Fue en aquellos días en los que organizó carreras de sillas de ruedas en el hospital donde pasó parte de su infancia que Bruce McLaren empezó a forjar su espíritu competitivo que lo llevó a superar una enfermedad, ser ingeniero, un piloto ganador y crear una de las escuderías más emblemáticas de la Fórmula 1. Conquistó los Estados Unidos y generó influencias con las fábricas para construir su imperio con solo 26 años. Se mató a los 32 por su pasión, pero dejó un legado de gloria que marcó la historia del automovilismo.
Vino al mundo el 30 agosto de 1937 en Auckland, y sus raíces estuvieron en el mundo de los motores y las ruedas, ya que su abuelo se inició en el negocio de los autobuses y su padre, Pop, se puso un taller enorme y en sus tiempos libres era un ciclista de alto nivel. Desde pequeño Bruce dibujó autos de carrera sin imaginarse que algún día los iba a construir. En la escuela era capitán del equipo de rugby en una meca de este deporte como Nueva Zelanda, pero la ovalada no sería lo suyo. “También era el segundo mejor boxeador, el otro tipo era más grande que yo”, recordó su amigo y biógrafo Eoin Young.
Aunque sus aptitudes deportivas quedaron relegadas a los nueve años cuando comenzaron los dolores en su cadera izquierda. Le diagnosticaron la enfermedad de Perthes, que afecta la cadera del niño y produce una debilidad progresiva de la cabeza del fémur y que puede provocar una deformidad permanente de la misma. El tratamiento actual es relativamente benigno, pero a fines de la década de 1940, Bruce quedó internado en el Hogar Wilson para Niños Lisiados de Auckland, atado a un marco se movía con ruedas de bicicleta, las piernas con vendajes elásticos y pesas colgando del extremo. Su madre, Ruth, le dijo a Eoin: “No hubo tratamiento. Se acostó en ese marco durante dos años y nunca se salió. Fue lavado en eso, educado en eso, todo…”
Salió con la pierna izquierda más corta que la derecha. Normalmente usó un talón reforzado en su zapato izquierdo, lo que le daba un andar normal, pero con sus botas con suelas delgadas caminó con una cojera pronunciada. Su hermana Jan recordó: “Pasó de ser un niño feliz a una persona muy profunda y reflexiva, y eso se quedó con él. Lo hizo más consciente del sufrimiento de otras personas, le trajo una profunda compasión”.
Usó muletas hasta los 14 años y su padre empezó a llevarlo a carreras locales de trepadas y en las playas. Le compró un Austin Seven Ulster de segunda mano, ambos lo reconstruyeron y a los 15 empezó a correr. Más tarde brilló en la universidad en las prácticas de matemáticas en la carrera de ingeniería, pero su impulso deportivo fue el motor de su vida. Pop apoyó su carrera y Bruce avanzó rápido y ganó la beca “Drive to Europe” que lo llevó a Gran Bretaña en 1958 y se sumó a Cooper Cars bajo la tutela de alguien que fue clave en su vida y que también creó un equipo que fue campeón en F1, Jack Brabham.
McLaren empezó a correr en la Fórmula 2 y empezó a medirse con los mejores del Viejo Mundo. Regresó a su país y fue precursor de la categoría Tasman, que era similar a la F1, y buscó promover el automovilismo en Oceanía. Allí se hizo amigo de Young, quien al poco tiempo le presentó a McLaren una chica llamada Patricia, conocida como Patty por sus amigos. Para él, fue amor a primera vista. “Aparentemente decidió allí mismo que yo era la indicada para él”, recordó ella en uno de los testimonios recogidos por Motorsport Magazine. “Pero volvió a Inglaterra poco después y tuvimos un noviazgo por correo. Volvió al año siguiente, nos comprometimos y me fui con él a Inglaterra”, agregó. “Tomó mucho hacer que se enojara, tenía una naturaleza maravillosa”, contó Patty.
En 1959 se estrenó en la F1 y en la última carrera logró su primer triunfo, el 12 de diciembre. Con 22 años y 104 días se convirtió en el segundo piloto más joven en ganar un Gran Premio detrás del estadounidense Troy Ruttman, que tenía 22 años y 80 días cuando ganó en las 500 Millas de Indianápolis en 1952, cuando la legendaria carrera en el óvalo formó parte del Campeonato Mundial. Hoy Bruce ocupa el sexto lugar de la tabla histórica de precocidad entre los ganadores. Dos meses más tarde venció en la Argentina, el 7 de febrero de 1960, en una carrera que fue una tortura para los pilotos por las altas temperaturas. Para paliar el calor la anécdota fue que, en la horquilla, que es una curva de baja velocidad, los pilotos se detuvieron un instante y recibieron baldazos de agua. Ese día se retiró José Froilán González.
Afianzado como uno de los mejores del mundo y muy leal a su amigo y mentor Brabham, “en Portugal en 1960″, recordó Cooper, “Bruce lideraba la carrera y Jack era segundo, pero en términos de campeonato, necesitábamos que fueran al revés. Nunca tuvimos que aplicar órdenes de equipo con esos dos, se encargaron de eso entre ellos”. Por entonces el australiano fundó su escudería e inspiró a McLaren a seguir su camino.
Días de trueno.
Luego de terminar tercero en el campeonato de F1 en 1962 y con un triunfo en Mónaco incluido, Bruce empezó su propio camino y el 2 de septiembre de 1963, con 26 años, fundó su propia escudería, McLaren Motor Racing Ltd, y al año siguiente empezó a preparar autos y modificó dos Cooper de F1 para correr en la Tasman junto a Timmy Mayer. Luego apareció otro personaje clave en su historia y en la de la escudería: Teddy Mayer, hermano mayor de Timmy, quien fue el jefe del equipo hasta principios de los años ochenta. Se sumó el mecánico Tyler Alexander y Eoin Young pasó a ser el secretario de Bruce: “Dijo que quería que yo viaje a Inglaterra y fuera su secretario y le dije ‘¿qué hace un secretario?’ y él respondió, ‘realmente no lo sé, pero Graham Hill y todo el mundo tiene uno y puedes ser el mío. Y así se formó el núcleo de la escudería que tuvo base en Inglaterra.
En 1965 el sueño de un equipo propio en la F1 empezó a cristalizarse y Bruce, siendo la cabeza y estando en todos los órdenes, no pudo focalizarse en el diseño del auto y contrató a otro ingeniero que llegó con reputación y prestigio como Robin Herd, que estuvo involucrado en el proyecto aeroespacial Concorde, pero le gustaba tanto el automovilismo que aceptó sumarse.
“Yo tenía un gran trabajo, pero quería algo más desafiante”, recordó Herd en testimonios recogidos por Motorsport. “Me dijeron que llamara a Bruce. Nos conocimos esa noche, y ahí decidimos todo. ¡McLaren iba a estar en F1 y yo iba a diseñar coches de carreras!”.
“Tenía solo 24 años y, que me pidiera que tenía que tener el coche listo para la carrera de Mónaco del año siguiente, cuando en realidad no había diseñado nada más que ejercicios de ingeniería, mostró por su parte un grado extraordinario de fe o de estupidez, y una arrogancia o estupidez similar por parte mía. Pero tenía tantas ganas de hacerlo que no iba a dejar que nada se interpusiera en mi camino”.
Para llegar a la F1 Bruce supo que debía tener un sustento económico y mostrarse en los Estados Unidos fue una decisión estratégica. Comenzó a correr allí con un Cooper-Oldsmobile con motor V8. Consiguió el patrocinio de Firestone y fue contratado por Ford para correr en las 24 Horas de Le Mans. Compró un stock de motores de IndyCar V8 de 4.2 litros y encargó a la compañía californiana Traco que los achicara al límite legal de la F1. En tanto que Herd continuó con el primer coche, que se llamó como M2A. Presentó un chasis innovador para la época hecho con un material llamado Mallite, un laminado que se usaba en las cabinas de los aviones.
Luego de varios dolores de cabeza por el peso del motor Ford y muchas pruebas en el circuito de Goodwood, el 22 de mayo de 1966, el equipo McLaren debutó en la Máxima, nada menos que en Mónaco. Tras clasificar décimo desertó en el noveno giro por una pérdida de aceite, pero él y un grupo de veinteañeros hicieron historia. “Te diré algo”, escribió Bruce en su columna de Autosport en la semana posterior. “Ser un constructor de Fórmula 1 no es fácil. Y no es que me hubiera engañado a mí mismo creyendo que fuera a serlo. Recuerdo haber dicho aquí hace tiempo que las carreras tienden a ser una cuestión de cuánta ingeniería puedes lograr con el menor dinero posible. Ahora me gustaría matizar algo: ¡también se trata de tener muy poco tiempo!”
Al mes siguiente logró otro hito que fue ganar en Le Mans en la carrera que sirvió de base para la película Ford vs. Ferrari (muy recomendable). Leo Beebe, director de carreras de Ford, ordenó que los tres GT40 Mk II de la marca óvalo terminaran juntos y Ken Miles (protagonizado por Christian Bale), que lideraba, levantó en el final y llegó en la misma línea con Ronnie Bucknum y McLaren. Pero para desempatar los organizadores se basaron en la regla del auto que más recorrido hizo en función de su posición de largada: McLaren y Chris Amon fueron considerados ganadores porque partieron detrás del de Ken Miles y Denny Hulme. En el mencionado film Bruce aparece personificado celebrando una sorpresiva victoria que generó polémica por su definición en los escritorios.
En tanto que Herd siguió desarrollando el auto de F1, pero no hubo caso y los diversos motores que probaron no les dieron confiabilidad: Serenissima V8, BRM V8 y V12. Hasta que llegó la fórmula del éxito junto a Cosworth, cuyo V8 impulsó el McLaren M7A en 1968 y el 9 de junio Bruce venció en Bélgica, en el viejo circuito Spa-Francorchamps de 14 kilómetros. “Al ganar con mi propio auto no solo les he ganado al resto de pilotos, también he vencido a sus autos”, declaró McLaren, que tenía 27 años en ese momento y superó a Ferrari y Lotus, entre otros.
En aquella época también terminó de conquistar Norteamérica en Can-Am (Canadian-American Challenge Cup), una categoría de Sports Prototipos en la que fue campeón con sus autos y ya aliado a Chevrolet como proveedor de motores. En 1967 se coronó con su modelo M6A y en 1969 con el M8B, que fueron pintados con el emblemático naranja que hoy llevan sus monoplazas de F1. Cuenta la historia que ese color lo eligió Teddy Meyer buscando que sus autos se distinguieran en las transmisiones televisivas y así captar la atención del público y de potenciales sponsors.
Con 32 años, McLaren se convirtió en uno de los mayores emprendedores del automovilismo, aunque esos días de felicidad se terminaron el 2 de junio de 1970. Bruce probó en Goodwood su M8D Can Am y cuando la carrocería de su auto se soltó, se despistó y terminó chocando. Murió al instante por el impacto. Dejó atrás a Patty, su hija de cuatro años, Amanda, y un equipo de competición completamente devastado.
“La vida se mide en logros”.
Quienes estuvieron cerca afirman que fue una persona humilde y lejos del glamour de la Máxima prefirió el bajo perfil, la humildad e irse a dormir temprano con Patty. “Sería un desperdicio de vida no hacer nada con la capacidad de uno, porque siento que la vida se mide en logros, no solo en años”, fue su frase más conocida.
“Fue genial trabajar con Bruce”, recordó Chris Amon. “Nunca sabías lo que iba a pensar al día siguiente. Tenía destellos de inspiración, y cuando decidía algo, no permitía que nada se interpusiera en su camino”, agregó. “Y a nivel personal, Bruce era un tipo maravilloso, el tipo de persona que nunca tenía malas palabras sobre nadie. Bruce fue capaz de reunir un buen equipo a su alrededor. Era una alineación muy joven y había algunas personas muy buenas ahí”, concluyó su compatriota.
“En cierto modo, era relajado, pero en otro no lo era en absoluto. Tampoco era tímido, solo callado. E incluso eso no es ciento por ciento correcto porque él no era ninguna de esas cosas, sino todas al mismo tiempo. Pero estaba muy decidido a que iba a hacer algo consigo mismo”, lo definió Tyler Alexander.
“Su sentido del humor era seco y agudo y era una parte importante de la atmósfera del equipo”, afirmó Howden Ganley, otro de sus mecánicos. “Lo que aprendí de Bruce es hacer lo que sea necesario, sin excusas. Si te encuentras en un problema, lo más fácil es decir ‘oh, podemos solucionarlo mañana’. Esa no es la manera de hacerlo, solucionémoslo ahora. Esta noche. Era un líder fantástico. Si él hubiera venido al taller una mañana y hubiera dicho ‘bien muchachos, lo que vamos a hacer hoy es cruzar el Sahara’, la mayoría de nosotros habría dicho ‘sí, está bien Bruce, si eso es lo que crees que deberíamos hacer, eso es lo que haremos”, añadió.
“Todo el ambiente del equipo McLaren era modesto e introvertido. Podría ser divertido por dentro, pero no se proyectaba en absoluto hacia el exterior. Ese rasgo, que todavía se puede ver en McLaren hoy, provino en gran medida de Bruce”, indicó Paul Vincent, también mecánico.
“Tenía un exterior simpático, pero el ego estaba escondido allí. Podía sentir una aversión intensa por las personas que estaban fuera del equipo que sentía que no estaban a la altura, aunque nunca lo hubieran sabido. Oh sí, los fuegos definitivamente ardían dentro de él, Tenía un carisma que mágicamente atraía a personas extraordinarias a su alrededor. McLaren tenía las personas más talentosas que he conocido, por lejos, y Bruce los unió con su manera tranquila”, lo definió Robin Herd. “Él fue la inspiración. Eso fue en parte porque era un tipo tan capaz y simpático, pero también porque estaría allí haciéndolo, sería el último en irse. Su asociación con Teddy Mayer fue perfecta porque él mismo era un tipo bastante especial y tenían esta cosa de policía bueno/policía malo. Bruce solía decir que era como los hermanos Kennedy, donde JFK era el líder sonriente y benigno y detrás de escena estaba este otro hermano que era el hombre del hacha”, subrayó.
Después de visitar su fábrica, el periodista Charles Fox describió así la escena que presenció: “Había esa espléndida sensación de muchachos disfrazados de hombres ocupados en un pasatiempo disfrazado de trabajo”.
Su legado.
Bruce fue un pionero y fiel exponente de los “garajistas”, como se los denominó a los emprendedores que fundaron sus equipos de carrera en pequeños talleres y varios de ellos los tuvieron en el mismo terreno de sus casas. De la nada construyó un imperio y sin ser un especialista de marketing siempre entendió el negocio y se sentó en la mesa de los gigantes estadounidenses, Ford y General Motors.
Tras la pérdida de su líder los muchachos quedaron a cargo de Teddy Mayer, su mano derecha. “Después de la muerte de Bruce, creo que me volví más duro. Tuve que hacerlo para mantener el control, para asegurarme de que todos estábamos tirando en la misma dirección”, reconoció el histórico team-manager al que entrados los años ochenta lo reemplazó otro pilar histórico, Ron Dennis, a cargo del equipo en la época de Ayrton Senna y Alain Prost y quien aceptó el pedido de oportunidad de un niño de diez años llamado Lewis Hamilton.
McLaren trascendió al deporte y se convirtió en una de las escuderías más ganadoras y emblemáticas de la F1. Recién el año pasado Mercedes lo alcanzó en el tercer puesto del Campeonato Mundial de Constructores con ocho títulos, detrás de Williams (9) y Ferrari (16). Logró 12 Campeonatos Mundiales de Conductores y aún escolta a la Scuderia de Maranello (15). Tuvo pilotos de la talla de Emerson Fittipaldi, James Hunt, Niki Lauda, Alain Prost, Ayrton Senna, Mika Häkkinen, Kimi Räikkönen, Fernando Alonso, Lewis Hamilton y Jenson Button. Hoy, hay gente que puede no saber de automovilismo, pero sí sabe qué es McLaren.
Bruce no llegó a ver toda la cosecha de gloria de su escudería, pero todo su esfuerzo en la siembra valió la pena y otra de sus célebres frases resume su vida: “Hacer algo bien es tan valioso como morir tratando de hacerlo mejor”.
BRUCE MCLAREN
SEGUIR LEYENDO: