El 8 de septiembre de 1928, en la cuidad de Zurich, se puso la fecha: junio de 1930. Allí debería tener lugar la primera Copa del Mundo de la historia. Ocho meses más tarde, el 18 de mayo de 1929 quedó oficializado que Uruguay, vigente bicampeón olímpico, sería el país sede, al imponerse por sobre los otros candidatos (todos ellos europeos). Comenzaron las obras, se levantó el magnífico estadio Centenario, pero el torneo parecía quedar limitado a una competencia reducida, ya que desde el Viejo Continente nadie quería llegar hasta América por las larga travesía marítima que eso significaba. Fue el francés Jules Rimet, presidente de FIFA y principal impulsor del Mundial, quien convenció a su país, Rumania, Yugoslavia y Bélgica, que fueran de la partida. El detalle curioso a casi 100 años, es que el sorteo no se realizó hasta un par de días antes del comienzo estipulado (13 de julio), porque había que esperar cuáles eran las delegaciones que arribaban al puerto de Montevideo, tras haber zarpado el 21 de junio desde Francia, junto al propio Rimet y los tres árbitros designados de esa confederación. Finalmente fueron 13 participantes que aquel sorteo determinó en tres zonas de tres y una de cuatro.
Solo dos presidentes de FIFA se dieron el gusto de ocupar el cargo cuando su país organizó la Copa del Mundo. El primero fue Jules Rimet, hombre decisivo en la historia de certamen, quien estaba en el poder cuando Francia fue sede de la tercera edición en 1938. El segundo, y último hasta nuestro días, fue Stanley Rous, quien había hecho mucho para que Inglaterra tuviese a su cargo esa fecha. Se lo vio exultante aquel 6 de enero de 1966 en los salones del Royal Garden Hotel, en el elegante barrio londinense de Kensington, levantando el trofeo y diciendo que se estaba ante el mejor Mundial de todos los tiempos, en el que fue el primer sorteo televisado en directo vía satélite. Sonreía con el cartel de fondo, donde apenas terminado el sorteo, se podía apreciar que su país enfrentaría a México, Francia y Uruguay. También le acercaron el trofeo, que levantó ante el aplauso de la multitud. Nadie podía suponer que esa pequeña estatuilla sería un inmenso dolor de cabeza para él unas semanas más tarde, cuando fue robada del centro de exposiciones donde era exhibida, pese al amplio dispositivo de seguridad y de haber sido asegurada en 30.000 libras. Se movilizó la policía y el Scotland Yard, pero nada lograron, hasta que un vecino dijo que su perro la había encontrado envuelta en papel de diarios junto a un árbol. Efectivamente, Pickles fue la estrella, salvó el honor de los ingleses e hizo respirar a Stanley Rous, que en agradecimiento, invitó al simpático animal y a su dueño, a los festejos por la obtención del título.
El Mundial ‘74 significaba mucho para Argentina, porque era su regreso a la máxima competencia luego de la buena tarea en Inglaterra ‘66 y el fracaso que constituyó la eliminación contra Perú en cancha de Boca y la consecuente ausencia en México ‘70. Había mucha expectativa por la suerte que le depararía el sorteo al cuadro nacional, en un evento que no se televisó en directo para nuestro país por costos de satélite. La ilusión se fue desvaneciendo a medida que los (pocos) enviados especiales de los medios arribaban a Fráncfort, ya que se comentaba que todo estaba digitado. El evento tuvo lugar en un congelado 5 de enero, pero la revista local “Der Spiegel”, en su edición del 31 de diciembre, había adelantado: “Italia estará en el grupo 4 de Múnich y Stuttgart, porque le conviene por la cercanía con sus fronteras. Brasil en el 2, Uruguay en el 3. Por su parte, Argentina deberá ir entonces al 4 y Chile, el otro sudamericano, al grupo 1″. La información crecía día a día, porque se mencionaba que Alemania Federal, el elenco local, había elegido tener en su zona al sudamericano en apariencia más débil (Chile). En medio de todas las suspicacias posibles, se llegó al gran día, donde Dentlev Lange, un niño berlinés de apenas 11 años, sería el encargado de sacar las bolillas. Casualidad o no, el orden fue exactamente igual de cómo lo habían publicado y Argentina debió estar en el grupo más complejo, con Italia y Polonia, más el inexperto Haití. La nota destacada fue que a los anfitriones, además de Chile, les tocó otra selección de poco rodaje como Australia, pero también sus vecinos de Alemania Oriental, que terminarían ganándole por 1-0.
Tras mucho desearlo, a comienzos de la década del ‘70, Argentina fue confirmada como la sede del Mundial ‘78. Los avatares políticos parecieron hacer peligrar la organización entre fines del ‘75 e inicios del ‘76, pero todo quedó ratificado. El Teatro General San Martín, enclavado en la muy porteña avenida Corrientes, fue el sitio elegido para el sorteo, a efectuarse el sábado 14 de enero, en medio de días muy ajetreados para el deporte nacional, ya que el jueves 5 Vilas venció a Connors en el Masters en uno de los mejores partidos de su carrera, el sábado 7, Miguel Cuello perdió el título mundial de la categoría Medio Pesado, el domingo 8 arribó la Copa del Mundo, para ser exhibida en el momento del sorteo, mientras que el mismo sábado 14 se disputaron las semifinales del Nacional (sendos 1-1 entre Independiente con Estudiantes y Talleres ante Newell´s), y 24 horas después se corrió el Gran Premio de Fórmula 1 en el autódromo de la Capital Federal.
En torno al sorteo hubo miles de especulaciones, ya que el ala europea, capitaneada por el alemán Neuberger, hombre fuerte de UEFA, pretendía que los cuatro cabezas de serie fueran los semifinalistas del ‘74 (Alemania – Holanda – Polonia y Brasil), pero por otro lado, el sector de Sudamérica, sostenía que Argentina merecía un lugar allí en carácter de organizador. Esto finalmente sucedió, pero el detalle curioso fue que Italia fue ubicada sin sorteo en la zona del país local, lo que constituyó una rareza. El día previo se hizo un ensayo general, donde Argentina e Italia compartían zona con Hungría y Francia. Hubo miradas de sorpresa y alivio en el comité organizador, ya que solo era una prueba. Un día después, las bolillas fueron extraídas por el pequeño Ricardo Teixeira, de apenas 3 años y nieto del presidente de FIFA, Joao Havelange. Y se repitió la historia, siendo esa una de las pocas ocasiones en que al anfitrión no lo tocó un solo rival accesible en la ronda inicial.
Colombia había sido designada como sede del Mundial ‘86 apenas asumió Joao Havelange la titularidad de la FIFA en 1974. Sin embargo, los años fueron pasando y se entabló una corriente mutua de desconfianza entre esta entidad y los distintos gobiernos del país sudamericano, por la falta de obras y las exigencias, respectivamente. En octubre del ‘82, el presidente Belisario Betancur dijo que el estado no invertiría ni un solo peso en la Copa del Mundo y todo acabó. En mayo del año siguiente, México superó en la elección a Estados Unidos y se quedó con la sede. El sorteo, que se pautó para el domingo 15 de diciembre del ‘85, tuvo sus curiosidades. Por empezar, se llevó adelante en los estudios de Televisa en Ciudad de México, la cadena de TV más importante del país, porque algunos de los sitios que habían sido propuestos quedaron dañados tras el terremoto que asoló la capital el 19 de septiembre de ese año. Los cabezas de serie elegidos fueron los cuatro semifinalistas de España ‘82 (Italia – Alemania – Francia – Polonia), más México como país sede y Brasil… por ser Brasil, tal como era la explicación dada en los momentos previos. Muchos sostienen que ese día Argentina comenzó a ganar el Mundial, gracias a la astucia y poder de organización de Carlos Salvador Bilardo. Tenía una persona de confianza en cada ciudad donde le podía tocar: Jorge Paolino en Monterrey, Enzo Trossero en Toluca, Antonio Battaglia en León y el Zurdo López en el D.F., con quien se contactó apenas se supo que el equipo jugaría allí, minutos después de concluida la ceremonia, para reservar la sede del club América, donde aquel era el DT. Ese sitio, uno de los pocos con canchas de fútbol y concentración incluida, fue la base de operaciones del éxito final.
La preparación de Italia para organizar el campeonato de 1990 fue fabulosa. Trabajó durante años para tener una infraestructura de primer nivel y no en vano algunos de sus slogans fueron: “El Mundial de la era moderna” y “El primero del siglo 21″. Se llevó a cabo en el Palazzo dello sport de Roma, en lo que fue considerado una de las ceremonias más imponentes de todos los tiempos. Sophia Loren fue una de las conductoras y el tenor Luciano Pavarotti engalanó la fiesta con su voz incomparable. Los seis países campeones del mundo hasta el momento estuvieron representados por una figura, en algunos casos, todavía vigente: Pelé (Brasil), Bobby Moore (Inglaterra), Karl-Heinz Rummenigge (Alemania Federal), Daniel Passarella (Argentina), Bruno Conti (Italia) y Rubén Sosa (Uruguay). Para los argentinos, el sorteo pareció benévolo (Camerún – Unión Soviética – Rumania), sin suponer lo que se sufriría para poder pasar de ronda. Un detalle que pasó casi inadvertido en nuestra tierra fue que en la ceremonia, Edoardo Bennato y Gianna Nannini entonaron la canción oficial. Esa misma que sigue siendo un símbolo eterno de hazañas celestes y blancas.
Además de su extraordinaria capacidad como futbolista, que lo llevó en más de una ocasión a ser considerado el mejor de todos los tiempos, Pelé también tuvo una gran habilidad fuera de la cancha para las relaciones públicas. Conjugando ambos hechos su presencia se tornaba habitual en los sorteos, algo que no fue beneficioso para Argentina, con quien siempre tuvo una relación cambiante. En 2002 sacó la bolilla que obligó al conjunto dirigido por Marcelo Bielsa a cruzarse con Inglaterra en la fase de grupos y algo similar ocurrió cuatro años más tarde, cuando de su mano salió Holanda como adversario de primera ronda para los hombres comandados por José Pekerman.
Otros hechos que ocurrieron en los sorteos y merecen su lugar en este recorrido: En Suecia ‘58 la encargada de realizarlo fue una azafata, mientras que en Suiza ‘54 directamente no hubo misterio ni bolillas, porque a los países se los ubicó de forma arbitraria en pares que no debían enfrentarse y así se fueron conformado las zonas. El de USA ‘94 tuvo la particularidad de llevarse a cabo en una ciudad que no fue sede de ningún partido: Las Vegas. Cuatro años después, en Francia ‘98, tuvo lugar en el estadio Velodrome de Marsella ante una inmensa cantidad de público para este tipo de eventos: 38.000 personas. En diciembre de 2009 en Ciudad del Cabo, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, olvidó el sitio donde se disputaría el cotejo inaugural. Subsanó la incómoda situación gracias a Charlize Theron, modelo sudafricana y coconductora, quien le dijo que se trataba del estadio Soccer City de Johannesburgo.
El próximo 1 de abril nuevamente las miradas del mundo confluirán sobre los bolilleros que dispone FIFA para su tradicional sorteo. Habrá especulaciones, sondeos y miles de conjeturas. También la seguridad de que varios comenzarán a subir o bajar sus chances de ese momento. Pero lo que unirá a todos, es la maravillosa sensación de comenzar el sueño de levantar la anhelada Copa del Mundo.
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