Jugó cinco temporadas en el Fútbol Club Barcelona, entre 1977 y 1982 –ganó dos Copas del Rey y dos Recopas de Europa-, un gol suyo ante el Anderlecht belga fue decisivo para ganar una Recopa de Europa, fue compañero de Johan Cruyff y Johan Neeskens, entre otras tantas estrellas azulgranas, y se fue justo cuando llegó Diego Maradona, a quien ya conocía de sus tiempos en Argentinos Juniors.
Rafael Dalmacio Zuviría es conocido en el mundo del fútbol español como “Toro”, sobrenombre que ya arrastraba desde que jugaba en la Argentina por su físico portentoso y porque “podía correr todo el largo del campo de juego en tiempo récord”, como recuerda en esta entrevista exclusiva con Infobae.
-Usted integró el equipo de Unión de Santa Fe que descendió en 1970, pero que tiene una particularidad…
-Sí, la delantera de ese equipo la componíamos Héctor Scotta, Roberto Martínez y yo, y los tres terminamos en el fútbol español. El “Gringo” en el Sevilla, Martínez en el Real Madrid y yo en el Barcelona.
-Usted es santafesino…
-Sí, nací en 1951 (10 de enero) y me la pasaba jugando en el potrero del barrio Barranquitas hasta que ingresé en las divisiones inferiores de Unión. De la Sexta me mandaron directamente a la Reserva y de allí a la Primera con 16 años, pero me mandaron a jugar a préstamo a San Francisco y aunque hice goles allá (por ejemplo recuerdo los tres que le hice a Belgrano de Córdoba), volví y me dieron la carta de libertad porque no sabían nada de mí. En aquella época no era como ahora que te siguen todo por Internet o que hay gente que está al tanto de todo.
-¿Y qué hizo, entonces?
-Me fui a Buenos Aires a buscar equipo junto a Mario Pinto, que había sido arquero de Colón, y un primo de la “Chiva” Di Meola. Pasé por varios equipos –me acuerdo de Racing, por ejemplo- pero no me aceptaban hasta que por fin quedé en Argentinos Juniors.
-Los hinchas de Argentinos hablan maravillas de usted. Uno que reside en Barcelona me dijo que usted aguantaba en el ataque a toda la defensa contraria y que ganó más de un partido…
-Sí, me la rebuscaba. De hecho, quedé porque el que me vio me comentó que le faltaba un extremo izquierdo, que era donde jugaba yo, y me dijo “nos falta justamente eso” y le dije “yo soy el mejor del mundo en esa posición”, y, sin embargo, allí tuve al mejor entrenador de toda mi vida, don Victorio Spinetto, que me agarró un día y me dijo “tú corres mucho, pero no sabes tirar centros”. Me agarró y me llevó a entrenarme aparte y a enseñarme cómo llegar al fondo y tirar centros hacia atrás en el horario vespertino. El día que me fui, lloraba y me decía “¿a quién voy a retar ahora en los partidos?”.
-¿Tanto lo regañaba?
-Sí, pero me servía, lo que pasa es que no siempre podía hacer nada. En un Nacional fuimos a jugar a Trelew y el viento era terrible y ellos, que conocían el clima, pateaban al arco desde la mitad de la cancha y la pelota daba en el travesaño, pero yo no la podía dominar. En el entretiempo, Spinetto me pidió “un esfuercito” y en una jugada en la que quedé solo frente al arquero, se la alcancé a tirar por un costado y cuando la fui a buscar para meterla adentro se había ido a medio metro. Era todo campo de tierra.
-Ese Argentinos en el que jugó usted era el anterior al surgimiento de Maradona.
-Había cada jugador... Yo coincidí con José Pekerman, Horacio Cordero, Hugo Pena, Antonino Spillinga, Juan Carlos Marenda, Rafael Domingo Moreno… Un equipazo, jugaba una barbaridad y yo no me quería ir nunca de ahí, pero vino el presidente y me dijo que me habían venido a ver de Racing de Santander. Yo no quería saber nada de irme, y él se enojó y me dijo “pero si ni sabés dónde queda España”. Pero cuando me dijeron lo que me pagaban, le dije a mi madre que me iba.
-¿Y se adaptó?
-Iba solo por la calle, parecía un perro en cancha de bochas. Cuando vi el estadio, tenía miedo de que la gente se viniera encima de los jugadores porque no había vallado y yo estaba acostumbrado a lo que pasaba en la Argentina, así que no quise jugar en el primer partido hasta comprobar que no pasaba nada y que no había accidentes. Por eso jugué condicionado al principio, no me fue bien y había gente que preguntaba a quién habían traído. Por suerte, en el plantel había otro argentino, Joaquín Martinez, que había jugado en River, y que los calmó contándoles quién era yo y pidiéndoles paciencia. En esa época había sólo dos o tres extranjeros por equipo.
-Pero después le fue bien.
-Sí, la gente me adoraba y cuando vino el Barcelona y me llevó, no quería que me fuera. Y eso que se jugaba muy fuerte, mucho más que ahora. Se pegaban patadas duras y los árbitro eran más permisivos. Todo se dividía en equipos grandes y pequeños. Descendimos en mi primer año, pero mantuvieron el mismo plantel así que volvimos a Primera y ya no bajamos más.
-Y vino el Barcelona.
-Así es, fue en 1977 y pasé allí años extraordinarios, con los mejores jugadores, y directores técnicos de Primera. Tuve por ejemplo a Ladislao Kubala, que más que entrenador era un amigo que quería ganar, muy buena persona. Barcelona es uno de los mejores clubes del mundo, pero allí todos se creen cracks.
-Lo que debe haber sido tener a Kubala en el banco…
-Él veía cómo nos entrenábamos y decía “así no podemos ganar” y nos corregía.
-También tuvo como técnico al argentino Helenio Herrera..
- Sí, era su segunda vez en el Barcelona. Había ganado todo con el Inter. Un tipo muy cerebral y ordenado.
-Le tocó coincidir con grandes jugadores…
-Tremendos: Carles Rexach, “Tarzán” Migueli, Asensi, Johan Cruyff, Johan Neeskens, Krankl, Roberto Dinamita… Unas verdaderas máquinas de jugar.
- ¿Cómo era Cruyff?
Dicen que él fue el que me trajo porque una vez lo enfrenté con el Racing y vio cómo corría y hasta le quité varios balones. Tenía un carácter diferente al resto, incluso él no entraba en las bromas del plantel pero si había algo que no le gustaba, te echaba una bronca y te decía “el domingo no jugás”.
-¿Tanto poder tenía?
- Él hacía el equipo junto con Rinus Michels. Arriba solíamos jugar Rexach o “Milonguita” (Juan Carlos) Heredia, Cruyff y yo, pero él se tiraba a la izquierda y me mandaba a buscar balones atrás y después me los tiraba a donde quería. Un jugador extraordinario. Yo, igualmente, también tenía mi carácter y cada tanto se me saltaba la cadena.
-¿Llegó a discutir con él?
- Cada tanto, sí. Una vez fuimos a jugar a Inglaterra y él se acercó al banco y le dijo al técnico “haz un cambio” y me sacaron. Y uno no podía hacer nada. Pero una vez le dije “yo bajo 4 kilos por partido y tú no transpiras –porque él hasta se fumaba algún cigarrillo en el vestuario- y gano 4 kilos y tú 80″, y él me respondió “pues pide 80, a ver si te los dan, porque a mí me los dan”. Era muy inteligente, aunque una vez, “Milonguita” se lo quiso comer vivo.
-¿Qué fue lo que pasó?
-En un partido, el técnico lo cambió por orden de Cruyff, él se sacó la camiseta, la escupió y se la tiró al DT, y a Cruyff le advirtió: “No te cruces en mi camino porque te mato”. Y estuvo un tiempo sin venir a entrenarse. Después un día Cruyff lo fue a buscar a la casa y no sé qué hablaron, pero volvió.
-Qué carácter el de “Milonguita”…
-En un partido contra el Schalke 04 me dieron un golpe en una rodilla y yo buscaba al que me pegó, pero me comentaron que ya no estaba en el partido, que lo sacaron en camilla porque Milonguita lo fue a buscar. A veces me decía “hoy a éste le damos”. Gran compañero y gran jugador. Después se fue a River. Tengo su teléfono en Argentina, pero atiende siempre su hermana y le pregunto si anda bien. No tenemos un contacto fluido.
-Volviendo a Cruyff, se ve que imponía condiciones.
-No le gustaba perder. En una final de Copa del Rey ante Las Palmas, que ganamos, terminó jugando de defensor. Hacía goles cuando quería, pero había veces que no tenía ganas. No le podían pegar, siquiera, porque esquivaba los golpes. Hablaba cuatro o cinco idiomas, se las sabía todas. Yo tenía un pedido especial que hacerle.
-¿Cuál?
- Sus botines. Unos “Puma” de piel de durazno, pero a los 10-20 minutos ya se me habían roto (risas). Y eso que yo pasé de extremo izquierdo a jugar de diez, de extremo derecho, de lateral izquierdo, de volante central y terminé de lateral derecho.
-Lo que se dice, un auténtico polifuncional.
-Yo me adaptaba a todo porque le pegaba con las dos piernas.
-¿Se puede decir que antes de Messi, Cruyff fue determinante?
-Él cambió al Barcelona, no sólo como jugador, sino como director técnico, en los 90. Junto con Rexach trajeron a los mejores jugadores de España cuando había un cupo limitado para extranjeros y armaron lo que se llamó el “Dream Team”, una máquina.
-¿Y con Neeskens, qué tal se llevaba?
-Íbamos juntos a todos lados. Se cuidaba mucho: nada de cerveza porque él sabía lo que pasaba. Una vez participó de una juerga y se perdió por ahí y estuvo una semana sin venir, encerrado en un departamento.
-Hay un gol fundamental para usted que es el que le marcó a Anderlecht. ¿Por qué?
-Eran los octavos de final de la Recopa de Europa en 1979 y fuimos primero a Bélgica y el árbitro estaba comprado. Nos ganaron 3-0 con un gol en fuera de juego. En la vuelta, en el Camp Nou, ya ganábamos 2-0 antes de los diez minutos con goles del austríaco (Hans) Krankl y de Heredia, pero nos faltaba un gol para remontar y no lo podíamos conseguir. Cuando quedaban 4 minutos, de la salida de un córner agarré la pelota, empecé a eludir gente y marqué el empate a la salida del arquero y el estadio se venía abajo. Después empatamos en el alargue y ganamos 4-1 en los penales.
-¿Y usted pateó alguno?
-No, me dijeron “si ya hiciste todo, ¿qué más vas a hacer esta noche?”, así que no pateé. Después eliminamos al Ipswich Town, al Beveren y en la final contra el Fortuna Düsseldorf, en Basilea, hubo 140 autobuses con hinchas del Barcelona. Es que llevaban diez años sin ganar un título. Por suerte, fuimos campeones.
-Cuando llegó Diego Maradona al Barcelona, justo usted se fue…
-Sí, el entrenador era Udo Lattek y me dijo que no me tenía en cuenta, así que justo me marché. Pero alcancé a marcar a Diego en un amistoso. Nuestro técnico, Joaquín Rifé, me pidió que lo marcara y yo le respondí “no puedo. Lo conozco desde pequeño, de cuando jugaba en los Cebollitas, le llevo diez años” y me dijo “entonces, el domingo no jugás”. La cuestión es que cuando llegó, lo llevaron a recorrer toda Barcelona y yo estuve bastante con él porque nos conocíamos de Argentinos Juniors, con él y con su representante, Jorge Cyszterpiller. Al final, me le pegué como una estampilla y en un momento, me hizo un caño y le dije “no lo vuelvas a repetir” y él me decía “no sé, hacete el lesionado, andate así no te molesto”. Recuerdo cómo se venía la cancha abajo cuando él era alcanzapelotas en Argentinos.
-¿Y cómo siguió lo suyo en el Barcelona?
-La cuestión es que cuando Lattek me dijo que no contaba conmigo, luego de cinco años en el equipo, quise ir a entrenarme con el Barcelona B, pero ni eso me dejaron. Pero el entrenador del Mallorca, el francés Lucien Müller, me ofreció ir con ellos y empecé a ganar 12 cuando ganaba 4, pero a los pocos meses echaron a Lattek y vino César Luis Menotti en su lugar, cosas del fútbol. Maradona me lo presentó y César me preguntó “¿por qué no se quedó, que justo me falta un lateral derecho?”. A veces las cosas son así.
-Hablando de Menotti, y con lo que fue usted en esos años en el Barcelona, ¿nunca lo convocó para la selección argentina?
-No, Menotti no, pero cuando estaba en Argentinos Juniors, me convocaron para ir a jugar un partido en Paraguay, pero eso me impedía viajar a España por mi pase al Racing de Santander y opté por irme. Creo que el técnico era (Humberto) Maschio y me dijo “hace bien en irse”.
-Después del Mallorca emprendió ya el regreso a la Argentina…
-Me vinieron a buscar para jugar en Segunda en el Sabadell, pero mi mujer se quería ir sí o sí a la Argentina e iba a jugar en River en 1985, pero el presidente estaba en Mar del Plata y me dijo “el lunes hacemos el contrato”. Apareció Defensores de Belgrano y yo quería jugar. Recuerdo que le dije al dirigente “no me van a poder pagar ni con toda la tribuna”, pero él trabajaba en una agencia que vendía autos y le dije “pagame con una coupé Fuego” y así fue. Hicimos una gran campaña en la B pero era el año en el que estaba Racing y contra ellos fue un desastre y nos echaron a varios.
-¿Y ahí dejó el fútbol?
-Hubo un partido en el que no anduve bien y me chiflaron. Noté que no había paciencia, así que me saqué la camiseta y me fui y no volví más. Yo ya estaba hecho, jugaba para divertirme y eso ya no me interesaba. Después fui jugador y técnico al mismo tiempo en San Martín de las Escobas, cerca de San Francisco, con compañeros que eran veteranos de Colón y Unión. Probé allí para empezar una carrera como entrenador, pero tengo mal carácter y si alguien no hace lo que me gusta por ahí lo agarro del cogote, así que mejor no.
-¿Y entonces, qué hizo?
-Me divorcié y volví a España con mi hermano y me puse a trabajar en una empresa de carbonato de calcio como vendedor y luego entré en una cooperativa de vinos y cavas, gracias a quien hoy es mi mujer, y trabajé allí una década y, como después cerró, puse un negocio de eso por mi cuenta aunque me gusta más la calle, así que comencé a ir lugar por lugar vendiendo mis vinos y tengo una cava con mi nombre en San Sadurní da Noia gracias a la sugerencia de un amigo. Claro, el haber jugado en Barcelona hace que la gente me vea, no lo pueda creer y me termine comprando el vino y la cava, hablamos de esos tiempos, y está encantada de que un ex jugador llegue a ofrecerle productos. Y también estoy en la agrupación “Barça Jugadores”, con gente que jugó en el Barcelona y que vive en las cercanías. Antes jugaba al fútbol, pero tengo una prótesis en una rodilla, una codera, tornillos en los tobillos, así que no puedo. Vivo en la localidad de Banyeres, en Tarragona, a unos cien kilómetros de Barcelona, aunque suelo ir todas las semanas.
- Usted fue amigo de Maradona, compartió equipo con Cruyff. ¿Dónde coloca a Lionel Messi como figura del Barcelona?
-Creo que son épocas diferentes y no se pueden comparar. Yo a Diego lo vi entrenar y jugar y él se cargaba al equipo al hombro y Leo necesita, al contrario, que todos jueguen para él, pero si lo ves acá como lo vi yo por muchos años, creo que Messi es el mejor. Claro que a Cruyff no lo vi de pequeño, sólo dos años. Sí me hubiera gustado ver a Kubala, que dicen que fue un monstruo, pero sólo lo vi dirigir. Eso sí, Messi como persona es increíble. Llegamos a tener una buena relación por esto de que somos compatriotas.
-¿Tanto sufre el Barcelona con su salida?
-Y sí, ahora se terminaron los títulos. Se fue Leo y no había dinero y ahora el equipo anda mal y hay que esperar a que se arme con 3-4 figuras más algunos del Barcelona B, porque los mayores están cerca del retiro. Se sumó la pandemia y complicó todavía más al club. Ahora el equipo está segundo en la Liga pero lagrimeando después de perder varios partido como local. Es que a perro flaco, todas son pulgas y hay muchos intereses como estos audios de (Gerard) Piqué y (Luis) Rubiales, y demasiados rumores y se necesita un cambio de 180 grados porque aquí, muchos socios se borran y mucha gente deja de ir a la cancha.
-¿Qué le parece la selección argentina?
-Me gusta más como juega ahora. El problema es que todos se creen cracks y el único crack allí es Messi. Tienen que jugar para él. Con Cruyff nosotros funcionábamos en el Barça porque él era el jefe y nosotros, los obreros. Eso sí, yo no tendría un DT joven sino alguien con experiencia, que hay muchos, porque no creo que le pueda retar a Leo porque éste le respondería “qué me estás diciendo?”. Son buenos jugadores pero la Selección tiene que ser un equipo y para ser campeón del mundo, que lo puede ser, se tiene que preparar.
-¿Qué otros equipos le gustan para el Mundial?
-Francia gana pero a veces se agarra tremendos bajones. Se le puede ganar, y a Alemania también. El único que puede hacer sombra es Brasil porque tiene buenos defensores y mediocampistas. España es bastante irregular pero es un buen equipo. Son jóvenes con muchas ganas de ganar y está dirigida por Luis Enrique, una buena persona, y al que conozco bien.
SEGUIR LEYENDO: