Un paso más hacia la eternidad: cuáles son los méritos de Ginóbili para entrar al Salón de la Fama

Ginóbili es uno de los 10 finalistas tras obtener al menos 18 de los 24 votos del Comité de los Honores. Debe lograr lo mismo del Board of Trustees para ser anunciado en abril y ser entronizado en septiembre. La explicación de lo que logró, lo que falta y sus méritos para hacer justicia

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Retiro de la camiseta N° 20 de Manu Ginobili, en San Antonio. Misión cumplida para el bahiense, que abre otra etapa
Retiro de la camiseta N° 20 de Manu Ginobili, en San Antonio. Misión cumplida para el bahiense, que abre otra etapa

Un paso más hacia lo inevitable. Para que, definitivamente, Manu Ginóbili sea una leyenda eterna en el mundo del deporte.

El Naishmith Salón de la Fama del Básquet anunció este viernes, como parte de la previa del Juego de las Estrellas en Cleveland, que el argentino es uno de los 10 finalistas (de los 15 ex jugadores nominados) para ser elegido a principios de abril, durante el Final 4 de la NCAA que se realizará en New Orleans (del 1 al 4), y entronizado en septiembre, durante una ceremonia que se realizará el 9 y 10 en Springfield, Massachusetts, con entradas que estarán a la venta en un futuro cercano.

Una selección cantada que, no por eso, le quita emoción y, más que nada, importancia para el jugador y el deporte argentino. En diciembre, cuando el HOF anunció los 49 candidatos, en la nota de prensa figuró el bahiense como el primer nombre destacado. Eso era una pista, un indicio apoyado en sus apabullantes méritos para ingresar, en su primer intento, al cumplirse cuatro años de su retiro. Para que MG20 sea el primer jugador hispano hablante y tercer latinoamericano -luego de los ingresos de los brasileños Oscar Schmidt y Ubiratan Pereira, además de Hortencia entre las mujeres- en ser inmortalizado en el HOF, se deben superar tres distintos filtros –ya pasó dos- y ser votados por diferentes especialistas que forman los comité de evaluación.

Todo se toma en cuenta: desde los títulos hasta su legado pasando por el comportamiento. Y no sólo por lo hecho en la NBA sino también en la Selección, Europa y hasta Argentina. Es un combo que mide la trascendencia del jugador, el aporte a nivel mundial hacia este deporte, el segundo con más federados en todo el mundo –detrás del fútbol-. Todo lo que hizo (ya se jugador, entrenador, dirigente, árbitro o colaborador), lo que conquistó, el impacto que tuvo en lo deportivo y hasta en lo social, a partir de su popularidad, idolatría y comportamientos fuera del campo. Todo entra en juego, en distintos niveles y es lo que analizarán los miembros encargados.

El Hall of Fame funciona a través de comités de selección. Los dos primeros son el Comité Norteamericano (North American Commitee) y el Comité de la Mujer (Women Committe), el primero con nueve miembros y el segundo, con siete. Manu está incluido en el primero y necesitó siete de los nueve votos para avanzar. Luego los nominados pasan al Comité de los Honores (Honors Committee), que finalmente vota a los finalistas, como sucedió con él. Necesitó 18 votos de los 24 que integran ese conjunto. Ahora, en estos 40 días que quedan hasta el anuncio, la Junta Directiva llamada Board of Trustees, que es integrada por personas ya incluidas en el HOF, periodistas y especialistas, deberá revisar cada finalista, sus méritos, acciones o declaraciones. Si algo de eso ha dañado la integridad del juego, puede ser eliminado de la lista. Esto puede incluir actitudes inmorales, éticas o problemas con la Justicia que hayan dañado la imagen del deporte.

La elección no es sencilla. Cada finalista debe obtener, como mínimo, 18 votos de los 24 posibles en cada uno de estos dos comités. Es decir, si obtiene 19 votos en uno y 17 en otro, su inducción no es aprobada. Ahora Manu necesita 18 más en la siguiente instancia. Nada fácil. De hecho, Chauncey Billups, campeón de la NBA con los Pistons, no ingresó el año pasado y ahora vuelve a estar como finalista.

Las chances de Ginóbili, igual, son altas porque su curriculum es demasiado valioso, poderoso, sin una mancha en su comportamiento. Si hablamos de logros, hay que comenzar por sus cuatro anillos de campeón en la NBA (2003, 2005, 2007 y 2013), aunque no se puede dejar de lado las dos medallas olímpicas conseguidas con el seleccionado (oro en 2004 y bronce en 2008), los otros dos títulos que alcanzó (Premundial 2001 y Preolímpico 2011), el subcampeonato mundial en 2002 y los 104 partidos oficiales que disputó durante 18 años (1998-2016). Ni hablar de la Euroliga conseguida por Kinder Bologna en 2011, siendo el MVP, la triple corona sumando la Copa Italia y la Lega, y una segunda Copa Italia con MVP consecutivos, hitos que lo convirtieron en el mejor jugador de Europa, antes de partir a la NBA.

EN USA tuvo dos selecciones para el All Star (2005 y 2011), un premio al Mejor Sexto Hombre de la temporada (2008), fue dos veces elegido al tercer mejor quinteto de la temporada y estuvo a un voto de ser co-MVP de una final (2005). Hizo historia, además, como parte de un equipo que quedó en la historia. Integrante de unos de los Big 3 –junto a Tim Duncan y Tony Parker- más ganadores –el #1 en triunfos- y recordados. Su récord de 762 victorias y 295 derrotas arroja el mejor porcentaje de triunfos (72.1%) en la historia para un jugador que haya disputado más de 1000 partidos en la fase regular (suma 1057). Gino es el mayor robador de pelotas (1392) y anotador de triples (1495) en la historia de los Spurs, y sigue cuarto en puntos y asistencias de la franquicia. Por todo esto, además de jugar hasta los 40 años, le retiraron su camiseta N° 20.

Y estos son sólo números, premios y títulos. Pero Manu fue gigante por mucho más que esto. Su legado e importancia en la historia de la NBA y del básquet en general va mucho más allá. Hace menos de cuatro meses, la NBA no lo incluyó entre los 75 jugadores más importantes (o mejores, porque nunca aclaró cómo armó ese ranking), pese a que MG20 hizo méritos suficientes. Pero, claro, en esa elección, Manu competía contra otros, contra lo mejor de lo mejor. Ahora es distinto. No es él u otros. No hay un máximo o un mínimo a seleccionar cada año para el HOF. Depende de un panel de personalidades que deben elegir si lo que hizo, a todo nivel, alcanza para ser perpetuado en un lugar al que pocos han llegado.

Se cree que en la actual elección se tomarán muchos más argumentos, aquellos que MG acumuló como pocos, de esos que no son mensurables. Manu, hasta el 2001, no había ganado más que un torneo de handball en Bahía Blanca. De hecho se había ido al descenso con Bahiense del Norte y lo habían cortado de una selección de cadetes en la ciudad. Pero, tras brillar en la segunda división de Italia, lo contrató el equipo del momento en Europa (Kinder Bologna) y, en apenas meses, se convirtió en su estrella. De Italia y de Europa, siendo el MVP de la final del torneo más importante del continente. Así fue su salto. Y de ahí no paró. Llegó a la NBA como un rookie, teniendo que demostrar. Sus compañeros no lo conocían y su DT no terminaba de confiar en él porque no ere amante de su estilo arriesgado. Pero Popovich se dio cuenta que era una joyita, distinta, lo que un equipo estructurado necesitaba… Y lo dejó ser. “Aprendí con él. Me enseñó a admirar un poco más las cosas y no a controlarlo todo. Fue duro para mí, lo dejé hacer lo que hacía, salí de mi caja”, admitió Pop. No hay duda que el técnico lo hizo mejor jugador, pero tampoco que Ginóbili lo hizo mejor entrenador.

Manu en uno de sus tantos duelos con otro histórico, Kobe Bryant (REUTERS/Danny Moloshok)
Manu en uno de sus tantos duelos con otro histórico, Kobe Bryant (REUTERS/Danny Moloshok)

Desde la primera temporada hasta la última, el bahiense fue esencial, siendo titular o suplente. Claro, porque ahí está otro hito histórico que lo hace gigante. MG aceptó voluntariamente ser reserva cuando ya era una estrella. Manu tenía todo para ser el líder de una franquicia, pero le pidieron salir del banco y él lo hizo sin chistar. Pese a que, en el camino, perdía minutos, tiros, protagonismo, flashes, chances de llegar a premios y elecciones (de quintetos ideales, de All Star) y, por ende, millones de dólares. Creyó genuinamente que eso era mejor para el equipo y lo hizo, resignando lo que ninguna otra figura había resignado nunca. Y así valorizó un premio (Mejor Sexto Hombre) que era menospreciado. En el pasado, sí, habían existido jugadores que habían sido suplentes, pero nunca con el status y el presente de Manu. Por eso el premio cobró relevancia. Por eso debería llamarse Manu Ginóbili (y no John Havlicek, como hoy). Y por él, de repente, las estrellas empezaron a aceptar ese papel. Ya no era poco, el bahiense lo convirtió en importante, en prestigioso... El dar todo por el equipo. Parece poco, pero es enorme. Un legado que quedó en la historia y eso será tomado en cuenta para el HOF.

Manu pudo tener mejores estadísticas, más premios, elecciones al Juego de las Estrellas y hasta millones de dólares. Pero él concebía una forma de jugar. Y de ganar. Dando todo por la mejora colectiva. Y no lo hizo con palabras sino con hechos. Así cambió la forma de entender el éxito, justamente en una competencia en la que priman los números, los premios individuales, las luces, los highlights. Tal vez por eso no estuvo en el Top 75... Pero Manu fue un ejemplo contracultural y esa huella es muy profunda. Pero ojo, también fue un crack como jugador, también a contramano de lo que vende. Es verdad que podía hacer la jugada más linda, más creativa, o tener números o definiciones de estrella, pero nunca dejó de ser un obrero, de tirarse al piso o hacer cada pequeña cosas para ganar, como les gusta decir a Pop. Todos admiten que, sin él, los Spurs no habían conseguido cuatro títulos. Manu fue esencial porque hizo lo que necesitó el equipo, alivianó el trabajo de Parker –lo dejó en ese rol más individual y desequilibrante, ocupándose más del armado del equipo-, de Duncan –lo complementó siendo un demonio en el perímetro-, de Pop –haciendo de generador de juego, de definidor, de defensor, dependiendo del momento de cada partido-… Fue la chispa y el motor del mejor banco, el responsable del funcionamiento de una de las mejores ofensivas de siempre… Fue cada cosa que el equipo necesitó. Luciéndose o no tanto.

Manu hizo de todo. Un jugador versátil, polifuncional. Una superestrella sin parecerlo. Y hasta un revolucionario, dueño del mejor movimiento de la historia, según una votación popular que hizo la misma NBA. Una acción, el Eurostep, que no creó él, pero sí patentó, siendo una marca registrada en la historia. Una jugada que hacía desde chico, naturalmente, pero se puso de modo por su estilo y por cómo generaba espacios en una zona donde nunca hay, la zona pintada. Una forma de cambiar de dirección en medio de una incursión al aro. Una manera de desbloquear un nuevo nivel y de, en silencio, revolucionar el juego. Sí, porque hoy muchas de las estrellas lo usan en sus penetraciones hacia el canasto. Debería llamarse Argenstep.

Pero, claro, hablando de Argentina, cómo olvidar que fue la piedra basal de la mítica Generación Dorada, de la mejor Selección de la historia del deporte argentina, la que misma que enamoró a todos los argentinos –más allá de sus logros- y que cambió el escenario mundial, que les sirvió de ejemplo a muchos seleccionados, incluyendo al de Estados Unidos, llenos de soberbios NBA que creían que sólo iban a ganar por talento. Argentina, con Manu como estrella, puso dos veces de rodillas al imperio, la primera en su casa, en un Mundial, y luego en una semifinal olímpica, nada más y nada menos. Manu, en ambos, fue la gran estrella. Así, con él, siendo el mejor de una camada impactantemente talento y profesional, que ganó y emocionó a la vez, el básquet argentino ocupó a nivel mundial un lugar que nadie imaginó. Por una década y media. Nada menos.

Todo esto tomarán en cuenta los expertos del HOF, incluso el ejemplo que fue afuera de la cancha, alguien que nunca estuvo en una polémica vinculada al básquet. Alguien que tuvo todo, incluido el carisma. Que demostró, con hechos, que cada día se puede ser mejor, que enseñó la importancia de la preparación, el trabajo duro, la rutina, los hábitos, el profesionalismo, de que el deporte es mucho más allá de lo que pasa en el campo y, claro, de la concepción extrema del juego en equipo. Manu fue tantas cosas que podríamos seguir escribiendo bastante más.

Ahora queda esperar hasta abril para conocer el anuncio. Apenas falta eso. Una selección cantada. Que, no por eso, dejaremos de festejar. Porque será un estricto acto de justicia para un deportista que ya dejó una huella tan profunda que no necesita de premios o elecciones para ser una leyenda.

Ginobili es finalista para ingresar al Salón de la Fama
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