Desde mediados de enero, la justicia británica lleva adelante un procedimiento para establecer las responsabilidades en el accidente que costó la vida al futbolista argentino Emiliano Sala y al piloto de avión David Ibbotson, a principios de 2019. Un tribunal de Dorset, sur de Inglaterra, escuchó este martes las declaraciones del doctor Basil Purdue, quien confirmó que el delantero que había sido transferido del Nantes al Cardiff sufrió un “envenenamiento grave por monóxido de carbono” que lo dejó “inconsciente” antes que la aeronave se estrellara en el Canal de la Mancha.
Esta información acerca de la intoxicación de los dos hombres a bordo del Piper PA-46 Malibu no es nueva, pero no por eso deja de ser impactante. En agosto del 2019, la investigación de la Air Accidents Investigation Branch (AAIB) había determinado que el cuerpo de Emiliano “tenía un alto nivel de saturación de COHb (el producto combinado de monóxido de carbono y hemoglobina)”, por lo que se habían permitido deducir como “probable” que el piloto también “hubiera estado expuesto al monóxido de carbono”. Cabe destacar que el cuerpo de Ibbotson, el piloto, nunca fue hallado.
Después de la tragedia, una de las primeras líneas de investigación se había enfocado en descubrir por qué la aeronave se había estrellado. Las primeras hipótesis apuntaban a un error humano ocasionado por el factor meteorológico, tal y como lo explicó a Infobae Pamela Suárez, máxima autoridad de la Junta de Investigación de Accidentes de Aviación Civil (JIAAC), la entidad argentina que fue parte de la investigación sobre el hecho que encabezó la Air Accidents Investigation Branch (AAIB) británica.
Pero, el hallazgo de monóxido de carbono en el cuerpo del difunto futbolista fue clave para entender que la causa del accidente había sido otra. “Las pruebas de toxicología encontraron que el pasajero tenía un alto nivel de saturación de COHb (el producto combinado de monóxido de carbono y hemoglobina). Se considera probable que el piloto también hubiera estado expuesto al monóxido de carbono”, señaló la AAIB en su informe de agosto de 2019.
De esa forma, la investigación se dirigió a resolver el nuevo enigma: ¿cómo es que este gas tóxico entró en la cabina?
En marzo de 2020, la Air Accidents Investigation Branch (AAIB) de Reino Unido publicó un extenso informe con análisis y conclusiones, entre los que se destacó que el piloto Ibbotson no tenía licencia para volar. Además, se publicaron los resultados de las simulaciones realizadas con un avión modelo e indestructible gracias al cual se determinó como probable que la aeronave real haya excedido sus límites estructurales.
Esto tuvo dos consecuencias principales. La primera, que el transpondedor de la aeronave informara una altitud incorrecta durante el viaje, lo que introdujo la posibilidad de que el avión en realidad no subiera a los 2.300 pies que su transpondedor informó sino que se rompió a una altitud más baja.
La segunda, vinculada a la presencia de monóxido de carbono dentro de la cabina, que fue inhalado por Ibbotson y Sala. “A partir de una evaluación de las posibles rutas para que el CO haya entrado en la cabina durante el vuelo del accidente, se consideró que la causa más probable era el escape de gas que se filtró por la manguera del calentador con la calefacción de la cabina. Esto habría requerido un daño/interrupción significativo de la manguera del tubo de escape/calentador durante el vuelo del accidente”.
“El patólogo consideró que el pasajero habría sido profundamente inconsciente en el momento del accidente y el piloto habría quedado expuesto a niveles similares de CO al pasajero. Aunque la información disponible no permitió determinación cuantitativa a realizar, es probable que el piloto se haya visto afectado en cierta medida por los efectos del envenenamiento por CO”, concluyó una parte del comunicado de la AAIB.
En el informe original se explicó que las pruebas toxicológicas en la sangre de Sala mostraron un nivel de saturación de carboxihemoglobina (COHb) del 58%, producto de la combinación de monóxido de carbono (CO) con hemoglobina, la molécula de la proteína que transporta el oxígeno ubicado en los glóbulos rojos, y se describió estos niveles como “potencialmente mortales”. “La exposición al monóxido puede generar daño en el cerebro, corazón y el sistema nervioso”, aseguraron.
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