Alexandre Pato supo ser una de las máximas promesas del fútbol mundial, pero cuando le llegó el momento de demostrar en la cancha su potencial, el delantero sufrió varias lesiones, no estuvo a la altura de las expectativas y finalmente se marchó de Europa sin poder consagrarse. En la actualidad tiene 32 años y en la MLS de Estados Unidos, desde donde realizó un profundo análisis sobre su carrera.
El goleador brasileño publicó un largo artículo en The Players Tribune en donde relató sus comienzos como futbolista, incluso desde antes de debutar en Inter de Porto Alegre, cuando su familia apenas tenía dinero para pagarle la educación básica: “Teníamos comida en la mesa, pero en la escuela privada ni siquiera podía pagar los libros. Me presentaba con fotocopias”. Después de un partido de fútbol sala, un cazatalentos le recomendó a su padre que lo llevara a una prueba en el club rojo.
Fueron nueve horas de viaje desde su ciudad natal hasta Porto Alegre y al llegar su padre se dio cuenta que no tenían dinero para afrontar los costos de un hotel: “Nos registramios en un hotel sexual. Yo no tenía ni idea, era demasiado joven para entender. Creo que nuestra habitación tenía una cama pequeña, eso era todo. El hotel estaba enfrente del Beira-Rio, entonces la gente estaba teniendo sexo mientras miraba el estadio del Inter”.
Su actuación conformó al club y rápidamente se unió a las inferiores, algo que para él era inimaginable un año antes, cuando estuvo a punto de perder un brazo. Es que luego de haber sufrido una fractura y haberse recuperado con la ayuda de un yeso, un accidente doméstico (se cayó sobre su propio brazo) hizo que sintiera un agudo dolor que alarmó a los especialistas.
“El médico hizo una radiografía y encontró un gran tumor. Él dijo: ‘Debe someterse a una cirugía ahora , o tendremos que amputar’. Me quedé impactado. Estuve a 24 horas de perder mi brazo izquierdo”. Su familia no tenía dinero para pagar los costos de la operación, pero entonces el doctor desembolsó lo necesario: “Nunca olvidaré ese nombre, Paulo Roberto Mussi. Él me dio una nueva vida”.
A los 17 años fue parte del plantel del Inter que viajó a Japón para disputar el Mundial de Clubes ante el Barcelona de Iniesta, Puyol, Deco, Dugjohnsen y Xavi, entre otras estrellas. El cuadro brasileño se impuso 1 a 0 por el gol de Adriano Gabiru y Pato cumplió su sueño de conocer a Ronaldinho, con quien pudo cambiar camiseta. Lo que no sabía es que pronto iba a compartir vestuario con su ídolo.
Es que al año siguiente, cuando ni siquiera acumulaba 30 partidos como profesional, recibió ofertas de los mejores clubes del mundo como Ajax, el propio Barcelona o Real Madrid. Pero él optó por el Milan: “¿Alguna vez jugaste con ese equipo en la PlayStation? ¡¡Eran irreales!! Kaká, Seedorf, Pirlo, Maldini, Nesta, Gattuso, Shevchenko... ¡Sheva estaba imparable! O Fenómeno, el REAL Ronaldo. Tenía que jugar con ese tipo. Qué alineación, hombre. Acababan de ganar la Champions League. Milan era EL equipo en ese entonces”.
Aquel cuadro italiano estaba dirigido nada menos que por Carlo Ancelotti, actual técnico del Real Madrid: “Se convirtió en un padre para mí. Incluso llamó Pato a su perro. ¿Viste esa foto suya en la parada de autobús en Madrid, con las gafas de sol y el cigarro? Bueno, en Milán iba a entrenar en un helicóptero. Vivía en Parma y su esposa sabía pilotar uno. Era como James Bond. Si alguien vivía con estilo, ese era Carlo”.
Durante su estancia en el cuadro italiano, entabló una gran amistad con Cafú y sus hijos, quienes tenían prácticamente su edad, y además aprendió de los mejores. Incluso, pudo observar -no se animó a participar- de un campeonato de tiros libres entre Ronaldinho, Pirlo, David Beckham y Seedorf.
En 2009 fue galardonado con el Golden Boy, premio al mejor futbolista del mundo menor de 21 años, motivo por el cual la prensa internacional especulaba que pronto ganaría el Balón de Oro al mejor jugador del planeta. Algo que finalmente no sucedió.
“En 2010 comencé a lesionarme todo el tiempo. Perdí la confianza en mi propio cuerpo. Me asusté de lo que la gente diría de mí. Entraba al entrenamiento pensando que no podía lesionarme. Si me lastimaba, no se lo decía a nadie. Estaba recuperándome de un problema muscular, luego me torcía el tobillo y seguía jugando. (El tobillo) Estaba hinchado como una pelota, pero no quería defraudar al equipo. Quería complacer a todos. Ese fue uno de mis defectos. La gente esperaba que marcara 30 goles por temporada, pero ni siquiera podía entrar al campo”, analizó.
Con los problemas físicos empezaron las críticas y pronto dejó de ser señalado como la próxima gran estrella para empezar a ser acusado por su bajo rendimiento: “Querían sangre, sudor y lágrimas. Consiguieron las lágrimas bien. Pagué un alto precio”.
Inició entonces un periplo de clubes entre los cuales estuvieron Corinthians, San Pablo, un retorno frustrado a Milan, Chelsea, Villarreal y hasta el Tianjin Quanjian de China. Su nivel en algunos fue más que aceptable, aunque nunca volvió a tener las actuaciones que tuvo en sus inicios en el Inter o en su arribo a Milan.
En Corinthians vivió un episodio de violencia inolvidable después de haber fallado un penal al intentar picarla en una definición de la Copa de Brasil: “Los fanáticos querían matarme. Viajaba por la ciudad de San Pablo con guardaespaldas armados y un carro blindado con bombas lacrimógenas. Los fanáticos que irrumpieron en nuestro campo de entrenamiento tenían bates y cuchillos. Fue aterrador. Pasaron cosas que no tienen cabida en el fútbol”.
En Milan tampoco la pasó bien en sus últimos años porque la dirigencia le pidió que continuara y él rechazó entonces una oferta del PSG, impidiendo el arribo de Carlos Tevez, quien era uno de los favoritos de los aficionados: “Silvio (Berlusconi) me dijo que me quedara. Estaba lesionado, así que los fanáticos decían: “¡Ooohh, Pato no se quiso ir! ¡Con Tevez seríamos campeones!”. La prensa también se volvió loca”.
En Brasil descubrieron que el motivo de sus constantes lesiones estaba relacionado a un achicamiento de sus músculos. Pero por entonces ya había sufrido demasiado: “Un médico en Alemania me inyectó un líquido por toda la espalda; al día siguiente estaba caminando por el aeropuerto de Múnich encorvado por el dolor. Un médico me clavó 20 agujas todas las mañanas y todas las noches”. Con respecto a aquella etapa en donde cada especialista le daba un diagnóstico diferente, fue sincero: “Lloré y lloré y lloré. Temía no volver a jugar al fútbol nunca más”.
Tras su paso por el fútbol chino se marchó a los Estados Unidos, en donde tocó fondo: “Seguía soltero, así que decidí disfrutar de mi libertad. Fui a Los Ángeles. Quería el mejor hotel, el mejor auto, las mejores fiestas. Terminé en este lugar donde una chica estaba aspirando cocaína junto a mí. De repente yo estaba como, ‘¿Qué estoy haciendo aquí?’. Esto no era lo que yo quería. Era un mundo vacío. Le pregunté a un amigo: “¿Realmente voy a pasar el resto de mi vida solo?’”. Esa fiesta, cambio su vida.
En uno de sus regresos a Brasil se comunicó con su amiga Rebeca, de quien se enamoró perdidamente y en meses le propuso casamiento. Hoy, ella es su esposa y la mujer de su vida. Fue ella y la Iglesia, las que le cambiaron la mente: “Fue una revelación. La Biblia tenía todas las respuestas que estaba buscando. Volví la cabeza hacia el cielo y dije: ‘Señor, ya no quiero esta vida’.
Pato disfruta ahora de sus días en la MLS vistiendo la camiseta de Orlando City y se ilusiona con recuperar el nivel que lo lleve a representar nuevamente a la selección de Brasil, inspirándose en casos como los de Thaigo Silva o Dani Alves. Pese a que esto suena complicad, el es feliz con lo que ha conseguido: “Tal vez no me convertí en el mejor jugador del mundo. Pero, hermano, déjame decirte algo. Tengo una relación increíble con mi familia. Estoy en paz conmigo mismo. Tengo una esposa a la que amo. A mi modo de ver, tengo muchos Balones de Oro. Si la vida es un juego, he ganado”.
SEGUIR LEYENDO: