Tiene su propio monumento y dice haberse acostado con cinco mil mujeres: el extravagante Renato Gaúcho

El entrenador del Flamengo buscará ganar su tercera Copa Libertadores frente a Palmeiras en el Centenario de Montevideo

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Renato Gaucho buscará su tercera Copa Libertadores (REUTERS/Diego Vara)
Renato Gaucho buscará su tercera Copa Libertadores (REUTERS/Diego Vara)

Renato Gaúcho, es mucho más que el director técnico de Flamengo, que irá en Montevideo ante Palmeiras a la búsqueda de la tercera Copa Libertadores de su historia. Suele mostrar sus joyas parado en el cuadrante por delante del banco de suplentes, presume de haberse acostado con cinco mil mujeres, y tiene un monumento que él mismo presionó para que le construyera el Gremio de Porto Alegre –con el que ya ganó el trofeo continental tanto de jugador como entrenador- en los alrededores de su estadio.

Desde que comenzó su carrera como director técnico en 2000 (aunque tuvo una breve experiencia a cargo de un plantel cuando aún era jugador en 1996) trató de ser protector con sus jugadores y de conducirlos con mano izquierda hacia cierta disciplina, acaso con la intención de que ninguno de sus dirigidos tenga que llegar a actos de rebeldía como los suyos, que fueron su mayor obstáculo para que su carrera fuera aún más resonante.

Se lo llegó a comparar con Garrincha, el entrenador sueco Nils Liedholm, que lo dirigió en la Roma, dijo que se trataba de “un Gullit blanco” pero fue apartado por Telé Santana para jugar el Mundial de México 1986 por salidas fuera del horario permitido y terminó enfrentado con comisiones directivas, jugadores propios como DT, y con colegas rivales de banco a banco,

Renato Portaluppi nació en Guaporé, en el municipio de Río Grande do Sul, en la región gaúcha brasileña, el 9 de septiembre de 1962 en el seno de una familia numerosa –tiene 14 hermanos, de los cuales dos jugaron al fútbol, Flavio y Mauro, y otros dos fallecieron antes de 1984-. Su padre, Francisco, era albañil y murió sin verlo como jugador profesional, y su madre, María Tedesco, perdió la vida por un derrame cerebral en 2010 a los 73 años.

Para poder dedicarse a jugar al fútbol su gran pasión, Renato tuvo que trabajar duro para ayudar a su familia, primero como panadero y luego en una fábrica de muebles. En aquel tiempo fue a probarse al Inter de Porto Alegre y fue aceptado, pero desistió porque el club no le podía solventar los gastos de alojamiento y mantenimiento.

Recaló tiempo más tarde en el club Esportivo de la localidad de Benito Gonꞔalves, a donde se mudó con su familia y allí coincidió con quien sería uno de sus mentores, el recocido director técnico Valdir Espinosa. No había cumplido los 17 años cuando el 12 de agosto de 1979 se produjo su debut ante Gremio debido a la cantidad de lesionados que tenía su equipo. En total llegó a participar en diez partidos y pudieron llegar a la final del torneo estadual en la mejor campaña del club en la historia.

Inmediatamente pasó a integrar las divisiones inferiores de Gremio en 1980 gracias a la gestión de Espinosa, que ya le veía condiciones especiales como extremo derecho. Como aún era menor de edad, el entrenador fue a su casa para convencer a su familia pero chocó con la resistencia de su padre, fanático del Inter, el gran rival de la zona. El papeleo de aceptación lo terminó firmando su hermano Adao.

Renato festeja con Gabigol (REUTERS/Adriano Machado)
Renato festeja con Gabigol (REUTERS/Adriano Machado)

En una oportunidad, el entrenador del primer equipo, Enio Andrade, lo convocó para una gira por Europa (algo que el jugador primero tomó como un gesto de apoyo cuando comenzaba a hacerse fama de juerguista) hasta que en 1982 se produjo su debut después de que los hinchas presionaran duramente al DT, que prefería que el hábil delantero se fuera transferido al club Operario y prefería a Tarciso para esa posición.

Sin embargo, hubo dos hechos que salvaron la salida de Renato. Uno fue la oposición del entonces presidente del club, Fabio Koff, por quien el actual DT de Flamengo sentía devoción y lo consideraba “un padre” y con el que el club Tricolor gaúcho ganaría importantes títulos en el plano internacional. El segundo fue la llegada de Espinosa como entrenador en lugar de Andrade, con lo que Renato se sintió cómodo y Tarciso tuvo que adaptarse a la punta izquierda del ataque.

Ya Renato era comparado con Garrincha y ese equipo de Gremio terminó conquistando la Copa Libertadores de 1983 –dejando en el camino al Estudiantes de Eduardo Manera en durísimos partidos- al vencer en la final a Peñarol de Montevideo con un 1-1 de visitante y un 2-1 como local con un gol de César en la que Renato fue el autor de la jugada. Eso lo proyectó a la Copa Intercontinental en la que venció al Hamburgo alemán en Tokio con dos goles suyos y fue designado el mejor jugador.

Sin embargo, aparecían ya los problemas de disciplina. Un mes antes del viaje a Japón, Renato apareció con un potente coche rojo en el garaje del estadio Olímpico, en las vísperas de una concentración, con un ruido que llegó hasta las oficinas del presidente del club, que se molestó y quiso confirmar con el supervisor, Antonio Carlos Verardi, si se trataba del delantero. Fue entonces que le impuso una multa y eso generó el amago de Renato de marcharse del club. Al final, el presidente le hizo una oferta: “te saco la multa si traés la Copa Intercontinental y hacés goles”. Y cumplió.

En ese año fue convocado para jugar la Copa América (sin sede fija) y le marcó un gol a Ecuador con la camiseta de Brasil el 1 de septiembre, que fue su debut con un 5-0(coincidieron en el grupo con la selección argentina de Carlos Bilardo). Renato jugó casi toda la Copa en la que su equipo terminó derrotado por Uruguay en la final a doble partido.

En 1984, ya sin Espinosa, reemplazado por Carlos Froner, Gremio volvió a llegar a la final de la Libertadores y hasta le armaron un equipo para él, pero cayeron ante el Independiente de Ricardo Giusti, Jorge Burruchaga y Ricardo Bochini. En esos duelos fue muy bien marcado por Carlos Enrique.

En los torneos locales Froner intentó ponerlo de nueve pero tuvo que regresarlo a la punta derecha “por indisciplina táctica”. Luego lo intentaron otros entrenadores, Chiquito y Rubens Minelli, pero con los mismos escasos resultados. Se había convertido en un símbolo internacional del club por lo que los dirigentes le perdonaban todo. Por fin, en 1985 Gremio ganó su primer Torneo Gaúcho en cinco años pero justo ahí se perdió gran parte del campeonato por un desgarro y fue reemplazado por Valdo Filho, de gran rendimiento, y regresó para los partidos finales. El director técnico Minelli llegó a afirmar que su equipo ganó el torneo “porque operaron a Renato Gaúcho y estuvo dos meses sin jugar. Él era una mierda para el grupo”. Se terminó quedando hasta 1986, y aceptando jugar de centrodelantero, y ganaron otra vez el torneo gaúcho pero fue tanta la exigencia de los hinchas que se acabó yendo al Flamengo, donde ganó el Brasileirao al lado de Zico y una brillante actuación en la final de la Copa Guanabara generó el interés de la Roma, que compró su pase en 2,7 millones de dólares pagando menos que River, que también mostró su interés.

En la Roma, en 1988/89, no tuvo suerte. Tres desgarros lo marginaron justo cuando el técnico sueco Liedholm lo definió como “el Gullit blanco” pero tuvo que conformarse con un ataque con el alemán Rudi Völler y Ruggiero Rizzitelli. Antes de irse, acusó a sus compañeros Giuseppe Giannini y Daniele Massaro de boicotearlo. Giannini llegó a decir que el brasileño no colaboraba en defensa “y llegaba borracho a los entrenamientos”.

El ex jugador está a un paso de una nueva conquista de América (REUTERS/Evaristo Sa)
El ex jugador está a un paso de una nueva conquista de América (REUTERS/Evaristo Sa)

Regresó al Flamengo tras participar en el Mundial de Italia 1990, pero pese a ser campeón de la Copa Nacional se marchó otra vez por asuntos de indisciplina y recaló en el Botafogo pero vivía en constante discusión con los dirigentes de Flamengo y acabó yéndose al Gremio, en el que casi no cobraba por las deudas que tenía el club, que ese año terminó descendiendo a Segunda.

En 1992, en el Botafogo, volvió a tener problemas pese a ser una de las figuras del Brasileirao por participar en la fiesta de los jugadores de Flamengo que justamente vencieron 3-0 a su equipo en la ida de la final –luego se explicó que si estuvo presente era por una apuesta con su amigo y colega Gaúcho- y ya no participó en la revancha, que finalizó 2-2.

En ese mismo año jugó brevemente por Cruzeiro, con el que ganó la Supercopa sudamericana a Racing con un global de 4-1 y también conquistó el torneo mineiro, pero una pelea con su compañero Djalminha determinó la salida de éste del equipo. Renato marcó 18 goles en 18 partidos oficiales en lo que consideró que fue “una luna de miel”.

Tuvo otro breve paso por Atlético Mineiro en 1994, llevado por el DT Espinosa, fue campeón carioca con Fluminense en el año del centenario de Flamengo, que había tirado la casa por la ventana contratando a Romario, que venía de ser campeón mundial con Brasil, en 1995, marcando un recordado “Gol de Barriga” a su eterno rival en el 3-2 de la final y se convirtió en ídolo y estrella del Fluminense y salió en la tapa de “O Globo” con el apodo de “Rey de Río”, que le quedó definitivamente. Sin embargo, en 1996, el club entró en bancarrota y la crisis fue tal que Renato se hizo cargo como entrenador pero no pudo evitar el descenso. La deuda con él era enorme y aunque pugnaron por su pase Atlético Mineiro y el San pablo, acabó regresando una vez más al Flamengo para 1997 con 35 años, y ya más inteligencia que estado físico para desplazarse en el campo de juego, aunque quedó marcado por una durísima derrota de 5-0 ante el Vitoria y en enero de 1999 se incorporó al Bangú para su última experiencia como jugador, luego de medio año de inactividad y sólo por tres meses, sin conseguir grandes éxitos pese a la ilusión de la hinchada. Se dijo que allí tuvo más éxito de marketing que deportivo. Su carrera como jugador implicó 214 goles en 672 partidos, con dos títulos gaúchos, uno carioca, un mineiro, un Brasileirao, una Copa Guanabara, una Copa de Brasil, una Copa Libertadores, una Intercontinental, una Supercopa Sudamericana y una Copa América.

En la selección brasileña marcó cinco goles en 41 partidos y también vivió muchas situaciones de indisciplina aunque la principal ocurrió cuando ya se acercaba el Mundial de México 1986 y había sido fundamental en la clasificación sudamericana. El entrenador Telé Santana se enteró de que había estado en una fiesta junto a otros amigos, en la que apareció alcoholizado, pero decidió darle una segunda oportunidad, pero una vez más se escapó de la concentración junto con su compañero Leandro y fue definitivamente excluido de la lista definitiva.

Renato estalló entonces en una entrevista posterior al Mundial: “Telé es un estúpido. Terminó echando a los tres extremos que había llamado y se fue derrotado de México. Es el único hombre al que odio”. Pero Carlos Alberto Silva tampoco lo convocó para la Copa América de 1987, apoyado por el vicepresidente de la CBF, Nabi Abi Chedid, que lo calificó de “irresponsable” y recién volvió para la Copa América de 1989 con Sebastiao Lazaroni, y fue campeón aunque no jugó el partido decisivo ante Uruguay. También estuvo en el Mundial de Italia 1990, cuando ingresó como suplente en la derrota ante Argentina por los octavos de final, y estuvo en la Copa América de Chile 1991. Su último partido fue un amistoso ante México en Guadalajara en 1993.

Como director técnico, comenzó en el Madureira en 2000, pero siempre estuvo pendiente del “futvoley” con el que fue dos veces campeón mundial en la especialidad “4x4″, al punto de que no aceptaba ofertas que no fueran de clubes de Río de Janeiro, porque además, sostenía, eso “lo alejaba de la playa y la bebida”. “Los que saben de fútbol se quedan junto al mar. Los que no saben, se van a Europa a aprender algo”, llegó a decir.

No obtuvo resultados de inmediato pero sí sus equipos se caracterizaron por el buen fútbol y suele ser protector de sus jugadores y cuando éstos llegan tarde a los entrenamientos, deben pagar en una “caixinha” que él estableció para tener un pozo común.

Dirigió al Fluminense en 2002, al Vasco da Gama en 205 –cuando ya fue considerado segundo mejor entrenador del país detrás de Muricy Ramalho- pero la primera gran campaña fue con el Fluminense, con el que llegó a la final de la Copa Libertadores 2008 y perdió la final por penales como local ante Liga de Quito, que dirigía Edgardo Bauza.

Luego dirigió al Vasco da Gama, al Bahía, nuevamente al Fluminense, al Gremio, al Atlético Paranaense, hasta que en 2016 se hizo cargo de Gremio una vez más, pero había encontrado un plantel ideal para desarrollar sus ideas de jogo bonito y terminó ganando la Copa Libertadores 2017 en la final ante Lanús, que lo proyectó al Mundial de Clubes, donde cayó en el partido decisivo ante Real Madrid pero tuvo, una vez más, la chance de polemizar, ahora con Cristiano Ronaldo. “Es un gran futbolista –manifestó- pero yo fui mejor que él porque era más técnico y él no es tan versátil como era yo. Me gustaría imaginarme a mí en el Real Madrid con la estructura y los compañeros que tiene, y que él viniera a jugar la estadual, la Copa Libertadores, con cuatro meses sin cobrar como estaba yo”. Ese año quedó segundo en el ranking mundial de entrenadores sólo detrás de Zinedine Zidane.

Ex jugador y ahora DT, es una figura del fútbol brasileño (REUTERS/Diego Vara)
Ex jugador y ahora DT, es una figura del fútbol brasileño (REUTERS/Diego Vara)

En 2018 venció a Independiente por penales por la Recopa Sudamericana aunque fue eliminado por River en una extraña semifinal de Copa Libertadores en la que su equipo primero venció 1-0 en el Monumental y cayó 2-1 como local a nueve minutos del final y con un polémico penal. Para ese entonces, comenzó a presionar al Gremio con que se merecía una estatua por todo lo que le había dado al club como jugador y entrenador y el presidente Romildo Bozán acabó cumpliendo, con un monumento de 4,10 metros en los alrededores del estadio Arena do Gremio.

En 2019 volvió a ser semifinalista de la Copa Libertadores ante el Flamengo del portugués Jorge Jesús, a quien provocó varias veces durante los dos partidos pero sirvió de poco: empataron 1-1 en la ida y en la vuelta los suyos cayeron por un rotundo 5-0, y tras la eliminación ante Independiente del Valle de Ecuador en abril pasado, fue despedido y el 10 de julio ya estaba entrenando a Flamengo, con el que ahora tiene el desafío de una nueva final, la quinta de su carrera entre jugador y entrenador.

Como director técnico ganó hasta ahora tres torneos y una Recopa gaucha, dos Copas de Brasil, una Libertadores y una Recopa Sudamericana.

Renato suele participar en la TV, en programas como “Cassino do Chacrinha” (1987), el humorístico “Viva o Gordo” o en telenovelas “Cuatro por cuatro” (1994), El Clon (2001) - todos de Rede Globo-, y en 1997, un especial en “Zazá” y en “Pecado Capital”.

A su esposa, Maristella Bavaresco, la conoció a sus 16 años cuando ambos trabajaban en una panadería. El 21 de mayo de 1994 tuvo una hija. Ana Carolina “Carol” con la periodista y presentadora televisiva Carla Cavalcanti, pero eso no afectó su matrimonio, y suele vivir cerca de las playas de Ipanema, en Río de Janeiro. En 2019 fue operado de una fibrilación auricular que había padecido por cuatro años.

Renato presume constantemente de sus conquistas amorosas. “Una vez estaba con Pelé en un programa de televisión y pasaron un gol suyo. Él me miró y me dijo: mira, Renato, ese es apenas uno de mis más de mil goles. Yo le contesté: para cada gol suyo una mujer de las mías, aunque usted paró a los mil y pocos y yo aún sigo”, comentó.

“El jugador de fútbol –siguió afirmando Renato, a modo de advertencia- tiene la mejor profesión del mundo: coches, ropa, mujeres, hotel cinco estrellas. Pero en el medio y los fines de semana, hay que saber qué hacer con ese pedazo de cuero”.

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