Es el último integrante de la Generación Dorada que sigue en actividad. El Nuevo Pibe de 39 que volvió a vestir la camiseta de la Selección luego de su última participación en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Carlos Delfino demostró su vigencia en los partidos contra Paraguay, correspondientes al inicio de la clasificación para el Mundial que se disputará en Japón, Filipinas e Indonesia en 2023.
El Lancha volvió. Y su experiencia fue una de las claves para jerarquizar al equipo que lidera Néstor Che García, que se impuso con autoridad en los dos compromisos frente al combinado guaraní por 93 a 67 y 82 a 43 en Obras Sanitarias.
El ex jugador de Milwaukee Bucks, Detroit Pistons, Houston Rockets y Toronto Raptors fue la figura en el primer choque con 21 tantos, 6 asistencias, 4 rebotes y un recupero durante los 25 minutos que estuvo en la cancha, mientras que en el segundo encuentro firmó una planilla de 12 puntos, 4 rebotes y 5 asistencias en 22 minutos. Y en diálogo con Infobae analizó los detalles más íntimos de lo que significó su regreso con la camiseta albiceleste.
—¿Cómo viviste este regreso al Alma?
—Me sorprendió la convocatoria porque fueron 5 años sin formar parte del mundo de la selección argentina. Si bien siempre uno está compitiendo y cada vez que salía una citación trataba de estar preparado por si las moscas, por la edad que tengo y mi ausencia después de todo este tiempo, pensaba que ya estaba afuera del grupo. De todos modos, siempre traté de mantenerme en ritmo y ahora que tocó volver, me puso muy contento ¿Cómo no iba a disfrutar esto? Seguramente el desgaste se sintió un poco más, porque no soy más un pibe como era antes, pero vine con todas las ganas porque fue un estímulo muy grande ponerse la camiseta celeste y blanca de nuevo.
—Además de tu talento, también le aportaste al equipo tu experiencia, ¿Cómo fue trasladarle aquellos valores de la Generación Dorada a las nuevas generaciones?
—Tuve que hacer un cambio. Cuando era más joven pensaba en resolver las cosas solamente dentro de la cancha. Era menos vocal y menos partícipe de cosas que pasaban fuera de la cancha. Si bien este fue un grupo que se armó y se desarmó en pocos días, uno trató de reflexionar para marcar los comportamientos y los hábitos para que sean lo más saludables posible, porque en el tiempo son esos hábitos los que te llevan a ganar cosas importantes. Hoy, con la edad que tengo, además de tratar de jugar bien, también intento tener más la palabra para apoyar a un equipo que busca estar lo mejor preparado posible. Hablo mucho más en la cancha de lo que lo hacía antes. En esta ventana tuve compañeros que tienen la edad de mi hija mayor. Es otra generación, pero el básquet, a pesar de que va mutando, sigue siendo el mismo. Uno trata de estar a la altura de ellos físicamente, porque hay chicos de 20 años, pero también está bueno que vean cómo se lograron tantas cosas con una unión en el grupo.
—¿Esto de tener compañeros de la edad de tu hija dio lugar para algunas cargadas? ¿Alguno se animó a insinuarte como posible suegro?
—No, absolutamente no (risas). Además, no me gusta que me traten de señor. Si me respetan mucho me hacen sentir un viejo y es que no quisiera serlo, pero soy uno más del grupo. Del mismo modo que me pasa en Italia, a veces soy el primero en autocargarme para aggiornarme con estas nuevas generaciones, que están mucho más pendientes de los celulares y las redes sociales. Uno trata de estar cerca y entender cómo se conectan con los demás.
—¿Fue más difícil readaptar tu juego al básquet de ahora o a las nuevas comunicaciones con los jóvenes?
—Siempre estuve preocupado por lo que pasa en la cancha y no en las redes sociales. Hay momentos en los que estamos reunidos en la concentración, donde los chicos se están sacando fotos con sus camisetas y uno dice ¿por qué no lo hago yo también? Entonces, es el momento para hacerlo y aprender de esas nuevas formas de comunicación. De todos modos, hay cosas como Tik-Tok que no me animo a ver de qué se tratan, porque no me llama mucho la atención ese mundo. Simplemente trato de ver en qué andan, porque son compañeros, y tal vez en una charla en medio de una comida surjan este tipo de temas. Igualmente, lo que más me interesó a mí siempre fue la pelotita. Es cierto que el básquet no es el de antes y mis piernas tampoco son las de antes, pero uno trata de adaptarse para tratar de estar en condiciones de competir. Hoy estoy muy contento de ser parte de este deporte y lo voy a seguir estando hasta el día que deje de ser competitivo. Mientras pueda ayudar a un grupo a pelear, lo voy a seguir haciendo. En Italia me pasa algo parecido. Si bien con el equipo no estamos pasando por un buen momento, siento que sigo ayudando y generando factores positivos para el bien del grupo.
—Después de lo que significó aquel hermoso homenaje que les regaló el Oveja Hernández en los Juegos Olímpicos de Río 2016, donde terminaron jugando los cuartos de final ante Estados Unidos todos los integrantes de la Generación Dorada, ¿te imaginabas esta nueva convocatoria 5 años más tarde?
—La verdad que no lo sé. En ese momento yo pensaba en seguir jugando, porque tenía el estímulo y las ganas de estar. Nunca tomé ese partido como una retirada. Hay una anécdota de lo que pasó en ese momento que no me la olvido más: cuando Manu (Ginóbili) empezó a llorar y al Chapu (Nocioni) también se le empezaron a caer algunas lágrimas, yo los agarré a todos y les grité que no había que llorar. “¡Nosotros no lloramos delante de todos!”, me salió decir, porque no lo tomaba de esa manera. No me gustaba mostrar esa parte humana del grupo, que con el tiempo me di cuenta de que estuvo buenísimo. Para el Chapu y Manu fue su despedida, pero yo nunca lo tomé de esa manera. Después me di cuenta de lo que había pasado. Incluso yo también estuve mucho tiempo afuera de la Selección y no me imaginaba que ese iba a ser mi último partido. Lo digo sin ningún remordimiento, pero no lo había tomado como tal. Para mí era mi último partido con un grupo de personas especiales, con el que había vivido experiencias muy grandes, pero las cosas se fueron dando así. Hoy es una página que gracias a Dios quedó atrás. Y digo gracias a Dios porque me puso muy contento esta nueva chance que tuve de vestir la camiseta de la selección.
—Primero fue Manu Ginóbili, después Luifa Scola, y hoy te toca a vos, ¿qué significa ser el referente en un plantel joven que tiene como máxima aspiración alcanzar lo que logró la Generación Dorada?
—No sé si soy yo el indicado para hablar de eso. Tal vez Néstor (García) deba responder eso. Yo simplemente trato de hacer las cosas lo mejor posible para el equipo, con la idea de sumar. Cuando era el más benjamín de la Generación Dorada en 2004 trataba de hacer lo mismo; y hoy que soy el más longevo sigo con la misma idea: aportar todo lo que pueda. Siempre fue así mi mentalidad, porque el básquet es un juego de equipo y por momentos la ayuda puede ser haciendo puntos, defendiendo o generando juego. Pero siempre desde un lado funcional para el grupo. Lo que pase en la próxima ventana o el próximo año se verá. Hoy con 39 pirulos no puedo mirar mucho más hacia adelante. Sé que tengo un año más de contrato en el Pesaro y lo voy a respetar. Y mientras juegue, nunca me retiraré de la Selección.
—¿Te entusiasma la idea de jugar el Mundial en 2023?
—Ojalá llegue. Ojalá mi cuerpo y mi básquet estén vigentes en ese momento. Hoy pienso en el día a día y tomé esta ventana como si fuera una Copa América, un Juego Olímpico o un Mundial. La camiseta de la selección fue siempre muy importante para mí y después de todo lo que pasé no quiero pensar mucho más allá. Tal vez uno tiene sus metas internas, que son sus pequeñas zanahorias por las que se entrena todos los días y se levanta en las mañanas lleno de energías para tratar de lograr esos objetivos. Pero soy consciente de que tengo que ser sensato y no apurarme en nada para sentirme bien, porque mi cuerpo debe estar preparado para estar en una cancha. Sé que hoy estoy apto para jugar, pero no sé cómo estaré dentro de dos años. No quiero diagramar mi carrera con la mente puesta en el 2023 o el 2024 porque tengo 39 años y hay que escuchar al cuerpo todos los días.
—¿Recibiste llamados de ex compañeros de la Generación Dorada?
—Hubo mensajes de más de uno. Son gestos lindos, pero también sensaciones raras porque estuvimos concentrados en un hotel en donde nosotros ya habíamos estado. Recibir un mensaje de Fabricio (Oberto), el Chapu (Nocioni), del Colo Wolkowyski o Pablito Prigioni, que varios de ellos fueron compañeros de habitación, fue raro porque estuve en el mismo lugar. Fue como la imagen del Titanic (risas), una película que ya había visto, pero ahora con caras nuevas y más jóvenes. Además, uno también cambió. Antes no era tan vocal como lo soy ahora. Fue raro, pero los chicos estuvieron cerca. Fue un lindo mimo, porque uno siempre tiene presente todas las experiencias lindas que hemos vivido.
—¿En el tiempo libre también tuviste que readaptarte para integrarte con los más jóvenes? Los juegos de la PlayStation no son los mismos...
—Fui siempre de la vieja generación y nunca me enganché con la Play. Soy esto. Cuando me dijeron que esta nota iba a ser por teléfono y no por Zoom, me puse muy contento porque prefiero este tipo de cosas. Siempre estoy con el teléfono, pendiente de la gente que tengo cerca.
—¿Lo tuyo son más los juegos de mesa o las cartas?
—No, tampoco. Yo prefiero las charlas en la sobremesa y el descanso. Porque cada uno ha llegado con mucha actividad. En mi caso, jugué con el Pesaro 36 minutos y tuve que viajar hacia Buenos Aires para sumarme a la Selección. Como mi familia también me vio poco en Italia, también aproveché el tiempo libre para estar en contacto con ellos. Como también estuvo el cambio de horario y el desgaste de las distancias, quise escuchar al cuerpo cuando me pedía descansar. Y en el tiempo de ocio compartí muchos momentos con los más grandes, con los que ya había compartido momentos en la Selección como Marcos Mata y Luciano González. Tuvimos unas lindas conversaciones después de cada comida, y hablamos sobre la actualidad de cada uno. Lo bueno de esto es que también quedan amistades.
—¿Influyó en algo la causa que se te abrió en Santa Fe sobre un presunto lavado de activos relacionado al narcotráfico?
—No, en nada. Esa es una causa que me tiene muy tranquilo. Estoy esperando que vayamos a juicio, porque quiero dejar que todo siga su curso. Si sigo haciendo lo que me gusta, también habla de la tranquilidad que tengo y cómo me he manejado siempre, porque no tengo ninguna culpabilidad de nada. Estoy exento de todo lo que se me ha acusado, y trato de dejarlo en las manos de mi abogado para que todo siga su curso. Yo estoy muy tranquilo. Prefiero que se hable de mí de lo que hice en el deporte y no de esto que fue algo fortuito y no tengo nada que ver.
Carlos Delfino habló con la sinceridad que lo caracteriza. El Nuevo Pibe de 39 fue una de las figuras ante Paraguay y sus producciones alimentan la esperanzas de verlo otra vez con la camiseta del Alma en la segunda ventana que se desarrollará en febrero ante Venezuela y Panamá. Luego, en junio, estarán los compromisos en condición de visitante ante los mismos rivales y si el equipo del Che García termina entre los tres primeros, se clasificará a la siguiente instancia, en la que integrará el Grupo E con tres seleccionados procedentes de la Zona C (Canadá, República Dominicana, Islas Vírgenes y Bahamas). Y el Lancha va a querer estar.
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