El Rally Dakar es una prueba exigente no solo para los competidores. Todos los que están trabajando en el evento también están expuestos a un desgaste continuo y cada hora de descanso vale oro. Infobae está presente en Arabia Saudita donde los días son largos y no hay horarios, en una vorágine de dos semanas en las que poder llegar al último día es el gran desafío, como el objetivo de los corredores y sus navegantes de poder llegar a la meta de la carrera más dura del mundo.
“¡This is Dakar man!”, es una frase que instaló el piloto argentino Juan Manuel Silva cuando participó por primera vez en 2011. El chaqueño, campeón del TC (2005) y TC 2000 (1999), salió del confort de los motorhomes con todas las comodidades en los autódromos y en su bautismo dentro del Rally Dakar tuvo un problema técnico y quedó en medio del desierto durante cuatro horas. Ese hecho lo marcó para siempre porque fue una experiencia de vida y desde ese momento no pudo separarse de ella. Por eso, este año el chaqueño se animó en la categoría camiones y su frase, muchas veces dicha con el rostro lleno de polvo, quiso transmitir lo que demanda competir en esta carrera.
El Rally Dakar es una exigencia para todos los que están involucrados en el evento. Implica un estilo de vida durante dos semanas donde las horas pasan muy rápido. Pareciera que la luz del día se convierte en la noche en cuestión de segundos. Pero es la misma pasión que desata este evento que genera una competencia interna en cada persona para poder llegar al final. Es como que cada uno corre su propia carrera y llegar a la meta del 14 de enero en Yeda es el gran objetivo.
La carrera recorre diversas ciudades de un país como pasa desde 2019, aquel año en Perú y desde 2020 con Arabia Saudita. En Sudamérica llegó a correrse en tres países y en la vieja época, hace 30 años llegó a pasar por once naciones en un recorrido de más de 12 mil kilómetros en la época que se largaba de París, la mayor parte del recorrido se disputaba en África y el destino final era la capital de Senegal, Dakar. Lejos de aquellas épicas aventuras, pero con mucha exigencia, el Rally Dakar constituye un desafío único.
Los pilotos tienen el objetivo de al menos poder llegar al final, algo que para la mayoría es un triunfo. Ellos, los mecánicos y demás integrantes de los equipos, la organización del evento y la prensa acreditada de forma permanente, forman parte de una aldea nómade de unas 3.000 personas que la mayoría duerme en carpa y solo algunos competidores tienen el “lujo” de descansar en una casa rodante o motorhome.
Este panorama conforma el campamento o “bivouac” como lo llaman los franceses de Amaury Sport Organisation (ASO), la empresa que maneja los derechos comerciales y organiza el evento. Quienes trabajan para ASO y los medios presentes deben acomodarse a un itinerario exigente y la experiencia diaria lleva a que las jornadas arranquen en una madrugada y terminen en el inicio de la siguiente.
En el caso de los periodistas y de los integrantes de la organización, tomando como referencia esta edición, luego tres días en un hotel en Yeda (algo irreal para la verdad del evento), todo cambia con el inicio de la carrera. El rápido brindis de fin de año para los occidentales que visitan este gigante de Medio Oriente fue el prólogo a un corto descanso para emprender el primer viaje hacia Hail.
Se salió a las 5.25 de la madrugada de este sábado, cuando en la Argentina aún no había llegado 2022. El traslado fue en ómnibus hasta un aeropuerto para vuelos privados y una línea aérea checa fue la que trasladó al contingente por los casi 800 kilómetros. El calor y la brisa de Yeda se reemplazó por el frío del norte de Arabia Saudita que en esta época del año transita el invierno.
Una vez en el campamento de Hail y aprovechando que la primera parte de la etapa 1 estaba en competencia, lo primero fue armar el hogar de cada uno durante estas dos semanas: la carpa, que utilizan el 90/95 por ciento de la población dakariana. Los equipos y la organización utilizan un modelo llamado “2 second” (dos segundos) de una marca europea cuyo armado es muy fácil.
Hay sectores destinados a los campamentos llamados “Rest zone” (zona de descanso) que están distribuidos por todo el predio que dispone de conteiner con baños y duchas. Además, en carpas enormes se ubican en la sala de prensa, el sector para los comisarios deportivos, el área médica, un sector administrativo y el catering que es muy abundante. Hasta este domingo el menú incluyó pastas, porciones de carne acompañadas por arroz o tartas de verdura, salchichas, gaseosas y cerveza sin alcohol, café, te y variantes de dulces. Se sirve detrás de un mostrador y a cada persona se le entrega una bolsa de cartón donde pone lo que elige para comer.
Durante la jornada cuando se terminan las etapas los pilotos llegan al campamento y los medios los esperan para recoger sus testimonios, que continúan en el parque de asistencia que es donde se ubican los equipos. Luego, en el caso de los periodistas, se debe retornar a la sala de prensa para armar las notas que luego serán publicadas.
La primera noche en el campamento de Hail fue complicada ya que llovió de forma intensa, se sumó el viento y la temperatura estuvo por debajo de los diez grados. El piso empezó a humedecerse y dentro de la carpa el frío se hizo se sentir, pero una bolsa de dormir térmica ayudó a pasar la noche.
Cada minuto de sueño vale oro ya que a la siguiente madrugada llega otro viaje y por lo general cada día hay unas tres o cuatro horas de descanso. Al horario indicado de salida se le debe adelantar una hora para desarmar la carpa, empacar todo y chequear que no se olvide nada. Para esto es clave tener una linterna tipo minera, esas que se colocan en la cabeza ya que la salida es siempre de noche. Los horarios deben cumplirse a rajatabla con el riesgo de perder el traslado al nuevo destino.
Pero en la “carrera” que cada uno emprende en su propio Dakar, hay un trabajo en equipo, una escudería que apoya en todo momento y en el caso de los medios son los colegas. Es una sagrada comunión más allá de los idiomas. El poder dar una mano está siempre presente como en los caminos de la mítica competencia donde los propio corredores suelen detenerse para ayudar a uno que quedó en el camino.
El reloj marcó las 5.00 de la mañana y hubo que subirse a otro ómnibus y esperar un nuevo avión para dirigirse al siguiente campamento, pero de forma repentina el destino cambió, como pasa en el Rally Dakar. Es que por la lluvia del sábado hubo una inundación en Al Artawiya, unos 432 kilómetros al noreste, que obligó a poner el nuevo campamento en Al Qaisumah (572 kilómetros al este). El frío seguirá, pero son gajes del oficio dentro de la carrera más dura del mundo. Es un evento donde el desafío y la aventura no es solo para los pilotos: “¡This is Dakar man!”.
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