Marco Antonio Barrera y Erik Morales tuvieron una rivalidad de época en el boxeo mexicano. Se dice que dos peleadores aztecas en el ring son garantía de espectáculo, pero estos artistas del ring llevaron el nivel a límites pocas veces vistos. Sus tres peleas están catalogadas por la crítica especializada como auténticas joyas.
El camino fue paralelo para ambos. Brillaron al mismo tiempo y tuvieron que dirimir arriba del ring quién era el mejor representante mexicano de principios de siglo. El Terrible ganó la primera pelea, que se disputó en 2000, pero la segunda y la tercera fueron para Barrera. Muy conocido es aquel intercambio de golpes que protagonizaron en la conferencia de prensa previa a la segunda entrega de la trilogía.
La vida da mil vueltas. Fueron rivales a muerte, pero hoy en día son buenos amigos y hasta se han dado el tiempo para recordar anécdotas juntos, en un podcast llamado Un Round Más. Fue en ese espacio en el que recordaron cómo nació su rivalidad, que se remonta a la época en que entrenaban juntos en el Gimnasio Pancho Rosales. “Eras medio mamón”, le reprochó Barrera a Érik, al decirle que apenas y saludaba cuando entraba al gimnasio.
Morales comentó que, tras salir de su Tijuana natal, llegó a Villa Nicolás Romero, en el Estado de México. Desde ahí viajaba al Pancho Rosales, ubicado en la colonia Narvarte de la Ciudad de México. Érik iba a lo que iba.
“Llegaba a entrenar, entrenaba y me iba. Hacía dos horas de trayecto. Yo llegaba y me enfocaba. No iba a saludar a nadie, a chingar su madre, a lo que llegaba”, argumentó el Terrible.
Morales recordó que ambos eran los número uno del mundo en la categoría supergallo (Terrible del CMB y Barrera de la OMB) y que en algún momento Marco Antonio le propuso una pelea cuando estaban entrenando. Érik mencionó que en ese momento no podía tomar decisiones (todo dependía de los promotores) y le dijo que sí, pero de forma muy escueta, como si fuera algo anecdótico. “Lo que me pedías era complicado”, aceptó Morales.
Luego, en tono de broma, Morales recordó su actitud de no saludar cuando arribaba a entrenar. “¿Qué pinche reverencia te tenía que hacer?”, le dijo a Barrera, quien respondió con una broma: “No ibas a saber que me iba a convertir en tu papá”, en referencia a los dos peleas que le ganó.
Como suele decirse en todo hito: el resto es historia. En su primer combate, celebrado en Las Vegas, Morales ganó por decisión unánime. Algunos especialistas criticaron la victoria del tijuanense y objetaron que debió habérsela llevado el capitalino. La revista The Ring catalogó aquella pelea como la mejor del año. Morales aumentó su invicto (36-0) y confirmó como el Rey de los Supergallos.
El ánimo no se rebajó y ambos púgiles tenían ganas de verse las caras una vez más. Así, en 2002 le brindaron al público la segunda parte de su sangrienta saga. Barrera tomó revancha y se llevó el combate. La decisión fue unánime, pero no faltaron las críticas a los jueces, tal y como había pasado en la primera pelea y como pasaría en la última.
Ya consagrados como figuras de referencias del boxeo mexicano, Barrera y Morales pusieron fin a su rivalidad en 2004. Barrera se llevó el combate, y la saga, con una decisión mayoritaria debido a que un juez marcó empate (114-114) en sus tarjetas. Todos los combates de la trilogía se celebraron en Las Vegas.
De ser dos jóvenes que soñaban con la gloria, Barrera y Morales pasaron a escribir sus nombres con letras de oro y sangre en la resplandeciente historia del boxeo mexicano. Morales fue campeón en cuatro categorías diferentes y Marcos Antonio en tres.
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