El insufrible caos de tránsito que se generó en las inmediaciones del Estadio Rey Fahd de la ciudad de Riad, donde la selección argentina se coronó en la Copa Confederaciones del 92, provocó que decenas de fanáticos arribaran tarde a la cita. Por tratarse de una fecha entre semana, en un calendario que se estrechó por los partidos pendientes que se le generaron al Al-Hilal por su participación en la Champions asiática que alzó y lo llevará a disputar el Mundial de Clubes, las tribunas se colmaron a un 70 por ciento. De un lado, el Blue Power dueño de casa; del otro, los simpatizantes del Al-Nassr, en menor cantidad pero ostentando ser los más fieles y pasionales de toda Arabia Saudita.
Turki Alotaibi, identificado con el Hilal, fue promotor de un evento al que comparó con el Superclásico argentino entre Boca y River. Los fanáticos pudieron acceder a tickets para diferentes lugares de la cancha con precios que oscilaron entre los 60 riales (unos 15 dólares) y 400 riales (unos 106 dólares), con acceso a la zona VIP, refrigerio en el entretiempo con comidas, café y bebidas.
Por estructura y diseño, el Estadio Rey Fahd (lleva el nombre de Fahd bin Abdulaziz, primer ministro de Arabia Saudita desde 1982 hasta 1995) se asemeja al Ciudad de La Plata en Argentina. Y, aunque no lo parece, posee capacidad para 67.000 espectadores, bastante mayor a la del Único (53.000). Hay incluso una similitud respecto a la acústica, que destacó el aliento de los fans del Hilal, con un bombo ubicados en una de las gradas laterales, y del Nassr, detrás de uno de los arcos. En algo coincidieron ambos: cuentan con un líder que se ubica en el medio de la muchedumbre e inicia los cánticos que cree necesarios en el momento indicado. Cual director de orquesta, con un megáfono.
Un impactante estacionamiento repleto de coches y lujosas camionetas fue la antesala de la zona de ingresos, donde se exigió el barbijo puesto y se tomó la temperatura de cada uno de los visitantes. Algo que según contaron los locales se modificó en los últimos años y está vinculado a la apertura de los saudíes en su propia cultura fue la inclusión de las mujeres (en su totalidad, vestidas con el burka que las caracteriza) a las distintas áreas de trabajo. En este caso, el fútbol no fue la excepción.
El bullicio de las tribunas se hizo sentir desde las afueras. Es que además de la clásica rivalidad entre dos de los conjuntos más emblemáticos de Arabia, estaba en juego su posición en la tabla de posiciones, que los tiene expectantes detrás del líder Al-Ittihad FC. Para el dueño de casa, comandado por el portugués Leonardo Jardim, fueron titulares el colombiano Gustavo Cuéllar y el brasileño Matheus Pereira. Mientras que en el complemento ingresaron el argentino Luciano Vietto y el peruano André Carrillo, uno de los más elogiados por los entusiastas azules. El recién llegado Miguel Ángel Russo dejó entre los relevos de la visita a Ramiro Funes Mori y el Pity Gonzalo Martínez, que ingresó la última media hora.
Casi con desesperación, el público presente grita “shoot” en reiteradas oportunidades cada vez que un jugador de su equipo tiene la posesión del balón en las inmediaciones del arco rival. Es automático. Este detalle ya había sido vislumbrado en el amistoso que Boca y Barcelona disputaron en la misma ciudad unas horas atrás por la Maradona Cup. El griterío ensordecedor se repitió en varias ocasiones durante el transcurso de la primera y segunda parte.
La afición del Hilal se aplacó cuando el camerunés Vincent Aboubakar anotó la apertura del tanteador a los 39 minutos. Pero enseguida se envalentonó cuando el francés Bafetimbi Gomis, una de sus estrellas y jugadores más valorados, sacudió la red para el empate. A instancias del VAR, el árbitro anuló el tanto por una infracción en ataque previa e impidió que la cuestión se equiparara justo antes de que se marcharan al vestuario para el entretiempo.
Para el mediotiempo, los fanáticos ubicados en uno de los sectores de platea contaron con el privilegio de compartir un refrigerio compuesto por una bandeja con comida, snacks y empanados (todos gustos característicos saudíes). Además, un expendio de bebidas con agua y limonadas sirvió para refrescarse en una jornada que superó los 20 grados pese a transitar el otoño.
Otra de las escenas que más llamaron la atención fue el rezo de decenas de musulmanes en dirección a La Meca, centro espiritual del islam. La oración es el segundo pilar de su religión y tienen estipulado cinco rezos por día: en este caso fue el de la segunda mitad de la tarde, tomando como referencia el color del sol (debe hacerse antes de que se ponga naranja).
Como no es necesario llevar a cabo el rezo en una mezquita, una zona de descanso situada en las entrañas del complejo del estadio sirvió para que varios musulmanes se arrodillaran sobre una alfombra allí mismo. Antes de recitar algunos versículos del Corán e inclinarse, se purifican con el agua. Es por esto que muchos hicieron fila en uno de los baños aledaños para lavarse la cara, manos, cabeza y hasta pies en los lavatorios públicos.
Cumplida la demanda espiritual, retornó cada uno a su sector para observar la acción en el complemento. El cuadro de Russo se abroqueló en la zona media y defensiva y dificultó el progreso en el campo de un Al-Hilal al que le faltó claridad en los metros finales. Fue por esto que recién sobre el final se resolvió la cuestión: el brasileño Anderson Talisca aprovechó una desatención en la última línea local y corrió solo con pelota dominada desde la mitad de cancha hasta definir mano a mano.
Inmediatamente después del 2-0 al minuto 89, cientos de fanáticos del Hilal se dieron media vuelta en busca de la salida. Otros, se quedaron reclamando ofuscados con la labor arbitral. A más de 13.000 kilómetros de distancia de Argentina, las pasiones por el fútbol se ponen de manifiesto de una forma muy particular.
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