Llegó la etapa más importante de la temporada. Y, además, la más linda y cautivante. Los playoffs de la NBA, el mejor momento de la mejor competencia del mundo. Donde todo puede pasar. O, como decía un slogan de la NBA en 2005, “donde nacen las leyendas”. También, como decía una frase popular de los años 80 y 90, la etapa que “divide a los niños de los nombres”. La parte de la campaña que consagra a los verdaderamente grandes. Porque si bien la fase regular es valiosa, en términos de definir la identidad del equipo y sus respectivos líderes –además de las posiciones de los 16 equipos que juegan esta instancia-, la postemporada separa a los muy buenos de los excelentes, de aquellos que hacen historia. Porque en esas semanas la presión arrecia y hay que ser mucho más que un jugador talentoso. Se requieren otros condimentos, los famosos intangibles que entran en juego más que nunca. Y por eso, los que rinden en este momento, los que son figuras y definen partidos, series y campeonatos, son los realmente distintos.
En estos últimos años -década final- asistimos a la presencia de una generación que brilló en estas instancias, que permitió que ya nadie extrañara a los Jordan, Kobe, Shaq, Duncan y compañía... Liderados por LeBron James, claro, esa bestia competitiva que, gracias a actuaciones históricas y varios anillos, saltó hasta el top 3 de jugadores más importantes de la historia. No fue el único, claro. Kevin Durant, Steph Curry y Kawhi Leonard lo siguieron, dando batallas épicas y ganando títulos también. Y otros tuvieron sus momentos, como James Harden, Kyrie Irving, Paul George, Chris Paul, Klay Thompson, Jimmy Butler, Damian Lillard, Anthony Davis y DeMarr DeRozan, entre otros.
Pero, de a poco, otra camada comenzó a surgir en el firmamento, siendo parte de este nuevo estrellato que sigue empujando a la NBA hacia arriba, para mantenerse como la mejor competencia deportiva del mundo. Así despegaron Giannis Antetokounmpo y Nikola Jokic, los últimos dos MVP (tres temporadas), siendo el griego el mejor del último campeón, además del MVP de las Finales. Ahora se sumó el camerunés Joel Embiid, primer goleador internacional de la historia y otro de los candidatos al MVP, como el griego y el serbio. Ni hablar del esloveno Luka Doncic, la otra superestrella que completa el poker de extranjeros que domina la competencia hoy en día. Cuando hasta hace dos décadas en Estados Unidos todavía miraban de reojo a los que venían de afuera…
Pero nosotros, desde Infobae, queremos proponerte otros nombres para que sigas en esta etapa apasionante, figuras emergentes que ya han demostrado su talento y jerarquía, pero están a un escalón de subirse a la gloria. Algo que pueden lograr en estos playoffs, que prometen ser los mejores en los últimos años.
JA MORANT
Temetrius Jamel Morant, más conocido como Ja, es tal vez el jugador más cautivante del momento en la NBA. Se trata de un base de 22 años y 1m91 que tiene una velocidad, potencia y capacidad atlética pocas veces vista. Características que recuerdan al mejor Derrick Rose, aquel base no tan alto que en el 2011 fue MVP. Este chico nacido en Carolina del Sur es un entertainer, por su estilo, pero a la vez está llegando a su madurez como jugador, en apenas su tercera temporada en la NBA. Se luce y hacer jugador al equipo, Memphis Grizzlies, que sorprendió en esta fase regular terminando en el segundo lugar de la durísima Conferencia Oeste.
Hablamos de un chico que fue descubierto, casi literalmente, por un paquete de papas fritas. Fue en el verano de 2016, cuando James Kane, asistente de la Universidad de Murray State, se dirigió al secundario Spartanburg para reclutar jugadores. Tenía varios nombres apuntados, en especial uno llamado Tevin Brown, pero no figuraba Morant. Resulta que, tras varias horas de observar jugadores, Kane abandonó por un instante la cancha principal para comer algo rápido. Fue hasta la máquina expendedora por un paquete de papas fritas y desde ahí vio un picado de 3x3 en una cancha secundaria. Ahí fue cuando se sorprendió al ver la capacidad atlética y manejo de balón de un flaquito desconocido. Inmediatamente se dio cuenta que era distinto y llamó al head coach para contarle lo que había visto. Pocos meses después, Morant se sumaba a la facultad junto a Brown. Apenas dos temporadas le bastaron en la NCAA para dar el salto al profesionalismo, sobre todo una segunda descollante, en la que promedió 24.5 puntos, 10 asistencias y 5.7 rebotes.
Así fue que, con 20 años, Morant fue elegido en el puesto N° 2 del draft de la NBA, por los Grizzlies. La transición no le costó, de entrada se vio que era un distinto: 17.8 puntos y 7.3 asistencias en la primera temporada. Los números mejoraron en la segunda y en la actual directamente explotaron (27.4 tantos, 6.7 pases gol, 5.7 recobres y 1.2 robo), convirtiéndose en una superestrella de la competencia. Cobró más protagonismo, siendo la piedra angular de la ofensiva. Tomó más lanzamientos (de 15.2 a 206) teniendo más eficacia (de 45 a 49.3% de campo y de 30 a 34.3% en triples). Hubo partidos épicos, como esa seguidilla entre fines de febrero y principios de marzo, cuando anotó 46 puntos, luego 52 –máxima- y luego 38. En enero había llegado a punto caramelo, cuando fue elegido para el All Star Game, partido con los 24 mejores de la temporada.
El impacto no fue aún mayor porque tuvo problemas de lesiones en la campaña. Primero se perdió 11 partidos en diciembre y luego otros 11 -de los últimos 13 de la fase regular-, por culpa de una distensión en la rodilla derecha. Aseguran que estará listo para enfrentar, desde este sábado a las 16.30, a los Wolves de los cordobeses Leandro Bolmaro y Pablo Prigioni –coordinador ofensivo en Minnesota-, que vienen de acceder a playoffs tras ganarle el play-in a los Clippers.
Si hay un jugador que merece pagarse una entrada o ver un partido por TV o algún dispositivo, ése es Morant. En realidad es un guardia –puede ser base o escolta- que, con espacios, cautiva. En transición por velocidad, explosión y creatividad es una verdadera maravilla. Cuando ataque el aro, si no hay ayudas doble y hasta triples de la defensa rival, es virtualmente indetenible, un caballo desbocado, un gato salvaje que va hacia los costados y hacia arriba con igual facilidad. Sus jugadas aparecen en los highlights de cada día, en especial aquellas que desafían la gravedad. Su manejo de balón y plasticidad-agilidad hacen el resto. También es capaz de pasar, se destaca por sus recursos creativos.
Claro, no está solo. Memphis, dirigido por Taylor Jenkins, quizás el favorito a Coach del Año, se transformó en tal vez la mayor revelación de la temporada, ganando 56 de los 82 partidos, 18 más que en la 20/21. Desmond Bane (18.2 puntos con 44% triples) hizo gran dupla con Morant, sobre todo cuando se lesionó Dillon Brooks (18.4 puntos), segundo mejor jugador del equipo cuando pudo jugar (sólo 32 partidos). Jaren Jackson y el leñador neocelandés Steven Adams son los estelares internos de un equipo que tiene química, ataca (5° en rating) y defiende muy bien (4°). Claro, Ja es el distinto y el que puede llevar más alto a Memphis. La gloria está a un paso para este cautivante base que no parece tener techo…
DEVIN BOOKER
Este escolta de 1m96 es un poco más grande (25 años) que Morant, pero forma parte esencial de esta nueva camada que está tomando por asalto la NBA. Un goleador empedernido, con una impactante diversidad de recursos para anotar, con uno de los mejores –más suaves y finos- lanzamientos del momento, ya sea de larga, media o corta distancia. Tiene, además, un 1 vs 1 devastador, se nota que ha nacido con oficio y paciencia –para conocer cómo y cuándo hacer valer sus recursos- y ha mejorado en la visión y el pase. También, incluso, en defensa, donde era criticado. Mayor esfuerzo en su aro, una mejor lectura y una técnica más pulida le han permitido no quedar expuesto dentro de un equipo que pasó, en apenas dos años, de ser un habitué del fondo del Oeste a convertirse en un verdadero candidato al título. Y él, en el proceso, se ha convertido en un candidato a MVP, como pasó este año, haciendo mérito para estar en una lucha con Jokic, Antetokounmpo, Embiid y Doncic.
Phoenix, desde aquella burbuja en la Florida, en la que ganó sus ocho juegos y se quedó a un paso de playoffs, encontró su identidad con el técnico Monty Williams y no paró de mejorar. En la temporada pasada tuvo marca de 51-21 y llegó hasta la definición de la NBA, que perdió de forma increíble, tras estar arriba 2-0, cayó ante Milwaukee en los próximos cuatro partidos y se quedó sin nada. En esta campaña, ya más asentados, maduros y con la sangre en el ojo, mejoraron todavía más, convirtiéndose en el mejor equipo. Se adueñó del N° 1, ganando 64 de los 82 encuentros y logando así un récord de 133-47 desde aquella concentración que hizo la NBA en Orlando durante la pandemia.
Booker es parte fundamental. Ya lleva al menos cinco temporadas siendo un anotador premium pero cada temporada –ahora en su séptima- le ha agregado cosas a su juego. En la actual promedió 26.8 puntos –máxima-, con 51% dobles y 38.3% en triples. Además, 5 asistencias y 4.8 rebotes. Números y rendimientos que validan un contrato de 158 millones por cinco años que firmó en 2018. Hablamos de un escolta completo capaz de tomar partidos en sus manos. Y definirlos. Devin ha sido siempre un talento precoz, brillando en el secundario y luego en una solitaria temporada en Kentucky para llegar a la NBA, con apenas 19 años y siendo el pick N° 15 de la primera ronda. Hijo de Melvin Booker, ex jugador, y de Verónica Gutiérrez, hija de mexicanos que hace que el jugador tenga raíces latinas y muchas veces se pronuncie en castellano.
También se hizo conocido, fuera de ámbito deportivo, por ser el novio de Kendall Jenner, una supermodelo, empresaria y personalidad de la TV estadounidense, una chica -hija de la medallista olímpica Caitlyn Jenner- que en el 2017 se convirtió en la modelo mejor paga del mundo. Aunque, claro, ahora es una de las joyas de la corona, que disfruta su madurez en el juego y está apoyado en un equipazo, liderado por el veterano base Chris Paul (14.7 puntos y 10.6 asistencias) y secundado por talentosos en alto nivel como el pivote DeAndre Ayton (17.2 puntos y 10.2 rebotes) y el alero Mikal Bridges (14.2 puntos, 4.2 rebotes y una firma candidatura al Mejor Defensor del Año), entre otras piezas esencial en este aceitado andamiaje. La gloria, personal y colectiva, está al alcance de la mano.
JAYSON TATUM
Otro de la nueva guardia. No es tan pibe (24 años), pero ya lleva cinco temporadas en la NBA, todas de alto nivel. Otro que llegó muy joven a la mejor liga del mundo (19), como es una tendencia hoy en día, y ha crecido cada año. Hace tres que ya es una estrella pero ahora, directamente, pertenece a la elite y es el líder basquetbolístico de una de dos franquicias más ganadoras, Boston Celtics, donde más presión hay… En esta temporada promedió 27 puntos, 8 rebotes y 4.4 asistencias, sumando méritos para estar en la consideración por el famoso MVP. Hay, al menos cinco por delante suyo, pero ya estar en esa mesa chica significa algo muy grande para este alero de 2m03 que tiene todo el paquete completo para ser por años una superestrella de esta magnífica competencia.
Talento precoz que ya se destacó en el secundario al punto de ser considerado como el mejor jugador de toda la nación y sólo jugar una temporada en el básquet universitario, en la prestigiosa Duke. Promedió 16.8 puntos y 7.3 rebotes en la 2016/2017, siendo parte del quinteto ideal de novatos, y dando rápidamente el salto a la NBA, con el puesto N° 3 en el draft. En sus dos primeras temporadas demostró que su techo era altísimo y el crecimiento importante lo dio en la tercera, cuando alcanzó 23.4 puntos y 7 rebotes, con 21 años.
Desde ahí se ubicó en la elite hasta lograr que Boston vuelva a pelear arriba. Esta temporada terminó segundo en el Este con marca de 51-31 junto a compañeros con los que se conocen bien y complementan mejor, como Jaylen Brown (23.6 puntos, 6.1 rebotes y 3.5 asistencias) y Marcus Smart (12, 5.9 pases gol y 1.7 robo), entre otros. Aunque, claro, el crecimiento de Tatum es la piedra angular. Otro por el cual vale la pena prender un dispositivo y sintonizar un partido de la NBA. Uno de esos talentos elegantes que embellecen el juego.
TRAE YOUNG
Otro de esos talentos que salen una vez cada tanto. Base de 23 años y 1m85 que es distinto por varios motivos: por su devastador capacidad anotadora, por su temple, pasión y personalidad. Otra de las nuevas figuras por la cual vale la pena pagar una entrada. Para verlo jugar o para verlo cómo le ganan. Porque es bravo, además, este pibe. Sino hay que preguntarles a los apasionados hinchas de los Knicks, que se han trenzado en una disputa con él y, como en los viejos tiempos, generaron una nueva rivalidad, sobre todo cuando Young pisa el mítico Madison Square Garden. Es que, desde que Trae llegó a la NBA, en 2019, nunca pasó inadvertido. Por lo que hace y cómo lo hace, por cómo se comunica, por cómo trasciende la pantalla. Otra de las joyas que corta tickets y atrae que alguien sintonice un partido de Atlanta Hawks, un equipo que tiene un título (1958) pero hace rato que no pelea nada grande en la NBA.
De hecho, esta franquicia llevaba tres temporadas sin playoffs y cuatro sin ganar una serie hasta que Young y un grupo de muy talentosos pibes le devolvieron la ilusión. Y la confianza. Este chico estaba llamado a ser una superestrella desde pibe… Si en su última temporada en el secundario en Okhlahoma promedió 42.6 puntos… No necesitó más que una temporada en los Sooners de la NCAA (27.4 tantos y 8.7 asistencias) para dar el salto a la NBA. Y, en la noche del draft, formó parte de un enroque entre dos equipos que quedó en la historia: Dallas Mavs lo eligió quinto y se lo canjeó a Atlanta, que seleccionaba primero y realizó un acuerdo con los Mavs para que otros no le sacaran a Luka Doncic, la joya europea que llegaba desde el Real Madrid.
Los Hawks se quedaron con Luka y se lo pasaron a los Mavs, que a su vez eligieron a Young y devolvieron gentilezas. Además, para convencerlos, Dallas le dio otro pick de primera ronda. Siempre se dijo que había sido un error de los Hawks, que Doncic era mejor y debieron seleccionarlo, pero la transición de Trae fue tan rápida y buena que hoy no puede asegurarse que hicieron mal. Luka es tal vez un poco mejor que Young, pero lo del ratón texano es brillante también. Lo mismo que el éxito que consiguió el equipo bajo su mando.
Una primera temporada muy buena en lo personal (19 tantos y 8 pases gol) no se reflejó en el equipo (marca de 29-53). Y tampoco pasó en la segunda, cuando Trae explotó, mejorando ampliamente sus números (29.6 y 9.3), pero sin que los Hawks despeguen (20-47). Todo cambió en la tercera, cuando estuvo mejor rodeado y ya no necesitó hacer cada cosa para ganar. El conjunto triunfó en 21 juegos más en fase regular y sorprendió a todos en playoffs, llegando hasta la final del Este, que perdería de forma agónica en un sexto juego ante el que sería campeón, Milwaukee Bucks. En aquella postemporada, Ice Trae promedió la friolera de 28.8 puntos y 9.5 asistencias, siendo parte de la elite absoluta de la competencia. En la actual ha repetido esos números (28.4 y 9.7), teniendo siete partidos de más de 40 puntos y uno de 56, el 3 de enero en Portland. Atlanta estuvo claramente más irregular en la campaña y necesitó de ganar dos juegos, en el play-in (repechaje), para quedar en el 8° lugar y ganarse el derecho así de enfrentar a Miami, el N° 1 del Este. Algunos pueden decir que será pan comido para el Heat, pero con Trae y sus chicos nunca se sabe.
Trae es un base de contextura pequeña para la NBA, tampoco parece tan potente ni atlético. Pero es un anotador puro, con una autoconfianza, determinación y variedad impactante de recursos. Young anota porque es anotador y nadie parece que pueda pararlo. Así lo siente él y es una sensación que la traspasa a compañeros, rivales y fanáticos. Es un tirador empedernido que siempre parece poder sacar el lanzamiento, ya sea saliendo de cortinas y desde el dribbling propio. Si penetra, tiene flotadoras y runners. Es inteligente, tiene buenos instintos clásicos de jugador de potrero y saca muchas faltas, convirtiendo el 90% de los libres que toma. También es un gran jugador de la acción de moda, el pick and roll (cortina y desmarque, entre dos, un chico y un grande), porque es asesino con su tiro y también puede pasar muy bien. Defensivamente tiene limitaciones, pero las tapa con su prepotencia ofensiva.
Un espécimen distinto, digno de ver y disfrutar, porque al no ser muy alto, cautiva al espectador común que lo ve como alguien más de la calle que le hace frente a los grandes y casi siempre les termina metiendo la canasta…
ANTHONY EDWARDS
Tal vez el menos conocido y laureado de todos. Seguramente porque es el más joven y el que menos temporada lleva en la NBA (dos). Pero su último partido demuestra quién es y en lo que pude convertirse. En el partido más importante de Minnesota Timberwolves en años, aquel que definió el ingreso a playoffs, Edwards fue la estrella más brillante, el jugador más importante, pese a que la calificación de jugador franquicia todavía recae en Karl Anthony Towns, el neoyorquino con raíces dominicanas que viene tirando del carro de un equipo que casi siempre se ha quedado con las ganas de estar en la más parte más apasionante. Hasta esta temporada… Venía de una malísima campaña (récord de 23-49) y en la actual sumaron 23 triunfos más (46-36), logrando apenas la segunda clasificación a playoffs en 18 temporadas. No es poco para la fría Minneapolis.
Y mucho tiene que ver este portento físico de 1m97 –físico que usó mucho jugando diversas posiciones en el fútbol americano junior- que juega de escolta/alero y no ha sentido el cambio al profesionalismo. Primero porque llegó preparado en corpulencia y ya tenía una gran capacidad atlética. Segundo porque es un anotador nato, letal en contraataque, muy peligroso con espacios, capaz de definir en penetración y con mucha confianza en su tiro, aunque todavía le falte regularidad (34.4% triples en estas dos campañas). Y tercero porque tiene carácter y pasión por lo que hace. Y eso tiene que ver con su historia. Nacido en Atlanta, la vida lo golpeó duro, en especial con la muerte de su madre y abuela, las dos personas más importantes de su vida, en un intervalo de apenas ocho meses, ambas de cáncer, en 2015. No sorprendió que dos cuadros con los rostros de Ivette y Shirley lo acompañaran en el sillón de su casa cuando fue anunciado como el N° 1 del draft 2020. Ni que el chico haya usado siempre que pudo la camiseta N° 5, en su memoria y en referencia a los días en que ambas fallecieron.
Edwards, pese a sus cortos 19 años, se destacó como rookie, promediando 19.3 puntos, 4.7 rebotes, 2.9 asistencias y 1.1 robo. Poco más de cinco meses después de su debut, ya había tenido un juego de 42 puntos, ante Phoenix. Y a los dos meses ya lo había repetido, contra Memphis. La temporada actual la comenzó, siendo aún más grande. ¿Por qué? En la mediciones oficiales se dieron cuenta que había crecido cuatro centímetros más desde aquella elección del draft. Lo que no sorprendió es su nuevo salto de calidad en el juego, estirando sus números a 21.3 tantos –segundo goleador del equipo-, 4.8 recobres, 3.8 pases gol y 1.5 robo, incluyendo el tiro lejano (pasó de 33 a casi 36% en triples).
Es compañero de Leandro Bolmaro y entrenado por Pablo Prigioni, coordinador principal de las ofensivas de los Wolves. Ambos han sido parte de la mejora en ataque del equipo, que terminó como líder en puntos (116) y triples (14.6) anotados por juego, además de séptimo en asistencias (25.7) y 9° en el rating ofensivo (puntos por posesión). Los dos cordobeses, uno por enfrentarlo en las prácticas y otro por guiarlo en sus progresos, saben de la valía de este chico pero desconocen su techo. “Pablo es mi hombre. Fue un armador muy inteligente en esta liga y sabe. Me ha ayudado mucho, en cómo anotar canastas más fáciles”, contó Anthony, que deberá jugar aún mejor en esta postemporada si los Wolves quieren ganar su primera serie de playoffs en 18 años. Los Grizzlies de Morant lo esperan. Una eliminatoria para no perderse, con dos de los mejores jugadores jóvenes que puede ofrecer este maravilloso torneo.
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