Las “cábalas” o costumbres se han convertido en parte importante dentro del mundo deportivo. Dicha acción es una interpretación mística, suposición o un cúmulo de ideas que parten desde distintos indicios y cuando de ganar se trata, en muchas ocasiones se necesita algo más que el trabajo hecho y la formación.
Durante un nuevo capítulo del podcast Un Round Más, en el que Érik Morales y Marco Antonio Barrera refrescan las memorias de sus carreras boxísticas, las preguntas realizadas por el público los llevó a pláticas acerca de las cábalas que mantuvieron a lo largo de sus carreras.
“Yo siempre usaba la misma concha, usaba siempre una amarilla. La usé, primero, de una marca local de la ciudad de Tijuana y después una de marca japonesa, pero siempre amarilla hasta el día que me retiré. Siempre iba a la iglesia antes de cada pelea, yo le pedía a Dios poder subir y bajar del p*inche ring, porque no queríamos perder la vida”, señaló el Terrible Morales, quien se mantuvo en activo desde 1993 hasta el 2012.
“En mi caso, se me iba un poquito la onda cuando estaba enfocado bien en esto del boxeo, yo más que pedirle al de arriba le decía a mis papás: Disfrútenlo, no sé si va a ser la última noche que me van a ver, pero lo voy a hacer bien y le voy a poner ganas, no les aseguraba si iba a bajar o no”, respondió el Barreta Barrera.
“También cuando estaba en el campamento, primero le pedía al de allá arriba, pero con mayor devoción le pedía a mis muertitos: mis abuelos, mis tíos, a mis primos, gente que ya estaba arriba y me encomendaba a ellos. Hasta la fecha lo sigo haciendo”, añadió Barrera.
Sin embargo, el mismo Barreta señaló que él nunca ha sido una persona supersticiosa a pesar de que en muchas ocasiones le recomendaron algunos rituales o costumbres para que le fuera mejor.
“De las más notables de otros peleadores, es la de mi compadre Julio Cesar Chávez y la bandita roja. Él no subía al ring sin la banda roja después de enfrentar a Edwin Chapo Rosario que, decían, embrujaba a todos metiéndolos en hielo. Por eso él (Chávez) usaba la banda roja para contrarrestar todas esas malas vibras”, acompañó el Terrible Morales acerca del campeón de peso ligero.
Posteriormente, ambos ex boxeadores comenzaron a hablar sobre las costumbres que tenían antes y después de cada pelea. En el caso de Marco Antonio, señaló que la rutina antes de cada compromiso era ir a preparase a Toluca y tiempo después entrenar en California, en Big Bear Lake. Al mismo tiempo aseguró que las experiencias comenzaba a disfrutarlas hasta que se encontraba en Las Vegas, previo a sus combates.
También señaló que posterior a cada duelo se encerraba a convivir con su familia, pero que dichas celebraciones duraban poco por el cansancio por el que atravesaba.
En cambio, Érik Morales comentó que se mantenía a gusto entrenando en el Centro Ceremonial Otomí, pues también intentó llevar a cabo sus rutinas en Big Bear Lake, pero las condiciones climatológicas le impedían desarrollarse de la mejor manera.
Sin embargo, ambos boxeadores, con o sin cábalas, pudieron llevar a cabo un lúcido estilo ortodoxo del boxeo y que a su vez vivieron una de las mejores trilogías dentro del pugilismo mexicano en peso súper gallo.
El Terrible ganó la primera que se disputó en el 2000, pero la segunda y la tercera se fueron para Barrera. Ya consagrados como figuras referentes del boxeo mexicano, pusieron fin a su rivalidad en el año 2004.
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