(Enviado especial a Riad-Arabia Saudita) “Existieron varias similitudes y diferencias entre el público saudí que colmó las gradas del estadio Mrsool (nomenclado así por ser la marca patrocinadora de una famosa compañía de deliveris en Asia y no por algún Míster Sool) con el de Argentina. Por empezar, el caos del tránsito en los alrededores del complejo universitario con cancha profesional actualmente destinada al Al-Nassr en el que asumió Miguel Ángel Russo y que antes también era alquilado por su clásico rival Al-Hilal ya que es “municipal”, se asemejó bastante al de los días de partido en territorio nacional.
Incluso algunas personalidades destacadas como Claudia Villafañe y las hijas de Maradona (Dalma y Gianinna, junto a Daniel Osvaldo), llegaron sobre la hora y no tuvieron demasiada asistencia hasta que encontraron su palco preferencial luego de pasearse de un lado a otro. Tras el encuentro, bajaron al césped y se abrazaron con la victoria en los penales antes de participar activamente del homenaje al Diez. Al rato se sumó Osvaldo (impecablemente trajeado y con moño), que se fundió en un abrazo con Marcos Rojo para celebrar el triunfo en la tanda, y el esposo de Dalma, Andrés Caldarelli.
Sin embargo, la postura de los fanáticos fue disímil a los desesperados y fervorosos argentos que corren para no perderse ni un segundo del match. Aquí los saudíes se agolparon para ver a las estrellas de Boca Juniors y Barcelona, aunque con cierta calma. Colmaron las tribunas en un 75% y se hicieron sentir con cánticos (principalmente originados por un grueso identificado con Al-Hilal que se ubicó junto a una pequeña “barra xeneize” que aportó voluntades desde el Consulado de Kuwait) y algún elemento sonoro.
Con pocos jugadores de renombre en el campo, la expectativa se centró en el experimentado brasileño Dani Alves, que fue vitoreado por todo el público en el inicio y cada vez que tomó contacto con el balón. La llama del otro lado la encendió Juan Ramírez con un vertiginoso arranque de los que lo caracterizan y levantó a la gente. Pero sin dudas uno de los momentos de mayor exaltación fue el caño de Agustín Almendra a Ferrán Jutgla: los saudíes enloquecieron con ese chiche del juvenil boquense (en el segundo tiempo también aplaudirían un túnel de Zambrano en una jugada que no prosperó).
Mientras en unas pequeñas pantallas que adornaron todo el estadio figuraban los escudos de los equipos (según cuando atacaba uno y otro), se podían leer onomatopeyas por el desarrollo del juego (“ooouch” ante una infracción, “booom” o fuego cuando algún jugador disparaba al arco), la clásica ola que brindaba movimiento en las gradas y un ruidoso y ansioso “shoot” que salía de la boca de cada uno de los fanáticos cada vez que algún atacante merodeaba el área rival. Era instantáneo: si el balón andaba cerca de uno de los arcos, exigían el tiro directo. ¿Más? Algunos se peleaban por salir en la cámara del estadio porque se sorteaba un automóvil y uno, a la hora de hacer los deberes anduvo flojo porque mostró un afiche que anunciaba la fecha de nacimiento de Diego en 1966 y no en 1960.
En uno de los palcos vip, los más adinerados (los tickets costaron entre 130 y 12.500 riales, o sea unos 35 y 3.300 dólares) disfrutaban de su sector con un catering de lujo, entretenimiento en vivo con show de magia e ilusionismo y un freestyler con pelota, o bien podían sentarse en uno de los cómodos sillones a la vera de la platea baja con perfecta visión al campo de juego. Más de un distraído se habrá perdido los chispazos que se sacaron los protagonistas, que de uno y otro lado no entendieron el duelo como un simple amistoso. Siempre se juega por algo y a ninguno le gusta irse derrotado. Si no pregúntenselo a Xavi Hernández, que se movió intensamente a lo largo de los 90 minutos para dar indicaciones a los suyos y se marchó con cara de pocos amigos al vestuario.
Ya desde la etapa inicial se había jugado con pierna firme, pero en el complemento la cosa casi se va de las manos en un par de ocasiones. Matheus Pereira entró picante y enseguida atendió al Toto Salvio, otro de los que ingresó y no dudó en tirarle un manotazo al rostro que por poco lo conecta. Carlos Izquierdoz, voz de mando junto a Rojo, le miró la patente, lo bajó y después lo recriminó: “¡Si no te toco, si no te toco!”. Y el Cali acapararía la atención otra vez con un pisotón a Dani Alves, que gritó fuerte y se hizo oír. Al mismo tiempo que un colaborador de Xavi en la platea se acercó hasta la baranda para reclamarle al cuarto árbitro por la entrada, el defensor de Boca fue a cuestionar la reacción del brasileño y tratar de defenderse ante el árbitro.
Otra de las perlitas fue la confusión de los hombres que se encargaron de la voz del estadio: el primer saudí mencionó al autor del gol de Boca como “Anco Zeballos” y detrás de él habló otro que mencionó el otro nombre de pila del Changuito: “Zeballos, Oscar” (y no Exequiel, como se hace llamar). Solamente Maradona consiguió que se escuchara el cuarteto de Rodrigo -con La Mano de Dios- y Ulises Bueno (en vivo) en Arabia Saudita, con un show de entretiempo que contó con música y luces. Solamente Pelusa puede generar un evento de esta magnitud y volver a quedar presente en la memoria de los saudíes como cuando disputó un amistoso con la camiseta del Al-Ahli en 1987. Arabia Saudita es otra de tantas naciones conquistadas por la magia de Diego.
SEGUIR LEYENDO: