La rivalidad futbolística entre México y Estados Unidos ha tenido mayor eco en años recientes. Aunque la cercanía geográfica y la historia entre las naciones formaron el caldo de cultivo propicio para el nacimiento de la pugna, la primera vez que se vieron las caras fueron convocados por un dictador con residencia más allá del Océano Atlántico. En mayo de 1934, Benito Mussolini llamó a los dos combinados para jugar un partido en Roma y definir al último invitado al Mundial de Italia 34.
A diferencia del Mundial de Uruguay 1930, para el torneo en el país europeo se volvió requisito una eliminatoria por confederación. Para ello, México tuvo que sobreponerse a la Selección de Cuba, que eliminó a Haití, en una serie de tres partidos disputados en el Parque del Seguro Social, de la capital mexicana. Al vencer en todas las ocasiones a los del Caribe, aseguraron su boleto para Italia 34 pero, de último momento, los organizadores informaron que la Selección estadounidense había ingresado a la eliminatoria.
Para ratificar su estancia en la justa mundialista, la FIFA indicó al Tri la disputa de un partido único contra Estados Unidos. El encuentro tomó mayor relevancia cuando se dio a conocer que el vencedor enfrentaría al cuadro local en la inauguración y primera ronda de eliminación, programada para el 27 de mayo en el Estadio Nacional del Partido Fascista de Roma. Por ello, el dictador Benito Mussolini solicitó que el partido se jugara en dicha sede para conocer al rival de su selección nacional.
La indicación fue acatada por los jugadores mexicanos, quienes el 20 de abril emprendieron un viaje a bordo del barco Orinoco para conocer su destino en tierras europeas. La condiciones no fueron las más propicias, pues los quince días con dormitorios incómodos, mala alimentación y reducidos espacios para hacer ejercicio en la cubierta hicieron mella en el estado físico y mental de los jugadores. Por el contrario, los de las barras y las estrellas se sometieron a una preparación de dos meses.
En las vísperas del encuentro, México experimentó un par de bajas sensibles. Según indicó Juan Carlos Vargas, en su libro “Fernando Marcos ayer, hoy y siempre”, Luis El Pirata de la Fuente y Fernando Marcos salieron a caminar por las calles de Roma y se toparon con una manifestación. Decidieron integrarse al contingente de los Camisas Negras, pero en medio del tumulto gritaron “¡Me importa madre Benito Mussolini!”, por lo que fueron arrestados y se perdieron el encuentro.
Por fin, el 24 de mayo, México se presentó al recinto deportivo. Las gradas del estadio se llenaron de aficionados europeos ávidos por conocer cómo es que dos equipos americanos jugaban el deporte inglés. Entre los asistentes se hizo presente el Duce quien, por su ausencia, retrasó 15 minutos el arranque programado para las 15:00 horas. Así, cuando las cerca de 50 mil personas ocuparon sus asientos, el árbitro dio el pitazo inicial.
Las crónicas de la época señalaron la superioridad física de los estadounidenses sobre los mexicanos que, dicho sea de paso, aunado a las inclemencias del viaje no provenían de una liga profesional. La figura del encuentro fue Aldo Donelli, también conocido como Búfalo debido a su presencia física, quien anotó cuatro goles contra los dos que acercaron a México en el marcador. Así fue como el país de las barras y las estrellas se llevó el primer Clásico.
México tuvo que volver después de un largo viaje en el cual no pudieron disputar la justa mundialista. Por el contrario, los estadounidenses desfilaron por el césped del estadio en Roma, saludaron al Duce con el característico gesto fascista mientras el dictador les aplaudía y una orquesta entonaba el himno de los jugadores ganadores.
Tres días después los representantes de las barras y las estrellas corrieron la misma suerte que México. Fueron la herramienta adecuada para que la selección de Italia diera su primera exhibición apabullante, pues golearon por 7 a 1 a los de Concacaf. Cabe mencionar que, en ese momento, Mussolini buscaba en el futbol una expresión para legitimar su régimen y avance ante el mundo, por lo que el torneo estuvo lleno de amaños en favor de su selección.
A su regreso al continente americano, el Buff Donelli dejó el futbol soccer para integrarse al futbol americano colegial. En la nueva disciplina incursionó como jugador y coach de equipos universitarios, así como de los Pittsburgh Steelers en 1941 y los Cleveland Rams en 1944. Por su parte México se encaminó hacia la profesionalización de su liga en 1943 y volvió a disputar un mundial hasta Brasil 1950. A la par, se gestó la rivalidad más grande de Concacaf.
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