tengas. Y los jugadores saben que necesitan mejorar en sus facetas no tan buenas porque los equipos hacen lectura muy rápida de las debilidades de cada uno y te las exponen.
-Lo de Vildoza se dio justo cuando llegaste a la Confederación (CAB), cuando asumiste como uno de los coaches formativos junto a Herman Mándole. ¿Cómo está siendo esa experiencia y sí seguís estando ahora?
-Yo venía siempre colaborando de distintas manera con la formación, con Silvio Santader, Pepe Sánchez y luego me llamó Herman. Le estoy agradecido. Pero ojo, sólo hablé con él, nunca con un dirigente. Estoy trabajando ad honorem y cuando pueda estar, estaré. Y cuando no, porque se me presentan otras responsabilidades, como ahora con Facu (Campazzo), ya no. Porque a mí me convocó un técnico, no la dirigencia. Yo dije que sí para ayudar y representar al país, pero nunca tuve una reunión. No puedo estar así para siempre de esta forma...
-Trabajaste una semana con Facu y ahora volviste a Córdoba para seguir. ¿Qué busca con tu contratación? ¿Qué sentís que le podés sumar?
-Facu tiene mucho deseo de mejorar, invirtió en un coach de tiro (Dave Love) y en mí. Lo he estado estudiando, con la ayuda de un coach (Renzo Balducci), lo mismo que hice con Scola. Creo que su mayor problema es el juego aislado, no el tiro en sí mismo. La NBA va de frente a tu problema: si no tenés esto o lo otro, los rivales van a buscar exponerte. Y tu entrenador te va a sacar, si no respondés, como pasó con Duncan Robinson de Miami en los playoffs. Como no defiende bien, el rival lo atacó siempre y entonces el coach lo puso muy poco, aunque sea un gran tirador. Porque le costaba al equipo... En el caso de Facu el tema es no poder sacar ventajas en ataque. No genera la oportunidad de tiro... Debemos trabajar con la táctica individual para que tenga espacio para tu tiro, ver contra qué rivales puede sacar media ventaja y contra cuáles una completa. Necesita recursos para producirla, ver cómo generar desbalances en los defensores. El problema hoy es que no los genera, no puntualmente su lanzamiento externo. Facu mira más a sus compañeros que al aro porque no siente que tenga los recursos suficientes. Si mejora eso, la eficacia subirá sola. Y todo eso se entrena, se mejora. En una semana avanzamos bastante y ahora seguiremos en esa línea. No tenemos mucho tiempo porque luego vendrá su tiempo en la Selección. Cada entrenamiento hacemos que cuente, vamos a la herida, sin perder tiempo.
-Por último, ¿Cómo fue la experiencia de 15 días en San Antonio?
-Manu me invitó a un workshop en los Spurs. Son días de entrenamientos con jugadores jóvenes ya fichados (Dejuante Murray, Joshua Primo, Keldon Johnson, Devin Vassell) y algunos otros del equipo filial de G League. Estaba todo el staff de los Spurs y de Austin, son cerca de diez coaches que están con los jugadores desde las 8 hasta la tarde, incluyendo a Pop y con el liderazgo del histórico Chip Engelland, el N° 1 entre los desarrolladores. Todos están a disposición de los jugadores, para que estén contentos y mejoren día a día. Yo fui a aprender, con mi libretita, miré todo, anoté todo. Me abrieron las puertas, me trataron muy bien. Cuando te ven que estas aprendiendo, te avisan sobre qué harán, te explican y hasta te hacen formar parte. Me pasó hasta con Pop, que conocía quién era y hasta me preguntó por Facu (Campazzo).
-Y de yapa te quedaste esos días en la casa de Manu.
-Sí, todo muy especial. Yo, de más chico, tuve una gran relación con Manu que, lógicamente, luego se cortó un poco por una carrera muy demandante. Y ahora la retomamos desde otro lugar, más profesional. Más allá de quererlo como un amigo, me cuesta tener soltura con él porque lo sigo viendo como una megaestrella histórica y busco aprender siempre. Pero él siempre te ayuda, con su opinión o dándote su visión. Además, me gusta compartir momentos con Many, su esposa, y los hijos.
-Además, todo sabemos, que Manu no te regala nada, que estás ahí por tus capacidades y progresos como coach.
-Claro, Manu es muy culto, curioso y ambicioso. Quiere saber todo. Y te exige. No estuve ahí porque le caigo bien. Vio que he viajado para aprender, sabe de mi pasión y ambición. Creo que me respeta profesionalmente. En San Antonio me abrió las puertas, me organizó todo. Le estaré siempre muy agradecido. Impresionante lo que hizo. Vivir este paraíso desde adentro es impagable para mí. Y más estando con él, con quien aprendo todo el tiempo, como me pasó con Scola.
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