Era julio del 2004 cuando Manu Ginóbili manejaba en una ruta durante su luna de miel: un auto se tiró a pasar un camión en una curva y casi se lleva puesta su vida y la de su familia. “Me tiré a la banquina y empecé a derrapar. Podría haberme dado de frente con el otro auto, contra un árbol o caído a un precipicio… Y no había Juego Olímpico, medalla de oro, ni carrera, ni nada…”. Así lo contó el mejor basquetbolista de nuestra historia para luego dar una conclusión sobre aquella anécdota. “Tuve suerte… La gente menosprecia ese concepto en la vida. Me sucedió ese día y también en mi carrera. Más de una vez me pasó de llegar al lugar justo, en el momento justo. Claro que hice lo mío, pero a veces sin esa cuota de fortuna no se pueden lograr las cosas que uno luego consigue por talento y dedicación…”.
Aquel análisis de MG20, quien con sólo repasar su trayectoria observa que tuvo siempre arribos ideales a cada uno de los equipos y seleccionados que integró, es aplicable a lo que está sucediendo con Gabriel Deck en la NBA. Un caso para muchos inexplicable pero que, en realidad, se ha repetido a lo largo de la historia y acá intentaremos explicar por qué sucede. La NBA es el torneo top del mundo, con el 95% de los mejores jugadores del planeta, pero con un estilo de juego diferente, reglas distintas y una idiosincrasia particular. En definitiva, una competencia con una dinámica propia que hay que entender para poder analizar por qué el santiagueño, figura del Real Madrid y de la Selección subcampeona del mundo en 2019, no juega –apenas 45 minutos en total durante los primeros 22 partidos del equipo, incluyendo 22 en el último, una paliza histórica ante Memphis- y es tan poco tenido en cuenta que fue enviado a la filial de la G-League, el torneo de desarrollo que tiene la NBA, una especie de Reserva de la Primera. Una actitud para muchos incomprensible y casi insultante hacia Tortuga. Pero que marca que, muchas veces, en la NBA hay estar en el lugar ideal en el momento ideal, más allá de que uno tenga las condiciones para triunfar allí.
Para entender –o al menos intentarlo- cómo el santiagueño llegó a este presente hay que hacer una cronología de los hechos. A fines de abril pasado, luego de brillar y ganar todo en el Real Madrid, a Deck se le presentó una oportunidad única que no pudo desaprovechar. Si bien por carácter, esencia y estilo de vida, Tortu no fue nunca alguien que se desesperó por la NBA, la situación que se dio terminó de convencerlo. Por un lado, ya había demostrado su calidad en Europa y, a los 26 años, lucía preparado para el siguiente nivel. La NBA era un entendible desafío deportivo. Por el otro, a Oklahoma City Thunder le sobraba un dinero en el tope salarial que debía gastar y podía hacerle una importante oferta: 14.5 millones de dólares por cuatro años. De esta manera, Tortu podía pagar la cláusula de rescisión del Real y dar un salto que su nivel de juego ya pedía... Lo único malo era que sólo tenía garantizado un año en el acuerdo, aunque con algo bueno: tenía un puñado de partidos de la temporada (20/21) para demostrar su valía, además de los Juegos Olímpicos y la pretemporada de la siguiente campaña (21/22).
No parecía tener grandes riesgos la movida del santiagueño. Menos aún cuando arribó al equipo en el final de la temporada y, tras el aislamiento de protocolo, se destacó en los últimos 10 partidos, promediando 8.4 puntos, 48% de campo, 4 rebotes y 2.4 asistencias en 21 minutos. La única mancha fue la eficacia en triples (13%), algo entendible teniendo en cuenta que la distancia de la línea de 3 es mayor en la NBA que en FIBA. Pero, en esos partidos, Tortu se mostró como lo que es: un ala pivote que juega muy bien sin balón, es fuerte, potente y rápido, que ostenta un muy bien tiro de media distancia y un mejorable lanzamiento largo para la NBA. En definitiva, un obrero de lujo que no requiere tiros porque el equipo siempre está primero que él y sus estadísticas. Todas virtudes que sorprendieron al mismísimo Kobe Bryant durante las semifinales del Mundial 2019 que presenció al lado de Ginóbili y que hizo que le preguntara a Manu quién era y le pidiera saludarlo tras el juego…
Todo parecía encaminarse hasta que empezó a complicarse en nuestro invierno, cuando a horas de viajar a la concentración olímpica de la Selección en Las Vegas, Deck se contagió de COVID-19 y eso limitó su nivel en Tokio, tras perderse casi dos semanas de preparación y nunca poder desplegar el nivel que se le conoce (pasó de 14 puntos y 56% de campo en el Mundial a 11.8 y 43% en los Juegos). Luego llegó la pretemporada NBA, momento en que Gabriel tuvo que pelear por uno de los 15 lugares en el roster final. Y todo comenzó bastante bien, jugando 18 minutos en el primer amistoso. Luego de no entrar en el segundo, tuvo 14 y 24 minutos en los duelos ante los Nuggets de Campazzo, en el último logrando nueve puntos y 11 rebotes para terminar con promedios de 6 tantos y 6 recobres en 18m. Una ratificación de su capacidad. Así fue que no extrañó que, el 16 de octubre, el coach Mark Daigneault lo confirmara en el plantel para comenzar la temporada. Todo parecía marchar sobre rieles.
Incluso, en los primeros días de la fase regular, Deck jugó poco (6.3 minutos de promedio) pero al menos entró en tres de los primeros seis juegos. Una tendencia que desaparecería, luego de que el equipo perdiera cinco de los seis y ratificara la predicción que lo ubicaba peleando para no ser el peor equipo del Oeste (hoy está 25° en las posiciones NBA). Durante noviembre, Tortu jugó apenas tres minutos en dos de los 15 partidos que disputó el Thunder. Así quedó claro que los elogios que el entrenador le había regalado al jugador remitían más a los reportes que había recibido del general manager Sam Presti y los scouts en Europa que de lo que él mismo pensaba, algo cada día más común en la NBA. Los técnicos están dentro de un plan de acción de las franquicias y tienen cada día menor poder de decisión, salvo cuando de hacer funcionar a un equipo se habla.
En este caso, la estrategia de OKC es muy a largo plazo, como se estila en la famosa reconstrucción de la NBA, un proceso que, salvo excepciones, lleva al menos cinco años, en el mejor de los casos y que, por la mentalidad estadounidense, no tiene atajos. Presti, un conocedor de esta realidad, logró lo que nadie pudo en la historia: coleccionar una enorme cantidad de elecciones de draft, la selección que se hace anualmente para reforzar a los equipos con jugadores universitarios y del exterior. El ex directivo de los Spurs, que se formó a la sombra de la familia texana que dirigen los viejos conocidos de Ginóbili, RC Buford y Gregg Popovich, acumuló la friolera de 34 elecciones, 17 de primera ronda y 17 en segunda, para gastar en siete años (2021-2026). Sin apuro y con más picks que jugadores, Presti empezó a diagramar el futuro, apoyado mucho en la juventud y en los extranjeros, una debilidad suya –pero, en principio, no de Daigneault-. Hoy, entre los 17 jugadores del plantel, 11 tienen 23 o menos años y varios nacieron fuera de Estados Unidos.
El panorama lo completa el monto salarial que la franquicia ha gastado: para esta temporada apenas 78 millones, la menor cantidad entre los 30 equipos. Hoy, para el Thunder, lo importante es desarrollar talentos jóvenes sin importar los resultados. Es más, hasta le conviene perder para seguir quedando abajo en las posiciones y así tener más chances de conseguir elecciones altas de draft, una táctica llamada Tanking que han hecho numerosos equipos en el pasado. Al equipo, con muchos pibes talentosos rodeados por algunos veteranos, le fue bastante bien –para su potencial- hasta mediados de noviembre, cuando comenzó a caer, perdiendo 11 de los últimos 12 encuentros, ocho seguidos, el último por una escandalosa diferencia ante Memphis (152-79).
El contexto al que arribó –equipo muy flojo, a desarrollar y sin presiones- parecía ideal para Deck. Se creía que, como jugador comprobado y productivo que es, podría jugar bastante y adaptarse al plantel, los compañeros y al estilo de juego sin las exigencias extremas que tienen las franquicias de punta. Pero nada de eso sucedió, aunque sin existir al día de hoy las certezas de por qué no juega nada, más allá de no hablar inglés y no tener un juego que haya nacido para la NBA. El entrenador dio alguna pista cuando, hace algunos días, hizo una declaración. “Deck es un jugador duro, muy inteligente, que se destaca en el poste bajo, pero justamente no es como nosotros jugamos hoy en día y eso afecta”, comentó ante la prensa local, dejando claro que observa que las características del santiagueño van en contra de lo que él desea desplegar en cancha.
Al no estar en los planes del coach, en la franquicia recibieron la llamada de sus agentes y se preocuparon. Pidieron tiempo para buscar una solución, pero hoy en el horizonte la salida aparece como la más probable. Más que nada porque su contrato recién se garantizará el 10 de enero. Hasta ese día, el Thunder puede cortarlo y sólo pagar hasta ese día. Pasando esa fecha, ya deberá abonar todo el contrato. Pero, claro, en el horizonte vuelve aparecer la conveniencia: OKC necesita gastar dinero porque hay un mínimo de dinero a gastar –hoy es 101 millones- si no quiere pagar impuestos. Entonces, en realidad, a la franquicia no le conviene ahorrar dinero sino al revés…
Por lo pronto, Deck no sólo no juega sino que fue enviado a OKC Blue, el equipo filial de la G-League, con la idea de que “tome ritmo”, según la franquicia. Aunque, en realidad, hoy da la sensación que en OKC ya no lo quieren. No jugó mal ni hizo nada mal, sólo parece que rápidamente perdieron el amor por su juego. ¿O será que sólo fue una cuestión económica? Gaby, fiel a su perfil, no habla, no genera problemas, se entrena y espera su chance.
Parece cruel y hasta desconsiderado lo que hace Oklahoma, pero también es verdad que así son las reglas del juego en la NBA. Hoy y siempre. No será el primer jugador –ni el último- que sea tratado como una mercancía o un número. Salvo a Manu, les pasó a todos los argentinos. Y a muchos otros, más a los extranjeros, quienes siempre tienen que pagar un derecho de piso y demostrar en la NBA como si nada hubiese pasado antes. Por eso, claro, por ser parte de este “circo”, también pagan millones. No hay de qué quejarse, sólo explicar cómo son las formas de la NBA, aunque no nos gusten. Una vez que uno entra, ya no hay derecho al pataleo…
Para los jugadores es decisivo tener fuerza mental para bancar las crisis mientras se espera un cambio de escenario. O, de lo contrario, irse. Deck tiene la suficiente capacidad para tomar cualquiera de las dos opciones. Sólo debe elegir. Y seguir, como hizo siempre, desde aquel día que, en la bodega de un micro que limpiaban con su hermano, decidió dejar Colonia Dora, su pueblo santiagueño, para probar suerte en Quimsa de Santiago, el primer paso hacia el sueño de vivir del básquet…
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