Julio César Chávez caracterizó su trayectoria como boxeador profesional por la imposición de récords y logros que, hasta el día de hoy, siguen vigentes. Lejos de su avasallador balance de peleas, así como la racha invicta que sostuvo durante 90 reyertas, uno de los más destacados fue haber protagonizado una batalla por título mundial al interior de un anfiteatro Romano en Francia, cuya construcción data del año 27 antes de Cristo.
La Arena de Nimes, un coliseo situado en el corazón de la ciudad de Nimes, Francia, fue uno de los muchos recintos que vio al Gran Campeón salir en hombros antes de conocer la derrota por primera vez en su carrera. El 18 de abril de 1987, el gladiador nacido en Ciudad Obregón, Sonora, viajó hasta una de las principales fortalezas del Imperio Romano para realizar la octava defensa exitosa de su campeonato mundial superpluma del Consejo Mundial de Boxeo (CMB).
Luego de haber vencido a Rocky Lockridge, Juan Laporte y al propio Roger Mayweather, el mexicano aceptó el reto del brasileño Francisco Tomas Da Cruz para apostar la corona que le quitó tres años antes a su compatriota Mario Martínez. Hasta ese momento, habían sido pocos los contendientes que habían llevado cualquier pelea con Chávez González a la decisión de los jueces, pero el sudamericano no pudo ser parte del grupo.
Con la luz del sol postrada en uno de los costados de la Arena, y unos cuantos aficionados que no destacaban por su efusividad, Chávez González se presentó al cuadrilátero ubicado en el mismo sitio donde siglos antes gladiadores protagonizaron batallas a muerte y cacerías de animales salvajes.
Apenas unos aplausos anticiparon la campanada de arranque y los protagonistas se lanzaron al ataque. La mayor parte de los espectadores se situó en las zonas contiguas al cuadrilátero y los únicos gritos que se escuchaban eran de los mexicanos que se emocionaban cada vez que Julio conectaba una combinación efectiva.
El guion de la pelea se volvía más predecible cada vez que el segundero se consumía. Y es que con su peculiar estilo, el Gran Campeón Mexicano ganó centímetros en el cuadrilátero hasta que su oponente tuvo que resignarse a resistir los embates con personalidad y tratar de darle la vuelta al trámite con un contragolpe.
La cercanía de los dos cuerpos resultó idónea para que Chávez agravara el daño a base de ganchos. Como respuesta Da Cruz hizo el intento por ganar algo de tiempo y distancia a través del abrazo, pero en cuanto el juez daba la indicación para continuar con la pelea el panorama se tornaba más favorable para el sonorense.
Con apenas unos segundos por delante en el tercer round, Julio hizo retroceder de forma definitiva a su oponente hasta acorralarlo en una de las esquinas. Fue ahí que, ante la incapacidad de respuesta demostrada por el originario de Brasilia, el referee decidió separarlos definitivamente y elevó el puño del campeón vigente para decretar el fin de la reyerta.
Fue así como Julio César Chávez consiguió reivindicarse como flamante campeón de las 130 libras y plasmó una de las escenas más memorables en la historia del boxeo mundial, pero también de los anales del histórico anfiteatro de Nimes.
Arena de Nimes en la historia
La existencia de la Arena de Nimes data del 27 a.C., en tiempos del emperador Augusto, y es uno de los anfiteatros romanos mejor conservados en la actualidad. Incluso, visigodos, musulmanes y reyes francos encaminaron esfuerzos históricos para mantener en pie al coliseo de 21 metros de altura. En la actualidad las autoridades han mantenido su función cultural y deportiva, pues sigue siendo utilizado para la realización de ferias y conciertos.
SEGUIR LEYENDO: