Fue como si la incontenible lava de un volcán se hubiese precipitado sobre el ring.
Miré a mí alrededor y vi los ojos vivaces de Muhammad Alí clavados en el primer cambio de golpes mientras que a Sugar Ray Leonard le costaba encontrar las palabras y el tono para explicarles a los televidentes de la HBO aquel temblor de excitación y drama que nos estaba ocurriendo.
Las 15.207 personas que se hallaban en el Caesars Palace aquella noche del 15 de Abril de 1985 quedaron atrapadas bajo el síndrome de un frenético suspenso cuyo punto final podría ser un golpe, solo un golpe, pues para ambos boxeadores la vida se reducía a tres minutos.
Al cabo de esa primera vuelta y bajo un tenso zumbido de la multitud el escritor Norman Mailer le confesó a Alberto Oliva - amigo, brillante colega, enviado por la revista Gente– que “jamás había visto nada igual” al tiempo que Larry Holmes, dignísimo ex campeón mundial de peso pesado, abandonaba su butaca para correr eufórico hasta el rincón de Hagler y gritar: “Éste es el mejor, éste ganará, aplaudan a Marvelous…”.
Verlos a Marvin Hagler y Thomas Hearns sobre el ring ya era un milagro pues enfrentar a estos dos campeones mundiales demandó la más intrincada y difícil gestión del promotor Bob Arum. Se diría que le costó mucho más que hacer la pelea entre Alí y Foreman en el Zaire.
La realización de este combate le demandó a la Top Rank tres años de gestiones pues se iba a disputar en Windsor, Ontario (Canadá) el 25 de Mayo del 82′ y recién pudo firmarse en Diciembre del 84 en el Waldorf Astoria de Nueva York. Es que cada punto del contrato hacía retroceder la concreción como si quienes representaban a los boxeadores hubiesen preferido hallar excusas para evitarla.
Finalmente la HBO garantizó los 9 millones de dólares que sumados al aporte del sponsor, la venta de los tickets y los derechos internacionales de la televisión en vivo más las facilitaciones del Caesars -50 habitaciones, cuatro conferencias de prensa, cinco cenas para 200 personas y el agasajo final con 850 invitados- le permitieron a Bob Arum arribar a los 25 millones de dólares. Fue así que pudo garantizarle un piso de 5.3 millones de dólares a Hagler y 5.2 millones de dólares a Tommy Hearns. Con las nuevas tecnologías en soportes, plataformas y aplicaciones hubiesen significado ganar hoy 10 veces más a cada una de las partes...
Una vez concretada la pelea el periodista Jeff Powell la bautizó “The war” (La guerra) y tuvo razón . Fue el mismo colega quien le había cambiado el sobrenombre a Hearns cuando mutó el famoso “La Cobra de Detroit” a “The Hitman” (algo así como El Sicario o El asesino a sueldo). Hagler en cambio siempre fue Marvelous (Maravilloso). Ambos recorrieron 20 ciudades norteamericanas en 13 días para promocionar un combate que ninguno de los dos quería realizar pues había entre ambos un profundo respeto hasta el límite del temor. El boxeador no le tiene miedo al dolor o las consecuencias de los golpes sino a las consecuencias de una derrota inoportuna. Hagler y Hearns eran dos campeones del Mundo de la AMB: Marvin del peso mediano y Hearns de los mediano juniors y a ambos los esperaba Sugar Ray Leonard, la estrella del boxeo mundial. Vale la pena recordar que Sugar Ray ya le había ganado a Hearns en histórico combate – sería una gran revancha- pero el mundo pedía la Hagler-Leonard. Probablemente esto nos ayude a entender por qué razón salieron a “matarse” de entrada.
Lo ocurrido en el primer asalto resultará imborrable; fue como si un rayo se hubiese partido al tocar la hirviente lona electrizando el espacio y la piel de la gente.
De tal manera que el prestigioso Bob Arum, presidente de la Top Rank, declaró esa semana: “He organizado 655 peleas y la mejor fue la de Hagler-Hearns”
Marvin sorprendió con su insospechada actitud pues salió disparado de su esquina a lanzar golpes callejeros, propios de automovilistas furiosos. El boxeador ortodoxo, dúctilmente zurdo, proclive al contragolpe, de enorme concentración para cambiar imprevistamente la posición de defensa a ataque, quien siempre había hecho alarde de una perfecta sustentación con el ángulo de los pies en desplazamiento y una guardia inaccesible, fue tras Hearns, lo corrió por todo el ring tirando golpes desde cualquier posición y esto generó una batalla que contagió de frenesí al público presente y a los 300 millones que lo seguían por televisión.
En esa memorable vuelta, la más electrizante en la historia del boxeo mundial, ocurrió un hecho insólito: Hagler disparó 82 golpes, acertó con 50 –el 61%- pero ninguno de ellos fue un jab. Esto significa que no boxeó, sólo peleó pues en el pugilismo el jab es el golpe recto y descendente que inicia la acción midiendo la distancia y abriendo camino para cualquier combinación con el otro puño. Al ser zurdo, Marvin siempre comenzaba explorando con su derecha pues la potencia radicaba en la izquierda. No fue así en aquel combate en el cual salió a tirar golpes en posición de ataque con más agresividad que armonía.
Planificando esta hipótesis, Hearns se había preparado con tres sparrings zurdos: Cecil Pettigrew, Brian Nuller y Charles Henderson. Su director técnico Emanuel Steward planteó un combate lógico pues entrenó a Tommy para que fuera al ataque con la mano izquierda extendida aprovechando su envergadura (1.82 contra 1.77 de Hagler) y sobre la base de su velocidad descargara una proporción promedio de tres golpes suyos contra uno de Marvin.
Tal como lo recuerdo, tan pronto sonó la campana todas estas hipótesis quedaron desvanecidas pues Hagler persiguió a Hearns quien se vio obligado a responder con sus ganchos cortos y ensayar 22 jabs de los cuales solo llegó con la mitad. Más aún, tras un cambio de golpes se notó una herida vertical en la frente de Marvin que demandó un gran trabajo cauterizante de Goody Petronelli – hermano de Pat, el entrenador- en el descanso hacia la segunda vuelta.
Nadie podía creer lo que estaba viendo: esos dos tremendos campeones, aquellas dos bestias en apogeo cambiando golpes durante tres minutos a cara descubierta con un perseguidor implacable -Hagler- y un perseguido de punzantes respuestas –Hearns -.
Cerca de final del asalto la derecha de Marvin llegó dos veces chocando la barbilla de Hearns y los ganchos de éste parecieron una apelación extrema para enmendar tardíamente un libreto insospechado.
Cuando salieron para el segundo round, Sugar Ray Leonard tenía dos puntos de ventaja para Hagler tras advertir a todos sus televidentes: “Si Hearns no logra el dominio de la pelea su suerte estará echada y rápidamente”.
Otros calificados comentaristas invitados como Jean Claude Bouttier (Televisión Francesa), Paolo Rosi (RAI de Italia) y Pipino Cuevas (México) habían llegado con un punto de diferencia a favor de Hagler, pero no era eso lo que estaba en cuestión al término del inolvidable primer round; antes bien, lo que se vislumbraba era que Hagler tenía una irrefrenable actitud arrolladora. Más aún sabía lo estaba haciendo, por qué lo estaba haciendo y cómo lo estaba haciendo. Hearns en cambio no sabía lo que estaba haciendo, no podía hacer otra cosa ni cruzaba por su mente una variante
Desde la segunda fila, la novia de Hearns, Kim Craig, con la pequeña Natacha (hija del primer matrimonio de Tommy), lloraba desconsoladamente cual presagio fatal.
El referí Richard Steele se acercó otra vez a la esquina como si dudara de su decisión de dejarlo continuar a Tommy después de la segunda vuelta. El estadio era un espacio tenso y murmurante, mezcla de estupor y emoción.
Cuando salieron para el tercer round las imágenes contrastaban absolutamente: Hearns ofrecía una sensación endeble, desorientada y vacilante a pesar de haberse visto otra vez obligado a contestar; en cambio Hagler adquiría la dimensión de dominador absoluto y pleno movido por una convicción inmodificable.
El referí Steele volvió a protagonizar otro momento dramático: detuvo el combate y le pidió al médico doctor Donald Romeo que volviera a chequear la herida de Hagler. Se hizo un silencio profundo y tras un suspiro que duró unos segundos la pelea continuó. Hearns mostraba a través del baño sudoroso su indisimulada inseguridad. El desenlace estaba cerca pues las piernas del hombre de Detroit carecían de sustento y una sonrisa entre impotente y resignada denunciaba inequívocamente la inminencia del final.
Fue el momento en que medio ring side se puso de pie. Una larga bandera de los Estados Unidos caía desde la terraza del Caesars Palace dibujando un mapa del país. Parecía que Hagler miraba hacia esa bandera diciéndose a sí mismo: “Estoy a punto de conquistarte, América: tendrás que reconocerme como a un grande; falta poco para que quede en la historia”.
Una derecha larga, curva y violenta volvió a chocar en el mentón de Hearns y aquel cuello fino y largo quedó sin resistencia. Tras recibir el golpe, giró sobre sí dando la espalda, tratando de alcanzar el encordado. Como un felino hambriento Hagler se lanzó sobre él y luego de amagar una izquierda que nunca tuvo intención de llegar, impactó la derecha - esta vez desde arriba hacia abajo- continuó con su cuerpo hasta contactar el tórax de su rival y cuando vio que se le desinflaba dio el paso atrás dejándolo caer. El árbitro tomó la cuenta del time keeper en el segundo número tres y la prosiguió hasta llegar a los ocho de protección. Cuando iba por el seis Hearns se puso de pie, el referí lo miró a los ojos y al advertir la vaguedad de su mirada, sin más sustento que su vergüenza, lo tomó con el antebrazo derecho pasado sobre su espalda e hizo señales con la otra mano de que la pelea había terminado.
Hoy mirando atrás y al evocar recuerdo las imágenes flasheadas de una noche que inmortalizaron tres minutos, los del aquel primer asalto, sin dudas el mejor de la historia del boxeo.
Veo al pobre Larry Holmes en una mesa del bar Cleopatra con Don King y cuatro amigos con una copa de fino Chardonnay sin que nadie le pida un autógrafo a tan tremendo campeón mundial de peso completo que llevaba por entonces un invicto de 47 peleas.
Recuerdo a Sugar Ray Leonard ayudado por cuatro custodios para poder avanzar muy lentamente hasta su lugar al borde del ring desde donde opinaría sobre el combate junto al famoso relator Al Michaels y a su comentarista Al Bernstein. Fue Michaels quien al término del asalto inicial subrayó: “Tremendo primer round, increíble, tal vez el mejor en la historia de los pesos medianos”.
Veo como si fuera hoy a Muhammad Alí cruzando la Strip para alcanzar el lobby del hotel Sunset donde una multitud hacia una larga y paciente fila con tal de lograr un autógrafo bajo su sonrisa ausente.
También asaltan mi memoria el mal momento que debió soportar Andrés Cantor –el más prestigioso y popular relator de fútbol de los Estados Unidos, por entonces compañero de El Gráfico- cuando saltó el cordón de seguridad para hacerle una foto de frente a Hagler saliendo del ascensor. En menos de un segundo cuatro enormes guardias de la seguridad del Caesars lo tomaron de la base de sus codos hasta llevarlo en vilo a un lugar bien distante… Todo por una foto.
Y la noche anterior a la pelea asistimos al sexto casamiento de Jake LaMotta, una leyenda. Se realizó en la zona de la piscina del Caesars Palace y reunió a todos los invitados bajo el auspicio de la cerveza Budweiser que era sponsor oficial del combate. Por entonces Jake tenía 62 años y había consumado una vida tormentosa. La biografía de Jake inspiró el personaje de la película “Toro Salvaje” que fue dirigida por Martin Scorsese (1980 ) y protagonizada por Robert De Niro.
Recuerdo que esa noche estaban Muhammad Alí, James Coco, Bo Derek y su esposo John, Vitas Gerulaitis, Tito Lectoure, Cher, Sylvester Stallone, Liberace, Martillo Roldán, Roy Scheider, Don King, Sugar Ray Leonard, Magic Johnson, Miguel Díaz, Tito Lectoure, John Rivers entre tantos.
Las estrellas de aquella noche continuaron sus vidas. Tommy siguió peleando hasta el 2006 acumulando títulos mundiales pues al de los Welters y Superwelters le agregó el de los Mediano, Semipesado y Crucero. Marvin en cambio solo hizo dos combates más: frente a John Mugabi y ante Sugar Ray Leonard (1987) quien le ganó con discutido fallo tras un combate memorable, el último de su brillante carrera.
Hearns no disfrutó de los 45 millones de dólares que ganó con el boxeo; por el contrario en 2010 comenzó a subastar gran parte de su patrimonio y valiosísimas reliquias personales (trofeos, cinturones, medallas, autos, relojes, anillos) para cancelar una gigantesca deuda con el fisco por gravámenes impagos de sus residencias en Detroit, Las Vegas y Phoenix al hacerse cargo de lo que él definió como “una familia extendida”. Está fundido. Vive austeramente en Southfield, en los alrededores de Detroit y a sus 62 años ha logrado que la esquina de McGraw y Junction lleve su nombre ( “Thomas Hitman Hearns”) justo enfrente del gimnasio Kronk, lugar donde Emanuel Steward lo formó como hombre, boxeador y campeón de época.
Marvin Hagler, quien murió en 2021, residía en una lujosa “vila” en las afueras de Milán junto a la italiana Kay Guarino, su segunda mujer. Igualmente solían pasar temporadas de primavera o invierno en una residencia que Marvin posee en New Hampshire, Estados Unidos. El ex campeón mundial pertenecía a la Academia “Laureus” de Montecarlo – cuya figura máxima es el Principe Alberto de Mónaco-. Filmó las películas “Indio”, “Noches de miedo”, “Virtual Weapon”.
Qué delicia poder evocar lo que ningún tiempo borrará.
Ahora sabemos que aquella noche de hace 35 años Hagler no subió al ring para boxear contra Hearns sino para pelear por una vida mejor.
Y esa también la ganó por nocaut.
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