Ya integrante del panteón de entrenadores de la historia del fútbol, el mítico Brian Clough afrontaba un desafío mayúsculo: rejuvenecer al plantel del Nottingham Forest bicampeón de Europa. Tras concretar una hazaña imposible para un equipo que en un lustro había pasado de militar en la segunda división inglesa a conquistar dos veces la Copa de Europa, el genio inglés tenía a un favorito entre los nombres que había elegido para la renovación: Stephen Brian Hodge.
Mundialmente conocido como el dueño de la camiseta argentina con la que Diego Armando Maradona materializó la Mano de Dios y anotó el mejor gol en la historia del fútbol en el segundo tiempo de los cuartos de final de la Copa del Mundo de México 1986, Hodge nació en Nottingham el 25 de octubre de 1962. Fanático del fútbol, creció admirando a la Brasil campeona del mundo que en 1970 maravilló al mundo con un quinteto de números 10 que se recita de memoria: Pelé, Tostao, Jairzinho, Gerson y Rivelino.
A los 15 años se unió al club de su ciudad y fue testigo privilegiado de los días más gloriosos de un Nottingham Forest que hoy milita nuevamente en la segunda categoría de Inglaterra. Mediocampista fino y elegante, podía jugar tanto en la zona central como en los flancos. Hodge combinaba su destacada presencia ofensiva, creativa para asistir a sus compañeros y con una considerable cuota goleadora, con un compromiso defensivo que lo convertía en un jugador adelantado a su época.
Brian Clough lo adoptó inmediatamente como uno de sus nuevos símbolos: “Era muy inteligente. Su gestión de los jugadores era brillante. Me conocía desde chico y sabía qué botones pulsar conmigo para que me enojara, porque sabía que yo era mejor jugador cuando me enojaba. Me decía algo sarcástico sobre mi vestimenta, sobre mi corte de pelo, de una forma divertida que hacía reír a la gente y sabía que a mí me molestaría”, recordó Hodge años más tarde en una entrevista con Champions Speaker.
Su debut se concretó en la última jornada de la temporada 1981-82 ante Ipswich Town, la primera actuación de una etapa que se extendió hasta 1985 cuando fue transferido al Aston Villa. Durante esa primera era, Hodge disputó 123 encuentros, marcó 30 goles y fue elegido como el jugador del año por los hinchas del club en 1983 antes de ser vendido por 450.000 libras.
Su ciclo en los Villanos fue breve y con altibajos, apenas una temporada en la que no estuvo a la altura de las expectativas proyectadas por su talento. El Tottenham fue su siguiente escala, una etapa en la que el entrenador David Pleat decidió ubicarlo por izquierda en un ataque que recordaba a la Brasil del 70 con cinco delanteros. Fue en White Hart Lane donde compartió equipo con Osvaldo Ardiles en una formación que sucumbió en la final de la FA Cup en 1986-87.
Pero Clough siempre estuvo atento a Hodge, a quien volvió a incorporar al Nottingham Forest en 1988. Convertido otra vez en una presencia permanente en su formación, fue parte del conjunto presente en la tragedia de Hillsborough, aquel fatídico 15 de abril de 1989 en el que fallecieron 97 personas aplastadas contra las vallas del estadio tras una avalancha. Su segunda etapa duró tres años, relegado por la aparición del genial Roy Keane, que lo desplazó al banco de suplentes en la caída en la final de la FA Cup en Wembley ante el Tottenham.
Aquella decisión de Clough fue el final de su etapa en Nottingham y el Leeds United desembolsó 900.000 libras para incorporarlo a su disciplina. Aunque le costó sostener su regularidad como titular, aportó siete goles en 23 juegos a la causa del campeón de la Primera División inglesa. Algunos fueron determinantes, como el que anotó el 21 de septiembre de 1991 en la victoria por 1-0 ante el Liverpool. Hodge fue el tercer máximo goleador del equipo por detrás de Lee Chapman y Rod Wallace, quienes marcaron 16 y 11 goles respectivamente.
Aquella fue la última aparición estelar de Hodge, quien en 1994 se marchó del Leeds en una carrera que empezaba a apagarse. Tras un préstamo al Derby County, vistió las camisetas del Queens Park Rangers y del Watford antes de emigrar a Hong Kong en una exótica aventura que duró muy poco. En su retorno a Inglaterra firmó con el Leyton Orient del ascenso profundo inglés pero apenas disputó un juego antes de su retiro definitivo.
Más allá de su trayectoria a nivel de clubes, fueron sus actuaciones con la camiseta de Inglaterra las que popularizaron su nombre a nivel global. Hodge, por entonces en el Aston Villa, había disputado apenas tres juegos con su selección cuando Bobby Robson, quien había construido a un sorprendente Ipswich Town campeón de la Copa UEFA y que luego dirigiría al PSV, Porto, Sporting, Newcastle y Barcelona, lo enlistó como uno de los 22 convocados para afrontar la Copa del Mundo de México 1986.
La campaña inglesa arrancó con una impensada derrota ante Portugal y un empate aún más inesperado ante Marruecos. Hodge había ingresado como suplente ante los portugueses y repitió ante los marroquíes por la lesión de Bryan Robson, estrella y capitán del Manchester United que era considerado como uno de los mejores jugadores de aquel plantel. Ante la sensible baja, el entrenador apostó por Hodge para reemplazarlo en la formación titular de cara al urgente duelo ante Polonia. Destacado en la victoria ante los polacos, en octavos de final construyó el primero de los tres tantos con los que Inglaterra goleó a Paraguay para meterse entre los ocho mejores del torneo.
Con la 18 estampada en la espalda, Steve Hodge fue titular en el Estadio Azteca ante Argentina el 22 de junio de 1986. En un encuentro cargado de emociones, fue protagonista silencioso de una tarde que definiría el resto de su vida: su autobiografía de 315 páginas publicada en mayo de 2010 tiene una imagen marcando a Diego y se titula “El hombre con la camiseta de Maradona”.
Pero el intercambio de camisetas que sucedió tras el partido y convirtió a Hodge en una celebridad global al quedarse con uno de los tesoros más preciados en la historia del fútbol no fue la única historia que involucró al mediocampista inglés en aquella jornada mexicana. Hodge fue, sin quererlo, quien le sirvió a Maradona la pelota para que marcara el gol con la mano a los 51 minutos. Hodge, quien marcaba a Jorge Valdano casi dentro del área mientras Maradona avanzaba por la puerta del área inglesa, intentó interrumpir el control de Valdano pero, en lugar de despejar la pelota, decidió intentar un pase atrás hacia su arquero.
Por entonces, las reglas establecían que el arquero podía tomar con las manos un pase de un compañero, ley que motivó a Hodge a intentar un centro atrás para que Peter Shilton agarrara la pelota. Pero Maradona aprovechó la oportunidad, le ganó en el salto a Shilton y anotó con su puño para destrabar el 0-0 parcial en el marcador. Hodge no se sumó a las quejas inmediatas de sus compañeros debido a la definición de Diego: años después reconoció que en aquel momento no había visto la mano de Dios.
Cuatro minutos después, Hodge volvería a ser testigo de un momento inolvidable: estaba a metros de Maradona cuando, tras el pase de Héctor Enrique, comenzó la carrera que coronó como el mejor gol de la historia del fútbol. Pese al descuento de Gary Lineker a nueve minutos del final, Inglaterra se despidió de México y Argentina celebró uno de los triunfos más importantes de todos los tiempos.
Mientras sus compañeros se marchaban enfurecidos a un vestuario en ebullición, Hodge se quedó sobre el campo de juego para responder las preguntas de Jim Rosenthal en una entrevista que duró dos minutos. Tras cumplir con su obligación mediática, Hodge bajó la rampa rumbo a los vestuarios y se encontró con Maradona, quien esperaba para cumplir con el control antidoping. Fue entonces cuando Hodge recordó un consejo de Brian Clough en un encuentro entre Nottingham Forest y Barcelona celebrado en 1984: el entrenador le había recomendado a su plantel que se quedara con algún recuerdo del Diez.
En México, Hodge no titubeó y le pidió la camiseta. Sin saberlo, el inglés se había llevado una prenda que décadas después se cotizaría en millones de dólares. Ya en el vestuario inglés, Hodge la guardó en su bolso ante la mirada de un plantel enojado. Tal era el ambiente puertas adentro que incluso algunos de sus compañeros le cuestionaron el intercambio, un planteo que sostuvieron a lo largo del tiempo.
La camiseta de Hodge duró poco en manos de Maradona, quien la cambió con Oscar Garré para quedarse con la número 10 de Gary Lineker. Hodge aún es, al menos hasta que se subaste en Sotheby’s desde el próximo 20 de abril (esperan recaudar entre 5 y 8 millones dedólares), propietario de la casaca que se convirtió en reliquia sobre el sagrado terreno del Azteca y que, como si fuera un talismán, transformó para siempre su vida.
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