En febrero de 1999, la revista Sports Illustrated puso en la tapa a un jugador judío que brillaba en el secundario (promediaba 35.4 puntos) y lo apodó el “Jordan judío”. Pero, en realidad, nunca nadie lo tomó en serio, tal vez por la grandilocuencia del título y Tamir Goodman jugó en el Macabbi Tel Aviv, potencia europea y club más grande de Israel, pero se quedó con las ganas de llegar a la NBA tras no adaptarse a la Universidad de Maryland por temas religiosos. Hoy, 23 años después, ningún medio aún se animó a ese título, pero no parece faltar mucho porque la situación se repite, aunque con un contexto mucho más favorable para el basquetbolista que sueña con romper una barrera.
Se trata de Ryan Turrell, un jugador que brilla en el básquet universitario al punto de ser el máximo anotador (con 27.1 puntos) entre las 1220 facultades que integran las tres divisiones de la NCAA, y acaba de tomar la decisión de no volver para el último año en la Universidad de Yeshiva en Nueva York y declararse elegible para el draft de la NBA que se realizará el 23 de junio. Claro, este escolta de 2m01 y 21 años juega en la tercera y última división, generando algunas dudas sobre si su nivel y potencial pueden trasladarse al profesionalismo, pero en estos tiempos todos son mirados y analizados por la gran cantidad de scouts de la NBA. Aseguran que, si bien hoy no la tiene sencilla, hay equipos que lo siguen para que el chico pueda cumplir “el sueño de hacer historia y ser el primer judío ortodoxo en jugar en la NBA”, según declaró hace unos días al realizar el anuncio. Eso sí, Ryan está determinado y aclaró que, a diferencia de Goodman, tomará la decisión de no descansar el sábado, el día reservado para el Shabat.
Turrell proviene de una familia de buen pasar económico convertida al judaísmo ortodoxo. El chico, buscando trascender en el deporte elegido, tuvo dudas al comienzo. “Yo, por ejemplo, no quería usar el kipa en los picados con amigos, porque tenía un poco de vergüenza. Ser blanco y, encima, usar el kipa eran como dos golpes juntos en las canchitas donde jugaba. Pero me pasaba, en realidad, porque no entendía la importancia ni me sentía orgulloso de usarlo. Hoy es distinto”, admitió hace poco. A los 15 años, Ryan tenía talento, virtudes para jugar, sobre todo en el tiro, pero apenas pesaba 65 kilos. Fue cuando decidió inscribirse en el secundario Valley Toray de California y se probó, con éxito, en la Earl Watson Elite, competencia top de la zona oeste de USA. Así, de a poco, los scouts comenzaron a seguirlo en aquel pequeño high school de la colectividad. De repente dejó de ser un “flaquito y petiso”. Creció, se fortaleció y empezó a ser una potencia ofensiva, con gran tiro y hasta volcadas impactantes.
Turrell promedió un triple doble en los últimos dos años del secundario y varias universidades se fijaron en él, ofreciéndole una beca. Stanford fue la más prestigiosa, pero no la única. La Air Force, UC Irvine y Cal State Northridge hicieron también sus propuestas. Turrell eligió Air Force, sabiendo que en las cercanías había un rabino y un restaurante kosher que hacía envíos de comida, admitió. Pero, rápidamente, se dio cuenta que había cometido un error. Como le pasó a Goodman en Maryland, temas religiosos salieron a la superficie, como los entrenamientos que el equipo hacía los sábados, durante el Shabat. Ryan tomó el antecedente y eligió otra facultad para estudiar y jugar. Pero ninguna de los que ya habían requerido sus servicios: pidió ir a Yeshiva, universidad judía en NY que no ofrece becas, lo que sorprendió a su padre. “Ya hicimos el esfuerzo antes, lo haremos ahora”, le respondió Brad, luego de conocer los motivos que había tenido su hijo para elegir esa universidad que lo dejaba más lejos de sus sueños (juega División III) pero más cerca de sus creencias.
Al chico lo sedujo, primero, que el coach Elliott Steinmetz estaba buscando crear una cultura judía de excelencia en el deporte. “Eso fue importante, pero también lo que sentía y pensaba. Yo fui a escuelas judías toda mi vida. Crecí siendo religioso y soy kosher –quien respeta las prescripciones rituales del judaísmo-. Mis padres quedaron shockeados, porque sabían que quería jugar en la División I, pero yo les dije: ‘quiero ser un ídolo de los judíos’. Me encanta la decisión que tomé y no me arrepiento. Ojalá muchos chicos tomen la misma decisión: elegir la religión y mantenerse en ese camino. Un camino por el cual estoy convencido de que se puede llegar igualmente a mis sueños”, le dijo Ryan al diario New York Times en una entrevista. Turrell muestra una determinación asombrosa para hacer lo que siente, buscando llegar igual a sus sueños, aunque el camino sea más largo. “He hablado con muchos jugadores judíos, que se sienten demolidos cuando reciben las cargadas o maltrato por ser judíos, pero yo no me siento así. Me encanta usar mi kipa, estoy orgulloso y cuando me dice ‘jewboy’ (niño judío) no me molesta y sólo les demuestro que no me pueden ganar”, explicó.
Turrell viene de promediar 27 puntos con altos porcentajes: 57% de campo y 47% en triples. Su equipo, habitualmente del montón, ganó 25 de 28 partidos y salió campeón de la Conferencia Skyline, llegando a hilvanar una racha de 50 triunfos al hilo entre noviembre del 2019 y diciembre del 2021. En un momento llegó a estar rankeado N° 1 entre las 355 universidades que componen la División III. Lástima que la actual campaña no terminó como todos querían: los Maccabees, igual, fueron eliminados de la primera ronda de playoffs, el 3 de marzo, ante John Hopkins. El jugador viene de ser el Mejor Jugador de la Conferencia en los últimos dos años, además del goleador histórico de la facultad, con más de 2000 puntos, pese a que dos de las temporadas estuvieron acortadas por la pandemia. De hecho, en marzo del 2020, cuando el torneo quedó cancelado, venía de anotar 71 puntos en dos juegos…
Su capacidad anotadora despertó el interés de varios scouts de la NBA. Dueños, ejecutivos y ex jugadores han ido a presenciar sus partidos. “Sé que eso sucedió, me lo dijo mi entrenador, que pasó sobre todo a fin de la temporada”, admitió el chico, quien se especializa en un rol que cada día ha tomado más relevancia: el lanzamiento externo. Incluso su eficacia de puntos por posesión (1.31) es la tercera mejor en toda la NCAA, según el sitio Synergy Sports. Pero, claro, como todo, hay que tomarlo con pinzas y evaluar que lo hace en una división de mucho menor nivel. Por eso hoy, en las predicciones del draft, no está proyectado que sea seleccionado. Pero se cree que esto puede cambiar cuando vaya a los campus pre draft, donde todos podrán verlo en vivo, en especial su habilidad para lanzar bajo una mejor oposición. La única certeza es que su nivel excede la división donde juega y tiene potencial para seguir creciendo.
“Siempre dije que los judíos son atletas no tan buenos físicamente como otros, pero hoy el mundo está mucho más abierto a las diferencias, que hace 20 años, cuando llegó Tamir. Por eso creo el timming es bueno para Ryan, que es para mí como una navaja suiza”, analizó Harold Katz, ex DT de Goodman y scout de Yeshiva. Hay intangibles que lo potencian, como su determinación y mentalidad, que se observan en sus declaraciones, y una ética de trabajo a prueba de todo. Desde la primaria que tiene entrenadores personalizados que le puso la familia, desde el secundario que no pasa un día que no deba meter 500 tiros para poder abandonar e entrenamiento y desde hace unos años que sigue un plan de trabajo en el gimnasio que le permitió sumar kilos de músculos. Todo esto le permite ser más fuerte, eficaz, corriendo cortinas y saliendo a tirar, además de haberle permitido defender múltiples posiciones.
“A este nivel puedo hacer lo que quiero y, pensando en el siguiente, sólo puedo decir que soy un esponja: aprendo rápido. No tengo dudas de que puedo cumplir un rol (en la NBA). Quiero tratar de ir a todas las pruebas posibles para demostrarles que a ese nivel también puedo seguir anotando, defendiendo y ayudando a mis compañeros”, comentó. Hay casos de jugadores, incluso actuales, que llegaron a la élite –y se destacan mucho- luego de jugar en la División III, como los ejemplos de Duncan Robinson (Miami Heat) y Derrick White (Boston Celtics).
Por las dudas, también aclaró que si bien seguirá usando el kipa –la NBA deberá autorizarlo-, hará una sola excepción que va contra sus creencias religiosas: no tomará el descanso semanal –Shabat- que exhibe el judaísmo. Una práctica de casi 6000 años que va desde la puesta del sol de cada viernes hasta el sábado a la tardecita. No manejan, no gastan dinero, no hablan por teléfono ni, claro, hacen esfuerzos físicos. Una forma de reposar y convertir lo mundano en un lugar más espiritual y sagrado, aseguran. Esto podía ser un potencial obstáculo para él, pero él ya lo aclaró. “Planeo jugar y entrenar durante el Shabat”, adelantó.
Por último, dejó claro que lo suyo va en serio. “Quiero demostrar que los judíos podemos jugar al básquet a ese nivel. Lo quiero hacer por mí, pero no solamente… Deseo ser una inspiración para que otros de mi religión crean que puedo lograrlo. Yo estoy listo para hacer historia”, dejó claro. Determinación no le falta…
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