Corría el año 1978. Por primera vez en la historia un equipo colombiano llegaba a la final de la Copa Libertadores. Era el Deportivo Cali que dirigía Carlos Salvador Bilardo el que enfrentaba al entonces defensor del título Boca Juniors.
En el partido de ida en el Pascual Guerrero habían empatado 0 a 0. La revancha fue en La Bombonera, con la presencia del Rey de España Juan Carlos, que estaba de visita en la Argentina. Fue triunfo local por 4 a 0, que así levantaba por segunda vez el máximo galardón continental.
“Disfruté mucho de esos juegos frente a Boca en el 78″, confesó Fernando “el Pecoso” Castro, entonces futbolista de un Deportivo Cali que fue superado por su adversario.
“Ocurrieron cosas que ignoraba el periodismo, los hinchas, y muchas veces hasta nosotros como jugadores. Teníamos gente que sabía qué estaba haciendo el local en el camerino; en esa época no existía el antidoping, entonces, había ventajas para algunos equipos”, detalla el ex defensor colombiano.
“Previo a la final, tuvimos gente alrededor del hotel durante toda la noche haciendo bulla, para no dejarnos dormir. Y en el partido, los policías pusieron los perros y no nos daban espacio para ejecutar los tiros de esquina”, recalcó el hoy DT de 73 años en un mano a mano con Infobae.
Hugo Perotti en dos oportunidades, Ernesto Mastrángelo y Carlos Salinas anotaron los goles con los que el equipo dirigido por Juan Carlos Lorenzo celebró el bicampeonato de la Copa Libertadores. “Desde que vi a Bilardo, la forma de trabajar, de explicar, era tan claro que yo decía que era imposible que uno no jugara con ese señor. Faltaba que él fuera, se metiera a la cancha y tirara los centros. Estudiaba todo del contrario. Fue una bendición tener un técnico como Carlos”, reveóa Castro que cuenta con una trayectoria de 33 años como entrenador en su país.
-¿Qué es de su vida, Fernando?
-Estoy en Cali visitando a mi familia, porque vivo en Manizales. Estoy bien y esperando a que Dios me dé mucha salud.
-¿Con ganas de volver a dirigir?
-Hace tiempo que no me llaman. La última vez que lo hicieron no hubo forma de llegar a un acuerdo económico. Hasta ahora no tuve oportunidades, igualmente estamos tranquilos. No tengo necesidad de volver a trabajar. Los clubes ya piensan en otros técnicos más modernos. No voy a volver a dirigir. En Colombia cambió mucho el futbol y se volvió más comercial. Los equipos son de una persona nomas, y, lamentablemente, es más un negocio que un juego.
-¿Está contaminado el fútbol?
-Sí, mal contaminado. No es como hace 30 años que había una junta directiva de ocho personas que decidía todo, viajaba a Buenos Aires a observar jugadores, y los traían a Colombia; eso ya pasó. Es difícil hoy en día poder trabajar en el fútbol y no estoy vinculado en ningún sentido a este deporte.
-Es uno de los máximos ídolos de Deportivo Cali. ¿Cómo observa al rival de Boca por la última fecha de la fase de grupos de la Libertadores?
-Tiene una buena nómina de jugadores y un buen entrenador. Necesitamos el apoyo de una junta directiva y que los hinchas acompañen. Tengo la ilusión de ganarle a Boca y pegar el batacazo en La Bombonera, pero no es fácil el partido e ir a jugar a ese estadio. Cuando fui como jugador perdimos en la final de la Libertadores 78. No recuerdo haber ganado allá ni como futbolista ni como director técnico. Es muy difícil ganar allí y ojalá se nos dé. Deportivo Cali viene muy bien y ya le ganó en Colombia. En Boca no están muy satisfechos con el rendimiento del equipo, pero viene de ser campeón en el torneo local. En mi país, a Cali no lo ven con tanta seguridad para visitar al Xeneize.
-¿Qué es lo que hace difícil jugar en el Alberto J. Armando?
-El ambiente que hay en el estadio. Los colombianos no tenemos una cancha como La Bombonera que parece que la gente se te cae encima. El jugador no está acostumbrado a ese ambiente, por ende se puede llegar a sentir mal. Cualquier equipo no va a jugar a La Bombonera siendo colombiano y por eso es difícil ir a jugar allá.
-En su larga trayectoria como jugador y entrenador, ¿cuántas veces pasó por Buenos Aires?
-18 veces. Disputé 5 Copas Libertadores. Soy el primer manizaleño que jugó en el Maracaná de Río de Janeiro, en La Bombonera, en el Monumental de Núñez, en el Cilindro de Avellaneda y en la cancha de Independiente. Tengo una alegría muy grande que Dios me dio. Nunca me imaginé que, jugando en la calle con una pelota de gaucho en mi infancia, iba a crecer en un equipo de mi barrio que me permitió debutar como profesional y vestir la camiseta del seleccionado de mi país.
-Una de esas veces que arribó a Buenos Aires fue para disputar con Cali la final de la Libertadores 78 que ganó Boca. ¿Cómo pasaron la noche previa a la revancha?
-La pasamos mal. Tuvimos gente alrededor del hotel durante toda la noche haciendo bulla para no dejarnos dormir. Hubo mucho alboroto en el establecimiento hotelero hasta largas horas de la madrugada. Al otro día, en el campo de juego nos pasaron por encima ya que perdimos 4 a 0, pero veníamos de jugar el octogonal del torneo colombiano y llegamos cansados. En la ida, igualamos 0 a 0 de local. Pero la verdad es que fue una experiencia muy positiva para el fútbol colombiano.
-¿No había control antidoping?
-Es cierto. Ocurrieron cosas que ignoraba el periodismo, los hinchas, y muchas veces hasta nosotros como jugadores. Teníamos gente que sabía qué estaban haciendo ellos (Boca) en el camerino; en esa época no existía el antidoping, entonces, había ventajas para algunos equipos. Pero lo que pasa en el camerino, queda en el camerino. Siempre debe existir el profesionalismo en el futbolista. Uno debe prepararse supremamente bien durante la semana y tiene que ser muy consciente de su trabajo, porque si hay una carrera corta en la vida es el fútbol profesional. No conozco jugadores que ejerzan a los 60 años. Sí médicos e ingenieros que son supremamente buenos. Pero no futbolistas de esa edad. Por este motivo, si tenés una carrera muy corta debes sacarle el mayor provecho posible. Y cumplir con dos condiciones: ser profesional las 24 horas y entrenarse bien durante la semana.
- ¿Tuvo que retirarse del estadio en un patrullero?
-Sí. Me tuvieron que sacar en tanqueta de La Bombonera porque el público local estaba muy enojado, ya que en la ida, en el Pascual Guerrero, le había echado vick vaporub a Ernesto Mastrángelo y la gente de Boca se había quedado muy enojada. Entones, en la revancha me sacaron rápido del camerino, esperé a la Policía para poder retirarme en un patrullero e ir directo al hotel.
-¿Por qué le echó vick vaporub a Mastrángelo?
-Porque Ernesto me empezó a tirar para atrás y no me dejaba moverme, entonces le puse la crema en la cara. Por hacer eso me metí en problemas con Bilardo, ya que me regañó mucho porque que todo el mundo creía que él me había mandado a hacerlo, pero no fue así. Yo lo hice por mis propios medios. Cuando le puse la crema en los ojos a Mastrángelo, el delantero me decía: “No veo, no veo”. Cuando lo limpiaron, se acercó y me dijo: “¿Colorado, qué me echaste en los ojos?”.
-¿Qué le respondió?
-Que no le había echado nada. Pero era mentira. Es una crema que hay en Colombia para la persona que tiene gripe, para liberar los bronquios. Resulta que antes de salir al campo de juego me había puesto la crema en el bolsillo del pantalón para colocárselo a los rivales a propósito.
-¿Qué enseñanza le dejó Bilardo como entrenador?
-Muchísimas. Desde de que vi a Bilardo, la forma de trabajar, de explicar, era tan claro que yo decía que era imposible que uno no jugara con ese señor. Faltaba que él fuera, se metiera a la cancha y tirara los centros. Estudiaba todo del contrario. Fue una bendición tener un técnico como Bilardo. Al escucharlo, entendí que todo lo que había que hacer en el campo de juego era muy fácil. Explicaba supremamente bien; era extraordinario. Te enseñaba el respeto que debías tenerle a la afición y a la dirigencia. Además, te hacía entender que esta carrera es muy corta y debías aprovecharla. Afortunadamente vino y nos enseñó mucho. Pero no solamente él, sino también la escuela de Osvaldo Zubeldía, que cambió el fútbol colombiano para siempre. Entonces, ahí uno cogió un poco más amor por esta carrera. Zubeldía, Bilardo, Eduardo Lujan Manera, la Bruja Verón son los grandes que vinieron a cambiar el fútbol de Colombia.
-¿Que costumbres adquirió de Bilardo?
-La disciplina. Lo estricto que era para el inicio de la práctica. El cumplimiento del horario para la charla técnica. Llegar a la hora indicaba al comedor para almorzar o cenar. Además, los entrenamientos eran muy exigentes. Por todo eso, salimos muchos entrenadores en Colombia. Había mucha alegría y diversión durante los entrenamientos. Luego, el domingo se reflejaba el trabajo en la cancha.
-A nivel futbolístico, ¿qué le dejó Carlos?
-Tenía una base de cómo el equipo debía jugar. A partir de una idea clara, iba escogiendo los jugadores para desarrollar el juego. Armaba el equipo de atrás hacia adelante. Primero trabajaba en defensa. Luego, en la parte ofensiva, y al final, en lo colectivo. Además, estudiaba estrictamente al rival para descubrir las debilidades que tenía para atacarlos y las virtudes con las que contaba para defendernos bien.
-¿Qué cábalas tenía Bilardo?
-Una que era una sorpresa para nosotros. Salía del hotel donde concentrábamos temprano, bajaba al río Cali que pasa por el centro de la Ciudad, se instalaba allí, tomaba aire por la mañana, y caminaba hacia una iglesia que estaba cerca. Luego, volvía al hotel; siempre lo hacía a la misma hora y respetaba todo a rajatabla. Otra tenía que ver con la ropa que utilizaba en los partidos: se ponía la misma prenda hasta que perdíamos. Utilizaba una camiseta vieja debajo de la camisa, los mismos zapatos, la corbata y el traje. Por otra parte, adquirí de Carlos también la manera de expresarme.
-¿Cómo es eso?
-Repito dos veces lo que expreso y enfatizó mucho especialmente en la segunda vez que digo las cosas. Lo adopté como una manera de expresarme tanto dentro de una cancha como en mi casa. Sé muy bien que repito mucho lo mismo, pero es que si no lo digo varias veces, corro el riesgo de que a uno se le olvide.
-¿Porqué se lo definió como un alumno aventajado de Carlos?
-Porque era muy atento a lo que explicaba en la cancha y hacía todo al ciento por ciento. Fui un jugador de un temperamento fuerte, nunca me guardé nada. En la cancha siempre me mostré fuerte y con un alto sentido de pertenencia y responsabilidad. Nunca dejé de hablar con el árbitro. Era ese tipo de jugadores que a veces se tornan molestos en el campo de juego, pero que terminan siendo útiles para el equipo. Fui parte de la escuela de Bilardo y Zubeldía con sus artimañas definidas y criticadas durante muchos años por el antifútbol. Pero me siento orgulloso de haber pertenecido.
-Luego, le tocó ser asistente del técnico yugoslavo Vladimir Popovic en Deportivo Cali. ¿Qué tal esa experiencia?
-Me tocó trabajar al lado de un entrenador europeo que se preocupaba más por la parte física de los jugadores que por lo táctico. Mantenía una sola forma de juego, pero físicamente el equipo respondía muy bien. Se trabajaba mucho durante la semana. Además, como asistente tenía la función de ir a las casas de los futbolistas a observar cómo vivían junto a sus familiares, porque no es sólo ser futbolista en un campo de juego, sino afuera también deben mantener una buena conducta.
-¿Qué observaba en esas rondas que llevaba a cabo?
-Cómo estaba constituido el hogar, el ambiente en el que vivía y con quiénes lo hacía. La mayoría eran casas muy precarias; había mucha pobreza y falta de comida. No eran viviendas de solvencia económica. Por ende, residían en situaciones muy difíciles de sostener, con ocho hijos que alimentar, pero con la esperanza de salir adelante dependiendo del futuro del futbolista.
SEGUIR LEYENDO: