Las andanzas de Jorginho Paulista : el insólito rito de Riquelme a espaldas de Bianchi, el día que Traverso lo tomó del cuello y su nueva vida como cazatalentos

El ex lateral recuerda sus días en Boca y analiza el clásico sudamericano, por las Eliminatorias camino al Mundial de Qatar 2022: “Hoy Argentina es ocho veces superior a Brasil”

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Jorginho, con la casaca de Boca. Y en la actualidad, en su faceta de representante de futbolistas
Jorginho, con la casaca de Boca. Y en la actualidad, en su faceta de representante de futbolistas

“Vengo a Boca para darle muchas alegrías a esa maravillosa torcida. Vestir la camiseta azul y oro es muy importante. Es un orgullo jugar en el bicampeón de América y en el actual campeón de mundo”, deslizó Jorge Henrique Amaral de Castro, conocido popularmente como Jorginho Paulista, durante su presentación como jugador xeneize, allá por julio del 2001.

Hace 20 años, el ex lateral izquierdo llegaba a la Argentina como figura del Vasco Da Gama y siendo un prototipo de defensor brasileño al que se comparaba con Roberto Carlos. Se puso por primera vez la camiseta xeneize por pedido de Carlos Bianchi, quien lo vio lucirse en el equipo carioca en un partido ante River por la Copa Mercosur del 2000.

“El Virrey les dijo a los dirigentes: ‘Quiero a Jorghino’. Justo habían vendido al Vasco Arruabarrena y buscaban un lateral izquierdo con las características de un defensor brasileño”, aseguró Paulista, quien apenas disputó 15 partidos con la Azul y Otro, y dejó un recuerdo con sabor a poco para los hinchas xeneizes.

“Cuando llegué, me costó adaptarme porque no tuve el tiempo suficiente para mostrarme. El corralito del 2001, el poco rodaje que me dio Bianchi y el ser parte de un equipo en formación hicieron que me fuera de Boca a los siete meses y las cosas no salieran bien”, reveló Jorghino, desde San Pablo, su lugar de residencia y de nacimiento.

Mas allá de no haber podido rendir en la Argentina, Paulista tiene una carrera extensa de 15 años, que le dio la posibilidad de desarrollarse en clubes de Europa como el PSV Eindhoven y el Udinese italiano. Además, en su país vistió las camisetas del Palmeiras, San Pablo, Flamengo, Atlético Paranense, Cruzeiro y Vasco De Gama, donde ganó la Mercosur del 2000 al lado de Romario, Viola y Juninho Pernambucano, entre muchos otros.

En dialogo con Infobae, el ex defensor brasileño analiza el encuentro entre Argentina y Brasil por las Eliminatorias rumbo a Qatar 2022. Por qué no le gusta como juega el seleccionado de Tite, el motivo por el cual cree que Argentina es superior a Brasil y sus duros recuerdos del 7 a 1 de Alemania en el Mundial 2014.

Además, el balance que hizo de su paso por Boca, el día que Cristian Traverso lo agarró del cuello, la crisis económica del 2001 que provocó que abandonaranuestro país, y sus gustos por el vino, las artesanías y la carne.

-¿Cómo se imagina el juego entre Brasil y Argentina?

-Siempre se transforma en un gran partido, muy duro. Son futbolistas que se destacan juntos en Europa. Aparte es un Brasil-Argentina, un clásico especial. El seleccionado argentino tiene todas las herramientas para superar al del Tite, y se vio reflejado en lo que pasó en la final de la Copa América 2021. Si vamos jugador por jugador, y para poner algunos ejemplos, Otamendi es mejor que Marquinhos, Messi supera a Neymar. Como equipo, Argentina es mejor que Brasil. Scaloni arma una mejor formación que Tite.

-¿Le gusta cómo juega la selección brasileña?

-Logró la clasificación, que es lo más importante. El seleccionado brasileño fue el que más puntos hizo, pero lejos está del equipo del 2006, que obtuvo el primer lugar en las Eliminatorias para el Mundial de Alemania. Considero que ese seleccionado es el mejor de la historia, que tuvo a Ronaldo, Adriano, Kaká, Cafú, entre otros.

-¿Cree que el seleccionado actual está para medirse con selecciones europeas?

-No. Este seleccionado por ejemplo no llega a ganarle a Bélgica, que lo supera y lo deja afuera del Mundial. A Brasil le alcanza para ganar las Eliminatorias, pero no para ganarle a seleccionados importantes europeos; es así. No me gusta el seleccionado de Tite. Son grandes jugadores. Juega bien durante las Eliminatorias para superar a Bolivia y a Uruguay, pero no le alcanza para ganar un Mundial, que es lo importante de todo esto. No cambia la mentalidad. Fijate que perdió por goleada con Alemania en Brasil 2014 y con Bélgica en el 2018.

-¿Dolió mucho el 7 a 1 con Alemania?

-Sí, mucho. La derrota con Bélgica (1-2) en los cuartos de final del Mundial de Rusia, también. Termina primero en las Eliminatorias, pero no le va bien en los Mundiales, y lo que importa es ganar una Copa del Mundo. Por no cambiar una idea de juego, sufre derrotas duras y catastróficas. El seleccionado brasileño tiene que trabajar mucho en la mentalidad para volver a ser de los mejores del mundo. En Brasil, los entrenadores no saben jugar sin la pelota, sólo cuando la tienen, porque apelan a las individualidades.

-Hoy, ¿la selección argentina es mejor que la brasileña en cuanto al juego?

-Sí, Argentina es ocho veces superior a Brasil. Los jugadores comprenden la idea de Lionel Scaloni y saben cómo moverse en la cancha sin tener la pelota. Aparte, tiene al mejor del mundo que es Lionel Messi. Sus compañeros son limitados, pero entienden como acompañarlo. En Brasil, son limitados también, pero se creen que todos son Neymar y no son él.

-¿Le gusta Tite como entrenador?

-Ganó muchas cosas, pero no me gusta porque no es duro con sus jugadores, se deja manejar. Si un futbolista no encaja en el equipo, debe salir. Pero se empecina con ponerlo de titular. Si no va, no va. José Mourinho y Pep Guardiola son así. No se casan con nadie.

-¿Qué reflexión le merece el último enfrentamiento que se suspendió en San Pablo?

-Fue una forma de manejarse al modo sudamericano. Si hay reglas para entrar a un país, hay que cumplirlas. Hubo jugadores argentinos que debieron cumplir una cuarentena y no podían jugar, no debían haber estado en el campo de juego. Es una muestra más del modo sudamericano de hacer las cosas. Es una boludez que dejen ingresen a los efectivos de sanidad al campo de juego los días de partido.

-¿Qué balance hace de su paso por Boca?

-Fui a los 21 años. Llegué en junio de 2001, antes de la final por la Copa Libertadores ante el Cruz Azul (México). Tras aquel partido decisivo, Carlos Bianchi renovó el plantel. Se fueron Jorge Bermúdez, Hugo Ibarra y Rodolfo Arruabarrena, entre otros. Boca venía siendo protagonista desde 1998 y era considerado el club más importante de Sudamérica. Cuando llegué, me costó adaptarme, porque no tuve el tiempo suficiente para mostrarme. Me quedé hasta enero del 2002. Solo estuve 7 meses. Quería un poco más de tiempo para entender cómo se jugaba en el fútbol argentino.

-¿Como fue su llegada al Xeneize?

-Yo jugaba para el Vasco Da Gama. Bianchi me observó en un partido ante River en Brasil, cuando le ganamos 4 a 1 por la Copa Mercosur en el 2000. Cuando llego, me dice que me contrataron por aquel partido ante el Millonario. El Virrey les dijo a los dirigentes: “Quiero a Jorginho”. Justo habían vendido a Arruabarrena y buscaban un lateral izquierdo con las características de un defensor brasileño.

-¿Por qué le costó adaptarse?

-Yo venía de un fútbol brasileño donde atacaba continuamente y tenía la cualidad técnica para hacerlo. Pero, por el modo de jugar de Boca, Bianchi me pedía que no me proyectara tanto, que me quedara atrás para defender y que atacara en ciertos momentos. Proyectarme era lo mejor que tenía. No obstante, el equipo estaba en formación y contaba con muchos jóvenes. Algunos fueron campeones de la Libertadores 2001, como Guillermo (Barros Schelotto), Román (Riquelme), Nicolás Burdisso... Recuerdo que Carlos Tevez entrenaba con nosotros y Sebastián Battaglia estaba dando sus primeros pasos.

-¿Le faltó tiempo de rodaje?

-Considero que estaba preparado para jugar en Boca porque venía de destacarme en equipos grandes como Atlético Paranaense y Vasco Da Gama, y conocía el modo sudamericano. Pero no me dieron el tiempo suficiente para mostrarme. Era muy joven para comprender la manera de jugar. Fue muy lindo todo lo que pasé dentro del club.

-¿Cómo fue su relación con Román?

-Era un gran personaje del plantel. Román estaba lesionado. no jugaba siempre y fue reemplazado por Walter Gaitán. Bianchi estaba buscando alternativas ante su ausencia. También utilizaba a Omar Pérez o al Chango Giménez. Román en el vestuario era centrado y ubicado, tenía 24 años cuando llegué. Recuerdo que me decía: “Negro, quedate tranquilo que vas a jugar”. Teníamos una buena relación, porque algunas veces me acercaba a mi casa. Recuerdo que todos los miércoles hacíamos un asado adentro del predio de entrenamiento. Pero no era para todos, sino para un grupo reducido. Estaban los más experimentados y amigos de Román. Antes de la comida, me pedía que me sumara y un día, durante uno de sus asados, reveló: “Fuimos campeones de la Libertadores del 2000 comiendo milanesas”.

Jorginho Paulista, con la casaca del PSV Eindhoven. en Europa también jugó en Udinese (Getty Images)
Jorginho Paulista, con la casaca del PSV Eindhoven. en Europa también jugó en Udinese (Getty Images)

-¿Por qué lo decía?

Porque Riquelme tenía la costumbre de, en la noche previa a los partidos, pedir por delivery sandwiches de milanesas para él y amigos. Es histórico. Resulta que cenaba ensalada como todos en la concentración del hotel en San Telmo. Pero a las 22, llegaba la encomienda de sándwiches de milanesas en una moto o un auto, acompañada de gaseosas.

-¿Cómo ingresaba al hotel la mercadería?

-Por la puerta de servicio. El delivery subía en ascensor hasta las habitaciones y empezaba a repartir para los jugadores. No para todos. Sino para 15 jugadores. Comían Román, el Chelo Delgado, Cristian Traverso, entre otros. Fue la cábala durante toda la Copa Libertadores 2000, cuando jugábamos de local. No es normal para un atleta comer este tipo de alimentos la noche previa a los encuentros.

-¿Desde dónde llegaba el delivery?

-El conductor manejaba desde Don Torcuato, la localidad donde vivía Riquelme. Llegaba y tenía todo arreglado con él. El chico se metía al elevador y repartía la comida en cada una de las habitaciones; así todos los partidos.

-¿Qué decía el entrenador, Bianchi?

-El Virrey no lo sabía (risas). Y, si lo sabía, no decía nada, porque el que organizaba todo era Román, que después en la cancha rendía.

-En ese plantel estaba también el actual entrenador de Boca, Sebastián Battaglia…

-Era más callado que ahora, introvertido y no hablaba mucho. Hoy lo veo más como entrenador de equipo. Battaglia siempre demostró ser una persona centrada, que lo que quiere, lo busca siempre siguiendo sus convicciones.

-¿Cómo fue que Traverso entró enojado al vestuario en el entretiempo de un partido y lo agarró del cuello?

-Fue contra San Lorenzo de visitante, por el torneo Apertura 2001; perdimos 1 a 0. El primer tiempo fue caliente, se jugó muy fuerte. Yo no comprendía por qué no podía pasar al ataque. Traverso jugaba de volante por la izquierda y yo era el lateral por ese sector. Entonces, me proyectaba continuamente. Al término de los primeros 45 minutos, en el vestuario, me dijo: “Espera un poco más para pasar al ataque, no te mandes siempre”. Yo lo mandé al carajo.

-¿Cómo reaccionó él?

-Vino enojado y me agarró del cuello. Yo comprendí su calentura. Cristian era de los mejores amigos que tenía en el plantel. Una persona a la que yo ya le tenía respeto antes de ir a Boca. Llegué con 21 años y en ese partido estaba un poco nervioso. Era un clásico. Él vino, me agarró y me dijo que me callara la boca (risas).

-¿Por qué Bianchi no lo llevó a Japón para enfrentar al Bayern Múnich por la Intercontinental del 2001?

-Porque pensaba que Clemente Rodríguez y José María Calvo estaban mejor que yo, más encuadrados. Eso también tuvo que ver para que me fuera del club.

-¿Por qué se fue de Boca?

-Yo vivía en la Avenida Del Libertador y Ortiz de Ocampo, en la misma cuadra del ex ministro de Economía, Domingo Cavallo. Yo sufrí todo lo que tiene que ver con el corralito. A raíz de esto, Mauricio Macri, que era el presidente de la institución, me pidió pesificar mi contrato. Entonces, como no me convenía y, además, en enero de 2002 vino a buscarme Cruzeiro por la venta de Juan Pablo Sorin, decidí volver a mi país. Yo tenía un pasado en Brasil y la propuesta de Boca no me satisfizo. Me fui de Boca por todo el cambio económico y porque quería ir a otro club para tener más rodaje.

-¿Es cierto que se le complicó su llegada porque tenía una causa judicial relacionada con los pasaportes falsos en el mercado europeo cuando actuaba para Udinese?

-Sí, es cierto. Fue un escándalo muy grande en Europa. En esa época, tener la doble ciudadanía para los jugadores extranjeros era muy complicado. Entonces, para poder jugar en Italia fui fichado en la Federación local como portugués. A raíz de esto, por portar un pasaporte falso, estuve cinco años suspendido en tierras italianas y fui inhabilitado por la FIFA, motivo por el cual, por ser patrimonio del Udinese, fui prestado a Vasco Da Gama y luego a Boca Juniors.

-¿Cómo fue el episodio en el que le intentaron pesificar el contrato?

-Sí, yo en Boca firmé una contrato que pagaba gran parte el Udinese, por ser el dueño del pase, y una parte el club argentino. En el momento del corralito, yo ganaba 50 mil dólares y tenía que pasar a cobrar 50 mil pesos. Entonces, Cruzeiro me ofreció abonarme un poco más y además, tenía el desafío de reemplazar a Sorin, que ya estaba vendido. Yo fui con un objetivo al Xeneize. Pero el corralito, el poco rodaje que me dio Bianchi y al ser parte de un equipo en formación hicieron que me fuera de Boca a los siete meses y las cosas no salieran bien.

-¿Cómo vivió la situación del corralito en el 2001 siendo extranjero?

-Gran parte de mi contrato lo abonaba el Udinese y el resto Boca, que transfería el dinero a través de un banco. Yo no tuve problemas de retención de plata, porque mi ex representante, Daniel Comba, manejó todo mi contrato. Lo único que viví fueron los piedrazos, papelazos y las manifestaciones que hubo frente a la casa de Cavallo y en la Casa Rosada en diciembre de 2001.

-¿Qué fue lo vio?

-Lo vi todo. No miraba mucho los programas de televisión porque contaba con solo canales de cable. Pero observaba lo que estaba sucediendo frente a mi casa, en Ortiz de Ocampo y avenida Del Libertador, en una zona con vecinos con un buen pasar económico. Toda la gente por las ventanas mirando hacia las calles. Todavía recuerdo los ruidos, los piedrazos hacia la casa de Cavallo, los banderazos, las protestas. No entendía un carajo lo que estaba pasando y me asusté. Entonces, lo llamé al Chelo Delgado y le pregunté: “¿Qué está pasando?”.

-¿Qué le respondió?

-”El gobierno está reteniendo el dinero de todos. Hay un corralito y no se puede retirar plata de los bancos”. Yo le dije: ”Carajo, no lo puedo creer”. Llamé a mi familia a Brasil e inmediatamente hablé con Comba para girar mi plata hacia Brasil. Mi representante me dijo: “Quedate tranquilo en tu casa que es peligroso salir en las calles. Te paso toda la información por teléfono”. Fue un momento muy difícil de atravesar e histórico.

-¿Fue el momento más difícil que vivió en Argentina?

-Sí, la verdad es que me asusté mucho. Yo vivía en la zona de Palermo y continuamente había marchas por la crisis social y política que vivía el país. Igualmente, después de eso nunca dejé de viajar a la Argentina. Solía viajar seguido antes de la pandemia, porque me gusta ir a comprar vinos y comer asado. Cuando residía en Buenos Aires, era asiduo comprador de artesanías en las ferias de Tigre. Me encantaba esa zona. Yo viví en Italia y soy un apasionado de ese país. Pero cuando me vine a Buenos Aires me hacía acordar a Roma, porque era muy parecido por los restaurantes y la carne. Fue lo primero que me marcó cuando llegué a la capital argentina, además de jugar en el mejor equipo del país.

-¿Notó rápidamente la pasión de los argentinos por el fútbol?

-Cuando iba a los supermercados sentía la pasión por este deporte, como pasa en Brasil. Los argentinos son mucho más apasionados por el fútbol que los brasileños. Yo viví en Rio de Janeiro, cuando jugaba para el Vasco. Residí y jugué en San Pablo. Me desarrollé en Cruzeiro que queda en Minas Gerais y vestí la camiseta Azul y Oro en Buenos Aires.

-¿Qué recuerda de su paso por la capital argentina?

-Me encantaba la noche porteña. Salíamos con mis compañeros. Hasta hoy no tuve hijos. Yo fui a vivir a la Argentina con una enamorada. No era casado. Tenía 21 años, con plata en los bolsillos y salía a las discos, a conocer gente. Conocía personas e iba a los mejores restaurantes con Comba. Recuerdo que me presentó a la mujer más linda del país, Panam. Iba a comer ahí y un día nos conocimos porque ella hacia un programa de televisión. Jugar en Boca te daba la oportunidad de conocer personalidades.

-¿A qué se dedica hoy, Jorgiinho?

-Vivo en San Pablo. Soy representante de jugadores desde que dejé mi carrera profesional. Tengo una oficina en esta ciudad. Trabajo con Mino Raiola, agente neerlandés de origen italiano, quién fue mi representante. Hoy maneja a Zlatan Ibrahimovic, Paul Pogba, Erling Haaland y Romelo Lukaku, entre otros. Somos amigos y, cuando terminé de jugar, abrimos una empresa y le llevo jóvenes desde Brasil. Hace seis años me retiré e iniciamos este proyecto.

-¿Qué juveniles descubrió y los envió a Europa?

-Dos chicos del año 2000. Tienen 21 años. Wesley Andrade, que está a préstamo en el FC Sion de Suiza, y Lucas Rosa, quien estaba en la Juventus y se fue al Real Valladolid, de España.

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