Una tragedia familiar, el bullying y el amor no correspondido de Rihanna: la metamorfosis de Joel Embiid hasta convertirse en estrella de la NBA

El camerunés lleva una vida de película: recién a los 16 años definió que quería ser basquetbolista. Antes de brillar en Philadelphia Sixers debió afrontar´un sinfín de obstáculos que le impuso el destino

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El momento de su elección en el Draft
El momento de su elección en el Draft

A cualquiera que esté pasando por algo (difícil) en este momento…

A cualquier que esté luchando…

Tengo una historia para vos.

Así arrancó Joel Embiid la carta que escribió para The Players Tribune, el sitio que estrellas del deporte mundial utilizan para contar sus más íntimos secretos. Se trata, en especial, de historias que emocionan e inspiran. Y, claro, la de esta estrella NBA no es la excepción. Al contrario. Es una de esas que te invita a seguir para adelante…

Hablamos de quien es hoy, para muchos, el mejor pivote de la NBA y uno de los cuatro candidatos al premio MVP (jugador más valioso de la temporada). Estrella máxima del poderoso Philadelphia Sixers y parte esencial de esta nueva camada de figuras que vuelve a cautivar en la mejor competencia del mundo. Pero Joel es, también, el protagonista de una vida de película, realmente digna de Hollywood.

Hace nueve años, con 16, este gigante de 2m13 todavía estaba en su Camerún natal y hacía apenas meses que había descubierto el básquet, luego de pasar su infancia jugando al vóley y al fútbol y siguiendo el mandato de estudio que sus padres le aplicaban a rajatabla. En el medio le pasó de todo, una década que ha sido una montaña rusa de emociones, desde aquella época en la que se enamoró del básquet (y la NBA), viendo videos de su compatriota Hakeem Olajuwon o las finales de los Lakers de Kobe hasta su descubrimiento, en un campus NBA, por parte de un jugador de la liga que en horas se dio cuenta de que estaba frente a un diamante en bruto.

Luego la llegada a Estados Unidos, una muy difícil adaptación que lo hizo dudar en regresar a su tierra, las dos lesiones que lo tuvieron en jaque, la tragedia de su hermano menor que lo tuvo al borde del retiro, su protagonismo en varias polémicas, las críticas a su físico y personalidad y el “amor” no correspondido de Rihanna. Un viaje hasta esta actualidad brillante que hace meses se coronó con un contrato de 196 millones de dólares (cuatro años) y hacia el interior de una de estas historias que reúnen todos los condimentos para ser cautivantes: talento, suerte, esfuerzo, mentalidad, momentos muy duros y también de aquellos hermosos que pagan todo lo malo y son el combustible para seguir.

Embiid nació en Yaoundé, la capital de Camerún, el 16 de marzo de 1994, en el seno de una familia de clase media-alta, hijo de un militar (Thomas) y de una exigente madre (Christine). En definitiva, una pareja que buscaba la perfección de sus tres hijos en la escuela y el futuro, a través del estudio. “La rutina era bastante clara: levántate, come, ve al colegio de 7 a 17, regresa, duerme un rato, levántate, cena y estudia. Y el otro día, así, nuevamente”, recuerda Joel, quien precisa que el sueño familiar es que “fuera médico”. A esa rectitud, el chico le contestó con buenas notas, pero también algunas “escapadas”, fiel a su personalidad rebelde y desfachatada que notamos hoy en la NBA. Por eso, cuando sus padres salían, él dejaba los libros abiertos, con los útiles, arriba de la mesa y se iba al baldío lindero para jugar al fútbol con los vecinos, soñando con ser alguna vez el Samuel Eto’o que veía descollar en Europa por TV.

El pequeño Joel Embiid
El pequeño Joel Embiid

Claro, con la condición de que todos estuvieran atentos en el campito y avisaran si alguno de ellos llegaba... Joel debía correr hasta la casa, sentarse en la mesa y hacer que estaba haciendo los deberes. Más allá de tomar el fútbol como pasatiempo, el vóley era su deporte a nivel organizado. Cuentan que era tan bueno bloqueando como rematando, siempre con manos suaves –que luce hoy-, un combo al que si le sumamos la altura le permitían destacarse mucho y soñar en grande. “Pensaba que podía irme a jugar a Francia, como profesional”, aceptó.

Hasta que algo comenzó a cambiar en mayo del 2009, cuando a los 15 años vio un video de Hakeem Olajuwon, la superestrella nigeriana que había sido dos veces campeón de la NBA (94 y 95) pero, sobre todo, era africano como él, que tenía un plus: una cautivante forma de jugar, con mucha ductilidad, atractivos movimientos de pies y acciones elegantes, distintas a las de un hombre tan alto. Joel se lo contó a una novia que tenía por aquel entonces y ella le recomendó que probara con este nuevo deporte que había entrado por la ventana –en realidad por Internet- en su vida.

Así fue que arrancó y cada día, luego de ver el video de Olajuwon, repetía una y otra vez los movimientos, hasta mejorarlos. Ya enganchado con el básquet, lo que siguió fue ver las finales de la NBA de aquel año (Lakers-Orlando), en junio, y ahí quedó definitivamente enamorado al conocer a Kobe Bryant, de esas estrellas que te vendían este deporte...

“Dwight, Pau, Odom y Kobe. Nunca había visto algo así. Estaba viendo tirar a esos tipos y todo entraba en el aro. Además, por su manera de moverse, pensé que era lo más genial del mundo y que sólo quería hacer eso”, recordó. Así, por inspiración, comenzó a jugar. Para muchos, tarde, con 16 años. Pero, claro, estamos hablando de un portento físico con un don especial para cualquier deporte. Si bien la primera vez que jugó fue shockeante (cuentan que recibió una pelota en mitad de cancha y preguntó “¿y ahora qué hago?”), le tomó el gustito de a poco. No era fácil, por aquellos años, jugar al básquet en Camerún. Apenas había dos canchas en Yaoundé y ambas pertenecían al mismo club. El resto se las debía arreglar en potreros, en su mayoría con piso de tierra, que Joel frecuentaba.

Encima, en casa no lo ayudaban… “En Camerún no se juega al básquet”, le dijo el padre, quien no estaba de acuerdo con la iniciativa. Así empezó la relación de Joel con el básquet. Contra todo y todos. Pero, claro, otros veían algo distinto, como su tío Didier Yanga, el encargado de sacar la primera piedra en el camino. El responsable de tomar una impactante fotografía a la salida de su casa que envió a un amigo, Joe Touomou, el primer camerunés en llegar a la División I de la NCAA, la liga universitaria que es el semillero de la NBA.

“Didier me dijo que su sobrino había empezado a jugar al básquet y me mandó esa foto. Joel tenía 16 años y ya superaba la puerta de la casa. Su altura me llamó la atención y más al sumarle que venía de una familia de deportistas”, recordó quien, impactado por esos 2m10 iniciales, terminó tomándose un avión para verlo en persona y lograr convencer a sus padres de dejarlo viajar a USA. “Me reuní con ellos pero sentí que había fracasado. Sobre todo su madre no estaba muy receptiva. Me tomó tiempo y motivos poder convencerla que se sumara”, contó quien era ojeador de Indiana Pacers y poco después pasó a ser parte de los programas de la NBA en África.

Justamente, la vida de Embiid terminaría de cambiar cuando uno de esos campus (el famoso Básquet Sin Fronteras) llegó a Yaoundé con la presencia de varios jugadores actuales, entre ellos Luc Mbah a Moute, camerunés que, en base a defensa, sacrificio y oficio, ya se había hecho un lugar en la NBA, luego de jugar y estudiar en la Universidad de UCLA.

En ese momento había terminado su segunda temporada, en Milwaukee, y sería la cara visible de ese campamento que además contaría con varios entrenadores conocidos por Yanga.

Joel convenció a su padre para que lo dejara asistir pero, cuando llegó el día, no fue. “Estaba muerto de miedo. Me quedé en casa, jugando a los videos juegos con Arthur, mi hermanito. Eso era lo más para mí, todavía recuerdo lo bien que la pasamos ese día, juntos, jugando al FIFA... Además, en ese entonces, yo no pensaba en un futuro con el básquet organizado, ni soñaba con poder ir a USA…”, admitió. Pero, cuando uno de los coaches del campus se apareció en la casa, su padre se dio cuenta que no había ido... Entonces, el que no quería que jugara al básquet, se puso firme con su hijo y se aseguró que el faltazo no volviera a suceder. “Ahí fue cuando mi vida cambió para siempre”, resumió Joel.

En aquel segundo día, Mbah a Moute y los otros coaches no necesitaron mucho tiempo para darse cuenta de que Embiid era distinto, una extraña combinación de físico y cualidades que permitían pensar que ese chico era un diamante en bruto. Luc, incluso, le recomendó viajar a Estados Unidos para continuar su evolución como jugador. “Yo puedo ayudarte a conseguir una beca en algún secundario, tal vez pueda llamar al que fui yo”, agregó. Joel se fue aturdido a su casa. Contento, pero a la vez sintiéndose abrumado por esta nueva puerta que se le abría. Esa posibilidad pasó a ser real, cuando el alero de los Bucks le dijo que la Academia Monteverde de Florida, donde él había asistido, estaba interesada en él tras su recomendación. Había que tomar una decisión

De un campus de la NBA en Camerún saltó a un secundario en Estados Unidos
De un campus de la NBA en Camerún saltó a un secundario en Estados Unidos

Embiid fue para adelante y, a los pocos meses, se mudó a Estados Unidos. No fue fácil la adaptación. Nada sencilla. Joel no hablaba inglés y los compañeros le hicieron pagar un excesivo derecho de piso.Pensaban que me había criado en la pobreza, viviendo en la selva y matando leones. La verdad me daba mucha bronca pero, para ser sincero, me aproveché y les hice creer que eso era verdad”, admitió. Una forma de hacerse ver como un pibe duro, “de lograr meter miedo y así dejaran de reírse y burlarse de mí”.

En aquel entonces, el chico no la pasó nada bien. Ni afuera ni adentro del campo, donde las reglas y los sistemas establecidos no cuajaban con la poca experiencia que tenía en el juego organizado. En una de los primeras prácticas, por ejemplo, un pase de un compañero le dio en el estómago, en otra acción se cayó al salir de un bloqueo (cortina) e incluso picó la pelota sobre su zapatilla cuando quiso intentar un dribbling.

El bullying que soportó llamó la atención del coach Kevin Boyle, quien les dio un consejo a los compañeros. “Deberían darse cuenta lo bueno que será Joel. En cinco años le van a terminar pidiendo un préstamo”, admitió haberles dicho el DT en clara referencia al futuro profesional que tenía el pivote.

Joel, harto de las burlas, pidió el cambio a The Rock School, un colegio privado en Gainesville, al norte de La Florida. Y allí, con otro grupo de chicos y mayor tolerancia en el juego encontró el contexto ideal para crecer. El secundario, de hecho, ganó el primer título de la Southern Intercollegiate Athletic Association de su historia, consiguiendo un récord de 33-4 gracias al protagonismo del chico (promedió 13 puntos, 10 rebotes y dos tapas). Fue cuando, además de talento y pasión, Joel demostró una ética de trabajo envidiable para progresar en su juego y así comenzar a sobresalir en ese contexto más amigable. A tal punto que el mismo jugador confesó haber pulido su lanzamiento lejano a través de videos de Youtube. Quiso saber por qué los blancos tiraban tan bien y se puso a ver videos, como había hecho con Olajuwon y Kobe durante años.

Un autodidacta que amaba mirar, copiar y repetir. Poco después comenzaron a llegar ofertas de varias universidades top del país y Embiid se decantó por Kansas, en 2013. Tampoco le fue fácil y sufrió la adaptación. Alguna falta de confianza y un comienzo lento, dentro de un equipo repleto de talento, decantó en una crisis durante el comienzo de la temporada que explotó cuando Joel irrumpió en el despacho del entrenador Bill Self, con una decisión tomada. “Me voy, me vuelvo a mi país”, le dijo. La respuesta del entrenador lo dejó shockeado. Y dudando…

¿Estás seguro? Yo creo que tenés potencial para ser el N° 1 del draft de la NBA.

Joel se bancó aquellos primeros malos días y, de a poco, encontró su lugar en los Jayhawks. Siendo compañero de Andrew Wiggins, el canadiense que sería N° 1 del draft del año siguiente, misma selección a la que Embiid decidió presentarse para sorpresa de algunos, luego de promediar 11 puntos, 8 rebotes y 3 tapas.

Joel junto a Kobe Bryant
Joel junto a Kobe Bryant

Philadelphia, que tenía un plan a largo plazo para construir un gran equipo que hoy disfruta, lo eligió dos posiciones después (3°) que a Wiggins, pese a que el africano había sufrido una inesperada lesión por stress en el pie derecho durante los entrenamientos privados que había realizado para Cleveland Cavs, el equipo que tenía el pick #1 y se debatía con qué joven talento utilizaría esa elección. Los 76ers no se asustaron por una lesión que requirió cirugía –y una baja cercana a los ocho meses-, porque era una apuesta a futuro. La frase Trust de Process (Confía en el Proceso), acunada por el general manager Sam Hinkie, es la explicación que resume haber tomado ese riesgo de gastar un pick tan alto en un jugador que tenía una lesión importante...

Pero, como habitualmente pasó en la vida de Embiid, poco duró la alegría. Habían pasado tres meses de la gran noticia de la selección cuando, mientras estaba en plena recuperación de la lesión, Joel recibió la peor noticia de su vida, el 16 de octubre de ese 2014. Arthur, su hermano menor, de apenas 13 años, había muerto en Yaoundé, en un accidente vehicular: el adolescente volvía del colegio cuando un camión lo atropelló. Fue un golpe devastador. Se habían criado juntos y, pese a los siete años de diferencia, tenían una conexión muy especial. Para colmo, Joel hacía tres años que no veía a su hermano y eso añadió más tristeza al durísimo momento, en especial el haber estado en el mismo país (USA) luego del draft.

“Arthur viajó con sus amigos a la costa Oeste, pero yo no pude volar a verlo porque me habían operado y los médicos no querían… Yo pensé que tendría muchos más momentos para disfrutar con él… Por eso lo que pasé después fue terrible. A tal punto que estuve muy cerca de dejar el básquet. No estoy exagerando. Consideré seriamente el retiro y todavía ni siquiera había jugado ni un partido en la NBA... Nada tuvieron que ver las lesiones, la verdad. Porque el cuerpo sana. Siempre sana. Y el dolor es temporario. Pero tu corazón, hermano... Eso es distinto. Es mucho más complicado. Y yo, cuando hablo de mi vida, hablo de mi hermano. No hay forma de contar mi historia sin él. Todos tenemos una persona en la vida que nos llena de energía positiva, de la que siempre es hermoso estar cerca, que te apoya y alienta. Esa persona era Arthur y todo siempre vuelve a él, desde aquellos comienzos en Camerún”, fueron algunas líneas que le dedicó en The Players Tribune.

Cuando regresó a USA, tras estar con su familia post funeral, Embiid se sintió mal, solo. “No estaba en el lugar adecuado. Sin él, sentí que había perdido toda la motivación para seguir. Quería dejar todo y volverme a mi país, con mi familia… Y esto no es como en una película, que hablás con alguien o agarrás una pelota y volvés a estar bien, motivado… Tuve que bucear dentro mío para recuperar la felicidad, las ganas. Cada mañana me preguntaba si quería dejar o seguir. Y empujé, pese a que muchos días fueron un desastre y quería renunciar, volver a casa. Pero lo enfrenté, sin atajos. Porque cuando uno está en la adversidad, no los hay. No se puede dar la vuelta, rodearla. Hay que atravesarla”, reflexionó.

El premio a ese sacrificio lo tuvo en su debut NBA con los 76ers, luego de dos años de tanto sufrimiento e incertidumbre. Porque hay que sumar que, cuando Joel regresó, tras perderse su primera temporada por completo, se resintió y tuvo que volver a ser operado. Un golpe más hacia a una psiquis que no soportaba continuar en la adversidad. Pero Joel no se detuvo y aquella noche, el 26 de octubre del 2016, apenas diez días después del segundo aniversario de la muerte de Arthur, volvió a vivir, cuando pisó la cancha y recuperó las sensaciones del juego y notó el cariño popular. “Yo pensé que la gente me iba a abuchear, porque hacía dos años que no jugaba para el equipo. Pero cuando convertí el primer doble y bajé a defensa, escuché volverse loca a la multitud. Luego de todo lo que había pasado… Lo recuerdo como uno de los mejores momentos de mi vida. Los hinchas me dieron tanto, que esto ha sido más grande que cualquier cosa que pueda generar el básquet”, se sinceró el pivote que aquella noche sumó 20 puntos y siete rebotes.

Joel Embiid, frente a frente con Stephen Curry, durante el juego de las estrellas de la NBA de este año (Mandatory Credit: Kyle Terada-USA TODAY Sports)
Joel Embiid, frente a frente con Stephen Curry, durante el juego de las estrellas de la NBA de este año (Mandatory Credit: Kyle Terada-USA TODAY Sports)

Por eso, desde ese momento, se puso el controvertido proyecto Sixers sobre sus hombros. Con apenas 22 años. En uno de los primeros juegos, por caso, se acercó a Matt Cord, el encargado de la locución en el estadio Wells Fargo Center y le pidió que en la presentación lo comenzara a llamar Joel “The Process” Embiid, recordando el motivo por el que fue elegido por esa franquicia. Y apoyando de esa forma la estrategia de construcción de la franquicia que era criticada en muchos ámbitos, incluso dentro de la ciudad. “No es un proceso, el proceso soy yo”, fue su explicación cuando le preguntaron la razón por la que eligió el apodo.

Philadelphia terminó penúltimo en el Este y N° 27 (entre 30 equipos) en la NBA, pero un camino había comenzado. Para la franquicia y para él, quien ya era su nueva figura y el flamante líder. Joel jugó sólo 31 partidos, pero alcanzó para mostrarse como el futuro, siendo el goleador (20 puntos) y la gran presencia interior que todos esperaban (7.8 rebotes y 2.5 tapas) luego de una larga espera.

En la siguiente campaña, jugó más (63) y subió su aportación (22.9 y 11) para que los Sixers se convirtieran en un equipo ganador, logrando 24 triunfos más, escalando hasta el tercer lugar de la conferencia (marca de 52-30) y llegando a las semifinales del Este. Algo parecido lograron en la siguiente, la 18/19 (51-31), pero sufriendo una descorazonarte derrota en la misma instancia (semi del Este), tras aquel lanzamiento agónico que Kawhi Leonard metió, cayéndose, en el séptimo juego de la serie. “Cuando tomó el tiro, pensé: No hay forma de que entre. Cuando pegó en el aro, dije ya está. Cuando rebotó dos/tres veces más, pensé no hay forma… Y cuando pegó la cuarta vez y entró, realmente no podía creerlo. El básquet no es de vida o muerte, pero aquel partido era otra cosa, significaba mucho, para mí, la familia, la ciudad... Por eso, cuando me iba de la cancha, lo hice con lágrimas en mis ojos. Tuve que vivir todo el verano con la culpa, pensando que debería haber hecho algo más. En esos meses, si veía la foto en Internet, no me iba de la publicación. Quería que me quemara la cabeza, como una motivación, para sumar un aprendizaje más, para volver más fuerte”, reconoció quien en la temporada pasaba llegó a los 28.5 puntos de promedio y en la actual incluso los ha subido, hasta 29.6, siendo el actual goleador de la NBA, con casi 50% de campo y 37% en triples.

El camerunés, uno de los cuatro candidatos a MVP de la 21/22, se ha convertido en una superestrella absoluta, siendo la gran esperanza de los hinchas de los 76ers para volver a ser campeón tras 39 años. En el camino, se mostró como un chico extrovertido, lenguaraz, polémico, capaz de la declaración más picante o la acción más jugada. “Soy el mejor pivote de la NBA y el jugador más determinante”, dijo más de una vez. Se ha peleado con más de un rival (Westbrook, Dray Green, Donovan Mitchell) e incluso los ha cargado, ganándose la fama de bocón. “A veces lo necesito. Quiero divertirme. Mi juego cambia cuando me divierto. Siempre me dicen que si no sonrío durante el partido es porque no estoy jugando bien o no estoy comprometido”, fue su explicación.

Un Embiid adolescente con una talla intimidante
Un Embiid adolescente con una talla intimidante

Todo un personaje que no necesitó de ser figura para sorprender a otros mundos, como pasó con el del fútbol, mostrándose como acérrimo fan del Real Madrid, cargando al Barcelona pero siempre respetando a nuestro Leo Messi, a quien calificó como el mejor futbolista de la historia. O cuando se metió, tal vez sin querer, en el mundo de la farándula al invitar a salir a Rihanna, la famosa cantante, a través de una red social (Twitter).

Ella entendió el juego y le respondió “volvé a intentarlo cuando llegues a un Juego de las Estrellas”. Joel no se detuvo y la citó en un restaurante. El pivote apareció, ella no, y pese a todo cenó solo y publicó la foto. En 2018, cuando por primera vez fue elegido para el All Star, a Joel le consultaron por ella. “Tuvo su oportunidad y me rechazó en aquel momento. No hay razón para volver con ella. Tengo que pasar la página. Hay muchas mujeres hermosas y yo soy un muchacho guapo”, dijo.

A los meses, sin embargo, volvió a la carga, con sus contradicciones: “Bebé, ¿todavía estás soltera o no?”. A los pocos minutos se arrepintió, hablando de él en tercera persona. “Process, basta. Pensé que eras un All Star”, dijo jugando con la condición que ella había puesto para responder.

Así ha sido su vida, un sube y baja, de situaciones y emociones. Y hoy, con 27 años, no deja de impactar su metamorfosis: de aquel pibe africano que no jugaba al básquet a esta que es una estrella del deporte, superó todos los obstáculos y hoy quiere disfrutar de la vida, a su manera. “A cada persona que sufre hoy, que la pasa mal, le recomiendo dar un paso adelante, uno por vez. Porque en el final te puede estar esperando la recompensa”. Joel Embiid y su mensaje. De puño y letra.

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