Del profundo cariño a las trompadas: las increíbles anécdotas de la relación entre Maradona y Bilardo

Un recorrido íntimo por una historia que se revivirá en la miniserie pronta a estrenar. Del amor incondicional al distanciamiento por años, así fue el vínculo entre el entrenador campeón en México 86 y su jugador preferido

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Bilardo aceptó ser el director
Bilardo aceptó ser el director general de selecciones nacionales luego de que Maradona aceptara ser el técnico de la selección

Una especie de secretario suyo quien en vida se llamó Daniel Pellegrino –muy porteño, de chamuyo lunfardo, mirada desconfiada, amante del turf, hincha de Racing, fanático del tango, de humores cambiantes y muy posesivo de la atención de Julio Grondona– le anticipó a su jefe que el Coco Basile se iría de la Selección. No pesaba tanto –según él– la derrota contra Chile en Santiago (0-1, Eliminatorias 2008), como algunos comportamientos en el campo y la forma relacional distante de algunos jugadores con miembros del cuerpo técnico.

— No Julio, éste –por Basile– no da marcha atrás, yo lo juno bien. Vaya pensando en alguien…, agregó Pellegrino, quien además de secretario era el coordinador de las Selecciones Nacionales.

Fue así que el presidente de la AFA le pidió a su hijo Humberto, quien se hallaba dirigiendo a Talleres de Córdoba, que se comunicara con Carlos Bilardo y lo invitara a tomar un café en su casa. Bilardo se había distanciado de Don Julio hacía como 8 años y aspiraba a ser presidente de la AFA. No obstante ello, Carlos Bilardo y Humbertito Grondona siempre mantuvieron una cordial relación. Las críticas y observaciones al presidente de la AFA las realizaba Bilardo desde la emisora La Red con el respaldo de su director general, el doctor Daniel Vila, acérrimo adversario de Don Julio.

Dentro de un traje gris, una camisa blanca y luciendo una corbata azul apagada, Bilardo ingresó a la cita blandiendo nerviosamente una carpeta rosada envuelta en el doblez de un ejemplar del diario deportivo Olé. Tan pronto le abriera la puerta Humberto, el invitado dudó en cómo saludar a Grondona, el dueño de casa. Y mientras éste se le acercaba le extendió su mano derecha. Don Julio llegó hasta él y le dio un abrazo que Bilardo, algo extrañado, aceptó. Luego lo invitó a sentarse en uno de los sillones del living y después de discurrir sobre las banalidades preliminares le dijo:

— Carlos, estoy viejo y no debo mirar para atrás, no tengo tiempo. Te debo mucho y no sé si Humberto te dijo pero quiero ofrecerte ser el director general de todas las selecciones. ¿Viste cómo es en Europa? Bueno, igual… Tenemos que volver a ser campeones del mundo y hay que trabajar; disponemos de muy buenos jugadores y llevamos una ventaja que nadie va a poder igualar en los próximos 10 años: se llama Messi. Y… ¿qué me decís?, preguntó un Grondona henchido.

— Un momento Julio, espere, no me apure –le pidió Carlos–. Y de inmediato soltó la primera pregunta:

— ¿Y quién va a ser el técnico?

— Le vamos a ofrecer la Selección a otro al que también le debo mucho y lo piden los jugadores; si estás de acuerdo, lo llamo a Diego, ¿qué te parece, te gusta?

— Hagamos al revés, Julio, usted hable con Diego y si él acepta, yo acepto.

Al día siguiente, martes 28 de octubre de 2008, Diego iría a la cita propuesta por Humberto Grondona en Puerto Madero. Un Mini Cooper negro giró en 180 grados y se detuvo frente al 451 de la avenida Juana Manso, Puerto Madero. Cuando el prefecto se acercó y vio que el infractor era Diego, solo atinó a pedirle un autógrafo. “Perdóneme Maestro –se excusó Maradona– es que tengo que estar a las 4 en el 6° piso de este edificio y si daba la vuelta en aquella rotonda se me hacía tarde”.

Maradona como DT de Argentina
Maradona como DT de Argentina durante un amistoso ante Escocia en 2008 (Foto: Reuters)

Toda la familia Grondona lo estaba esperando sin ocultar una particular emoción. Diego lucía un traje negro con solapa “smoking” de raso y una camisa blanca con botones perlados bajo un cuello Mao de Etiqueta Negra, lucía una sonrisa amplia y fresca que iluminaba todo el ámbito. En aquel momento su estética era la de un atleta veterano en actividad con el pelo cortito, la peinada brillosa y un andar dinámico y flexible. Una vez que tomaron asiento, Grondona sin vueltas le abrevió: “Quiero que seas el director técnico de la selección argentina”. Por toda respuesta, Maradona tomó las manos de Grondona y sólo respondió: “Gracias”. Fue entonces cuando el veterano dirigente, delante de sus hijos, le confesó: “Diego, quiero decirte algo más: siempre soñé con entrar al predio de Ezeiza al lado tuyo…”

Hubo que esperar un día más (el 29-10-08) para la primera reunión entre todos. Fue muy emotivo el abrazo entre quienes no se hablaban y sin embargo, se amaban: Bilardo y Diego. Y se logró un acuerdo inmediato sobre quienes se harían cargo de la selecciones nacionales: Bilardo (Director General), Humberto Grondona (subdirector), Diego (director técnico jefe de la selección mayor), el Checho Batista y el Tata Brown con las sub 20 y la sub 17, los profes Fernando Signorini y Javier Vilamitjana (preparadores físicos propuestos por Diego) y todos los ayudantes a designar que deberían provenir del plantel campeón del Mundo del 86, según el acuerdo verbal de todos. Bilardo solo pidió la contratación de Miguel Ángel Lemme –su incondicional amigo– como asistente, integrante de su área.

Sin embargo unos segundos antes de que Diego se retirase, Don Julio le preguntó:

— Ahí de ayudante me imagino que vas a meter a Ruggeri, ¿no?

— No, Julio, mi ayudante principal va a ser Mancu –por Alejandro Mancuso–, es mi amigo.

— ¿Estás seguro?, repreguntó el presidente con los anteojos en el puente de su nariz y una mirada sorprendida. Y agregó: “Mirá que ya hablé con Rafael (por Savino, expresidente de San Lorenzo) y él no pone ningún inconveniente si viene Ruggeri”. (En ese momento Ruggeri había pedido la quiebra de San Lorenzo por una deuda acumulada en su época de entrenador).

— Sí Julio, tranquilo; también estoy pensando en el Negrito Enrique y en Garré, pero no en el Cabezón, prefiero al Mancu

Volverlos a ver juntos a Carlos y a Diego resultaba emocionante. Parecía en superficie un razonable gesto de profesionalismo, sin embargo era un acto de amor entre dos actores unidos por la historia.

Los enfrentamientos entre ellos fueron siempre públicos y severos. Siempre recuerdo el que tuvieron en Sevilla con golpes de puños incluidos. Carlos, quien siempre prefirió eludir el tema de sus desencuentros con Diego, jamás desmintió lo que Diego me contó para su libro autobiográfico. Esa vez transcribí:

— ”Yo no me había entrenado en toda la semana (refiere a su paso por el Sevilla) y teníamos que jugar contra el Burgos, el domingo 12 de junio de 1993. Me puse de todo y salí a la cancha, como podía. Pero la rodilla se me iba, se me iba. Por eso, cuando terminó el primer tiempo, le dije: ‘Carlos, no puedo más, no puedo manejar la rodilla… ¿Qué hago? ¿Me infiltro para seguir o salgo? Me saca o me infiltro’. Y él me contestó: andá, infíltrate que vos tenés que seguir. Fui, me cazó el tordo y me metió tres inyecciones en las rodillas. Tres inyecciones, ¡me mató! Pero yo le había dado la opción a Bilardo, y tengo de testigo a Lemme, su ayudante, y por eso me lo banqué. Porque sentí que Bilardo me necesitaba y yo no le podía fallar, siempre había sido así con él. Así salí a la cancha, de nuevo”.

Lo primero que hizo Bilardo
Lo primero que hizo Bilardo al asumir como técnico de la selección argentina fue darle la capitanía a Maradona

“A los diez minutos, vi que el árbitro paraba el partido para hacer un cambio. Miré para el banco y vi la chapa número diez. ¡No lo podía creer! Pensé que era un error, que era un cambio de los otros… Pero no, Bilardo me sacaba a mí, diez minutos después de haberme hecho comer tres brutas inyecciones. Entonces lo reputié de arriba abajo, como todo el mundo vio por televisión: ‘¡Bilardo y la puta que te parió!’, le grité”.

“… Me fui al vestuario y rompí todo, lo hice mierda. ¡Rompí todo! Las cosas de los muchachos, di vuelta la camilla, todo, ¡una cosa terrible... ¡Un quilombo infernal!.. “Salí del estadio y me encerré en mi casa. Me quedé toda la noche despierto, llorando. ¡Sin droga, ¿eh?, sin droga! Miré televisión, llorando, vi películas, llorando. Siempre llorando, siempre. Llorando por lo que había pasado y llorando porque me acordaba de la reunión del miércoles, más allá de la lesión, de la reunión que había tenido unos días antes de ese maldito partido con los dirigentes del Sevilla”.

_”…Ellos me habían dicho, ¡a mí!, ¿eh?, a mí: vamos a echar a Bilardo antes del partido contra el Burgos, ¿te querés quedar como técnico y jugador? yo les contesté, lo juro por mis hijas: ‘¡No, ¿están locos?! A mí me trajo Bilardo acá, yo vine por él. Yo puedo ser cualquier cosa, pero no un traidor, señores’…. Se lo conté a Carlos y no me creyó… No, Diego, me dijo, es una boludez, es una boludez. Voy a hablar con ellos y después te llamo. No me llamó más, no me dijo más nada hasta que llegó el partido y se dio aquella historia: yo que juego, yo que me infiltro, él que me saca, yo que lo puteo…”.

”… Al día siguiente, yo seguía mirando televisión, la final de Roland Garros, me acuerdo, y seguía llorando. Y pensaba: ‘La puta, ¿Cómo puede ser? Yo fui honesto con este tipo, le avisé que lo iban a echar, que me ofrecían el cargo a mí, ¿y me saca igual sabiendo que estaba hecho mierda?’. Entonces, estaba mirando el partido de tenis, así, con el televisor a un costado y sentí que pasa uno por atrás mío. Yo creí que era Franchi (su manager de la época), no le di bola. Volvió a pasar y entonces me di vuelta… ¡Era Bilardo! Y me dice: Vos no me podés hacer esto. Yo seguía llorando, llorando de impotencia desde que me había sacado de la cancha, ¡desde el día anterior!, y el tipo me venía a decir: Vos no me podés hacer esto, lo vi en la televisión, me puteaste, me puteaste cuando te saqué… ¡Para qué! Le grité: ‘¿¡Por televisión lo viste!? ¿¡Por televisión!? ¡Si te puteé en la cara, hijo de puta!, ¿cómo que lo viste por televisión?’. Estábamos como locos: Vos no me podes hacer esto, yo te banqué siempre, me gritaba. ‘¿¡Qué me bancaste!? Si yo acepté que me clavaran tres agujas así de grandes y vos me sacaste igual’”.

“Entonces se me vino encima y me empujó. Y cuando me empujó… perdí toda noción, perdí todo. Le di una trompada, ¡pim! Lo tiré a la mierda, cayó así, clavó. Y cuando le iba a pegar de nuevo… no le pude pegar, no le pude pegar. Vino Claudia, vino Marcos, lo agarraron. El seguía gritando: “¡Pégame, por favor pégame!”. Le pegué una trompada, sí, y lo dejé concha para arriba, porque me había empujado, por toda la bronca de una noche llorando, caliente. Pero… hoy me doy cuenta de que cuando se me vino encima, cuando se me vino para que yo le pegara, porque para eso vino, él estaba llorando, llorando. Por eso no lo rematé...”.

“… Después de eso, unos días más tarde, Claudia la llamó a Gloria, la esposa de Carlos. Y ella le contó que desde el día del quilombo el Narigón dormía con pastillas. Entonces, como yo soy Ceferino Namuncurá, lo fui a visitar, lo fui a ver. El me pidió disculpas, me dijo que tenía razón, que él me había pedido que yo me infiltrara. Se recompusieron las cosas, pero ya no fue lo mismo...”

Diego Armando Maradona, junto al
Diego Armando Maradona, junto al Bilardo en Sevilla

Se habían reencontrado en el 96′ en Boca sosteniendo el mutuo respeto sin grandes demostraciones de afecto. Y ahora, 15 años después de haberse agarrado a trompadas en Sevilla, Bilardo y Diego se embarcaban en la aventura más bella del destino: la Selección Nacional, ese sueño que los unió simbióticamente.

La convivencia entre ambos antes y durante Sudáfrica 2010 volvió a ser difícil y recorrió el amplio arco que va desde la divergencia hasta la incomunicación. Sin embargo, en el fondo se admiraban, se valoraban, se querían… Era un sentimiento silencioso, acaso simbolizado en el abrazo frenético bajo la lluvia en el Centenario cuando Carlos corrió a Diego para unir los corazones tras la angustiosa clasificación.

Regresan a mi memoria los tiempos pasados, los hitos fundamentales del vínculo afectuoso: “Agarro la Selección si Diego acepta la capitanía”, le exigió Bilardo a Grondona en octubre de 1982 desplazando a Passarella. “Si lo tocan a Bilardo yo no juego el Mundial”, declaró Diego en Nápoles ante el clima desestabilizador con el cuerpo técnico en abril de 1986. Después de Sudáfrica, estuvieron 6 años –hasta el 2016— sin hablarse ni verse. Se reencontraron como si nada hubiese ocurrido para los festejos por los 30 años de la Copa del Mundo lograda en México 86.

Al llegar a Rusia en junio de 2018, Diego se enteró que habían internado a Carlos. Quiso hablar con él y le respondieron que no sería posible porque Carlos, temporariamente, no escuchaba ni hablaba. Entonces, con la incondicionalidad de un hijo, instruyó a su ocasional adláter: “Que no le falte nada, díganme todos los días como sigue y pongan todo a disposición”.

Carlos Bilardo, Claudia Villafañe, Diego
Carlos Bilardo, Claudia Villafañe, Diego Maradona y Julio Grondona en el casamiento del 10

Hace unos días el Cabezón Lemme, un amigo imprescindible de todos y especialmente de Carlos lo fue a visitar. Luego de ello lo reportearon por Súper Deportivo Radio. Y contó que durante la charla, Bilardo le preguntó: “¿Dónde anda el Diez?”. Fue entonces cuando Lemme le respondió: ”Que sé yo el loco donde anda, donde carajo andará este muchacho”.

Bilardo vive sin saber que Diego ha muerto.

Tal vez alcance a rememorar sueños, desencuentros, discusiones, logros, peleas, abrazos, frustraciones y aquella gloria inmaculada del 86, la última gloria.

En definitiva, Bilardo y Maradona estuvieron unidos por las sublimes razones de un amor eternizado.

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