La alcaldía Iztacalco, en el oriente de la Ciudad de México, alberga dos recintos donde leyendas del deporte mexicano han erigido parte importante de sus trayectorias. Apenas una avenida los separa, pero el contraste de una con otra es notable. Al atravesar la frontera de la Ciudad Deportiva, y dejando atrás las instalaciones donde se forjan los medallistas olímpicos, se encuentra el “Romanza Gym”, semillero de campeones mundiales de boxeo.
Un discreto lote en la calle de Resina comenzó a escribir capítulos memorables en la historia del deporte el 29 de agosto de 1992 cuando José Sulaimán Chagnón, entonces presidente del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), acudió para inaugurar el Gimnasio “Gilberto Román y Daniel Zaragoza”.
El nombre original fue un homenaje que Ignacio Beristáin, propietario del lugar, realizó al Zurdo de Tacubaya, boxeador que presume ser su primer campeón mundial. De igual forma, una manera de recordar a Román, el mejor boxeador de peso supermosca que ha tenido México, quien llegó a ser dirigido por Nacho y perdió la vida en un accidente de tránsito dos años antes de la inauguración del recinto.
Con el paso del tiempo el lugar fue bautizado como Romanza, un título más corto y práctico que se construyó con los apellidos de los dos venerados. Aunque el nombre de Zaragoza y Román dejó de ser mencionado para referirse al gimnasio, la esencia de los campeones fue conservada en retratos colgados de los muros interiores. De hecho, es Gilberto quien con una fotografía y una veladora atestigua los sparrings que se desarrollan en el cuadrilátero.
Julio César Chávez, Ricardo Finito López, Juan Manuel Márquez, así como personajes ajenos al ámbito como Rafael Amaya y otros que Nacho prefiere no mencionar públicamente, llegaron a realizar el mismo recorrido que hoy en día boxeadores activos como Rey Vargas encaminan para entrenar en el pequeño templo del boxeo.
El ritual comienza al saludar al hombre encargado de cuidar los automóviles en el exterior. Luego hay que atravesar el garage, donde un Ford Mustang del Siglo XX en perfectas condiciones roba la mirada, hasta llegar a las escaleras forradas con alfombra y percudidas por la pisada de los campeones, curiosos y prospectos.
Al subir, comienzan a escucharse los guantazos, costalazos y gritos. Ante la vista de los recién llegados también se devela un cegador muro blanco en el primer piso, el cual conserva la placa de inauguración, el recuerdo más fiel del primer día que aquel local recibió atletas ávidos por entrenar.
Las dimensiones no son impresionantes. Contrario a las conocidas imágenes del gimnasio de Canelo Álvarez en San Diego, California, el Romanza apenas está compuesto por dos salas de entrenamiento. En una de ellas, un espejo de grandes dimensiones, donde los púgiles hacen una minuciosa crítica y corrección de sus movimientos, hace las funciones de muro.
Para llegar al escenario principal desde el primer cuarto hace falta atravesar las entrañas del recinto, es decir, un pasillo oscuro repleto de recuerdos gráficos de las funciones más memorables de los pupilos de Beristáin. El mismo espacio cumple la labor de refugio para los mirones que no quieren ser impactados por los guantes de los boxeadores.
La sala más aglomerada cuenta con lo básico para la práctica del deporte. En una de las esquinas se encuentra el ring eternamente supervisado por Gilberto Román y frente a él una tercia de costales y peras viejas que han calado los puños de oro de personajes consagrados a nivel mundial.
A un costado del corredor comunicador entre las salas de entrenamiento se encuentra el corazón del lugar; la oficina de don Nacho Beristáin. El refugio del legendario entrenador dicta la pauta del estilo en el resto del recinto, pues su escritorio de madera está rodeado por decenas de fotografías protagonizadas por El Gran Campeón Mexicano, Miguel Ángel González, Zaragoza, Juan Manuel Márquez, así como reconocimientos y carteles de funciones históricas.
La puerta de la oficina nunca permanece cerrada. Siempre y cuando se encuentre Nacho en su interior, entrenadores, visitantes y boxeadores ingresan por el marco para planificar, dar consejos, charlar, contar chistes, chocar los puños o mostrar cualquier gesto de aprecio con Beristáin. Sin embargo, no siempre fue así.
Solamente algo tan grande como la presencia del virus SARS-CoV-2 en el país fue capaz de cerrar las puertas del Romanza durante casi dos meses. En marzo de 2020, el propio dueño, quien vivió en carne propia los estragos de la enfermedad de COVID-19, tomó la decisión de suspender los entrenamientos hasta nuevo aviso.
“Fue un acto de responsabilidad de nosotros al decir ‘hay que parar esto a como dé lugar’. Con la experiencia de sentir lo que se siente esa enfermedad decidimos hacerlo. Cerramos con todo el dolor de mi corazón (...) Después ya nos dieron la orden de que podíamos entrenar 10 chamacos, luego otros 10, en total unos 30 de los más importantes en un día. Lo hicimos tal cual nos ordenó la alcaldía”
En 2022, el Romanza estará de fiesta al conmemorar sus primeros 30 años. Aunque el camino ha sido corto en comparación con el periodo en que el boxeo mexicano ha brillado en las vitrinas del mundo, la perseverancia y terquedad de los nuevos boxeadores en busca de los consejos de Beristáin pueden encaminarlo a ocupar el mismo peldaño que, en su momento, tuvo el viejo Jordán.
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