El apego es un rasgo muy presente en gran parte de las personas criadas en México. Este se ha manifestado entre personas así como por el lugar de origen y, cuando alguno de esos elementos se encuentra lejos, es casi imposible evitar el sentimiento de nostalgia.
Así le sucedió a José Villegas Tavares, un histórico y referente defensor mexicano que perdía todas sus cualidades cuando se encontraba lejos de su país y le dio el nombre al popular síndrome del Jamaicón Villegas.
El apodo de Jamaicón acompañó a Villegas Tavares casi desde el inicio de su vida. El sentimiento de nostalgia que le ocasionaba la partida de su madre cuando acudía a trabajar le provocaban el llanto. En ese sentido, sus conocidos emplearon la famosa palabra para nombrarlo y no utilizar su sinónimo para referir que era un niño chillón. A pesar de ello, su talento nato para el balompié llamó la atención de propios y extraños en su natal Jalisco.
Al crecer, probó suerte con el Club Imperio y La Piedad, pero la nula retribución económica lo obligó a buscar trabajo para sostenerse. Encontró un lugar en una industria textil ubicada en la capital de Jalisco, donde tejía y cargaba los insumos necesarios. Sin embargo, hasta ese lugar acudieron los directivos del Club Deportivo Guadalajara para convencerlo de integrarse a sus filas como profesional a cambio de un salario de MXN 250 de la época. Ahí comenzó su historia de éxito.
Su talento como defensor lateral era innegable. Gracias a sus cualidades, logró frenar a históricos delanteros como Manuel Francisco dos Santos Garrincha, por lo que llamó la atención de los seleccionadores nacionales. Fue con el combinado tricolor donde vivió algunos de los episodios más severos de nostalgia y dio origen al síndrome del Jamaicón Villegas.
Antes de disputar el Mundial de Suecia 1958, la Federación Mexicana de Futbol organizó una gira de encuentros amistosos por Canadá y Portugal. Cuando se encontraban en Lisboa, los jugadores fueron invitados a una cena especial para fomentar la unión grupal y el ánimo colectivo. Sin embargo, Nacho Trelles, quien se encargaba ejercía la dirección técnica del combinado, notó que el único ausente en la gala era José Villegas.
De acuerdo con el periodista Carlos Calderón, el timonel comenzó a buscar a su jugador por las instalaciones del complejo donde se encontraban hospedados. Minutos después lo halló deambulando por uno de los jardines. Al acercarse, le preguntó si no acudiría a la cena con el resto del plantel, a lo que el tapatío respondió: “¿Cómo voy a cenar si tienen preparada una cena de rotos? Yo lo que quiero son mis chalupas, unos buenos sopes y no esas porquerías que ni de México son”.
La curiosa anécdota no fue la única en la que Villegas exhibió su exacerbado apego con México cuando se encontraba de gira con el combinado nacional. De hecho, su peculiar conducta trascendió al terreno de juego, donde la estrepitosa caída en su rendimiento habitual comprometió a México con una goleada contra el combinado de Inglaterra.
El capítulo aconteció durante la preparación rumbo al Mundial de Chile 1962. En esa ocasión, confiado en el enorme potencial de Villegas en la zaga, Trelles decidió darle descanso a la Tota Carbajal en el arco. No obstante, la inexperiencia del segundo arquero, el Piolín Mota, y la nostalgia del Jamaicón, favorecieron al combinado inglés para que concretara una goleada de ocho goles contra cero.
Tiempo después, cuestionado por el bajón en su nivel de juego, el futbolista refirió que “extrañaba a su mamacita, que llevaba días sin tomarse una birria y que la vida no era vida si no estaba en su tierra”. Es por ello que cuando un mexicano en el extranjero siente un nudo en la garganta al recordar su lugar de origen y su familia, se dice que padece del síndrome del Jamaicón Villegas.
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