Una pareja de surfistas vivió un episodio de terror durante unas vacaciones en Australia en agosto de 2020 cuando fue atacada por un tiburón blanco. A más de un año de aquella traumática experiencia, y mientras padecen las consecuencias de lo vivido, Chantelle Doyle y Mark Rapley rememoraron aquel episodio.
El surf es una de las actividades que más disfrutan estos australianos que habían aprovechado sus días libres para disfrutar de las playas de Port Macquarie, en el estado de Nueva Gales del Sur. Fue una mañana de sol, cerca de las 9:30 cuando ambos estaban en el mar a bordo de sus tablas barrenando algunas olas cuando el animal salió de la nada y atacó a Doyle .
“Golpeó debajo de mi tabla, mordió mi pierna de inmediato, simplemente golpeó y se aferró a ella”, relató la mujer de 35 años en el programa 60 Minutes de la televisión de su país. Esto ocurría mientras su marido estaba a 10 metros de distancia y, al ver la situación, nadó de inmediato para intentar ayudar a su esposa.
“Abandoné la tabla, para comenzar a darle golpes al tiburón... Fue solo, simplemente, lanzar tan fuerte como pude hasta que sla suelte, porque de alguna manera, solo quieres que se vaya. Estaba mirando a la muerte a los ojos. Ese recuerdo me quedó”.
Rapley le dio tantas patadas como pudo y la mayoría las apuntó a la nariz del escualo, que se había aferrado a la pierna derecha de su pareja: “Era la parte que estaba fuera del agua, así que empecé a darle puñetazos”, explicó y agregó: “Esa es su zona más sensible”. Pese a sus esfuerzos, la situación no era fácil: “El tiburón me agarró de la pierna y aunque no fue muy doloroso, sí noté mucha presión”, contó Doyle.
Si bien es cierto que esos animales son más sensibles en esa zona, Rapley aseguró que “era como golpear un muro de ladrillos”. Finalmente, su esfuerzo dio sus frutos y en un momento logró su objetivo.
De inmediato, la pareja llegó hasta la arena en donde le hicieron un torniquete a la mujer herida para impedir que el sangrado se prolongue. Es que la mordida le había afectado músculo, rodilla, tendones, huesos, cartílagos y nervios de la pierna derecha, pero al llegar al hospital de Port Macquaire los especialistas advirtieron que sus arterias estaban intactas. De allí fue llevada a otro centro en Newcastle en donde fue operada. “La mayoría de las partes de mi pierna resultaron heridas, excepto las arterias. Si mi arteria hubiera sido golpeada... no voy a tener esta conversación”, comentó emocionada Doyle .
A más de un año del ataque del tiburón blanco, la australiana de 35 años aún padece las consecuencias: “No puedo mover ni sentir mi pierna derecha y me han dicho que tengo que esperar más de un año a que mis nervios crezcan para saber qué pasa”.
En octubre de este año, un estudio publicado en Interface, una revista de la Royal Society, encontró una posible causa a estos ataques. La misma está relacionada a un “error de identificación” ya que los tiburones tienen una vista tan mala que -según concluyeron- confunden a los surfistas con sus presas habituales, como focas o lobos marinos.
“Desde el punto de vista de un tiburón blanco, ni el movimiento ni la forma permiten una distinción visual inequívoca entre los pinnípedos y los seres humanos”, escribieron los autores del artículo publicado.
Los tiburones blanco, tigre y sarda son los que más atacan a surfistas. Si el tiburón blanco es conocido por detectar sonidos y olores a gran distancia, se supone que de cerca confía sobre todo en su vista para identificar y atacar a su presa. El problema es que su sistema visual es casi insensible al color y tiene una muy mala capacidad para distinguir los detalles de una forma. Su resolución, hasta seis veces inferior a la que posee un ser humano, es aún peor en los jóvenes tiburones blancos, que representan para los surfistas el riesgo más grande de mordeduras, según el estudio.
Ahora los investigadores van a intentar determinar si un “cambio en las señales visuales de potenciales presas sería una técnica eficaz de protección contra los tiburones blancos”, explicó la principal autora, Laura Ryan. Las soluciones tienen que “no solo impedir las mordeduras de tiburones” sino también “no poner en peligro a otras especies marinas”.
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