Un 26 de mayo de 1985, América y Pumas protagonizaban el Clásico Capitalino más importante de la historia. Se enfrentaban por primera vez en una final por el título de liga. En este caso, era el compromiso de vuelta y con la emoción al máximo entre los dos nichos de aficionados.
El partido de ida fue en el Estadio Azteca, terminó 1-1 con goles de Carlos Hermosillo para los azulcremas y Alberto García Aspe para los auriazules. La vuelta en Ciudad Universitaria prometía un espectáculo memorable y la expectativa provocó que miles de aficionados abarrotaran aquel domingo por la tarde el Estadio México 68.
Lamentablemente para la historia del fútbol mexicano y del icónico inmueble dos veces mundialista, la tragedia esperaba en uno de los accesos a la parte alta del estadio, cerca del pebetero. ¿La razón? Sobrecupo, reventa y boletos falsos.
Durante los días previos se corrió la voz sobre la venta de boletaje apócrifo por parte de revendedores, además de la acostumbrada práctica de la época en sobrevender la cantidad de accesos asignados, por lo que la cantidad de gente que acudió al estadio provocó fallas en el protocolo de acceso a las gradas. Aquella tarde ingresó un aproximado de 90 mil personas al Estadio Olímpico Universitario, cuando el límite de fanáticos alcanzaba los 73 mil.
El problema se dio en el túnel 29 del estadio, que daba acceso a la planta alta del pebetero, pues en esta zona se concentró gran parte del evidente sobrecupo y cientos de personas intentaron ingresar por todas las vías posibles.
La falta de seguridad provocó que algunos aficionados escalaran por encima del mural de Diego Rivera a un costado del túnel, quienes lograron colarse a la sección de las gradas; sin embargo, esto provocó que aquella zona estuviera más concurrida que el resto, por lo que la gente que intentaba ingresar por el túnel ya no tenía un espacio a dónde llegar.
Sin conocer lo que sucedía del otro lado del inmueble, el resto de aficionados continuó empujando para ingresar y ver el partido que estaba por comenzar, por lo que las pocas autoridades decidieron cerrar las puertas y dejar fuera del partido a miles de personas que todavía querían entrar.
La tragedia sacudió aquel túnel, pues cientos aficionados quedaron encerrados entre la puerta de acceso y el tumulto del lado de las gradas, quienes además se encontraban alterados por la amenaza de sacar del inmueble a quienes no tenían asiento asignado.
Entre empujones, golpes y sobrecupo, el túnel comenzó a quedarse sin oxígeno y varias personas quedaron aprisionadas. El saldo oficial por parte de las autoridades fue la muerte de tres menores de edad y cinco adultos en aquel espacio que enjauló a los aficionados y que además dejó más de 70 heridos.
Con polémica incluida, el partido se disputó con normalidad y terminó 0-0, por lo que se programó el juego de desempate dos días después en Querétaro, donde el América se proclamó bicampeón; sin embargo, en la historia quedó marcado el 26 de mayo de 1985 como una de las tragedias más grandes en el fútbol mexicano.
El Estadio Olímpico Universitario cambió definitivamente las normas de acceso, ya que instauró varios filtros previos a los túneles finales, se recorrieron las filas y se estableció un nuevo reglamento para eventos masivos en la Ciudad de México.
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