El 17 de octubre de 1981 culminó la 32° temporada de la Fórmula 1. No fue una más para los argentinos. Fue el ejercicio donde Carlos Alberto Reutemann acarició la gloria. Lole mereció ser campeón. Hizo todo lo que estuvo a su alcance para lograrlo. Lideró el campeonato en soledad desde la tercera fecha corrida en nuestro país, hasta el cierre disputado en un efímero trazado que albergó a la Máxima, armado en el estacionamiento del hotel Caesar Palace de Las Vegas, en los Estados Unidos. Aquella tarde de sábado fue el corolario de una historia agridulce para el santafesino, que tuvo un año de tire y afloje con el equipo de Frank Williams, que falleció este domingo.
Tras la consagración en 1980 de su compañero de escuadra, el australiano Alan Jones, Reutemann había arrancado 1981 con la firme convicción de que ése debería ser su año. Empezó peleando por el triunfo y ganando. Cumplía su décima temporada en la F-1. Sabía que le quedaban pocas balas para plasmar su gran cometido. En ese momento tenía 39 años y se preparó como nunca. Hizo un fuerte entrenamiento físico. Se lo veía estilizado y en excelente forma. “Hice un esfuerzo excepcional en ese aspecto, con un régimen muy estricto, como un boxeador”, aseguró Lole. Esto sumado a su gran profesionalismo que lo llevaba a involucrarse como pocos pilotos en la preparación del auto. Por algo fue uno de los mejores de su época a la hora de poner a punto un coche en un fin de semana.
En los años setenta y principios de los ochenta, Reutemann era un ícono del deporte argentino. Fue tapa de revistas de interés general. Es que triunfar en la F-1 trasciende. En su campaña en la especialidad obtuvo 12 victorias, seis poles positions y récords de vuelta, y 45 podios sobre 146 carreras, por ende, uno cada tres competencias. Y, más allá de la típica cargada absurda del “eterno segundo”, es bueno recordar que Lole, hace 37 años con su segundo puesto en Sudáfrica en 1982, fue el último argentino que sumó puntos en la categoría, en la que desde 2001 que no corre un compatriota. Por eso cada minuto que cuenta agiganta lo que hizo Reutemann.
Sus carreras generaban una fuerte expectativa. Había un interés nacional. Por ejemplo, según un estudio publicado en la edición 765 de la revista CORSA, en 1980, a nivel mundial la Argentina fue el segundo país en audiencia con 10.000.000 de espectadores de promedio en cada una de las 15 competencias de ese año. En esa época nuestra población era de 27.800.000 habitantes. Es decir, más de un tercio de la gente seguía a Lole. Se ubicó detrás de Brasil (120.000.000 de habitantes en 1980) con 12.000.000 de televidentes por fecha. Aquí, Argentina Televisora Color (hoy TV Pública) transmitía las carreras en directo o en diferido a través de una red de canales del interior y repetidoras que abarcaban todo el país. Tal era el arrastre de Carlos en la F-1 que en la penúltima fecha de 1981 en Canadá (27/9), como la carrera era por la tarde argentina y para que todos pudieran verla, se cambió el horario de un Boca vs. River. El Superclásico se jugó por la mañana con Diego Maradona, Miguel Brindisi o Hugo Gatti de un lado, y Mario Kempes, Daniel Passarella o Ubaldo Fillol, del otro, por nombrar algunos de sus cracks.
Sin embargo esa temporada que generó la ilusión en millones de argentinos -no solo los que eran amantes del automovilismo-, tuvo un duro desenlace. La historia de la F-1 en 1981 empezó a escribirse previo al arranque de la temporada. Es cierto que Lole terminó solo un punto abajo del a la postre campeón, el brasileño Nelson Piquet. Aunque hubo una serie de hechos que fueron determinantes para que Carlos no pudiera consagrarse. Él no perdió el título en la última fecha, si no que fue mucho antes.
1. Contrato con Williams. Hay que remontarse a fines de 1979 cuando Reutemann terminaba una frustrante temporada en Lotus, el mismo equipo que había arrasado en 1978 con el modelo “79” y el estadounidense Mario Andretti como campeón. Pero el auto que manejó Lole fue poco competitivo. La rotura de contrato con la escudería de Colin Chapman fue desgastante y Carlos debió ceder para irse a Williams en 1980. Él analizaba todo y quería emigrar a la escuadra que había ganado más carreras en 1979. El FW07 era un auto para ser campeón mundial. Sin embargo, sabía que en las huestes de Sir Frank Williams el número 1 era Jones. Entonces hubo una cláusula en el contrato que indicaba que si en una carrera, Reutemann estaba adelante y Jones detrás, a una diferencia menor a siete segundos, debía dejarlo pasar al australiano...
2. Ganó, pero no valió. La temporada 1981 arrancó en Sudáfrica el 7 de febrero. A causa de la crisis entre los equipos de la Asociación de Constructores de la Fórmula 1 (FOCA por su sigla en inglés) y la Federación Internacional de Deportes del Automovilismo (FISA) por el reparto de ganancias televisivas y otros contratos comerciales, esa carrera fue sin puntos porque hubo escuderías (a favor de la FISA) que no corrieron como Ferrari, Renault, Alfa Romeo, Ligier y Osella. La ganó Reutemann y esas truncas unidades le habrían valido el título a fin de año.
3. El “error” de Long Beach. Reutemann venía ganando en la primera carrera puntuable del año que fue en el callejero de Long Beach, en la costa oeste de los Estados Unidos. Aunque por la cláusula de los “siete segundos”, se fue afuera en una chicana y fue superado por Jones. Fue elocuente lo ocurrido, Lole no era de cometer esas fallas que eran propias de un novato. Pero esa fue la última vez que cedió...
4. Desobediente. En la carrera siguiente, en Brasil, Carlos otra vez estaba al frente, pero bajo una lluvia torrencial. Jones se le acercaba. Hasta que desde los boxes apareció el histórico cartel “Jones-Reut”, en el que Williams le ordenaba al santafesino dejarlo pasar a su compañero. Se lo mostraron varias vueltas, aunque hizo caso omiso y ganó en el extinto autódromo de Jacarepaguá. “No vi ningún cartel”, esgrimió luego Reutemann, quien ese día dijo basta y dejó en claro que iba a dejarlo todo por ser campeón. Su actitud no le cayó bien a Jones quien no fue al podio. Su ego estaba tan herido como el mal clima interno del equipo de Grove.
5. Brabham irrisorio. Dos semanas más tarde Brabham sacó a relucir la suspensión hidroneumática que hacía que sus BT49 bajen su altura en circulación, lo que le permitía ganar velocidad. Pero cuando estos coches iban a la verificación técnica cumplían con la altura mínima... Esta anomalía que hilaba muy fino en el reglamento técnico le permitió a Piquet ganar con holgura en Buenos Aires. El brasileño repitió en Imola, Italia, donde se corría el GP de San Marino. El tema técnico se regularizó luego, aunque la Federación Internacional del Automóvil (FIA) no le sacó esos puntos a Brabham (por entonces el equipo de Bernie Ecclestone) ni a Piquet.
6. Cambio de gomas. Fue la bisagra de 1981 para Reutemann. A partir de la octava fecha Williams decidió dejar las cubiertas de Michelin que tan bien le habían caído a sus autos para volver a usar las Goodyear, que desde el comienzo de año eran las que usaba Brabham cuyo desarrollo ya estaba avanzado. Desde el estreno de las gomas estadounidenses en Francia, el tema fue un dolor de cabeza para Lole y cayó el rendimiento de su monoposto. Hasta la cita gala había sumado 37 puntos y luego de ella hasta el final del calendario solo 12. En 2006, Carlos visitó la base de Williams y sin anestesia le preguntó a Sir Frank “¿por qué cambiamos de proveedor de gomas?” El team-manager respondió “creo que fue una cuestión política. Bernie (Ecclestone) pensó que era mejor usar Goodyear porque Michelin favorecía a Renault…”.
7. Golpe bajo en Alemania. En Hockenheim, sede del GP alemán, Williams decidió darle a Jones una versión mejorada y más potente del motor Cosworth (N° 349) a pesar de que Reutemann era el que lideraba el campeonato… ¿Soberbia del australiano?, ¿castigo excesivo de la escuadra británica hacia el argentino por lo que pasó en Brasil? Más allá de no tener un buen auto Lole se las arregló para clasificar tercero. Hizo una gran largada y se metió segundo. En las primeras vueltas les dio batalla a los “cucos” de ese entonces, los veloces Renault-Turbo de los franceses Alain Prost y René Arnoux. Hasta que en la ronda 27 su impulsor (N° 310) se rompió y abandonó. Encima ganó Piquet. “Creo que perdí el campeonato en esa carrera...”, dijo Carlos en aquella visita a Williams en 2006.
8. Otro abandono clave. En Holanda, Reutemann venía peleando por la cuarta posición con el francés Jacques Laffite (Ligier). Hasta que en el giro 18 (72 en total) ambos se tocaron en la primera curva. Se dañó la suspensión delantera izquierda del coche de Lole y debió desertar. Su posición de líder del torneo ya estaba muy comprometida pues Piquet terminaba segundo y abrochaba buenos puntos.
9. Se lució en Italia. En Monza, el templo de Ferrari, el santafesino tuvo una labor épica: clasificó segundo con un motor aspirado en uno de los autódromos más veloces donde los impulsores turbo eran favoritos. Se metió entre los dos Renault. Antes de la largada Lole tenía una combinación de gomas (tres blandas y una dura) que lo había puesto adelante en el ensayo del domingo. Era candidato. Pero la llovizna en el momento de la partida complicó sus planes y con una pista mojada en el comienzo de la carrera se retrasó hasta el octavo lugar. Sin embargo, remontó hasta culminar tercero y fue uno de los cinco que terminó con total de vueltas en una carrera durísima donde hubo 14 abandonos. Piquet rompió su motor y la ilusión de Carlos estaba intacta. Fue ovacionado por los italianos, pero a Williams no pareció importarle su faena. A esta altura eran escasas las chances de Jones por pelear por el título ¿qué más tenía que hacer Reutemann para ser prioridad en el equipo inglés…?
10. Las Vegas. Llegaba la definición con tres candidatos: Reutemann (49 puntos), Piquet (48) y Laffite (43), quien había ganado dos de las últimas cuatro carreras y se metió en la pelea. El marco previo era de mucha tensión, en especial dentro de Williams ante las posibilidades de Lole y el anunciado retiro de Jones. Carlos hizo lo suyo y en la previa fue la referencia logrando la pole positions. Pero antes de la largada, comenzó la pesadilla. “Me di cuenta que me iba a tener que enfrentar a la carrera con los problemas de la caja de cambios, algo que no había tenido en todo el fin de semana”, aseguró.
Desde el arranque de la carrera Lole no tuvo con qué pelear. Antes de la primera curva fue superado por Jones y Gilles Villeneuve (Ferrari). A los pocos metros perdió ante Prost. Siguió cayendo hasta que en la vuelta 18 se definió el campeonato cuando Piquet lo superó. Lole supo perder con suma hidalguía. Al carioca le alcanzó con ser quinto y cosechó dos puntos, los necesarios para ser campeón. Por solo uno doblegó al santafesino, que culminó octavo y sin poder sumar unidades con un auto que dio pena.
En tanto que Jones, que tuvo un coche muy competitivo, ganó la competencia ante la euforia de todo el equipo Williams. Algo inexplicable ya que habían perdido un título de pilotos. Debe haber sido la única vez en la historia que un equipo le dio la espalda a uno de sus corredores en una definición de un campeonato. “No sé qué se siente perder a un ser querido, pero creo que esto es muy parecido. Nunca en mi vida sentí un dolor tan grande”, afirmó Reutemann pocos días después de aquella definición. Era entendible su sentimiento: su trayectoria, talento, dedicación y sacrificio merecían esa coronación.
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