La discreta oficina enclavada en el corazón del Romanza, en el oriente de la Ciudad de México, no le hace justicia al cúmulo de experiencias que Ignacio Beristáin ha aprendido a lo largo de su historia personal. Después de dar las últimas indicaciones a sus pupilos que comienzan a forjarse, y respaldado por decenas de fotografías que relatan diferentes episodios de su relación con el boxeo, Nacho se dio un respiro para contar a Infobae México los pasajes que lo llevaron a convertirse en uno de los mejores entrenadores de la historia.
Veracruz, fiel discípulo de la pasión beisbolera que impera en el sureste de México, vio a Beristáin dar sus primeros pasos y cultivar su gusto por la pelota caliente. La tradición estuvo a punto de absorberlo, pero una pelea callejera en su infancia lo relacionó por primera vez con el deporte de los guantes. Dos espectadores lo invitaron a entrenar en el gimnasio y la afición por el boxeo ya no lo abandonó a pesar de haber dejado su estado natal.
“Vine para la capital y entré al viejo Jordán, una leyenda. Era muy especial para mí ver a tantos peleadores de gran calidad. El más importante era José Medel, aunque entrenaba en la Arena México, José López el Toluco y Raúl Macías, que también era un gran ídolo del boxeo mexicano”, recordó.
A los 16 años formalizó su entrenamiento para encaminarse como amateur y se abrió paso en las 108 libras, o peso minimosca, división en la cual han destacado los peleadores mexicanos históricamente. Pese al ímpetu y esfuerzo por costear sus días en el templo del boxeo a lo largo de dos años, una lesión grave en el ojo derecho lo obligó a pronunciar un forzado adiós a su carrera.
La desilusión por la renuncia prematura al sueño de convertirse en profesional fue uno de los capítulos más impactantes. Al cumplir la mayoría de edad, decretó un divorcio del pugilismo que lo llevó a ignorar la disciplina durante los siguientes dos años, pero pasado el periodo la petición de su amigo Manuel Moreno por entrenar a su hijo lo llevó a superar el resentimiento.
“Yo siempre le salía con evasivas, le decía ‘yo no soy entrenador, no me interesa’, pero empezamos a ir a un gimnasio en la colonia Guerrero y se juntaron más chicos. Esos chamacos se inscribieron a un torneo en el Deportivo Hacienda en la calle de Jalapa y me dijeron que los entrenara”.
La voluntad de sus primeros pupilos superó el obstáculo de volver a relacionarse con el pugilismo y obtuvo una victoria satisfactoria en la modalidad de equipos. El disgusto quedó atrás y lograron la coronación en el popular torneo amatuer de los Guantes de Oro, así como el Campeonato Juvenil y el Campeonato Abierto del Distrito Federal. La triada y el avasallador rendimiento de su novel trayectoria llamaron la atención de la Federación Mexicana de Boxeo.
Juegos Olímpicos de México 1968
Haberse integrado a la Federación le abrió una de las puertas que lo llevarían a consagrar una prolífica carrera desde la esquina del ring, así como uno de los logros más significativos en el olimpismo mexicano. Aunque la paga no era la esperada, Nacho Beristáin se integró al equipo de entrenadores de los púgiles mexicanos encargados de la representación en los polémicos Juegos Olímpicos de México 1968.
“Portar los colores de México para una competencia tan importante como los Juegos Olímpicos es algo indescriptible. No cualquiera puede estar ahí en ese momento. Estar esperando cuatro años ese acontecimiento era algo irrenunciable. No creo que haya cosa más grande que portar los colores de México en cualquier competencia”, dijo.
La labor que encaminó junto con la dupla de preparadores polacos que lo acompañó estuvo pensada para una medalla, pero se materializó en cuatro podios. Ricardo Delgado y Antonio Roldán consiguieron la máxima condecoración en peso mosca y pluma. En tanto, Joaquín Rocha y Agustín Zaragoza consiguieron el bronce en las categorías de completo y gallo.
El logro no fue mérito suficiente para garantizar su continuidad. Al igual que el resto de su equipo, fue despedido pero volvió para participar en los Juegos Centroamericanos de 1970, así como los Olímpicos de Montreal 1976 y Moscú 1980. Aquella fue su última experiencia como entrenador de boxeadores amateur; renunció gracias a una injusticia del equipo de jueces.
“Era cuando el equipo de México llevaba cuatro peleadores y estaban a punto de las medallas en cuartos de final. Los jueces nos cortaron el cuello. (Daniel) Zaragoza debió haber pasado a la final y un médico africano le paró la pelea y lo eliminó porque le tocaba con Cuba y le iba a ganar a Cuba. Zaragoza era el mejor peleador del equipo (en Moscú)”.
Ingreso al profesionalismo
Su amplia trayectoria trabajando en el sector amateur le hizo conocer prospectos que encaminó en el profesionalismo. Con Daniel Zaragoza brilló en los Guantes de Oro y en diversos torneos. El talento del Zurdo de Tacubaya le valió un lugar en el equipo olímpico a petición de Beristáin, pero tras sufrir la injusticia en Rusia debutó como profesional.
Los primeros años de la mano de Daniel Zaragoza no fueron sencillos. Tuvieron que aguardar algunos años para irrumpir en una categoría que entonces era dominada por Carlos Zárate y Guadalupe Pintor. No fue sino hasta 1985, cuando Lupe dejó vacante el título de peso gallo y el Zurdo fue nombrado por el Consejo Mundial de Boxeo (CMB), junto con el estadounidense Freddie Jackson, candidato para hallar a un nuevo campeón.
La noche del 4 de mayo de 1985, Zaragoza padeció un cabezazo ilegal y se agenció el título por descalificación. Aunque perdió el cetro en su primera defensa, inauguró un vasto historial compuesto por 28 campeones del mundo. Entre ellos figuran Ricardo Finito López, Juan Manuel Márquez, Humberto Chiquita González, Gilberto Román, entre muchos otros.
El contraste entre Julio César Chávez González y Julio César Chávez Jr.
En el camino pudo coincidir con dos generaciones de boxeadores de la misma estirpe. En 1988 la amistad con Julio César Chávez González iniciada en el ámbito amateur trascendió al cuadrilátero profesional. Cristobal Rosas, quien fuera mánager del Gran Campeón Mexicano, enfermó en la víspera de la pelea contra Miguel Ángel González por el título vacante del CMB en peso ligero y le abrió una puerta a Beristáin.
A través de Finito López, Chávez González pidió el apoyo de Nacho para suplir la baja y auxiliarlo en la esquina durante la reyerta que culminó con empate el 7 de marzo. Aceptó la oferta sin pedir dinero a cambio, pero catalogó la experiencia como una de las más difíciles, pues respaldarlo implicaba lidiar con su fama y la gran cantidad de gente que lo seguía.
“Cuando terminó la pelea le dije ‘gracias, hasta luego’, pero me insistió para saludar a su mamá ‘ven, c*brón’. Llegué allá y le dijo a su contador ‘por favor hazle un cheque de USD 40 mil dólares a Nacho Beristáin’. Le dije ‘quedamos que era de cuates’, pero me respondió ‘para mí fue algo especial, ahí te va la feria’. Después de eso ya no quise trabajar con él, es un caos por toda la gente que traía”, recordó.
Pasaron 29 años para que Ignacio Beristáin volviera a coincidir con la familia Chávez. En 2017, Julio César lo contactó para entrenar a su hijo de cara a la pelea con Saúl Álvarez en peso pactado a las 164.5 libras. No obstante, la experiencia que desembocó en la derrota por decisión distó de lo acontecido casi tres décadas atrás.
“El muchachito podía haberle dado una pelea de acuerdo al nivel de Canelo, pero no quiso entrenar y bajarlo de peso fue un verdadero problema (...) el que no diera el peso debía pagar USD 3 millones. Es muy difícil trabajar con un peleador así. Yo le dije a Julio que hice todo lo mío y me disculpara”.
A pesar del trago amargo que le causó Chávez Carrasco, la relación con el Gran Campeón Mexicano se mantuvo en buenos términos y ha perdurado a través de los años.
Los años recientes
La coronación de una vida dedicada al boxeo llegó con cuatro investiduras al Salón de la Fama, siendo el de Canastota, Nueva York, la más importante de ellas. Lejos de pensar en la consolidación y el posible retiro a pesar de haber padecido los estragos de la COVID-19, Beristáin se aferra al deporte, posiblemente en un proyecto junto a su ex peleador Juan Manuel Márquez.
Seis décadas después de haber irrumpido en la escena del pugilismo, Nacho hace honor a la discreta apariencia de la cuna que ha visto nacer a diversos campeones y niega que la fama sea su aliciente para seguir.
“La fama no es algo muy importante para un entrenador. Continúas trabajando sin pensar en que tu peleador ganó el campeonato. Es un logro que te llena de alegría, pero no te dejas llevar por la fama. Yo llevo 28 campeones del mundo y sigo pensando igual, en que tengo que trabajar y ganar”, finalizó.
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