La de Gilberto Román Saldaña ha sido una de las trayectorias más ovacionadas por la afición mexicana al boxeo. Considerado por muchos como el mejor exponente de las 115 libras, uno de los pesos más ligeros en las categorías del pugilismo, llegó a coronarse en dos ocasiones diferentes con el título del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) en peso supermosca. Sin embargo, un trágico accidente le arrebató la vida.
Dieciocho más tarde de haber entablado el que fue su último combate profesional, los diarios reportaron la muerte del prometedor boxeador en un trágico accidente de tránsito. Hasta entonces, sus seguidores confirmaron que no lo volverían a ver más con los guantes puestos. Lo que no se sabía es que la decisión ya había sido tomada y hasta consultada con su entrenador Ignacio Beristáin, a pesar de tener solamente 28 años de edad.
Originario de Mexicali, Baja California, el Cachanilla comenzó su incursión en el boxeo amateur a la edad de 13 años. Su éxito en el deporte de los guantes durante la adolescencia fue tal que se posicionó como uno de los integrantes de la delegación mexicana que asistió a los Juegos Olímpicos de Moscú 1980. A pesar de la gran expectativa, no logró subirse al podio.
Como sucede con varios personajes, al participar en uno de los eventos más importantes del deporte amateur, decidió que el siguiente paso en su carrera sería probar suerte en el circuito profesional. Para ello, fue tan relevante su llegada a la Ciudad de México como su integración al Romanza, el mítico gimnasio a cargo de Nacho Beristáin que cambió su nombre para honrar al Cachanilla.
De esa forma, un año después de haber participado en la máxima justa deportiva, debutó en Villahermosa, Tabasco, en contra de su compatriota Gilberto Morales. A pesar de que su rival ya contaba con una victoria y un par de derrotas, Cachanilla se adjudicó el triunfo por nocaut.
A partir de entonces, entabló una serie de nueve encuentros en los que el resultado le favoreció, hasta que firmó su primera derrota contra Diego Ávila en 1982. Incluso, sufrió un par de descalabros más antes de recibir la primera oportunidad de pelear por un título mundial. Su primera noche gloriosa aconteció el 30 de marzo de 1986, cuando viajó hasta Japón para retar al monarca de su división Jiro Watanabe.
A lo largo de doce episodios, el mexicano se impuso al nipón por la decisión unánime y se hizo de la fajilla en peso supermosca avalada por el Consejo Mundial de Boxeo. Desde ese momento, realizó media docena de defensas a lo largo de Francia, Argentina, Tailandia y México. A pesar de su imponente trayectoria, la cuarta derrota en su carrera llegó en 1987, cuando el argentino Santos Laciar lo despojó de sus títulos en 11 de 12 rounds.
Lejos de pensar en otra categoría, emprendió una pelea de exhibición para enfilarse a recuperar el título. De esa forma, luego de vencer a Jorge Ramírez, retó a Sugar Baby Rojas, la noche del 8 de abril de 1988, por el cetro que hasta el año anterior aún le pertenecía. Salió avante de nueva cuenta y volvió a defender su corona en cinco ocasiones hasta el año de 1989. Sin embargo, un retador procedente de Ghana le quitó de nueva cuenta los cinturones del CMB y lineal.
Su rendimiento en el cuadrilátero dejó de ser el mismo desde que perdió sus condecoraciones contra Nana Konadu. Después de ello, volvió a disputar un par de encuentros en los que venció al estadounidense Mike Phelps, pero llegó su derrota definitiva con el surcoreano Sung Kil Moon por nocaut técnico. Al término de esa pelea, el 9 de junio de 1989, tomó la decisión de retirarse.
Transcurrieron solamente 18 días cuando se dio a conocer su trágico final. Un automóvil en el que viajaban cinco pasajeros, entre quienes se encontraba Gilberto, fue impactado por un tráiler en la carretera a Chilpancingo, Guerrero. Ninguno de los tripulantes sobrevivió. A pesar del aparatoso accidente, el legado del Cachanilla es recordado por haber ganado 54 peleas, 35 por nocaut, a cambio de seis derrotas y un solo empate, récord que le valió para considerarlo el mejor supermosca que ha dado México.
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